Chile. La revuelta popular en un territorio periférico: el caso de
Pudahuel Sur
Christián Matamoros / Resumen Latinoamericano / 31 de enero de 2020
Esta radicalización es difícil de analizar por motivos obvios,
relacionados con el tipo de repertorio de protesta, pero se pueden apreciar
algunas características generales. En primer lugar, prácticamente todos los
lugares atacados corresponden a territorios altamente populares, con presencia
de narcotráfico, por ende de armas de fuego. Salvo en Peñalolén, no se aprecian
vinculaciones con las tradicionales poblaciones “combativas” como para esbozar
posibles conexiones con organizaciones revolucionarias o con las herencias de
estas. Sin embargo, la vinculación al narcotráfico, como repite constantemente
el gobierno, tiene una principal dificultad explicativa: la existencia de
bombas molotov, las que se identifican con actores con experiencias
organizativas y en protestas, por lo que la tesis criminalizadora del gobierno
pierde sentido.
El día martes 7 de
enero, mientras se realizaban manifestaciones contra la rendición de la Prueba
de Selección Universitaria (PSU), un joven fue atropellado por un
radiopatrullas de Carabineros en las inmediaciones del Colegio Santiago
Pudahuel. Lo que ocurrió en el sector sur de esta popular comuna podría haber
pasado como un hecho más de los miles de actos represivos, pero se tornó una
radical jornada de protesta de al menos una semana, inusual a nivel general,
pero en sintonía con muchos actos radicalizados que vienen sucediéndose al
interior de la diversa revuelta popular que sacude al país desde hace 3 meses.
Analizar el contexto en el que se produjo esta protesta, la extensión y
masividad de ella, es el objetivo del presente artículo.
El Territorio
La zona denominada Pudahuel Sur no corresponde al perfil clásico
de las poblaciones “combativas”, formadas mayoritariamente en los años previos
al golpe de Estado de 1973. No se asocia al mapa clásico de las protestas de
los ´80, no aparece en el teatro de operaciones de la rebelión popular contra Pinochet. Pertenece si a
la zona poniente de Santiago, bastión histórico de los sectores populares y las
fuerzas de izquierda. Esto pues el territorio fue una zona agrícola
perteneciente a la
antigua Barrancas , comuna que representó un terreno
especialmente fértil para la izquierda, por las tomas de terreno inauguradas
con Herminda de la Victoria en 1967,
ubicada en la
actual Cerro Navia , con una fuerte presencia del Partido
Comunista. Además, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) también tuvo
una destacada presencia en el comando comunal Barrancas durante la Unidad Popular y en
el paro comunal de Pudahuel en 1984.
Durante gran parte del
siglo XX el territorio de lo que hoy es Pudahuel Sur fue parte del antiguo
fundo Santa Corina, que se iniciaba en la Avenida San Pablo ,
donde estaba la casona patronal (actual Municipalidad de Pudahuel) y se
extendía hasta el Canal Ortuzano, que actualmente divide Pudahuel de la comuna
de Maipú. Durante los años de la Unidad Popular una parte del fundo fue tomada por
“sin casa”, mientras que otra experimentó un proceso de reforma agraria. Los
terrenos ubicados al sur de la ruta 68 continuó siendo parcelas hasta fines de
los años ´80. Desde la mencionada ruta 68, hasta Américo Vespucio por el
poniente, el canal Ortuzano por el sur y Av. Las Torres por el oriente es lo
que hoy se conoce como Pudahuel Sur, territorio donde solo en 1989 comenzaron a
aparecer las primeras poblaciones y hoy residen más de 120 mil personas.
Primeramente, se
desarrollaron dos núcleos habitacionales que con el tiempo dieron vida a la
construcción de viviendas en casi toda el área del territorio. Uno se ubicó
hacia el oriente, al sur de Laguna Sur, donde se construyó la villa Pedro Prado
(1990) y luego la Marta
Brunet y la villa Pajaritos , entre otras. El otro núcleo se
asentó hacia el poniente de Avenida La Estrella, donde se construyeron las
villas Carrera Pinto, Comercio, Colón y Estrella del Sur, entre otras. Estas
primeras poblaciones fueron representativas de la rápida expansión habitacional
que se experimentó a inicios de los años ´90 sobre suelo hasta hace poco
destinado a labores agrícolas. Estos primeros núcleos acogieron principalmente
a población obrera y popular, identificada con los quintiles más precarizados
(D y E). Nuevas villas se fueron sumando en los años siguientes, las que
recibieron a una población con un componte de clase similar, aunque también
otras que acogieron a familias trabajadoras de estratos medios bajos (C2 y C3),
más similar a villas populares de comunas como Maipú o La Florida.
