Colombia no es un
narcoestado,
es un Estado
contrainsurgente
18 de mayo de 2019
Por Alberto Pinzón Sánchez (Rebelión)
Son muchísimas las falacias sobre Colombia,
puestas a rodar en la opinión pública mundial por los intoxicadores de opinión
o “spinn doctors” del sistema mediático global del imperialismo, muchos de los
cuales escriben desde sofisticados estudios ubicados en Colombia, financiados
generosamente por las varias agencias que para este fin tiene el gobierno de
los EEUU. Referirse a todas estas falacias y confusiones sería obra de romanos
que, desde luego, excede cualquier artículo de opinión; pero lo más difícil es
constatar que numerosos opinadores que se autoproclaman de izquierdas las han
tragado sin masticar y las reproducen irresponsablemente.
Una de esas falacias es la que tiene que ver
con la caracterización del tipo de Estado imperante en el territorio colombiano
que da el título al presente escrito y, circula como moneda falsa en trinos
generalizados, llenos de una sagrada indignación ante el genocidio
contrainsurgente que está en curso de líderes sociales y guerrilleros
reinsertados, montado sobre la terrorífica pero eficaz experiencia del “baile
rojo” con que se exterminó masivamente a la Unión Patriótica
y otras organizaciones opositoras al régimen durante las últimas décadas del
siglo XX, y de los “falsos positivos” de Santos-Uribe de las primeras del
presente. El agua pasada la está reciclando el bloque de poder liderado por
Uribe-Duque, depurándola de errores.
Aceptar la incorrecta caracterización conceptual hecha sobre el
Estado colombiano como un Estado
narco dirigido por criminales y mafiosos, puede ser de momento emotiva e
impactante. Pero, vistas las cosas con cierta distancia, es una confusión que:
Primero le hace el juego a
estrategia imperial de dominación de nuestros países sometidos como es la “War on Drugs” con toda su
panoplia armamentística y militarista de dominación y sometimiento, centrando
el asunto en el combate a un “enemigo etéreo, incorpóreo y volátil” que ellos
denominan “el Narco”, cuando los narcotraficantes solos, o en mafias, junto con
los grandes lavadores de dólares, y contrabandistas fronterizos de divisas, son
corpóreos y bien conocidos, y constituyen solo una rueda dentada del engranaje de las 10
ruedas dentadas y articuladas (cuyo eje es la gigantesca embajada de los EEUU
con más de 4.000 oficiales) descrito magistralmente hace 10 años por la
científica social Vilma Liliana Franco en la página 223 de su inagotable libro Orden Contrainsurgente y
Dominación, caracterizado por ella con todas las letras como Bloque de Poder Contrainsurgente ,
Segundo. Bloque de poder dominante que a su vez tiene
otra rueda dentada para disciplinar y aterrorizar (legal e ilegalmente) a la
población civil desafecta o insurgente, tremendamente eficaz, muy conocida por
los colombianos y el mundo como Paramilitarismo, y que para efectos (también de su
volatilización) se confunde adrede con el antiguo concepto de contrainsurgencia, subsidiario de la doctrina
imperialista y colonial de la Seguridad
Nacional y
del enemigo interno subversivo o insurgente.
Tercero. Bloque de clases en el
poder, que como lo enseña la ciencia social y política moderna tiene una
poderosa envoltura o supraestructura de varios componentes; el cual desde su
aparecimiento histórico y estructuración en Colombia a partir del pacto de
clases (terratenientes, financieros, empresarios, obispado y cooptados) el que
fuera organizado por sus dos más eximios representantes del anticomunismo como
Laureano Gómez y Lleras Camargo en 1957, impusieron dicha superestructura sobre
TODA la sociedad colombiana como una granítica creencia socia basada en el
odio, y que al decir de Marx y de Gramsci tiene actualmente una verdadera fuerza material.
