El
desarrollismo o el “crecimientismo”, la “nueva” utopía del bloque “democrático
y popular” de “izquierda”
5 agosto 2011
Este texto
tiene como principal objetivo presentar algunos puntos que creemos relevantes a
la reflexión crítica acerca de la ejecución de grandes proyectos de
infraestructura en la Amazonía, cuyos principales exponentes son el Programa de
Aceleración del Crecimiento (PAC) y el IIRSA. Los ítems presentados no pueden
ser comprendidos aisladamente, sino como un todo articulado.
Últimamente
ha sido común oír, aún de personas vinculadas a organizaciones sociales y ONGs
que acompañan los procesos de negociación entre los países para incrementar el
comercio multilateral o la integración económica sudamericana, la afirmación de
que la Iniciativa Para
la Integración de Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA) ya no interesa
más a los gobiernos de América del Sur. ¿Será verdad?
Lo
que hemos visto durante los últimos años es la proliferación de grupos y de
formas de resistencia a los fundamentos de la estrategia que sustenta el IIRSA,
así como su expresión material que son los grandes proyectos de
infraestructura. Indígenas costeros, extractivistas, jóvenes, grupos de
mujeres, ONGs, campesinos, integrantes del Ministerio Público Federal,
investigadores y muchos otros segmentos sociales han ofrecido una reñida
oposición a estos emprendimientos y a todo lo que está asociado a ellos
–degradación ambiental, concentración de los fundos y expansión de la pobreza
entre otros problemas. Es lógico que en este escenario el interés de los
gobiernos de la región sea disminuir la presión que viene de la sociedad. Y una de las
formas encontradas es diseminar la idea de que el IIRSA es pasado, aunque la
realidad niegue este discurso.
Este
texto tiene como principal objetivo presentar algunos puntos que creemos
relevantes a la reflexión crítica acerca de la ejecución de grandes proyectos
de infraestructura en la Amazonía, cuyos principales exponentes son el Programa
de Aceleración del Crecimiento (PAC) y el IIRSA. Los ítems presentados no
pueden ser comprendidos aisladamente, sino como un todo articulado. Con todo,
creemos que la forma en la que el texto fue escrito es la más adecuada, pues
este podría ser usado en reflexiones de grupo.
En
fin, queremos resaltar que algunos elementos no fueron incorporados a este
texto, por las dificultades enfrentadas durante su elaboración. Esperamos
superar esa falta en otros materiales.
Grandes
proyectos de infraestructura para garantizar el acceso, uso y control de los
recursos amazónicos a las grandes empresas nacionales y extranjeras
Iniciaremos
nuestro abordaje realizando un interesante ejercicio. Agarremos dos mapas, el
primero conteniendo las áreas de América del Sur donde se concentran recursos
estratégicos como madera, agua, minerales y tierras fértiles entre otros, y el
segundo, con la localización de todas las obras de estructura previstas por el
IIRSA y el PAC en sus respectivas carteras de proyectos. Ahora, coloque uno
sobre el otro. ¿Qué es lo que usted percibe? Sin duda alguna usted no tendrá
dificultades para llegar a la conclusión de que los emprendimientos que están
siendo ejecutados, o que todavía serán implementados en la Amazonía, buscan,
entre otros objetivos, garantizar el acceso de grupos poderosos a aquellos
recursos.
Pero
garantizar el acceso no basta. Es necesario también que el uso y el control de
los mismos sean efectivizados a cualquier costo; de esta forma, una serie de
medidas están siendo tomadas por el gobierno federal para que los intereses de
las grandes corporaciones sean completamente satisfechos: líneas de
financiamiento que más parecen una donación de recursos públicos, establecimiento
de aparcerías público-privadas, concesión a la iniciativa privada para la
exploración, cambios constitucionales, flexibilización de la ley ambiental,
etc. [1]
Un
último ejercicio. Sobreponga a los dos mapas anteriores, otro contenido de
localización de las bases militares estadounidenses en América del Sur. Tal vez
quede sorprendido con la coincidencia existente ya que estos “enclaves” del
imperio permiten a los estadounidenses el control militar de todos los
territorios concentradores de recursos naturales. ¿Teoría de la conspiración?
Todo indica que la reactivación de la 4º Flota Naval de los EEUU no busca
solamente cazar “insurgentes”. [2]
Frente
a un brutal proceso de concesión territorial
Propongo
un viaje por una de las principales carreteras que atraviesan la Amazonía
brasilera: la BR-364 que se inicia en Sao Paulo y llega hasta la frontera del
Acre con el Perú. Tomemos el trecho de esta carretera en el estado de Rondonia.
En este están siendo construidas dos obras de gran envergadura en el ámbito del
PAC, las hidroeléctricas de Santo Antonio –a 7 km de la capital del estado,
Portobello– y Jirao, distante a cientos de kilómetros. Las dos otras
hidroeléctricas están previstas en el portafolio del IIRSA: Guajaramirin,
frontera Brasil y Bolivia, y Cachuela Esperanza, ésta en territorio boliviano.
[3] Con esto, navíos de gran calado utilizados en el comercio internacional
podrán acceder a la bahía del río Madera.
Es
impresionante la cantidad de tierras públicas a lo largo de la BR-364 que pasó
al control de las empresas involucradas en la construcción de las represas. En
el caso de Jirao, 50,1% de las acciones del Consorcio Energía Sustentable de
Brasil pertenecen a la multinacional Suez Energy , y 9,1% a la empresa Camargo-Correa ;
ambas pasaron a tener bajo su dominio un stock de tierras nada despreciable.
