El peligroso discurso de la emergencia climática
4 noviembre 2019
"Tanto empresas como gobiernos
conocen las causas de la crisis, pero sus acciones no se dirigen a modificar
las causas del calentamiento global, sino a ver cómo “manejar” la crisis,
buscando con ello crear nuevas fuentes de negocios, principalmente a través de
mercados de carbono y nuevas tecnologías".
No hay duda de que estamos en una situación muy grave de
crisis climática: desde que el planeta era inhabitable para la vida hace
millones de años, nunca había habido tal concentración de CO2 en
la atmósfera. Esto
se traduce en calentamiento global, que con sólo 1 grado más de aumento en el
promedio global de temperatura desde 1850, está produciendo violentos huracanes
y tormentas, inundaciones, sequías, muerte de arrecifes coralinos, todo ello
con graves consecuencias para los pueblos, sobre todo para quienes dependen
directamente de la salud de los ecosistemas en sus formas de subsistencia, como
los pueblos indígenas y campesinos. Que son a su vez quienes alimentan a la mayoría de la población
mundial.
La
crisis por tanto es real y es grave. No obstante, la manipulación discursiva
que de ella hacen quienes son sus principales responsables – las mayores
empresas de petróleo, carbón y gas, las de agronegocios, químicos,
construcción, transporte y la docena de gobiernos de países que cargan con la
mayor responsabilidad histórica por el calentamiento – garantiza que será peor.
La injusticia climática es una
característica fundamental del cambio climático. Dos terceras partes del
calentamiento global ha sido provocado por apenas 90 grandes empresas de petróleo, gas,
carbón y cemento. A su vez, solamente 10 países son responsables
históricos por más de dos terceras partes del calentamiento global, con Estados
Unidos a la cabeza, con mucha diferencia. Desde 2010, China sobrepasó a EU como
principal emisor,pero en distribución de emisiones per cápita, China sigue
estando más de 10 veces por debajo de Estados Unidos. Actualmente, 10 países,
incluidas China e India, además de Estados Unidos, Rusia, Unión Europea, Japón,
Arabia Saudita y otros son responsables de más de 70 por ciento de las
emisiones.
Todo
ello para avanzar un modelo de producción y consumo industrial basado en
combustible fósiles, que es la base del capitalismo.
Casi la totalidad del calentamiento
global sucedió después de 1970, cuando ya se conocía que el proceso estaba
ocurriendo y los riesgos que significaba. También se conocían sus causas y en
la última década se las definió con mayor detalle: Según las cifras de expertos
oficiales, como el IPCC en su 5º Informe Global; el
calentamiento se debe a los siguientes factores: 25 % a la producción de
energía de fuentes fósiles, 24 % a agricultura y deforestación, 21 % a
emisiones industriales, 14% a transportes.
Estudios de organizaciones como Grain, Grupo ETC y la Coalición Mundial por los Bosques, entre otras, han extrapolado
estos datos del IPCC, concluyendo que el sistema alimentario agroindustrial
(incluyendo la ganadería a gran escala) debido a su alto uso de fertilizantes
sintéticos y agrotóxicos –que son derivados de petróleo– , el hecho de que la
expansión agropecuaria es el principal factor de deforestación a nivel global,
los masivos transportes de alimentos a grandes distancias y la generación de
basura orgánica que emite metano, son responsables del 44 al 57 por ciento de las emisiones que
causan el calentamiento.
Tanto
empresas como gobiernos conocen las causas de la crisis, pero sus acciones no
se dirigen a modificar las causas del calentamiento global, sino a ver cómo
“manejar” la crisis, buscando con ello crear nuevas fuentes de negocios,
principalmente a través de mercados de carbono y nuevas tecnologías.
Recientemente,
Secretario general de Naciones Unidas y algunos gobiernos, como el de Reino
Unido, frente a las protestas masivas encabezadas por jóvenes, han comenzado a hablar de la
necesidad de declarar un estado de “emergencia climática”.
Pero nuevamente, estos discursos en nada
cuestionan las causas del calentamiento global ni pretenden
cambiarlas. Si así fuera, lo lógico y coherente sería desmantelar aceleradamente
la explotación de petróleo, carbón y gas, cambiar el sistema alimentario
industrial dominado por trasnacionales, parar la producción de vehículos,
cambiar radicalmente los sistemas de transporte para que sean públicos y
colectivos y otras medidas por el estilo.
Pero
por cínico que parezca, lo que sucede es lo contrario: se nombran las causas,
para a continuación ignorarlas y ver cómo seguir con todo el sistema de
emisiones de CO2, pero “compensando” esas emisiones con tecnologías
de geoingeniería y mercados de carbono.
Este discurso de emergencia climática desde el poder es
altamente riesgoso, porque justifica la geoingeniería, es decir la
manipulación del planeta a nivel global por medios tecnológicos, para bajar la
temperatura o remover gases de la atmósfera. Son propuestas tecnológicas que si realmente se
desplegaran a la escala necesaria para influir en el clima global, provocarían
un aumento catastrófico de las sequías e inundaciones en todos los trópicos,
particularmente en Asia y África.
Ya
las proponían desde hace una década, pero las llamaban un plan B. Ahora, con el
llamado a enfrentar la emergencia climática, se proponen como plan A: si la
situación es tan grave y urgente, solo queda usar tecnologías extremas para
controlarla. Y encima lo ponen como si fuera una respuesta a las demandas de
millones de jóvenes y gente preocupada por el cambio climático en todo el
mundo, cuando en realidad es una renovada forma de hipotecar su futuro.
¿Significa
esto que en realidad no existe “emergencia”? Sí existe, pero no sólo emergencia
climática, también de desigualdad, de migrantes, desplazadas y desplazados en
todo el mundo, de feminicidios, de guerras contra campesinas, campesinos y los
pueblos indígenas, de guerras contra los pobres y muchas otras guerras, de
extinción masiva de especies, de contaminación de oceános y suelos, de basura,
de salud, de epidemias de cáncer y crisis inmunológica y muchas otras. La
selección desde el poder de una de éstas como la central, en desmedro de las
otras, es para obligarnos a aceptar medidas extremas y desde arriba, como si
nos estuvieran salvando de algo.
Son las luchas colectivas desde abajo, por la defensa de la
vida comunitaria en campo y ciudad, por las formas de producción sanas, por
mantener la diversidad cultural y natural y/o por crear culturas nuevas y
justas que restituyan la relación entre y dentro de las comunidades humanas y
con la naturaleza, las que verdaderamente responden a las crisis, además de
entrañar el tejido de resistencias y cuestionamiento real al sistema
capitalista, ecocida y genocida.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Recomendamos/El-peligroso-discurso-de-la-emergencia-climatica
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