domingo, 6 de octubre de 2019

Advirtamos: la hidrovía no sólo aniquila el ecosistema de los ríos sino también "ha equivalido a lanzar parte del patrimonio público -el río y los puertos- desde la esfera estatal a la arena del mercado, convirtiéndolo en objeto de lucro privado bajo condiciones ignominiosas y lesi7vas para el bien común. El auge del transporte fluvial, la profundización de la integración vertical de la producción agroindustrial y la fiebre sojera contribuyen a la mercantilización, concentración, privatización y extranjerización de la tierra, desencadenando agudos conflictos sociales en torno a la tenencia de la propiedad agropecuaria, y configurándose como el principal factor que interviene tanto en la expulsión de campesinos y aborígenes de sus dominios ancestrales como en el incremento de la marginalidad social en numerosas provincias del norte argentino".

Circulación y división territorial del trabajo: la hidrovía Paraná-Paraguay, el avance de la soja y el agravamiento de la crisis socio-ambiental en la Argentina
(1996-2014)
Sebastián Gómez Lende
Investigador Asistente de CONICET. CIG, IGEHCS, CONICET-UNCPBA. Tandil, Provincia de Buenos Aires, Argentina. gomezlende@yahoo.com.ar

Introducción
Entender el funcionamiento del territorio exige captar el movimiento. Esta premisa es especialmente válida para el período actual, donde la circulación se acelera y prevalece sobre la producción propiamente dicha, valorizando desigualmente las áreas de cada país e imprimiendo fluidez al desplazamiento de los factores esenciales de la economía globalizada. Como en el pasado, las redes de transporte desempeñan una función clave: permitir la difusión de los usos modernos del territorio, jerarquizando a las áreas productivas preexistentes y participando de la creación de otras nuevas. En la actualidad, esto viabiliza formas de acumulación por desposesión que insertan a esas áreas en el mercado mundial a expensas del patrimonio ambiental y las condiciones de vida de las comunidades locales. Este trabajo persigue dos objetivos complementarios. Por un lado, estudiar el papel que la Hidrovía Paraná-Paraguay ha desempeñado en la consolidación del extractivismo en la Argentina durante el período 1996-2014, especialmente en el norte del país, atendiendo a su influencia en el avance de la frontera agrícola, la expansión de la soja transgénica, el aumento de las exportaciones oleaginosas, la valorización y concentración de la tierra y el agravamiento de la crisis socio-ambiental (desalojos, deforestación, contaminación, etc) asociada a esos fenómenos.

Por otro lado, demostrar que la hidrovía ha venido a cumplir una función análoga a la que antaño desarrollara el ferrocarril durante el modelo agroexportador (1880-1930), analizando los paralelismos verificados en el papel que ambos sistemas de transporte han jugado en la consolidación del modelo de acumulación propio de cada época. En primer lugar, se presenta un breve marco teórico, donde se definen conceptos básicos como espacio geográfico, redes, acumulación por desposesión y extractivismo. A continuación, se desarrolla una aproximación general al caso de la Hidrovía Paraná-Paraguay, analizando sus antecedentes y contexto histórico, la funcionalidad de esta obra de infraestructura para los países miembros del proyecto, sus nexos respecto de la privatización del sistema nacional de puertos, la concesión de parte de esa red a capitales privados, las condiciones de fluidez existentes para la circulación y el nivel de tráfico comercial. Enteramente dedicado al núcleo del trabajo, el tercer apartado explica cómo el inicio y la expansión de las actividades de la Hidrovía Paraná-Paraguay hicieron posible el avance de la frontera agrícola hacia el norte del país, fenómeno que, íntimamente ligado al boom de la soja transgénica, ha coadyuvado al agravamiento de la crisis socio-ambiental preexistente.

En tal sentido, se analiza el peso relativo de la comercialización de oleaginosas en las exportaciones transportadas por la hidrovía, el aumento (discriminado según provincias) de la superficie dedicada al monocultivo sojero, la apropiación de puertos por parte de las grandes cerealeras y agroindustrias nacionales y extranjeras, la valorización y concentración de la tierra, los conflictos sociales, la expulsión de campesinos y aborígenes, y el aumento de la deforestación y la contaminación ocasionado por ese nuevo uso del territorio. También aquí son abordados los paralelismos hallados entre la moderna Hidrovía Paraná-Paraguay y la antigua expansión ferroviaria del modelo agroexportador, como vectores-clave para el afianzamiento y la expansión de los modelos hegemónicos de organización espacial propios de cada período histórico. Finalmente, se presentan las conclusiones a las que ha arribado este trabajo.