[4] Además, y este es otro dato importante, las hidroeléctricas de la (pan)
Amazonía tiene entre sus objetivos transformar los principales ríos de la
región en hidrovías para así impulsar el intercambio comercial en escala
internacional.
Como
si no fuera poco, las empresas que construyen las hidroeléctricas no solo
usufructúan de la venta de energía producida sino que también pasarán a
contralar de algún modo, el movimiento de las embarcaciones en los ríos de la Amazonía. Por lo
tanto, expandirán su poder por vastos territorios de la región a partir de la
“privatización” de sus ríos principales.
Los
proyectos de infraestructura provocan un profundo reordenamiento del territorio
amazónico
Investigaciones
realizadas en Rondonia en el ámbito del Proyecto Nueva Cartografía Social,
coordinado por el profesor Alfredo Wagner de la Universidad del Estados de
Amazonas (UEA), indican que las concentraciones de tierra se aceleraron durante
la construcción de Santo Antonio y Jirao. Y el Programa Tierra Legal del
gobierno federal ha sido uno de los instrumentos para garantizar la
legalización de las tierras disputadas en la región.
Con
la construcción de las hidroeléctricas en la Amazonía es posible que las
grandes empresas alcanzaran tres objetivos importantes para ellas: 1.
Evidentemente, producir y vender energía, 2. Transformar los ríos más
importantes de la región en hidrovías, y 3. Impulsar la instalación o expansión
de actividades económicas con fuerte inserción en el mercado global, como el
agronegocio.
No
es difícil comprender que la transformación de la bahía del Madera en un área
navegable para grandes embarcaciones es por sí sola un elemento de gran
valorización de las tierras, principalmente de aquellas localizadas en los
márgenes de los ríos. Esto también ocurre con la apertura y/o asfaltado de
carreteras, ampliación de la red de distribución de energía, construcción y
modernización de puertos y aeropuertos, etc.
La
IIRSA y el PAC procuran construir un sistema logístico integrado, articulando
energía, transporte y comunicación. Esta red logística está en función de
garantizar la competitividad de las empresas que están siendo instaladas o que
se instalarán en la región en los próximos años. De alguna forma, esta red está
volcada a la atención de las demandas de agricultores familiares, indígenas o
extractivistas. Es lógico que la harina y el frijol circularán por los caminos,
pero esto debe ser considerado como un “efecto colateral” del objetivo
principal que es atender a los intereses de los sectores económicos con fuerte
vinculación con el mercado internacional: la pecuaria, la producción de
agrocombustibles y celulosa, las industrias electrointensivas, y las madereras,
por ejemplo, los segmentos a ser contemplados por la IIRSA y por el PAC.
Los
grandes proyectos de infraestructura promueven un profundo reordenamiento
territorial, donde la producción pequeña familiar y el extractivismo, entre
otros, tienden a ser sustituidos por actividades económicas intensivas en
capital y en el uso de recursos naturales. Según Milton Santos (2008,p 31)[5],
la “exigencia de fluidez manda a quebrar las fronteras, mejorar los transportes
y comunicaciones, eliminar los obstáculos a la circulación de dinero (aunque la
mercadería quede para después), suprimir las regulaciones hostiles al galope
del capital hegemónico”. De esta forma, los territorios son moldeados a imagen
y semejanza del gran capital.
Los
grandes proyectos promueven la diseminación de los conflictos en la Amazonía
El
anuncio de la ejecución de estos proyectos por sí solo ya constituye un motivo
para el desplazamiento de personas hacia los locales de las obras, a fin de
disputar los trabajos –en gran medida precarios y de baja calificación–, o para
intentar lucrar con la apertura de nuevos emprendimientos. Las consecuencias de
este proceso se hacen sentir sin demora:
a)
Aumento exponencial de la demanda por servicios públicos de salud, educación,
vivienda y transporte, especialmente;
b)
Ocupación desordenada del territorio con la ampliación de periferias urbanas
c)
Recrudecimiento de las diferentes modalidades de violencia (contra mujeres y
niños, aquellas motivadas por el mercado de drogas, prostitución y otras), y
d)
Degradación ambiental. Las difíciles situaciones que atraviesan Portobello
(Rondonia) y Altamira (Pará) son ejemplares.
Por
otro lado, las obras no consiguen absorber al gran número de trabajadores
interesados en los empleos, y tampoco ofrecen buenas condiciones de trabajo. La
manifestación ocurrida recientemente en el área hidroeléctrica de Jirao
demostró a todo el país las pésimas condiciones de los y las trabajadoras en
las canteras y alojamientos de las obras del PAC. Hasta el mismo uso de
“sobornos” para llevar a personas de diferentes puntos del territorio nacional
fue constatado, tal como todavía ocurre en la Amazonía para la formación de
pastos. Esto sin hablar del fuerte aparato represivo creado por empresas para
someter a la “peonada” que no gozaba de los derechos previstos en la
legislación laboral –entre otros motivos por la tercerización de las obras–.
Esta era aglomerada en cubículos sin las mínimas condiciones de higiene y
sufría problemas de atraso en los pagos, para citar algunos de los problemas
existentes.