Todas las familias que
llegaron al territorio debieron sosegar su felicidad por el acceso a una
vivienda propia con condiciones deficientes, especialmente en lo referido a
conexión vial. El territorio estaba encajonado, con escasa vinculación con la
zona norte de la comuna y con severas dificultades para conectarse al centro de
Santiago. Así, los habitantes de las poblaciones del sector suroriente
preferían buscar conexión caminando hasta Avenida Pajaritos, mientras los del
sector de Avenida La Estrella debían entablar una cruzada por Américo Vespucio
que los dejaría en San Pablo y de ahí embarcarse a sus destinos finales. Con el
correr de los años apareció el primer consultorio y en 1996 la subcomisaría,
foco central de los enfrentamientos de los últimos días.
Esta fuerte explosión demográfica fue prácticamente única en la ex Barrancas pues las
zonas de Pudahuel Norte y Lo Prado ya se encontraban altamente pobladas desde
las décadas anteriores, mientras que en Cerro Navia las construcciones de los
´90 fueron muy minoritarias, misma situación de las comunas colindantes:
Estación Central y Quinta Normal. La irrupción de Pudahuel Sur le entregaba un
componente juvenil a este sector de la capital, el que había estado compuesto
mayoritariamente por familias formadas a fines de los ´60. Al mismo tiempo,
provocó que en pocos años la comuna casi duplicara su población, potenciada por
la nueva normativa de densificación y el bajo valor del uso del suelo del
lugar. Así, Pudahuel se transformó en la 4ta comuna de la región metropolitana
con mayor número de proyectos de vivienda básica en la década de los noventa[1], prácticamente todos en Pudahuel Sur. Esto fue
consecuencia de las políticas implementadas durante esos años, la de las casas
COPEVA, y la nueva normativa de densificación que favoreció a empresarios
habitacionales vinculados principalmente a la Democracia Cristiana ,
como Edmundo Pérez Yoma.
Todas estas características harían pensar que Pudahuel Sur siguió
el camino de despolitización por la que transitaron la mayor parte de las
poblaciones construidas en el Chile de los ´90, donde no se lograron
reconstituir las experiencias organizativas de las décadas anteriores. Según
Seguel, entre los principales factores que confluyeron durante la década y que
permiten entender la relación entre la política y las nuevas poblaciones estuvo
el consumismo que provocó des-ideologización y des-movilización, una
conformidad con el modelo de desarrollo y el consenso respecto al manejo
económico de los gobiernos de la Concertación[2]. Esto se ve reafirmado en la existencia de dos de
esas características del periodo que si emergieron en el territorio de Pudahuel
Sur. La primera fue la presencia del narcotráfico, el que no respondía a los
tradicionales códigos del hampa, lo que reforzó los procesos de despolitización
unido a una segunda característica, la construcción de redes clientelares entre
organizaciones sociales y la institucionalidad, principalmente entre el
alcalde, el socialista Johnny Carrasco, y las juntas de vecinos.
La presencia del
narcotráfico en la zona ha sido algo bastante conocido y palpable,
especialmente en las poblaciones ubicadas al sur de la comisaría. La
presencia del poder de fuego del narco en ocasiones se combinó con los intentos
por superar la despolitización, especialmente en protestas convocadas en fechas
conmemorativas. El mayor resultado de esto se apreció la noche del 11 de
septiembre de 2007, cuando la conmemoración dio paso a violentos
enfrentamientos en la zona, los que provocaron la muerte del cabo Cristian Vera
por un disparo en su cabeza. Todo esto en un contexto donde la hasta entonces
subcomisaría gozaba de un creciente desprestigio entre la población, por su
pasividad frente al reconocido actuar del narcotráfico y porque unas semanas
antes otro carabinero de esa subcomisaría había asesinado a un niño en medio de
una agresión sufrida por su hijo. Tras el asesinato del cabo Vera, la
subcomisaría adoptó su nombre y adquirió el rango de comisaría, pero las cosas
no cambiaron mucho.
No obstante, a pesar
de lo descrito, Pudahuel Sur acogería desde sus orígenes algunas
características distintivas, que le permitirían resistir la despolitización de
los ´90 con la emergencia de diversas iniciativas de organizacións en el nuevo
siglo.
