La descolonización del feminismo: tejiendo el
género desde los Andes
12 de mayo de 2019
El
feminismo contemporáneo se difundió a nivel mundial con teorías europeas y
norteamericanas, las cuales se convirtieron en la base de la práctica política
y los discursos del movimiento para diversos países.
Por
Desinformemosnos
Tras
décadas de expansión, la crítica apareció desde sus propias filas: feministas
como la hindú Chandra Talpade Mohanty cuestionaron estos orígenes
europeos por desconocer las experiencias y los conocimientos de las mujeres de
contextos no occidentales.
Ellas
sostienen que este feminismo occidental o feminismo
hegemónico de Occidente universaliza el género, el modelo de
poder y su lucha, y los exporta a otros contextos para aplicarlos de forma
homogénea a todas las culturas, incluso a los mundos indígenas.
Es
decir, debido a su marca colonizadora, no toma en cuenta las realidades
históricas que viven otras mujeres en tiempos y espacios singulares, así como
tampoco sus contradicciones étnicas y de clase social.
Sobre
esta crítica, la investigadora de culturas andinas, Ana María Pino
Jordán, explica cómo la categoría género debe entenderse desde las
diferencias culturales, abordando el caso andino, y detalla en qué consiste
la descolonización del feminismo.
El género y su
mirada occidental
En
diálogo con Servindi, Pino Jordán indica que la perspectiva
de género nace en oposición a la cultura antropocéntrica —que
también es hegemónica y masculina—, debido a que mantiene un poder
jerárquico sobre las mujeres.
En esa
realidad, para la investigadora, las medidas feministas de lucha resultan
justas. «Para mí son legítimas las cuotas de género en una cultura,
comunidad o sociedad calificada de antropocéntrica, en donde el varón es el
privilegiado, el que tiene el poder”, observa.
«Porque
a su igual, que es la mujer, el hombre la mantiene discriminada e
inferiorizada. En ese panorama sí entiendo la cuota de género. Es positiva”,
agrega.
El
conflicto con este concepto ocurre cuando se aplica a otras culturas no
occidentales como la
andina. El feminismo occidental, al crearse en una
cultura excluyente como la hegemónica, impone un «modo correcto» de entender la
variable de género.
«En la
cultura andina, la construcción de roles y funciones de ambos sexos sigue un
diferente sentido. Un hombre y una mujer son opuestos complementarios”,
detalla.
«Así
que estas cuotas (de género) en otras culturas, donde las relaciones de
género son distintas, se convierten en una forma de colonialidad, una
imposición”, alerta.
Para
Pino Jordán se ha universalizado este concepto en «la arrogancia de pensar
que todas las culturas han desarrollado sus roles y funciones de género» de la
misma forma a lo largo de la historia.
El caso de la
cultura aymara
El
pensamiento aymara, según la especialista, es una muestra de cómo influyen los
sentidos de vida en el concepto género, al punto de cambiar su
significado.
Por
ejemplo, el chacha-warmi («chacha» significa varón,
mientras que «warmi» es mujer) representa el principio de complementariedad que
rige las relaciones entre sus hombres y mujeres.
Este
binomio, a diferencia de la relación jerárquica hombre-mujer de la cultura
occidental, no fomenta la superioridad ni la inferioridad entre ambos.
Y evita
este conflicto a partir de pensar a los hombres y las mujeres como “dos
mitades imprescindibles, recíprocas y autónomas una de la otra”.
«Por
ejemplo, en el mundo aymara, hace quince o veinte años —cuando todavía no se
había introducido tanto la cuestión de género— las que decidían eran las
mujeres”, relata.
«Ellas no
levantaban su voz en la
asamblea. No porque no pudieran hacerlo o porque les
estuviera prohibido, sino porque el rol de representación lo tenía el hombre”,
adiciona la investigadora.
Por
ello, el chacha-warmi es
considerado imprescindible para una vida equilibrada en el mundo aymara. “El
hombre, en esta complementariedad, se relaciona con lo que estaba fuera de la
comunidad, la mujer con todo lo que está dentro”.
Repensar el
feminismo y su descolonización
Para
quitarse el sesgo hegemónico, el movimiento feminista debería apostar por
producir un conocimiento descolonizador a través de la interculturalidad.
Esta herramienta
toma en cuenta una cuestión ignorada por el feminismo
occidental: las subjetividades, conocimientos altamente ricos en culturas
diversas y socialmente complejas.
«La
cultura occidental, así como es antropocéntrica, también es logocéntrica, o
sea, racional al 99 por ciento”, expone Pino Jordán.
«Pero
el sentido de vida tiene dos partes: el logos, la razón; y el mitos, como la
palabra griega. Este último es tu sentimiento, tu alegría, tu sexto sentido”,
añade.
Así,
con la interculturalidad se espera traspasar esa mirada racionalista
y puramente objetivista de las culturas, para incluir la subjetividad, la cual
es dejada de lado por la cultura predominante de Occidente.
«Las
culturas no occidentales —no solamente hablo de las andinas— privilegian el
mitos; el logos es el 0.1 por ciento”.
«Entonces
a través de sus mitos, de su vida diaria, de su quehacer permanente, toma
decisiones. En cambio, en la cultura occidental es la razón lo que los mueve”,
concluye.
Publicado
originalmente en Servindi
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Fuente: https://www.anred.org/?p=114913
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