En serio y en broma
1 de febrero de 2020
Por Jaime Richart (Rebelión)
No tengo
término medio, o me tomo las cosas en broma o me las tomo muy en serio. No soy
de medias tintas, tampoco partidario de las charlas insustanciales faltas de
ideas propias y plagadas de tópicos y de prejuicios. Prefiero seguir mi
senda acostumbrada de lobo estepario… Y es que en España es muy difícil un
diálogo sosegado e interesante cuidadoso de relativizar cualquier idea. ¡Y qué
decir de lo que los políticos hablando de su oficio, y de lo que los demás
opinamos de ella! No podemos estar más lejos, no digo ya de lo que esperamos de
los gobernantes sino de su modo de entenderlo y todo y el nuestro...
Por lo que concierne al
ciudadano común, la intemperancia y el el apasionamiento, hermanos de la
ofuscación, hacen muy difícil el mero cambio de impresiones; unas ideas que no
provengan de corrientes de opinión divulgadas por estrategas, por laboratorios
de ideas y por papanatas. Todo eso es lo que a las mentes despejadas nos lleva
a desistir de prestar una atención que no sea superficial a los políticos y a Pero luego hay otra cosa en relación con
Pero ya no me extraña. No hay materia más resbaladiza, más volátil y más dañina que la política consumida en las dosis suministrada por los medios de comunicación privados. No hay sensación más amarga que la decepción de un líder, de un político o de un partido político. Por eso, para pensar sin bridas ideológicas, no pertenezco a partido ni a Club alguno. Estoy con las causas y con quienes, desde la política, intentan la justicia social, pero no con quienes las lideran. Tarde o temprano nos van a defraudar. Pero no entro en el cuerpo a cuerpo, pues cualquier discrepancia con las tesis trazadas por quienes dirigen el cotarro es heterodoxia.
Recordemos el fervor que despertó un día Felipe González, sus ideas y sus propósitos y promesas en los 80. Véase la especie de canallismo que padece desde hace años, degenerando su sentido de las cosas y el enriquecimiento personal al que ha llegado... Véase si no lo que sucede con el modo de interpretar y entender el feminismo, a lo que quizá a ello puedan atribuirse muchas deserciones. Véase lo que sufren en Cataluña millones de personas. Pues la situación que vive Cataluña no es exactamente obra de la política, que también. Si Cataluña está en estado de guerra (en sentido metafórico por lo civilizado de su sociedad) es porque, primero el Tribunal Constitucional cepilló el Estatut, luego el Fiscal General del Estado afín al gobierno de la legislatura anterior promovió un proceso penal contra los dirigentes caralanes sustanciado en una pantomima de tres meses, y luego la justicia decomonónica española han ido generando un clima propio de un país definitivamente atrasado que dura hasta hoy...
Jaime Richart, Antropólogo y jurista.
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