Los sujetos
Si bien en algunos
casos a las primeras poblaciones llegaron familias de sectores rurales, el
poblamiento del sector más eminentemente popular del territorio, el que
circunda a las intersecciones de Av. Laguna Sur con Av. La Estrella, tuvo tres
características distintivas: en primer lugar, un grupo importante estaba
compuesto por allegados de la
ex Barrancas (Pudahuel Norte y Cerro Navia, principalmente);
otros provenían de campamentos de diversos lugares, mientras que un tercer
grupo, no necesariamente independiente de los anteriores, fueron familias
obreras que se acogieron al Programa Especial de Trabajadores (PET), convenio
sostenido por la CUT para que afiliados a sus sindicatos desde fines de los ´80
pudieran acceder a viviendas sociales mediante un subsidio del Estado que,
sumado a su ahorro, les permitió adquirir sus viviendas con un crédito
gestionado por la banca privada. Así por ejemplo, llegaron trabajadores
afiliados al sindicato del Hospital del Profesor, a la metalúrgica Constramet
y al sindicato de carteros de Correos de Chile, algunos de los cuales quedaron
viviendo en los mismos pasajes, por lo que las redes sociales fueron mucho más
expeditas y existía una cierta experiencia obrera, que se trasladaba desde el
lugar de trabajo al lugar de vivienda. Esta experiencia, ya sea desde la zona
de Barrancas o desde el mundo sindical permitió que a penas se conformaban las
poblaciones, a inicios de los ´90, rápidamente se organizaban Juntas de
Vecinos, se editaban boletines y se intentara resistir a las modas
despolitizantes del periodo.
Esta experiencia se
materializó en diversas luchas dadas desde los primeros años, entre las cuales
estuvieron las que buscaron mejorar la locomoción, instalar un consultorio y
habilitar un paso peatonal y vehicular por Av. La Estrella hacia el sector
norte.
Con el correr de los
años, la experiencia organizativa se expresó mediante la creación de diversos
colectivos juveniles, sociales y políticos, centros culturales,
preuniversitarios populares, carnavales, etc. Además, el territorio ha sido
particularmente prolífico en el surgimiento de músicos cultores del hiphop como
Excelencia Prehispánica, Movimiento Original y Luanko, iniciativas
identificadas con la cultura de población periférica durante lo que va corrido
de este siglo.
Sin embargo, esta experiencia organizativa se vio puesta en
cuestión por la convivencia en el territorio con sectores de la clase
trabajadora altamente aspiracionales, como son los sectores medio bajos, los
que en muchas ocasiones basados en la aceptación de condiciones de ultra
explotación laboral y de endeudamiento logran acceder a automóviles propios,
colegios del centro para sus hijos o Universidades. Estos sectores han buscado
diferenciarse del mundo obrero y popular, catalogándose como “Alto Pudahuel
Sur”, cuestión que ha sido seriamente cuestionada de forma general en el
territorio, siendo objeto de una reconocida parodia hace unos años con el video
“No nos roben los Daewoo”[3].
Finalmente, la llegada
del metro al territorio en 2011, con las estaciones Barrancas y Laguna Sur,
terminó por consolidar una zona altamente poblada, la que convivía con algunos
cuadrantes destinados a áreas empresariales (desde Travesía al norte,
principalmente), pero donde en los últimos años, burlando todo tipo de
racionalidad urbanística, también se han construido condominios de
departamentos.
El territorio durante el levantamiento del 18 de octubre y la
posterior revuelta popular
Si bien el estallido
social emergió de forma robusta y maciza en la capital el viernes 18 de
octubre, en Pudahuel Sur la cosa comenzó unos días antes. El llamado a evadir
el metro realizado por los estudiantes secundarios había venido teniendo una
importante acogida en las estaciones ubicadas en el centro de la capital, zonas
donde el movimiento estudiantil ha sido particularmente activo, pero no en las
periferias. En el territorio, el llamado motivó que los estudiantes del liceo
técnico San Mateo (subvencionado) se convocaran para el miércoles 16 a evadir la estación Laguna Sur ,
ubicada a unas cuadras del establecimiento. No obstante, las cosas no salieron
como se esperaban. La estación tiene una única vía de acceso, lo que posibilitó
que los guardias se atrincheraran en esta y atacaran violentamente a los
estudiantes, cuestión que fue grabada y difundida rápidamente en las redes
sociales. Esto, mientras en las estaciones del centro los estudiantes
comenzaban a recibir el amplio respaldo de los trabajadores que utilizan el
metro. La difusión del video donde los guardias golpean a los estudiantes
provocó que al día siguiente la estación fuera rodeada por cientos de
pobladores, estudiantes, vecinos, familias, etc. que protestaron contra los
guardias, lo que llevó a cerrar la estación y a una dura represión de fuerzas
especiales en las afueras. El pueblo había salido a defender a sus hijos y no estaban
dispuestos a aguatar estas arbitrariedades. Los estrechos pasajes del sector se
llenaron de improvisadas barricadas. Era jueves 17 y el territorio ya había
tenido su primer levantamiento popular y auguraba de alguna forma lo que
ocurriría en los siguientes tres meses.