Entre
tanto, los conflictos sobrepasaron los límites inmediatos de los canteros de
obras. A diferencia del pasado, cuando los mismos se asentaban en el territorio
indígena llamado “arco de la deforestación”, hoy ellos están diseminados por
toda la región; motivados por presiones de orden externo e interno que hacen de
la Amazonía un territorio en disputa por distintos sectores. Entre las
presiones, destacan:
-
El aumento de la demanda mundial de proteínas natural y vegetal: la población
del planeta consume cada vez más carne (ganado, cerdo, pollo), soya y otros
productos agrícolas a fin de mejorar la capacidad de consumo de millones d
personas –de chinos por ejemplo–, como también cambios en los hábitos
alimenticios, principalmente de las nuevas generaciones encuadradas en el
sistema “mcdonaldiano”, o premiadas por las circunstancias cotidianas. La
Amazonía aparece, entonces, como propicia a la expansión del agronegocio para
atender esta demanda, sometiendo a sobrepresión las tierras ocupadas por
agricultores y agriculturas familiares y poblaciones tradicionales.
-
El aumento de la demanda por energía: la Amazonía está siendo preparada para
convertirse en la gran provincia energética brasilera, que atienda las demandas
de todas las regiones del país. Según cálculos del profesor Osvaldo Sebá
(Unicamp), si todas las represas previstas y/o definidas en la Amazonía fueran
efectivamente ejecutadas, sumarán 302 hasta el año 2050. ¡Una locura! ¿Cuáles
serían los impactos de esta cantidad absurda de represas en el clima del
planeta? [6] ¿Se puede uno imaginar la cantidad de personas que serán
desplazadas de manera forzosa para garantizar la ejecución de estas obras, o
los millares de hectáreas de bosque (localizados en tierras indígenas, parques
y otras áreas de protección) que deberán ser cubiertos por la formación de
lagos? ¿Será que uno consigue dimensionar los conflictos surgidos por este
proceso en toda la región?
-
La producción del agrocombustibles: apenas por una cuestión didáctica,
resolvemos acentuar separadamente el ítem de los agrocombustibles del acápite
anterior volcado a la
energía. Esto para resaltar los impactos emergentes de esta
actividad en las poblaciones locales y en el ambiente. Son millones de
almácigos de oleaginosas que están siendo preparados para el cultivo, en
particular en el estado de Pará, patrocinado por una empresa vinculada a
PetroBras y a Vale. Además de la posibilidad que queda en la producción de
alimentos, la concentración de tierras tiende a recrudecer como ya está
ocurriendo.
-
El aumento de la demanda de minerales: la China es actualmente el mayor mercado
consumidor de minerales brasileros. Cerca del 60% de la producción de Vale
tiene como destino aquel país. Esta y otras empresas multinacionales como la
ALCOA, desarrollan intenso trabajo de levantamiento de “jaziras”, buscando
controlar vastas extensiones del territorio amazónico. Los conflictos con
comunidades remanentes de quilombos[7], indígenas, extractivistas, pueblos
ribereños, agricultores familiares, asentados de la reforma agraria, y pequeñas
y medianas ciudades han sido frecuentes. [8]
-
La demanda por madera y el desabastecimiento de stocks en Asia; la industria
maderera de Malasia y otros países de la región podrá entrar en crisis en los
próximos años a causa del desabastecimiento del stock existente, debido a la
intensidad de la explotación predatoria con la que la actividad es realizada.
Es posible constatar, por ejemplo, que la apertura de carreteras en Perú ha
venido acompañada del aumento de extracción ilegal de madera. En ese contexto,
la Pan-Amazonía se afirma como región estratégica para el sector. Como bien
sabemos, la explotación ilegal de madera en la Amazonía brasilera,
históricamente ha caminado lado a lado con la disputa de tierras, la
deforestación y la formación de pastos o de áreas para la agricultura
intensiva.
La
violencia no es algo circunstancial en el proceso de expansión capitalista en
la Amazonía, pero si parte constitutiva del modelo hegemónico que se emplea en
la región, como bien afirmó el profesor Alfredo Wagner en sus estudios sobre la
reforma agraria realizados en la década de 1980. Y esa violencia se expresa
actualmente de diferentes formas: como abuso o uso de fuerzas de represión del
Estado, o estrangulamiento financiero de organizaciones que se oponen a la
lógica dominante; campaña masiva de descalificación de liderazgos y de los
movimientos sociales –ver lo que ocurre con los movimientos de mujeres de
Altammira que se oponen a Bello Monte–; o el asesinato y la persecución
política, entre otros. Infelizmente, la tendencia es que la violencia
recrudezca a raíz de los conflictos y las presiones citadas anteriormente.
No
se trata de integración sudamericana
No
se trata de integración sudamericana, pero si de una conexión de territorios
hacia la globalización capitalista: es una estrategia fragmentadora desde el
punto de vista socio-territorial. No es todo el territorio lo que le interesa
al gran capital; solo las parcelas cuyas localizaciones son consideradas
estratégicas, -como las más adecuadas hacia la construcción de puertos y
aeropuertos-, o por concentrar grandes valores de recursos en el mercado
internacional. En este sentido, podemos afirmar que la IIRSA busca,
fundamentalmente, conectar partes del territorio sudamericano al mercado
globalizado.