Así pues, que tenemos varios conceptos socio
políticos por diferenciar para aclararnos el genocidio de guerrilleros vestidos de civil que está en marcha en Colombia. Una
cosa es el concepto de contrainsurgencia. Otra la doctrina de la Seguridad Nacional
y el enemigo interno a exterminar. Cosa más distinta es el de Paramilitarismo
ejecutor. Diferente del bloque de clase que domina actualmente esa relación y
condensación de la lucha de clases general llamado Estado colombiano
constituido como un Bloque de Poder Contrainsurgente, el cual se arropa con una
cobertura material blindada, o supraestructura Jurídica, Política, Cultural y
Moral contrainsurgente, cuya base es el anticomunismo religioso colombiano,
aparecido muchos años antes de que hubiera aparecido o llegado la influencia de
la revolución bolchevique a Colombia.
Anticomunismo cerrero basado en el odio, que ha revivido el
monstruo del Basilisco diseñado por el falangista Laureano Gómez en 1949,
actualmente rediseñándolo como un monstruo de dos cabezas, a destruir: Una elcastro-chavismo (¿Les suena destruir Cuba y
Venezuela?) Otra, la táctica
marxista de utilizar políticamente todas las formas de movilización de masas,
convertida en la figura biológica reaccionaria del brazo civil del comunismo
que a su vez tiene un brazo armado o de “guerrilleros vestidos de civil”, cuya
relación es indispensable destruir a toda costa. Justificación con la cual se
convirtió a la población civil en el objetivo militar a derrotar y se
exterminaron organizaciones como la Unión Patriótica , A Luchar, Frente Popular, etc,
entre las más destacadas, y ahora, se está ejecutando con el genocidio gota a
gota de los más de 700 líderes sociales y exguerrilleros reinsertados de las
antiguas Farc-EP. https://mundo.sputniknews.com/america-latina/201905101087189127-denuncian-asesinato-de-lideres-sociales-en-colombia/
Con lo anterior, podemos llegar a las declaraciones dadas por el
comandante y miembro del alto secretariado de esa organización guerrillera
Joaquín Gómez, en una entrevista ofrecidas en rueda de prensa en abril 2019 en
el Espacio Territorial de Pondores en la Guajira (ver video 1) donde como lo
destaca la
periodista Violeta Guetnamova en un reciente articulo
publicado en Rebelión.org (2) el ex comandante guerrillero atribuye, de amanera
autocritica, dicho genocidio social en curso que amenaza a todos los
integrantes de esa organización guerrillera en reinserción, a dos errores
cometidos en el Proceso de paz de la Habana (2016):
Uno: Haber negociado el proceso de paz con un gobierno y un
Estado que no tienen ninguna soberanía.
Dos: No haber impuesto el
tema del cambio de la Doctrina de la Seguridad Nacional
(DSN) como uno de los puntos básicos en los diálogos de la Habana.
Si a lo anterior, se le suma que dicho proceso como lo anotó en su
momento el profesor economista Luis Jorge Garay (abril 2016) terminó siendo un pacto de cúpulas que no conllevó ninguna trasformación
estructural (ver entrevista https://lasillavacia.com/historia/los-acuerdos-de-la-habana-b-sicamente-son-un-acuerdo-de-lites-luis-jorge-garay-55462)
Así como las observaciones que también hice dos años después
(octubre 2018) sobre las no trasformaciones, la claudicación a realizar y
profundizar un proceso CONSTITUYENTE, y las trizas en que ha sido convertido
dicho acuerdo de paz según los intereses generales del Bloque de Poder Contrainsurgente
dominante, sin que se pueda hacer nada para impedirlo (ver https://www.rebelion.org/noticia.php?id=247508)
Podemos explicarnos no solo el genocidio
social en curso en Colombia, sino también el fortalecimiento de la
contrainsurgencia en general y la cada vez mayor dependencia y sometimiento
lacayo del gobierno y el Estado colombiano a los dictados y presiones de la
embajada de los EEUU, por ejemplo, sobre la justicia para la paz, la
extradición de Santrich, el retiro de las visas a los magistrados; así como a
los dictados geoestratégicos del presidente Trump para agredir e invadir
militarmente a la hermana república Bolivariana de Venezuela.
Notas
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256056
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