El viernes 18 la
protesta volvió a concentrarse en el metro, pero durante la tarde se extendió
hacia el norte por Teniente Cruz y el poniente por Laguna Sur, las que se
colmaban por quienes habían debido realizar largas caminatas desde el centro
para llegar al hogar. A eso de las 21 horas, el territorio estaba sembrado de
barricadas y el caceroleo era masivo en cada esquina. Carabineros, miraba desde
la distancia y lanzaba lacrimógenas, pero luego en el entorno del metro Laguna
Sur se vivió una verdadera batalla campal, con detenidos, casas gaseadas y
numerosos ataques a los carros represivos. Al día siguiente, la estación del
metro fue remecida por las llamas que aparecieron en la mayor parte de las
líneas de zonas periféricas del gran Santiago. La furia contra el metro no
impidió que continuara siendo el epicentro de las manifestaciones, a pesar de
que las autoridades han anunciado que por los daños será la última estación en
ser reabierta.
Fueron alrededor de 3
mil personas las que se agruparon en los días siguientes en las afueras del
metro, mientras los saqueos de los supermercados Acuenta y Mayorista 10
(posteriormente incendiado) persistieron durante varios días. Pero también
aparecieron “chalecos amarillos”, principalmente en las villas más acomodadas y
en los condominios de departamentos, aunque aquí también se caceroleó y se
participó en las manifestaciones, especialmente durante los primeros días.
La masividad y
persistencia lograda durante las primeras semanas fue resultado de la
composición mixta del territorio, sectores populares y medio-bajos, en sintonía
con la mayor transversalidad que adoptó a nivel general la protesta durante los
primeros días, ejemplificadas en zonas como Plaza Ñuñoa. Esta mayor amplitud en
la composición de clase de los primeros días se manifestó con las mismas
características despolitizadas que en el centro: muchas banderas chilenas,
mucha cerveza y falta de discursos políticos reconocidos (cantos, lienzos,
oradores, etc.). Así, Pudahuel Sur se transformó en el territorio de la ex Barrancas donde
las manifestaciones fueron más masivas, superando a los bastiones históricos de
Pudahuel Norte y Cerro Navia.
Lo que fue espontáneo
en un comienzo comenzó a volcarse organización, a pesar de que en la coyuntura
las organizaciones populares existentes previamente en el sector no lograron
ponerse a la cabeza de las manifestaciones. En cambio, antes de cumplirse una
semana desde el 18 de octubre, se conformó la Asamblea Territorial
Pudahuel Sur, la que buscó mantener viva la protesta, pero
también darle conducción a lo espontáneo. Tras esto, las asambleas,
actividades, denuncias, caceroleos, marchas al centro, marchas locales, marchas
territoriales con el Cordón poniente se hicieron habituales, en un activismo
que ya cumplió 3 meses. El ex metro fue escenario de persistentes barricadas,
casi todos los días por lo menos el primer mes, ocasionales luego, pero que
estuvieron presentes inclusive en la noche de Navidad y Año nuevo. Entre tanto
aparecieron nuevos colectivos y organizaciones, se convocaron a masivas
cicletadas, obras de teatro, talleres de mujeres, presentaciones de LasTesis,
ferias de las pulgas, asambleas más locales, se crearon nuevas Juntas de
Vecinos (en Villa El Sol
y Estrella del Sur), etc. Si Chile despertó, Pudahuel Sur lo hizo heroica y
creativamente.