Documentos
del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) comúnmente afirman que la IIRSA es
un avance en relación a otras tentativas de integración suscitadas en el
pasado. De acuerdo con los especialistas del banco, la IIRSA se fundamenta en
una visión integrada del territorio sudamericano. Todavía, la estrategia de
concentrar recursos en determinadas partes del territorio sudamericano para
construir un sistema integrado de logística, articulando energía, transporte y
comunicación –los llamados ejes de la integración– lejos de promover la
horizontalización del desarrollo tiende a recrudecer las diferencias entre los
países y al interior de cada nación.
El
modelo de desarrollo patrocinado por la IIRSA y el PAC, basado en ejes de
integración, puede, por ejemplo, provocar el vaciamiento económico y
poblacional de extensas áreas de América del Sur, a diferencia de lo que
afirman el BID, la
Corporación Andina de Fomento (CAF) o el Banco Nacional de
Desarrollo Económico y Social (BNDES), principales financiadores de esta
estrategia. Algunos autores llegan a afirmar que la fragmentación promovida por
el actual modelo hegemónico puede constituirse a futuro en un peligro real para
la propia idea de nación.
Integración
física y reforma estructural son las dos caras de la moneda
La
integración de la infraestructura no es suficiente para la integración
latinoamericana. Las reformas estructurales conforman el otro lado de la
estrategia.
Para
los defensores de la integración sudamericana, fundada en la expansión del
mercado y la libre circulación de mercaderías y capitales, la constitución de
una red logística profundamente articulada, agregando transporte, energía y
comunicación, siempre fue considerada importante, pero no suficiente como para
garantizar la integración de América del Sur. O sea, al lado de la construcción
de centenas de hidroeléctricas y la expansión de la red de energía, más
puertos, aeropuertos, gasoductos, oleoductos, termoeléctricas, pavimentación
y/o apertura de caminos, transformación de grandes ríos en hidrovías y otros
emprendimientos, defendían también la ejecución de un conjunto de acciones que
redujeran al máximo los “obstáculos” al incremento del comercio internacional,
como la flexibilización de las legislaciones ambientales y laborales de los
países desarrollados; la constitución de nuevos marcos regulatorios que
disminuyeran las restricciones a inversiones extranjeras y a la circulación del
capital –desde la agilización del paso de camiones con mercaderías por
fronteras nacionales, hasta las cuestiones de orden tributario y fiscal,
repatriación de ganancias, protección de inversiones y otros ítems considerados
estratégicos por los grandes grupos económicos.
De
acuerdo con este punto de vista, la integración económica sudamericana depende,
de un lado, de la integración física del continente y, de otro, que sean
ejecutadas las llamadas reformas estructurales para garantizar la protección de
las inversiones, facilidades para la repatriación de capitales, la apertura de
la economía, etc. Por tanto, integración física y reforma estructural son dos
lados de una misma moneda.
IIRSA
y PAC son algunos de los medios priorizados por Brasil para garantizar su
supremacía en la región
La
cuestión si Brasil debe o no empeñarse en constituirse en una potencia regional
es un debate superado entre los segmentos que controlan el Estado brasilero. El
plan PluriAnual 2004-2007 del gobierno federal ya había presentado esa
perspectiva de modo muy claro, cuando afirmó que la integración sudamericana
era una de las cuestiones de inserción competitiva de la economía brasilera en
el mercado internacional. La preocupación mayor, inclusive entre el sector
militar, es saber cuál será la reacción de EEUU a esa pretensión brasilera.
Como afirma el dicho popular, “es ahí que la puerca tuerce el rabo”.
El
proceso de internalización de las empresas brasileras ha sido impresionante, en
particular en los mercados de los países vecinos. Los sectores que comandan el
Estado brasilero saben muy bien lo que pretenden con la integración
sudamericana. No es en vano que segmentos integrantes de la Federación de
Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP) pasaran a defender que el Brasil
exija de sus vecinos la aprobación de leyes nacionales que protejan inversiones
extranjeras, en el caso de las empresas brasileras, asociadas o no al capital
internacional. Algo que Brasil se ha resistido a aceptar en foros
multilaterales como la
Organización Mundial del Comercio (OMC).
Los
grandes proyectos de infraestructura han servido como una especie de catapulta
para un conjunto de empresas brasileras, en especial las contratistas. De
manera resumida, podemos decir que los acuerdos firmados por Brasil con las
demás naciones sudamericanas han seguido la siguiente ruta: 1. Las demandas por
financiamiento son presentadas al gobierno brasilero; 2. El BNDES entra en el
juego y dispone los recursos; 3. Los contratos asignados prevén que los
servicios de consultoría o equipamiento sean obtenidos en Brasil; y 4. Las
empresas acceden a recursos del BNDES en condiciones ventajosas y constituyen consorcios
con empresas de países donde las obras se ejecutan.
O
sea, las empresas brasileras ganan en todo, mientras que los países vecinos se
quedan con la deuda pública y los impactos socio-ambientales. En caso de que
usted tenga condiciones, acceda a la lista de obras que están siendo ejecutadas
o finalizadas en América del Sur en los últimos 10 años, que contaron con la
participación de empresas brasileras.
