Pistas para un pensamiento
crítico situado, con pertenencia de clase
Epistemologías desde abajo
12 de febrero de 2020
Por
Isabel Rauber
(Rebelión)
I. Salir del cerco de
la epistemología occidental
Elementos de partida
Parecería un lugar común
comenzar haciendo referencia a la crisis civilizatoria que nos atraviesa
y por la que atravesamos. Pero es necesario recordarla para tener presente que
–aunque muchos lo reconozcan teóricamente- es importante enfrentarla con la
profundidad y multidimensionalidad que ella tiene e impone, es decir, desde la
raíz para desde ahí buscar su superación.
La cualidad de “civilizatorio” indica que
se trata de una crisis de los cimientos mismos del sistema - mundo dominante,
hegemónico, del cual –en este caso‑ se buscaría “salir”, superar, ir “más allá”.
Esto es: superar-reemplazar-abandonar el sistema de producción y reproducción
que lo gestó, expandió y afianzó multidimesionalmente en sus modos de vida y en
la existencia y espiritualidad humanas. No solo en lo económico, sino en lo
político-institucional, en la educación, el conocimiento, la cultura, la
ideología, la subjetividad, el lenguaje, la comunicación social y sus medios,
las interrelaciones humanas, en la producción y reproducción de su hegemonía en
todos los órdenes de la vida.En tanto economía es sociedad, un modo de producción y reproducción económica es a la vez un modo de producción y reproducción social; define modos de vida, de interrelacionamiento humano y con la naturaleza, modos de pensar, de sentir, de soñar, desear y morir.
Hoy transitamos
un tiempo de agotamiento civilizatorio integral y multidimensional: de un
modo de producción, reproducción, distribución (intercambio), apropiación y
acumulación económica, cultural, social y política capitalista que se ha
desarrollado a tal punto que evidencia descarnadamente su irracionalidad
creciente, situación que prácticamente ha anulado su inicial racionalidad [Hinkelammert].
Esta irracionalidad se expresa nítidamente en su irrefrenable destrucción de la
vida; es un modo de no-vida que cínicamente los defensores del capital
pretenden sostener y defender, disfrazándolo como una evolución “natural” de la
sociedad y, por tanto, “irremediable” para la humanidad. Por eso resulta
“saludable” no confiar en sus propuestas de soluciones a los problemas por ellos
mismos creados, ni adoptar sus pretendidas alternativas de “superación” de los
anteriores patrones de “desarrollo”, por ejemplo, la llamada “economía verde”.
Indagar una salida por fuera de
esta civilización generada y sostenida por el capital requiere de la creación
colectiva global del conjunto de sujetos sociales populares, para pensar y
construir propuestas capaces salir del cerco económico-cultural del capital y
poner fin a sus mecanismos de producción y reproducción, a sus preceptos
ideológicos y a sus paradigmas justificatorios.Se trata de buscar, crear y definir alternativas superadoras a esta locura de la muerte, lo que demanda un “pensamiento crítico” consciente de las exigencias del tiempo histórico en el que se desarrolla y de las realidades en las que los sujetos populares despliegan sus experiencias de resistencia, luchas y creaciones con grandes atrevimientos políticos, expresándolos con toda la riqueza de la diversidad de su existencia, sus identidades, culturas, cosmovisiones, cosmopercepciones, conocimientos, saberes, sabidurías, pensamientos y prácticas sociales y comunitarias (base para su articulación). Esta cualidad del pensamiento crítico es la que expreso con el concepto “pensamiento crítico situado”.
Implica asumir
el desafío histórico de buscar, crear y construir una nueva civilización, basada
en una cosmovisión abierta que ‑dando cabida a diversas cosmovisiones‑, promueva
la armonía, el intercambio y la complementariedad entre los seres humanos y con
la naturaleza, en búsqueda, creación y tránsito hacia un nuevo modo de
producción, reproducción y acumulación sociales, que se haga cargo de promover y
sostener la reproducción en equilibro con la naturaleza. Esto se expresará en un
nuevo modo de vida.1
Una semblanza del modo de vida al que aspiramos resulta sintetizada, por ejemplo, en la propuesta de los pueblos indígenas originarios conocida como el vivir bien o buen vivir: en equilibrio, equidad entre los seres humanos y con la naturaleza de la cual somos parte; sin asimetrías de poder. Esto contrasta con las propuestas consumistas de bienestar y progreso individuales (e individualistas) alimentadas por la filosofía occidental moderna (capitalista). Se asienta en un principio civilizatorio para la vida que, en aras de ella, promueve y defiende el bien común: “No es posible vivir bien si los demás viven mal”. No resultan compatibles con él las guerras, ni el saqueo, ni las desigualdades extremas que provocan hambre, enfermedades, muertes… que destruyen nuestro hábitat y –con ello‑ nuestra humanidad. De ahí que su carácter civilizatorio para la vida, sea una de las claves para pensar crear un mundo nuevo.(...)
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