El boicot a la PSU
El llamado realizado
por la Asamblea
Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) a boicotear la
Prueba de Selección Universitaria (PSU) no auguraba un alto nivel de
acatamiento en Pudahuel Sur. No obstante, en el territorio eran 4 los
establecimientos donde se rendiría la prueba, dando muestras de la importante
presencia juvenil en el sector, cuestión diferente a la zona norte de la
comuna, más antigua, donde la menor presencia juvenil se tradujo en la
existencia de un solo local para rendir la PSU. En la zona, la presencia de la ACES es nula,
al igual como en la mayor parte de los establecimientos periféricos, donde los
jóvenes concurrían sin muchas expectativas de éxito. Junto a esto, una parte de
los estudiantes que habían sido activos en la movilización, aquellos que
mayoritariamente habían logrado estudiar en colegios más céntricos, rechazaban
el llamado al boicot, diferenciándose de la mayoría de los estudiantes que se
había formado en los establecimientos de la zona, con pocas expectativas y muy
poco que perder frente al boicot, pero sin gran experiencia organizativa como
para acoplarse adecuadamente al llamado proveniente de los sectores más
ilustrados. ACES y PSU estaban igual de lejos para los jóvenes de Pudahuel.
Esto quedó reflejado en el intento de toma en el Liceo San Mateo el día
anterior al inicio de la prueba, el que fracasó por no lograr burlar la
presencia policial.
Por esto el primer día
de rendición de la PSU se enfrentaron esas dos identidades de clase que
conviven en el territorio. Los sectores aspiracionistas buscaron lograr
instalar la
normalidad. Las familias acompañaron a sus hijos e hijas, y
mayoritariamente se posicionaron al lado de los carabineros y PDI que se
instaló en los 4 colegios desde tempranas horas. Esto fue problemático para un
sector de familias que sentía adhesión por las movilizaciones o inclusive que
habían participado activamente. En la verdad de enfrente, los minoritarios
sectores organizados de estudiantes secundarios de la zona buscaron hacer carne
el llamado al boicot. La experiencia de la evasión en el metro había marcado un
referente, con sus debilidades, pero también con sus fortalezas, aunque en esta
ocasión las familias parecían asumir sus tradicionales roles conservadores.
Finalmente, el primer día de PSU los intentos de boicot, principalmente en el
Liceo San Mateo fueron poco fructíferos y en los otros establecimientos casi
nulos. No obstante, tuvieron un potencial logro: demostrar a la mayoritaria
gallá estudiantil, despolitizada y sin ningún tipo de expectativas frente a la desigual PSU , que
existían posibilidades de hacer carne lo que habían compartido tantas veces en
memes y wassaps: la prueba medía las diferencias entre ricos y pobres, ellos,
solo podían a aspirar a un margen acotado de espacios en la educación
universitaria, por lo que sus posibilidades eran ver quiénes eran los pocos que
podían acceder a esos cupos. Ese día grabaron videos, gritaron (principalmente
a los pacos) y se convencieron de que dar la prueba, o no darla, daba lo mismo.
Si ingresaban a la educación superior sería a un Centro de Formación Técnica o
a un Instituto Profesional, hasta a una Universidad Privada de bajo abolengo,
si algún familiar quería emprender la noble cruzada de endeudarse y donde el
puntaje PSU no fuera relevante.
El segundo día la cosa
fue distinta. Los enfrentamientos en el San Mateo fueron escalando, producto de
que los jóvenes que propiciaban el boicot contaban con mayor apoyo interno y externo,
pues la presencia principalmente de policías de civil en el sector desde la
madrugada alertó a numerosos familiares a estar presentes en el establecimiento
para defender la vida, el cuerpo y la cuerpa de sus hijos. Esto llevó a
suspender la realización de las pruebas de matemáticas e historia en ese
establecimiento. Al poco rato, los enfrentamientos se trasladaron al municipal
Liceo Monseñor Alvear. Allí, en plena Av. La Estrella, en el corazón del
territorio, se comenzó a vivir una fuerte batalla directamente con las fuerzas
policiales, cuando los estudiantes comenzaron a salir masivamente de las salas
al son del “el que no salta es paco”. Las barricadas no tardaron en aparecer.
En una avenida caracterizada por la presencia cotidiana de cerros de basura,
cartones, sobras de la feria, etc., los pacos reprimieron a sus anchas a un
grupo de jóvenes con deseos de protesta.
En el colegio Gerónimo
de Alderete que había sido uno de los menos activos, el gas pimienta llegó
hasta los facsímiles que estaban en el suelo, allí se detuvieron a varios
estudiantes bajo fuertes golpizas. Mientras que a eso del mediodía los
enfrentamientos emergieron en el Colegio Santiago Pudahuel ubicado en Av.
