Gramsci, Fanon y
después
22 de junio de 2019
Por Raúl
Zibechi (La Jornada)
Alguien
escribió hace no tanto tiempo que lo importante no es quién habla, sino desde
dónde lo hace. Recién pude comprender aspectos centrales del pensamiento de
Antonio Gramsci en las comunidades campesinas de su Cerdeña natal, donde estoy
participando en debates con la Coordinación de Comités Sardos que agrupa a 60
organizaciones de base.
El concepto de subalternidad,
fundante de toda una corriente teórica anti-colonial (aunque se denominan de
formas algo más sofisticadas), no habría sido formulado por Gramsci si no
hubiera nacido en una isla colonizada durante siglos por potencias extranjeras,
que la convirtieron en colonia de
explotación.
En el pensamiento perezoso, del que nunca estamos a salvo, existe
la creencia de que todo el Occidente es colonizador y todo el Sur es
colonizado. Cuando en la realidad, existen periferias en una y otra parte del
mundo. Y resistencias formidables.
En 1906, cuando Gramsci tenía 15 años, Cerdeña fue sacudida por
luchas obreras y revueltas campesinas, que se erguían sobre los fuertes
desequilibrios Norte-Sur, la represión implacable del Estado italiano y un
amplio movimiento sardista que el joven llevó en su maleta y en
su corazón cuando emigró al Turín proletario. Pudo comprender la Rusia
soviética y campesina por su experiencia en Cerdeña, incluyendo el papel de los
intelectuales en el proceso de emancipación.
Aunque nunca me afilié al pensamiento de Gramsci, por prejuicios y
desconfianzas, puedo ver que plantó un mojón en el pensamiento crítico con su
mirada anti-colonial y su apuesta por el papel de los subalternos.
La siguiente etapa, por decirlo de un modo mecánico y seguramente
injusto, corresponde a Frantz Fanon, en el periodo de la descolonización y las
revoluciones del tercer mundo. Si Gramsci debe parte de sus sentimientos e
ideas a Cerdeña, Fanon está en deuda con la Argelia que se levanta para
sacudirse el yugo colonial francés.
Comprendió como pocos la inferiorización que provoca la dominación, por su
experiencia como siquiatra en el hospital de Blida y, luego, en la militancia
activa en el Frente de Liberación Nacional al que entregó su vida y sus sueños.
En esta etapa del pensamiento crítico, los sujetos de la descolonización son
los de más abajo, campesinos y
desocupados, portadores de la energía colectiva que impulsa los cambios.
Critica el papel que la izquierda, en los países colonizados, concede a la
clase obrera, por traslado mecánico de la experiencia en la metrópolis.
Quienes nacimos a la militancia en la década de 1960, estamos en
deuda profunda con Fanon, ya que pudo escalar la pendiente más difícil, la que
lo llevó a debatir cómo sacudirnos la interiorización del dominador que tanto
daño ha producido a los procesos revolucionarios. Sólo este inestimable aporte,
debe colocarlo en un lugar destacado del mundo nuestro.
Pero es en el tercer momento cuando se registran los cambios más
asombrosos y esperanzadores. Es el momento actual, digamos, el que transcurre
desde el fin del socialismo real y que tiene uno de sus centros en América
Latina. El pensamiento crítico anti-colonial empieza a trenzarse con el
pensamiento anti-patriarcal, fecundando un anti-capitalismo radical, enraizado
en sujetos y sujetas colectivas que, en adelante, llamaremos pueblos en movimiento.
El concepto me llegó por medio de una joven estudiante quechua de
Abancay (Perú), Katherin Mamani, en un debate en el que rechazamos la idea
eurocéntrica de movimiento
social. La menciono porque encarna el núcleo del momento actual.
Lo primero, es que resulta imposible separar ideas de prácticas.
Las masivas y constantes acciones de los pueblos, son el combustible del pensamiento
crítico, que se torna estéril cuando sólo se mira en el espejo de la
autosatisfacción intelectual.
Lo segundo, es la impronta de las mujeres de abajo. Esto resulta
tan evidente que me exime de mayores comentarios. Aunque habría que superar el
concepto de pensamiento cuando nos referimos a la palabra de las mujeres que
luchan, algo que aún estamos lejos de conseguir.
Lo tercero, es que estamos ante pensamientos colectivos,
comunitarios, que hacen casi imposible determinar quién acuñó tal o cual concepto,
lo supera la herencia patriarcal/colonial legada por las academias. Ideas que
van germinando por fuera de las instituciones, aunque éstas siempre pretendan
cooptarlas, y que son el fruto de las comparticiones entre los abajos cuando
debaten y combaten.
Por último, los nuevos desarrollos sólo tienen validez si muestran
alguna utilidad para potenciar las emancipaciones colectivas. Y, sobre todo,
para construir lo nuevo. Porque de lo que se trata, además de ponerle límites a
los proyectos de arriba, es construir y crear vida allí donde el sistema, a
derecha e izquierda, sólo produce muerte.
No es poco en los tiempos que corren. El camino andado en poco más
de un siglo, es notable. Estamos ante pensamientos colectivos que nacen
poniendo el cuerpo al sistema y a sus represiones.
Fuente: http://rebelion.org/noticia.php?id=257488
No hay comentarios:
Publicar un comentario