Por una
Argentina sin hambre
Un
Ministerio de Alimentación para que el pueblo tenga alimentos sanos, soberanos
y a precios justos es la iniciativa que impulsa la UTT para un país que produce
materias primas de exportación y también estómagos vacíos. Una mirada a las
mesas argentinas, entre el lobby empresario, la economía mundial y las
organizaciones campesinas en el Día Internacional de Acción por la Soberanía Alimentaria
de los Pueblos, que se celebra este 16 de octubre.
En la Argentina hay siete grandes cadenas de supermercados (seis
de ellas de origen extranjero) que controlan el grueso de la venta de
alimentos. Hay también unas 50 millones de hectáreas que se destinan a la
producción de soja para exportación con uso intensivo de productos químicos. Y
hay, además, un tercio de la población por debajo de la línea de pobreza (la
mitad de los niños y las niñas del país son pobres).
Aunque parezcan asuntos distintos, el hambre del pueblo es
un hecho inseparable de un esquema productivo en el que se prioriza la
concentración de la riqueza en pocas manos y la exportación de materias primas
producidas en los campos que podrían dar de comer a toda la sociedad.
El país que les tocará a las próximas generaciones no puede ser
pensado por fuera de un tema que es tan obvio como urgente: el alimento. Las
preguntas sobre quiénes son dueños de la tierra, qué se produce allí, bajo qué
sistema productivo, cómo se distribuyen los alimentos y a qué precios llegan a
las mesas argentinas tienen que estar en la agenda pública nacional.
Para la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), una de las
organizaciones integrantes del Foro por un Programa Agrario Soberano y Popular,
la solución de fondo debe ser superadora de los abordajes coyunturales: hace
falta un Ministerio de Alimentación en la Casa Rosada. Lo
explica Nahuel Levaggi, coordinador general de la UTT: “La alimentación, como
la salud o el trabajo, es una necesidad básica de toda la población, no importa
la clase social a la que pertenezcas. El Estado Argentino debería tener una
política totalizadora para un tema fundamental como la alimentación”.
“Nuestra propuesta es que el Estado, a través
de un Ministerio de Alimentación, pueda tomar decisiones sobre qué alimentos se
producen, qué come la población y a qué precio llegan los alimentos. Cuando
nosotros ponemos la alimentación en agenda, estamos pensando en una
alimentación sana, justa y soberana para el pueblo”.
—
¿Qué rol cumpliría ese Ministerio?
— Aplicar
una política integral vinculada con la alimentación en todas las etapas, desde
la producción hasta la comercialización. Para eso es necesario, primero,
democratizar la matriz productiva que ahora está profundamente concentrada.
¿Qué rol cumple hoy el Ministerio de Agroindustria? Favorecer el agronegocio.
En todo caso, organizar la producción de materias primas desde una perspectiva
comercial, pero no hay una preocupación por los alimentos. Es
mentira eso de que Argentina produce toneladas de alimentos para dar de comer a
millones de personas; lo que produce Argentina son materias primas para
exportación.Desde la UTT creemos que tiene que haber un
Ministerio que promueva la producción de alimentos sanos a precio justo para el
pueblo.
—
¿Cuál es el primer paso para conseguir ese objetivo?
— Lo que
hay que lograr es democratizar la matriz productiva, ir al fondo de la cuestión. También
sería necesario generar mercados integrales de proximidad, es decir, como si
fuesen mercados concentradores pero que garanticen la distribución de alimentos
mediante la compra a los pequeños productores, las pymes y la agricultura
familiar. Si vos tenés varios de estos mercados testigos, por llamarlos así, podés
hacer un acuerdo de precios que beneficie a los productores y también a los
consumidores. ¿Qué hace falta para eso? Primero, salir del dólar, quitar la
dolarización de la cadena productiva.
— ¿Es
posible democratizar también el mercado?
— Como
toda iniciativa de interés público, lo que hace falta es voluntad política. Hoy
en día todo el mercado de alimentos está manejado por grandes corporaciones,
desde la producción de la materia prima hasta la comercialización. Están
totalmente concentrados, tanto la matriz de producción de alimentos como los
circuitos de comercialización.