Por
otro lado, Brasil ha invertido en la modernización de las fuerzas armadas y su
aparato militar: submarino nuclear, reactivación de la industria bélica
nacional (la de helicópteros, por ejemplo), compra de jets, etc. Se calcula que
Brasil pretende gastar cerca de 30 billones de dólares para armarse
La
Amazonía está siendo despedazada
Para
que los objetivos de los defensores del actual modelo de desarrollo sean
alcanzados, es preciso despedazar la Amazonía. ¿Qué significa esto? El
macrozoneamiento ecológico–económico –irónicamente aprobado durante la semana
del medio ambiente de 2010– avanza en la perspectiva de despedazar la Amazonía. Su parte
occidental deberá ser, según el gobierno y sus aliados, en buena parte
preservada. Todavía la porción oriental y una parcela de la occidental
mantendrán algunas áreas verdes desconectadas entre sí, y el restante estará
abierto a las actividades económicas intensivas en el uso de los recursos
naturales. A esa estrategia la denominamos despedazamiento de la Amazonía. No es en
vano, por tanto, que poderosos grupos políticos y económicos realicen lobys en
el congreso nacional, a fin de que algunos estados que hoy integran la
Amazonía, dejen de serlo. A ellos les interesa tomar tales Estados “libres”
para que las grandes empresas se instalen de forma acelerada.
O
sea, la Amazonía está siendo “despedazada” a fin de acelerar la concreción de
los intereses de las grandes empresas nacionales y extranjeras, a pesar de los
impactos presentes y futuros sobre poblaciones y el equilibrio climático. Una
duda persiste en este proceso: ¿cómo Brasil garantizará el cumplimiento de acuerdos
internacionales para enfrentar el cambio climático, si ejecuta esta estrategia
basada en la explotación intensiva de los recursos de la región para atender
las demandas de los principales mercados del planeta? En caso de que las
negociaciones internacionales definan que la plantación de especies exóticas
pase a ser considerado reforestación, la ecuación estará cerrada. Esta es una
de las respuestas posibles.
El
“despedazamiento” de la Amazonía coloca en riesgo las conquistas democráticas
alcanzadas en la región, así como los derechos humanos. Esto porque la
expansión acelerada del capital en la región exige, entre otras medidas: a) La
revisión de la legislación referente a la demarcación de las tierras indígenas,
a fin de permitir la entrada de empresas mineras y madereras, o bien como que
sea oficializada la posibilidad de revertir las áreas ya demarcadas; b) Que se
dificulte la constitución de nuevas áreas de protección (en sus diferentes
modalidades) y de vestigios de quilombos, en el intento de impedir que más
tierras sean “inmovilizadas” para el mercado; c) Que la legislación ambiental
sea flexibilizada al máximo para permitir la instalación de grandes
emprendimientos económicos y de proyectos de infraestructura; d) Que la
extensión de áreas de frontera sea disminuida para permitir la actuación de
empresas extranjeras en estos espacios; e) La adopción de nuevas medidas que
faciliten el paso de los recursos públicos en condiciones ventajosas a la
iniciativa privada, en forma de subsidios, financiamientos, créditos y
exenciones , perjudicando sensiblemente el área social.
El
proceso de conformación de consorcio para la construcción de Bello Monte
demostró el empeño del gobierno federal y sus aliados para implementar en
diferentes grados las medidas citadas arriba. Y contra ellas se debatirán los
movimientos sociales de la región y el de sus compañeros en Brasil y en el
exterior.
No
luchamos contra empresas, sino contra un bloque de poder
¿Qué
es lo que la experiencia de resistencia contra los grandes proyectos de
infraestructura nos ha enseñado? En primer lugar, que luchamos actualmente no
contra uno u otro segmento cuyos intereses se realizan a través de este modelo
desarrollista, pero si contra un bloque de fuerzas políticas y económicas
nacionales e internacionales – que involucra a la Justicia y los medios de
comunicación– que está ejecutando una amplia campaña para garantizar el apoyo
de la población a los emprendimientos. Este bloque se complejizo y se amplió
con la adición de sectores de movimientos sociales y ONGs. Esto significa que
el entonces denominado campo popular y democrático, responsable de algunas de
las principales conquistas políticas y sociales en Brasil, se fragmentó
profundamente y no existe más. Por consiguiente, la resistencia se tornó una
tarea más ardua todavía.
En
segundo lugar, este bloque se encuentra orgánicamente articulado desde el plano
local hasta el internacional. Tal situación exige a la sociedad civil actuar
con ahínco en diferentes escalas. Lo que no es tan fácil debido a la existencia
de diversos problemas como por ejemplo las dimensiones continentales
amazónicas, las dificultades de acceso a recursos públicos en Brasil para
desarrollar sus actividades y las crecientes restricciones de la cooperación
internacional.
En
tercer lugar, el bloque hegemónico ha rescatado elementos del pasado para
justificar la nueva ola expansionista del capital en la región. Es el caso de
la idea del “progreso”, muy utilizada durante la era de la dictadura militar en
Brasil, como soporte para conquistar el apoyo de la opinión pública a las
políticas y proyectos de ocupación acelerada del territorio amazónico. Este
discurso encuentra enorme receptividad en la sociedad brasilera, principalmente
en los sectores de renta más baja, seducidas por la expectativa de que tales
emprendimientos se convertirán en una fuente de un gran número de empleos y,
consecuentemente, mejorarán su calidad de vida. Es por esto que el discurso de
quien combate el actual modelo encuentra muchas dificultades para enraizarse
entre la población.
En
diferentes momentos de la historia hubo intentos de sectores de la izquierda
para establecer alianzas con fracciones del capital en torno a determinados
objetivos. En Brasil, los partidos defendieron por mucho tiempo que el país debería
ejecutar por una revolución nacional burguesa, como etapa en la lucha por la
construcción del socialismo en el país. Otras iniciativas fueron puestas en
práctica o simplemente defendidas, y esto ocurrió no solamente en Brasil.