Oceanía, al frente de la 55° comisaría. Allí la represión fue directa. Los
pacos coparon el sector y detuvieron a algunos jóvenes. En todo el territorio
los apoderados arribistas se comenzaron a desvanecer en el aire, pues ante la
represión frente a los estudiantes, la solidaridad de los vecinos fue
inmediata. Viejos obreros, curtidos en diversas luchas le cerraban las rejas de
los pasajes a los policías en motos. Seguramente no tenían idea de las
identidades de los jóvenes, pero sabían que ellos eran parte de su mismo
pueblo, podían ser sus hijas, por lo que cerraron filas frente a quienes habían
escogido el camino de ser parte de las fuerzas represivas.
No obstante, en los
alrededores de la misma comisaria se vivió una situación que encendió aún más
los ánimos. Una de las numerosas radiopatrullas que ya eran masivamente repelidas
en diversos lugares, atropelló a una gran velocidad a un manifestante, lo cual
fue grabado y difundido rápidamente por las redes sociales. Todo mientras la
prueba de Historia, era suspendida en todos los locales de Pudahuel y momentos
después se informaba que la suspensión era en todo el territorio nacional. En
las horas siguientes las calles Oceanía y Laguna Sur comenzaron a llenarse de
personas enfurecidas por la represión, su objetivo: la 55° comisaría de calle
Oceanía, cuestión que no pudo ser revertida por las declaraciones de
Carabineros y el municipio que condenaban el atropello, argumentando la
situación, en el caso de los primeros, al complejo escenario causado por las
protestas. La filtración, ese mismo día, de un video donde un carabinero grababa
una situación de infidelidad por parte de su señora con otro “colega” (todos
carabineros) llevaba la imagen de la institución a uno de sus peores momentos.
En términos de guerra, los pacos estaban desmoralizados como fuerza
beligerante.
Las protestas tras el
atropello se comenzaron a hacer masivas. A eso de las 19 horas el ataque a la
comisaría era persistente. No era un grupo aislado, tampoco era un ataque
letal. Eran cientos de piedras frente a un piquete, dos zorrillos y dos
guanacos, los que difícilmente podían hacer algo contra cerca de mil
manifestantes enfurecidos. Esa rabia tenía aspectos contradictorios. No
representaba a la vieja cultura política de izquierda, tristona, pesimista,
titubeante. Eran jóvenes, y no tanto, sin miedo, que mientras puteaban a los
policías se alegraban al escuchar a una manifestante que comenzó a tocar una
trompeta. Nunca se había cantado en la zona tan fuerte el “ya vaannn a ver… las
balas que nos tiraron van a volver”. Nunca una sola canción había logrado
reflejar lo que se sintió esa tarde en esos estrechos pasajes de la villa Comercio. No
era la esperanza de una alegría por venir. Estaban alegres, porque sentían que
el momento defensivo se había acabado, era tiempo de terminar con el “poner la
otra mejilla”. El atropello al manifestante había sido la síntesis de todos los
atropellos vividos en estos tres meses y en tantos años de explotación. Esta
ocasión no pasaría como cualquier otra. Ni los cientos de lacrimógenas lograron
apagar las lágrimas de felicidad de los manifestantes, y tampoco lograron
ocultar el miedo de los funcionarios de esa comisaría, que reflejaba los
momentos por lo que atraviesa esa nefasta institución policial.
Los hijos de los
barranquinos que vivieron el paro comunal de Pudahuel en 1984 y de los que
emboscaron a la comitiva de Pinochet en Cerro Navia en 1988 ahora eran parte de
este ataque y hostigamiento a la comisaría. Estaban haciendo historia, mientras la
PSU de historia pasaba a ser parte de los recuerdos. Frente a esto ¿es posible
pensar que aún no existe un “tejido social” reconstruido? Parece más bien que
continuar planteando esta tarea es producto de que las teorías movimientistas
pretenden limitar todo a lo social, satanizando lo político.
Los intentos del
gobierno, el municipio y Carabineros por relacionar las protestas con la
delincuencia y el narcotráfico tuvieron escasos resultados en el territorio.