Conceptos básicos: espacio geográfico, redes, acumulación por despojo y extractivismo Si el espacio geográfico constituye una forma-contenido manifestada a partir de un conjunto solidario, indisociable y contradictorio de sistemas de objetos y sistemas de acciones mediados por normas (Santos, 1996a), la noción de territorio puede ser definida como ese mismo espacio explicado a partir de sus usos (Santos y Silveira, 2001). En el período histórico contemporáneo -el denominado medio técnico-científico-informacional-, los usos hegemónicos del espacio expresan una aceleración de todas las formas de circulación, la consolidación de la división socio-espacial del trabajo, el mayor nivel de especialización económica regional y la diferenciación de los lugares según su productividad espacial, generando una creciente tensión entre globalidad y localidad (SANTOS, 1996a; 1996b). En la actualidad, el propio patrón de reproducción espacial es definido por la circulación, que es responsable por los cambios de valor en el espacio y prevalece sobre la producción propiamente dicha, creando mapas de puntos de sujeción y control destinados a facilitar el movimiento de los factores esenciales de la economía globalizada (SANTOS, 1996a; 2000). Entender el funcionamiento del territorio exige captar el movimiento y comprender cómo la inteligencia del capital reúne aquello que el proceso directo de la producción había separado (SANTOS y SILVEIRA, 2001). Cobran importancia aquí las ‘interacciones espaciales’ (LOBATO CORRÊA, 1997), el complejo conjunto de desplazamientos de personas, mercancías, capital e información que, vía diversos medios y velocidades, diseña redes de fijos y flujos. Ordenador del espacio total, ese espacio de flujos se superpone a aquél, implicando un proceso selectivo de creación de fluidez que privilegia a las regiones donde se sitúan las producciones destinadas a la exportación (SANTOS, 2000; SANTOS y SILVEIRA, 2001).

Siendo portadores de una lógica o racionalidad determinada, esos sistemas ‘eligen’ a los subespacios y agentes destinados a beneficiarse con su geometría, explotación y modernización, pasando a ‘regular’ sus comportamientos. Exigentes de un control coordinado, los puntos intrínsecos al trazado de las redes ejercen, a pesar de su limitada extensión física, una poderosa influencia sobre el espacio contiguo, incluso sobre las áreas más distantes del territorio nacional. Además, las redes destruyen viejos recortes espaciales y crean otros nuevos, operando como conductoras de fuerzas centrípetas y centrífugas que, de ese modo, se vuelven responsables por la división territorial del trabajo y la organización del espacio (SANTOS, 1996a). Operando como vectores de reproducción y agravamiento de las desigualdades preexistentes, las redes unen a los puntos productivos y evitan a las áreas menos dinámicas (Silveira, 1999).

En consecuencia, los países se fragmentan en espacios de la rapidez y de la lentitud, en áreas de fluidez y de viscosidad, en virtud del nivel de fluidez virtual -morfología, número y densidad de vías, soportes y vehículos aptos para la circulación- y efectiva -frecuencia de uso, pautas técnicas y políticas de funcionamiento- (SANTOS y SILVEIRA, 2001) de las redes. Todas las redes geográficas -de transporte, energéticas, financieras, de comunicación e información- son permeables, bajo el imperio del llamado ‘orden global’, al influjo de lo que SANTOS (1996a, 1996b) denomina ‘verticalidades’, esto es, fuerzas cuyos principales atributos son la mundialización del capital, la producción globalizada, las actividades modernas, las normas internacionales y la estricta obediencia a la racionalidad del mercado y a los intereses de los actores dominantes. Las verticalidades fomentan la instalación de los usos modernos del territorio, que se revelan racionales sólo para los agentes beneficiados por ese modelo de organización espacial, y siendo irracionales para el resto de la sociedad.