Eso se ve
claro en la producción de semillas y agrotóxicos, que son el corazón de la agroindustria. También
pasa en las industrias agroalimentarias como las carnes y los lácteos. La
concentración en pocas manos se fue profundizando con los años, y la
intervención del Gobierno fue, a lo sumo, acordar con algunas de estas grandes
empresas para tener un control de precios.
El hambre del pueblo es un hecho
inseparable de un esquema productivo en el que se prioriza la concentración de
la riqueza y la exportación de materias primas.
Agrotóxicos, China y los chanchos
“La
alimentación es un tema estratégico para el país que se viene”, plantea
Levaggi. Desde su mirada, “uno de los problemas que va a enfrentar el próximo
gobierno es cómo va a comer la gente, porque no hay plata en el bolsillo de las
personas”. El “Plan Argentina contra el Hambre” que presentó
Alberto Fernández la
semana pasada, tiene tres ejes centrales: el acceso a la canasta básica de
alimentos, una política para erradicar la malnutrición y una articulación
federal para trabajar junto a las provincias y los municipios.
“Celebro
y acompaño la convocatoria pública a resolver colectivamente la mayor vergüenza
nacional: el hambre del pueblo argentino (incluyendo la malnutrición en todas
sus formas)”, escribió Marcos Filardi tras haber participado en la presentación
del Plan impulsado por el Frente de Todxs. El fundador del Museo del Hambre e
integrante de la Red de Abogadas y Abogados por la Soberanía Alimentaria ,
destacaba que “la propuesta es ambiciosa” y “tiene componentes verdaderamente
transformadores, sobre todo para la agricultura familiar, campesina e indígena
y para la economía social y popular”.
Sin
embargo, Filardi alertaba sobre los puntos grises de la convocatoria: “Que
en el ‘todxs’ de la propuesta se incluya, en un lugar (doblemente destacado) a
Syngenta-Chemchina –empresa transnacional que es la segunda fabricante a nivel
mundial de transgénicos, agrotóxicos y semillas comerciales– y en un lugar
destacado a la Coordinadora de Industrias de la Alimentación (COPAL) –que
nuclea a la industria alimentaria más concentrada que comercializa los objetos
comestibles ultraprocesados– enciende una alarma sobre el potencial transformador
de la propuesta”.
Sergio
Arelovich, economista y docente en la Universidad Nacional
de Rosario, aporta: “Desde el ’83 en adelante, ningún Gobierno se propuso
alterar la matriz concentrada que hay en la Argentina”. Eso se debe, en parte,
a un condicionamiento real: “Hay grandes jugadores, como los agroexportadores,
a los que no podés volar de un plumazo porque tienen un rol importante en la
economía”.
Agrotóxicos, China y
los chanchos
“La alimentación es un tema estratégico
para el país que se viene”, plantea Levaggi. Desde su mirada, “uno de los
problemas que va a enfrentar el próximo gobierno es cómo va a comer la gente,
porque no hay plata en el bolsillo de las personas”. El “Plan
Argentina contra el Hambre” que presentó Alberto Fernández la semana pasada, tiene tres ejes
centrales: el acceso a la canasta básica de alimentos, una política para
erradicar la malnutrición y una articulación federal para trabajar junto a las
provincias y los municipios.
“Celebro y acompaño la convocatoria
pública a resolver colectivamente la mayor vergüenza nacional: el hambre del
pueblo argentino (incluyendo la malnutrición en todas sus formas)”, escribió
Marcos Filardi tras haber participado en la presentación del Plan impulsado por
el Frente de Todxs. El fundador del Museo del Hambre e integrante de la Red de
Abogadas y Abogados por la Soberanía Alimentaria , destacaba que “la
propuesta es ambiciosa” y “tiene componentes verdaderamente transformadores,
sobre todo para la agricultura familiar, campesina e indígena y para la
economía social y popular”.