Desde el primer día aparecieron brigadas de primeros auxilios, muchas de las
cuales se habían graduado con honores en Plaza Dignidad y ahora respondían
rápidamente al llamado de la
periferia. De inmediato se abrieron casas para que se
atendieran a los numerosos heridos. Cuando las lacrimógenas caían en los techos
de las casas y amenazaban con iniciar un incendio la solidaridad heredada por los
nietos de barranquinos y sindicalistas emergía de inmediato. Rápidamente
numerosos jóvenes trepaban a las casas y apagaban las bombas entre los aplausos
de jóvenes anónimos, pero sin duda no delincuentes. Tras ese primer día los
enfrentamientos se prolongaron durante las cuatro noches siguientes, donde a
las piedras se le fueron sumando molotovs, disparos de armas de fuego y fuegos
artificiales. La solidaridad de clase demostrada por los vecinos apoyando a los
manifestantes fue puesta en cuestión por el malestar causado por los gases
lanzados directamente en los pasajes, pero no logró hacerse parte de los
intereses del gobierno y carabineros: identificar a las protestas con el
narcotráfico. Los vecinos del sector saben muy bien que el pueblo que lucha no es
delincuente.
El ataque a la 55° comisaría dentro del contexto general de la
revuelta popular
La 55° comisaría fue
atacada de forma persistente durante 5 días seguidos tras el atropello por
parte de la patrulla de carabineros, volviendo a reaparecer en los días
siguientes tras una tregua del día domingo. Las primeras piedras dieron paso a
bombas motolovs, armas de fuego y fuegos artificiales. Estos últimos vienen
siendo lanzados contra carabineros en los últimos años en diversas protestas,
lo que es un componente nuevo en este tipo de enfrentamientos. No obstante,
esta misma comisaría ya había sido atacada al menos en 5 oportunidades desde
que comenzó la revuelta popular.
Pero estos ataques no hay sido atípicos. Según información
publicada en www.latercera.com y
en www.T13.cl desde
el 18 de octubre han habido 359 ataques a locales de carabineros en todo el
país. La subcomisaría de Padre Hurtado lleva la delantera con 34 ataques, le
sigue Peñalolén con 33, Huechuraba con 29 y Puente Alto con 9. Los ataques han
ocurrido mayoritariamente en la región Metropolitana , alcanzando el 61%. En otras
regiones Antofagasta e Iquique lleva la delantera, mientras que también ha
habido ataques en Los Ángeles, La Calera, Coquimbo, entre otros. Si durante el
mes de octubre los ataques llegaron a 72, en noviembre se vivió el mayor número
de estos alcanzando los 169 ataques, especialmente entre el 14 de noviembre
(conmemoración asesinato de Camilo Catrillanca) y fines de ese mes. En
diciembre continuaron los ataques de forma similar hasta la pascua, llegando a
82 eventos. En lo que va de enero los ataques alcanza a 36[4]. De esta forma podemos apreciar que los ataques
tuvieron su mayor frecuencia entre el 14 de noviembre y el 24 de diciembre y no
en las primeras semanas de la
revuelta. Tras la tregua de las fiestas de fin de año, los
ataques volvieron a aparecer en el contexto de la PSU y con posterioridad a
esta.
Esta radicalización es
difícil de analizar por motivos obvios, relacionados con el tipo de repertorio
de protesta, pero se pueden apreciar algunas características generales. En
primer lugar, prácticamente todos los lugares atacados corresponden a
territorios altamente populares, con presencia de narcotráfico, por ende de
armas de fuego. Salvo en Peñalolén, no se aprecian vinculaciones con las
tradicionales poblaciones “combativas” como para esbozar posibles conexiones
con organizaciones revolucionarias o con las herencias de estas. Sin embargo,
la vinculación al narcotráfico, como repite constantemente el gobierno, tiene
una principal dificultad explicativa: la existencia de bombas molotov, las que
se identifican con actores con experiencias organizativas y en protestas, por
lo que la tesis criminalizadora del gobierno pierde sentido. Este tema se
refuerza al analizar algunos casos específicos que tienen aspectos similares a
los de Pudahuel Sur. Así por ejemplo, en la mayoría de las ocasiones los
ataques a las comisarias han sido respuestas populares a las agresiones
irracionales de carabineros. En Padre Hurtado, donde han ocurrido la mayor
cantidad de ataques, estos se han debido a la represión, golpes y detenciones
de estudiantes. En Peñalolén los ataques recrudecieron tras una feroz represión
a un comité de allegados que se tomó terrenos de la viña Cousiño. Además
de esto, en varios puntos los ataques han logrado una masividad similar a la de Pudahuel Sur.
Así por ejemplo en la subcomisaría norte de Antofagasta los ataques han sido
provocados por hasta 600 personas, los que han sostenido luchas por más de 12
horas contra carabineros, con piedras, palos y molotov.