Entretanto,
cuando analizamos retrospectivamente esas iniciativas en Brasil, constatamos
que aun aquellas en las que hubo un establecimiento de alianzas puntuales entre
la izquierda y las fracciones del capital, la primera siempre quedó en un papel de
actor social secundario, sometido de alguna forma a las directrices de los
grupos dominantes. El punto de vista que defendemos es que la situación actual
es cualitativamente distinta a las experiencias pasadas. Hoy, sectores que
componen el denominado campo democrático y popular, pasaron a integrar
oficialmente el bloque hegemónico, a compartir perspectivas y formas de acción.
Creo
que una de las explicaciones posibles para esto se debe al hecho de que la
parcela del antiguo bloque democrático y popular asumió el desarrollismo –el profesor
Carlos Vainer (UFRJ) diría el “crecimientismo”– como su “nueva” utopía.
Permítanme hacer una crítica un tanto larga, pero que considero importante para
una mejor comprensión de lo que aquí está siendo afirmado:
(…)
El espíritu del tiempo recibe impulsos de dos corrientes del pensamiento,
contrarias, interdependientes y entrelazadas: ella se desencadena, cuando hay
un choque entre pensamiento histórico y utópico. A primera vista, parece que
estos dos modos de pensar se excluyen mutuamente. Tenemos la impresión de que
el pensamiento histórico impregnado de experiencia está destinado a criticar
los proyectos utópicos; y el pensamiento utópico exaltado parece tener como
función descubrir alternativas de acción y espacios de posibilidades, los
cuales sobrepasan las continuidades históricas. Por lo tanto, de hecho, la
consciencia moderna de tiempo abrió un horizonte, en el cual el pensamiento
histórico se funde con el utópico. De cualquier modo, esa emigración de
energías utópicas, en la conciencia histórica, caracteriza el espíritu del
tiempo que acompaña la esfera pública política de los pueblos modernos desde
los días de la
Revolución Francesa. El pensamiento político contaminado por
el espíritu de tiempo, mirando hacia adelante y deseoso de enfrentar la presión
de los problemas de la actualidad, y cargado de energías utópicas- sin embargo,
ese excedente de expectativas debe ser controlado por el contrapeso conservador
de experiencias históricas. (HABERMAS, 2005, p. 10) [9]
Dando
continuidad a su reflexión Habermas afirma:
(…)
Entretanto, en nuestro siglo, Ernest Block y Karl Mannheim emprendieron un
trabajo de purificación de la expresión “utopía”, con el fin de rehabilitarla
en un medio confiable para la proyección de posibilidades de vidas
alternativas, que tienen que ser acordadas en el propio proceso histórico. Por
cuanto, la consciencia histórica, políticamente eficaz, trae inscrita en sí
misma una perspectiva histórica.
Era
así, por lo menos, que las cosas eran vistas hasta ayer. Mientras que hoy parece
que las energías utópicas fueron totalmente consumidas, desapareciendo del
pensamiento histórico. El horizonte del futuro se encogió, modificando
radicalmente el espíritu del tiempo y la política. El futuro
se tornó negativo: en el umbral de siglo XXI, se proyecta un panorama
atemorizante de riesgos que amenazan intereses vitales a nivel global”. [10]
El
horizonte parece haberse “encogido” para determinados segmentos del antiguo
campo democrático y popular. Según tal perspectiva nos resta “turbinar” (acelerar)
el crecimiento económico, fundado en la explotación intensiva y depredadora de
los recursos naturales existentes, en el fortalecimiento de los mecanismos y
las instituciones del mercado.
El
poder que la palabra “desarrollo” posee es increíblemente fuerte en la
sociedad, de la misma manera que el “progreso” en los principios del
capitalismo, como bien demostró Celso Furtado. [11] Para Milton Santos
(2008)[12], en la actualidad la “competitividad toma como discurso el lugar
que, a inicios de siglo, ocupaba el progreso y, en la post guerra, el
desarrollo”; sin embargo desvinculada de la idea del progreso moral antes
existente.
Parece
ser que, en el actual momento histórico del capitalismo, el desarrollo adquirió
el mismo significado profundo que el progreso representaba en el pasado. Es
más, es preciso resaltar que no estamos hablando de una noción sustituyendo
otra, sino de ideas fuerza que se retroalimentan, que llenan y orientan las
expectativas de gran parte de la humanidad. Llegamos al punto en el cual las
manifestaciones contrarias al modelo actualmente hegemónico sufren todo tipo de
acusaciones, de retrógradas, de “antipatriotas” por los segmentos que controlan
el aparato del Estado y los medios, grandes empresas, espacios mayoritarios del
poder legislativo y judicial, además de movimientos sociales defensores de
soluciones a partir del fortalecimiento de las reglas y de las instituciones
del mercado, incluyendo algunas ONGs nacionales e internacionales. Esto sin
hablar de la adopción de medidas de intimidación, de desmoralización y de
criminalización ejecutadas de modo articulado contra los que confrontan al
“orden” instituido. Acordémonos que Edson Lobão, Ministro de Minería y Energía,
llamó “demonios” a quienes se oponían a la construcción de la represa
hidroeléctrica de Belo Monte.