Esos usos del territorio encarnan mecanismos de ‘acumulación por desposesión’ (HARVEY, 2004), formas de despojo que representan la continuidad y perfeccionamiento del acto histórico de acumulación primitiva u originaria (MARX, 1968) que instauró las relaciones capitalistas a escala mundial. Operando a través de formas tanto tradicionales -supresión de las formas de producción y consumo alternativas, monetarización y tributación, usura y endeudamiento a través del crédito, desplazamiento de granjas familiares a manos de grandes empresas agrícolas, persistencia de ciertas formas de esclavitud- cuanto recientes -mercantilización y privatización de la tierra, conversión de regímenes de propiedad común al régimen de propiedad privada, expulsión de campesinos e indígenas de sus dominios ancestrales, privatización de firmas estatales industriales y de servicios públicos, depredación de los recursos naturales, degradación ambiental, biopiratería, robo de recursos genéticos, derechos de propiedad intelectual- (HARVEY, 2004), la acumulación por desposesión impone, en los países periféricos, un modelo espacial donde impera el orden de prioridades que interesa a los actores hegemónicos, a expensas de la insatisfacción de las necesidades esenciales y el agravamiento de las condiciones de vida del resto de la sociedad (SANTOS, 1996a).

Los usos extractivos del territorio se revelan como protagonistas privilegiados de la actual oleada de acumulación por desposesión en América Latina. Signado por la estructuración de una matriz socio-productiva altamente dependiente de la explotación intensiva de recursos naturales y la apropiación o usufructo de los productos así obtenidos por parte de agentes externos -vía la exportación-, el extractivismo (FRECHERO, 2013) es actualmente la modalidad dominante de articulación de los países periféricos a la división internacional del trabajo. Orientado a implantar economías de enclave y ‘zonas de sacrificio’, el extractivismo es un modelo diseñado para garantizar la continuidad de la inserción internacional subordinada de América del Sur (GUDYNAS, 2009).

En la Argentina, dicho modelo se expresa a través de vectores-clave de la división territorial del trabajo como el cultivo de soja transgénica, la minería metalífera, la silvicultura e industria forestal, la explotación de hidrocarburos y la pesca marítima, todos ellos implicados en la producción de graves problemáticas ambientales. Sabido es que las redes han desempeñado, en las últimas décadas, un papel estratégico respecto del afianzamiento y expansión del modelo extractivo en el territorio: así pues, segmentos y nodos considerados valiosos y/o estratégicos para el desplazamiento de personas y del capital, y para el desenvolvimiento de las vinculaciones con el exterior, han sido refuncionalizados conforme a las exigencias de la circulación internacional; paralelamente, han surgido sistemas más recientes, globalizados desde el momento mismo de su concepción. En ambos casos, el resultado es el mismo: las redes han pasado a operar de modo extrovertido para obedecer a la lógica del comercio mundial, funcionando como vectores de creación de áreas aptas para el avance del extractivismo. Se convierten así en vehículos de lo que SANTOS y SILVEIRA (2001) llaman ‘circulación innecesaria’ -una circulación redundante, de gran costo social-, contraparte inexorable de la ‘producción innecesaria’ a la que se refería MARX (1968).

La Hidrovía Paraná-Paraguay: aproximación general (…)