De esta forma, los
ataques han estado presentes en territorios populares, con presencia de
diversos medios para realizarlos, entre estos molotovs, en respuesta a
violentos actos represivos y alcanzando una masividad nada despreciable. Estas
características permiten poner en cuestión el discurso de la presencia de
narcotraficantes, aunque no completamente. Además, y esto es mucho más
interesante, los ataques dan cuenta de efectuarse en territorios ajenos a los
rituales campos clásicos de enfrentamientos donde sectores revolucionarios y
subversivos han tenido presencia: las poblaciones combativas. Salvo algunos
casos de la zona oriente de Santiago (Peñalolén), la mayoría de los ataques se
han vivido en zonas sin esa tradición, como Padre Hurtado, Quilicura, Pudahuel
Sur, etc. Pero por otro lado, el bajo número de detenciones o heridos da cuenta
de algún tipo de planificación que permite pensar en vinculaciones con
experiencias organizativas revolucionarias, aunque de manera aislada más que
orgánica. Esto último se debe en primer lugar a las debilidades organizativas
de los sectores revolucionarios.
Pensar que las
acciones radicales responden a una determinada fuerza política específica es
erróneo, sólo posible en afiebradas acusaciones del gobierno. La protesta radical
es múltiple, inorgánica, se nutre de experiencias, condiciones de clase,
oportunidades, y, como es obvio, cambia con el tiempo. Análisis más generales
que el caso específico aquí tratado son tareas pendientes y urgentes.
Especialmente porque quienes piensan en revolución lo hacen repitiendo libros
rojos y quienes no quieren revolución por lo general invisibilizan las
protestas radicales. La diversidad de las manifestaciones sociales sigue
teniendo como repertorio central a las acciones radicales, la adopción de estas
de características más claramente políticas que desborden el puro acto son
difíciles de subsanar al breve tiempo, pues las fuerzas políticas que se
identifican con posiciones maximalistas siguen sin incidencia política.
¿Cómo puede interpretarse
que estos repertorios de acción sigan siendo persistentes en el mes de enero?
Sin duda que existen factores atribuibles a la extracción de clase de los
participantes en la
revuelta. Mientras en Plaza Dignidad los viernes siguen
siendo controlados por la protesta y en Pudahuel Sur los ataques fueron
reemplazados por una masiva y festiva feria de organizaciones, las asambleas de
las comunas ilustradas y pequeñoburguesas decretaron el “cierre por
vacaciones”, solo levantado para asistir al reciente encuentro de la
Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT).
Esta situación
presenta un dilema para las corrientes revolucionarias de izquierda, pues si
bien la revuelta popular ha permitido una mayor vinculación de los sectores
populares periféricos con los sectores de izquierda revolucionaria e ilustrada,
esto no se traduce en avances orgánicos. La cultura de rebeldía de la juventud
pudahuelina se queda empantanada en las discusiones entre lo social y lo
político, el movimiento vs el partido. Las pésimas prácticas llevadas a cabo
por la izquierda institucional y revolucionaria han reforzado este empate
catastrófico, donde las debilidades de las organizaciones políticas llevan a
que los activistas no militantes logren mejores resultados que los militantes.
La comodidad del reducto ideológico representa un desprecio por el trabajo de
masas, a pesar de que las decenas de asambleas territoriales levantadas desde
el 18 de octubre se han presentado como un escenario ideal para disputar la
conducción política. No ver esto es permanecer en la comodidad del nicho y en
el ejercicio de la protesta como rito y no como acto político.
[1] Felipe Seguel, Ciudad en post-dictadura: Políticas públicas de vivienda y
urbanización en Santiago. 1990-2005, Tesis para optar al grado
académico de Magíster en Historia, mención Historia de América. Universidad de
Santiago de Chile, 2015, p. 85.
[2] Ibid.
[3] Video disponible en: https://www.youtube.com/watch?reload=9&v=vBjCOnlQYB4
[4] Véase en La Tercera https://www.latercera.com/nacional/noticia/carabineros-acusa-accion-concertada-inedito-ataque-cuatro-comisarias/975515/ y https://www.latercera.com/nacional/noticia/los-puntos-criticos-rodean-cuadrante-la-comisaria-pudahuel/972718/ y
en T13 https://www.t13.cl/noticia/nacional/se-han-registrado-350-ataques-comisarias-estallido-social-mayoria-rm y https://www.t13.cl/videos/nacional/video-ataque-armado-comisaria-granja-se-suma-239-otras-pais
Fuente: http://www.resumenlatinoamericano.org/2020/01/31/chile-la-revuelta-popular-en-un-territorio-periferico-el-caso-de-pudahuel-sur/
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