El
desarrollo pasó a ser el elemento central del discurso, de la práctica y de la
utopía de un sector representativo de la izquierda, controlando o no el aparato
del Estado. Una izquierda que posee una visión productivista, de dominio del
hombre sobre la naturaleza y cuyas propuestas están asentadas en el consumo
intensivo e insustentable de los recursos naturales. Por consiguiente, el
desarrollo se constituye en una especie de divisor de aguas dentro de la misma
izquierda. La verdad es que el debate sobre nuestras utopías se empobreció
demasiado debido a esto, ya que nos convertimos en rehenes de una trampa
político-ideológica, cuyos parámetros son dados por los que controlan el
capital, el Estado o los mecanismos de poder. Tales parámetros confinan el
debate acerca de nuestro futuro y el de muchos otros países a la definición de
las medidas consideradas más eficaces para patrocinar e impulsar el desarrollo.
El PAC y la IIRSA son ejemplos cabales de lo que estamos hablando.
Asustan
las similitudes de las posiciones entre los defensores del modelo adoptado por
nuestro país. Véase, por ejemplo, el resultado de la votación del Código
Forestal en la Cámara de Diputados. Este bloque ampliado agrega a Bancos
Multilaterales: Banco Mundial (BIRD), BID e CAF, entre otros; Estado brasilero:
gobierno federal (IBAMA, INCRA, FUNAI…), gobiernos estaduales, prefecturas,
empresas estatales (FURNAS, ELETRONORTE, ELETROBRÁS…), parlamento, Justicia,
bancos públicos (BNDES, CEF, BASA e Banco do Brasil); Bancos privados
(Bradesco, Itau, Santander…); Empresas: Odebrecht, Camargo Corrêa, Andrade
Gutierrez, Mendes Junior.. Asociación Brasileira de Máquinas e Equipamientos;
Fondos de pensión de trabajadores (Caixa, Petrobrás, Banco do Brasil, Previdência,
Vale…);
El
bloque también incluye a Gobiernos extranjeros; Empresas multinacionales;
(Con)Federaciones empresariales; Amplios sectores de los movimientos sociales;
Diversas ONGs; Casi la totalidad de los partidos políticos; Medios de
comunicación de masas; e Instituciones de enseñanza e investigación (buena
parte del impacto ambiental producido en la Amazonía que acaba atendiendo a los
intereses de las grandes empresas, son integrantes de universidades públicas de
la región).
Necesitamos
tener plena conciencia que el momento actual es de reconstrucción de un campo
político contra hegemónico, en una situación bastante adversa ya que nos
encontramos fragmentados, sin un programa mínimo que nos articule, y en número
reducido. Construir las condiciones para la constitución de un nuevo campo es
una de las tareas prioritarias del momento. Y la lucha contra la lógica de los
grandes proyectos de infraestructura de la IIRSA y el PAC es una oportunidad
que se presenta y que no puede ser desperdiciada.
Un bloque de poder con capacidad para
actuar a diferentes escalas
Durante
un evento de la
plataforma BNDES [13] en Río de Janeiro un tiempo atrás, el
profesor Carlos Vainer de la UFRJ hizo una interesante intervención en la que
tomó a Coca Cola como ejemplo para mostrar la capacidad del capital para actuar
en diferentes escalas en defensa de sus intereses. Según él, el poder de
aquella empresa reside en el hecho de que es capaz de enfrentar a sus
competidores en diferentes mercados, y al mismo tiempo llevar sus productos a
los lugares más remotos del planeta, a través de un eficiente trabajo de
distribución y marketing. De esta forma, articulando intervenciones en
diferentes niveles, desde el local hasta el plano internacional, Coca Cola
consigue mantener su hegemonía en el sector.
Ese
ejemplo es oportuno para el asunto que tratamos, pues una de las
características más importantes del bloque de poder con el cual nos enfrentamos
es justamente su capacidad de intervenir en diferentes escalas para garantizar
sus intereses en la Amazonía, que incluye desde la tentativa de cooptación de
dirigentes locales, alcaldes, concejales, prefectos y licitadores para
conquistar la adhesión de los mismos,[14] acciones junto al gobierno federal
para que se les concedan proyectos, exenciones fiscales y tributarias, loby
junto al Congreso Nacional y Asambleas Legislativas para que aprueben materias
de su interés, además de las tentativas para que la hidroelectricidad sea
considerada energía limpia por instituciones multilaterales, a fin de que las
empresas involucradas en la construcción de represas puedan acceder al mercado
de carbono, por ejemplo.
En
este contexto, las organizaciones dedicadas a procesos de resistencia al modelo
tendrán pocas chances de victorias importantes en caso de que no actúen también
en diferentes escalas. Tal vez esta sea la gran lección que nos dan los
segmentos que luchan contra la construcción de Bello Monte, en Altamira. Los
movimientos sociales de las regiones transamazónica y Xingu poseen una larga
trayectoria de luchas y desde el final de la década de 1980 se oponen
radicalmente a las intenciones del gobierno federal de construir un complejo
hidroeléctrico en el río Xingu, que tienen a Belo Monte como una especie de
primera etapa.
Con
el pasar del tiempo, percibieron que solamente con la construcción de un arco
de alianzas, mucho más allá de aquellas regiones, podrían hacer frente a los
sectores interesados en la construcción de la represa. Hoy
encontramos un tipo de intervención que conjuga un intenso trabajo de
información y de movilización de comunidades, la constitución de núcleos de
apoyo en Belem y otras ciudades de Brasil y del exterior, articulaciones con
redes y foros nacionales e internacionales, apoyos de agencias de cooperación,
etc.