Conclusiones
Las redes en general y los sistemas de transporte en particular desempeñan un papel clave y estratégico en el rediseño de la división territorial del trabajo. Insertando diferencialmente a las áreas y recursos del espacio nacional en un determinado modelo de acumulación, esas redes garantizan su articulación al mercado mundial. Al cumplir la función fundamental de poner en movimiento la producción, la Hidrovía Paraná-Paraguay no sólo valoriza áreas agrícolas preexistentes, sino que coadyuva a la creación de otras nuevas, configurándose así como un motor para la expansión de la frontera oleaginosa, incorporando a la división internacional del trabajo a zonas hasta entonces aisladas y/o improductivas, cuyo potencial no era aprovechado debido a la ausencia de una red de circulación eficiente que les permitiera remesar su producción a los mercados externos. El boom de la soja transgénica en el norte argentino no habría sido posible ni viable sin la HPP, que permitió la configuración de un espacio de flujos productivos (una verticalidad) basado en la interconexión (rápida y a bajo costo) de áreas agrícolas marginales con polos agroindustriales y puertos de exportación. Sin embargo, el precio a pagar por esa fluidez es elevado. La HPP y la expansión sojera a ella asociada encarnan, de principio a fin, un fenómeno de acumulación por desposesión. En términos generales, la HPP acarrea un severo impacto ambiental (a menudo minimizado, poco evaluado o directamente ignorado) para el régimen hídrico de las cuencas implicadas. En el caso de la Argentina, la privatización (bajo el régimen de concesión con pago de peaje) del tramo fluvio-marítimo Santa Fe-Buenos Aires ha equivalido a lanzar parte del patrimonio público -el río y los puertos- desde la esfera estatal a la arena del mercado, convirtiéndolo en objeto de lucro privado bajo condiciones ignominiosas y lesivas para el bien común. El auge del transporte fluvial, la profundización de la integración vertical de la producción agroindustrial y la fiebre sojera contribuyen a la mercantilización, concentración, privatización y extranjerización de la tierra, desencadenando agudos conflictos sociales en torno a la tenencia de la propiedad agropecuaria, y configurándose como el principal factor que interviene tanto en la expulsión de campesinos y aborígenes de sus dominios ancestrales como en el incremento de la marginalidad social en numerosas provincias del norte argentino. El nuevo modelo hegemónico obra como un acicate para el acelerado incremento de la tala del bosque nativo y la pérdida de biodiversidad. Basados en las semillas transgénicas, la siembra directa y el uso intensivo de agrotóxicos, los nuevos paquetes tecnológicos fomentan la desertización de los suelos y acarrean graves implicancias sanitarias y ambientales. Así pues, el binomio ‘monocultivo sojero-hidrovía’ es tanto un caso paradigmático de acumulación por desposesión cuanto un ejemplo empírico de un uso moderno del territorio racional sólo para los agentes beneficiados por el mismo, y disfuncional para el resto de la sociedad. La Hidrovía Paraná-Paraguay es, así, el vehículo para una circulación innecesaria, con enormes y gravísimos costos socio-ambientales para gran parte del territorio argentino. Se ha corroborado, asimismo, la hipótesis que avizoraba analogías entre la expansión ferroviaria durante el modelo agroexportador y la Hidrovía Paraná-Paraguay en el período histórico actual. Al igual que lo hizo el ferrocarril en la pampa húmeda, la HPP ha obrado como un vector de creación de áreas productivas en zonas otrora marginales del territorio. El aumento del calado en los segmentos más dinámicos de esa red convirtió al Río Paraná en la principal y más rápida vía de salida para las exportaciones oleaginosas argentinas, tal como lo fue el tren a finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX para las remesas agropecuarias.

En ambas situaciones, el trazado de la red ha implicado el avance de la frontera agrícola más allá de sus límites históricos, poniendo en producción vastas extensiones de tierras fértiles situadas en su radio de influencia; esto ha influido también en la rápida valorización de esas áreas, fomentando el control (y concentración) por parte de empresas extranjeras sobre tierras y puertos; y los fenómenos resultantes han tenido un inicuo impacto ambiental, especialmente sobre los bosques nativos, en el primer caso subsidiando el funcionamiento y expansión del ferrocarril y el crecimiento agropecuario en la pampa húmeda, en el segundo liberando tierras para el monocultivo oleaginoso en el norte para satisfacer las necesidades de abastecimiento de materia prima de los polos agroindustriales enclavados en Córdoba y Santa Fe. Lo que impera ahora no son los intereses del imperialismo británico, sino las estrategias geopolíticas de la IIRSA y las empresas transnacionales; el modelo agroexportador de antaño ha sido sustituido por el auge del extractivismo; la importancia estratégica otrora detentada por el transporte ferroviario ha sido asumida por el tránsito fluvial; y las remesas de carnes y cereales han cedido su lugar a las exportaciones de soja transgénica. No obstante, las similitudes son notables, y la racionalidad que anima el proceso continúa siendo la misma.
REFERENCIAS
Notas
Recebido para publicação em 15/06/2015 Aceito para publicação em 29/06/2015



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