Sin embargo, Filardi alertaba sobre los
puntos grises de la convocatoria: “Que en el ‘todxs’ de la propuesta se incluya, en
un lugar (doblemente destacado) a Syngenta-Chemchina –empresa transnacional que
es la segunda fabricante a nivel mundial de transgénicos, agrotóxicos y
semillas comerciales– y en un lugar destacado a la Coordinadora de Industrias
de la Alimentación (COPAL) –que nuclea a la industria alimentaria más
concentrada que comercializa los objetos comestibles ultraprocesados– enciende
una alarma sobre el potencial transformador de la propuesta”.
Sergio Arelovich, economista y docente
en la Universidad
Nacional de Rosario, aporta: “Desde el ’83 en adelante,
ningún Gobierno se propuso alterar la matriz concentrada que hay en la
Argentina”. Eso se debe, en parte, a un condicionamiento real: “Hay grandes
jugadores, como los agroexportadores, a los que no podés volar de un plumazo
porque tienen un rol importante en la economía”.
Sobre lo que viene, dice que es clave el
rol que ocupa China en el mapa económico global. Por un lado, “es el gran
financiador serial por fuera del FMI y del Banco Mundial”, pero también tiene a
COFCO, la empresa estatal que se ha convertido en uno de los líderes del
agronegocio.
COFCO, que también compró a los gigantes
Noble y Nidera, es una de las principales agroexportadoras de Argentina. Sólo
en 2017 envió al exterior 11.006.563 toneladas de productos agrícolas y facturó
48.499 millones de pesos. China, plantea Arelovich, puede seguir concentrando
mucho más el mercado mundial si se lo propone.
¿Es posible alimentar al pueblo argentino sin quedar
atrapados en el mercado internacional? “Lo que produce Argentina,
principalmente, son alimentos para chanchos y biocombustibles”, explica. Desde
su perspectiva económica, ningún plan de gobierno puede desarrollarse si no se
revisa la legislación vigente: “Hacen falta políticas de largo plazo y normas
que regulen el funcionamiento de las empresas y el rol de la banca y el capital
extranjero”.
Y agrega: “Los pilares jurídicos de la
Argentina vienen de años de dictadura y neoliberalismo. No se puede seguir
sosteniendo ese marco regulatorio, que propicia la situación actual de alta
concentración y extranjerización de la economía”.
Una salida por abajo
El Foro por un Programa Agrario Soberano y Popular,
que elaboró en el mes de mayo un paquete de propuestas desde abajo para avanzar
en políticas públicas destinadas a los sectores más relegados del campo y la
economía productiva, también alertó sobre la presencia de las corporaciones en
la lucha contra el hambre. En un comunicado reciente, las organizaciones
participantes expresaron: “Syngenta junto a un puñado de corporaciones, entre
las que se destaca también Bayer-Monsanto, es responsable de la expulsión de
miles de campesinas y campesinos a las grandes ciudades durante las últimas
décadas y ellos son uno de los principales sectores que padecen el crimen que
significa el hambre que hoy azota a la Argentina”
En un
país con 14 millones de pobres y 3 millones de indigentes, el Foro propone tres
ejes principales de intervención:
1. El
desarrollo de un modelo productivo alternativo, no
extractivista, sobre la base de la Soberanía Alimentaria
y entendiendo a la Tierra como Hábitat y Territorio.
2. Políticas
públicas específicas por
sector, que a su vez se encuadran en la misma base que mencionamos
anteriormente.
3. Una
institucionalidad basada en un Estado planificador para garantizar la Soberanía Alimentaria de nuestro pueblo, con la articulación
participativa y descentralizada entre el Estado, las organizaciones de
productorxs y otras organizaciones del sistema agroalimentario y atendiendo
particularmente a las reivindicaciones de los pueblos originarios, las mujeres
y los jóvenes.
El
documento concluye así: “Comprometidos a seguir colaborando para terminar con
el hambre en nuestro país nos ponemos a disposición para avanzar en estas
acciones urgentes y en la implementación de las políticas necesarias para
lograr las transformaciones estructurales que nuestro país necesita”.
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