Gracias
a la perseverancia de los movimientos y el pueblo de Altamira y de sus aliados
por la lucha contra Belo Monte se salvó aquel municipio. Esta capacidad de
actuar en diferentes escalas puede ser vista cuando la presidenta Dilma Roussef
va a Lisboa y a Porto Alegre y encuentra manifestaciones contrarias a la
construcción d la hidroeléctrica, cuando las organizaciones de Río de Janeiro
se manifiestan en frente de la sede del BNDES, cuando encontramos grafitis
contrarios a las represas en Recife, Belo Horizonte y Sao Paulo, cuando
organizaciones de diferentes países de Europa realizan debates y
manifestaciones de apoyo a las luchas de indígenas, mujeres, grupos pastorales,
jóvenes, costeros, afectados por represas, ONGs. En Belem ya hay un Comité
Xingú Vivo Para Siempre que reúne a estudiantes vinculados a directorios
académicos, ONGs, activistas vinculados al Foro de Mujeres de la Amazonía Paraense ,
pescadores y otros segmentos.
La
resistencia consta de un panel de especialistas de instituciones de
investigación de la Amazonía y de otras partes del país, que analizarán
profundamente los resultados de los Estudios de Impacto Ambiental, mostrando
las incoherencias y omisiones del mismo. También merece resaltarse el excelente
papel de representantes del Ministerio Público Federal, que se volvieron
compañeros esenciales en este proceso.
En
fin, la lucha contra Belo Monte, expresa concretamente el tipo de acción que
hoy es necesaria para poder enfrentar a la lógica dominante materializada por
los grandes proyectos de infraestructura. Con todo, si no hubiese reñida
resistencia a nivel de las bases, nada de esto sería posible.
Notas:
[1] Ver la votación
del Código Forestal de Brasil, por ejemplo la propuesta de reducir el área de
frontera en Brasil de 150 km
a 50 km .
[2] A similitud del
proceso en curso en América Central con el Plan Puebla-Panamá.
[3] Todas estas
hidroeléctricas integral el Eje Perú-Brasil-Bolivia de la IIRSA.
[4] La Compañía Hidroeléctrica
de São Francisco (CHESF) y Eletrosul, empresas estatales del sector eléctrico
brasileiro, poseen cada una 20% de las acciones del consorcio.
[5] SANTOS, Milton.
Técnica, Espaço, Tempo: Globalização e Meio Técnico-científico-informacional /
Milton Santos. - 5. ed. - São Paulo, 2008.
[6] El investigador
Phillip Fearnside del Instituto de Investigación de la Amazonía (IMPA), realiza
importantes estudios sobre la producción de gas metano por parte de las
hidroeléctricas. Este gas es todavía más perjudicial para la atmósfera que el
gas carbónico. Como el gobierno y la industria de las represas buscan que las
represas sean productoras de energía limpia, con el fin de que las empresas del
segmento puedan usufructuar con el mercado d carbono, Fearnside se volvió
enemigo mortal del sector.
[7] Ver Relatório
sobre conflitos Quilombolas/Vale no Maranhão elaborado pela organização Justiça
nos Trilhos: ver aquí
[8] Hace una
semana, ONGs divulgaron la situación enfrentada durante años por el municipio
de Açailandia en El Marañon, vecino de cinco siderúrgicas que transforman
minerales extraídos para Vale. En el levantamiento se demostró que en ciertas
regiones, cerca 65,2% de las personas sufrían problemas respiratorios a causa
de partículas de carbón y mineral dispersas. Sitio ver aquí
[9] HABERMAS,
Jürgen. A crise do Estado do Bem-Estar e o esgotamento das energias utópicas.
In. Diagnósticos do Tempo – seis ensaios. Tradução Flávio Beno Siebeneicher. –
Rio de Janeiro: Tempo Brasileiro, 2005.
[10] Op. Cit., p.
12.
[11] “Las raíces de
la idea de progreso pueden ser detectadas en tres corrientes de pensamiento
europeo que asumen una visión optimista de la historia a partir del S XVIII. La
primera de ellas se afilia al iluminismo, que concibe la historia como una
marcha progresiva hacia lo racional. La segunda, brota de la idea de
acumulación de la riqueza, en la cual está implícito un futuro que encierra una
promesa de mejor bienestar. La tercera surge con la concepción de que la
expansión geográfica de la influencia europea significa para los demás pueblos
de la tierra, implícitamente considerados “retardados”, el acceso a una forma
superior d civilización”. Furtado, Celso, Introdução ao Desenvolvimento:
enfoque histórico estrutural. . - 3ª. ed. – Rio de Janeiro : Paz e Terra, 2000,
p. 9.
[12] Op. cit., p.
32.
[13] Para mayores
informaciones sobre la Plataforma BNDES: ver aquí
[14] En la región
de Xingu el consorcio que pretende construir Belo Monte está distribuyendo
recursos entre las comunidades locales, comprando motores y cestas de alimentos
en un intento de dividir al movimiento de resistencia.
Guillermo Carvalho,
Doctorando en el Núcleo de Altos Estudios Amazónicos de la Universidad Federal
de Pará – NAEA/UFPA. Fuente: ver aquí, Belem do Para, Junio de 2011.
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Documentos/El_desarrollismo_o_el_crecimientismo_la_nueva_utopia_del_bloque_democratico_y_popular_de_izquierda
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