El
capitalismo jamás será verde. Entrevista a Daniel Tanuro
18 de marzo de 2019
El movimiento contra el
cambio climático que apareció de verdad en Francia después de la dimisión de Nicolas
Hulot, comienza a recuperar fuerzas. Mientras que las primeras marchas por el
clima a finales de 2018 se limitaron a mantener principios morales bastante
vagos, los que acompañan hoy la huelga semanal de jóvenes que se autoproclaman
oficialmente anticapitalistas se producen al mismo tiempo que acciones de
desobediencia. Una sana radicalización está en marcha.
Sin embargo, reina una gran
confusión. A menudo, no vemos la relación entre la lucha ecológica y la de los
chalecos amarillos y, peor todavía, a veces se piensa que es contradictoria. No
sabemos cómo orientarnos en el debate entre violencia y no violencia, entre una
táctica de masificación y una táctica de eficacia. A veces, se ve mal qué
significa el concepto de capitalismo y no se entiende la necesidad de
utilizarlo para tematizar la destrucción ecológica.
Ya hemos escrito sobre todas
las cuestiones: violencia, capitalismo y ecología, chalecos amarillos y
ecología. Pero puesto que este debate es candente debido a la huelga mundial
contra el cambio climático del 15 de marzo y de forma más general, para la
continuidad del movimiento, teníamos ganas de discutir con Daniel Tanuro,
ingeniero agrónomo y ambientalista, autor del “El imposible capitalismo verde”.
A menudo se oye decir que el
capitalismo es la causa de los problemas ecológicos. Pero esta afirmación
tropieza con la oscuridad del concepto de capitalismo frecuentemente asociado
(es decir, confundido) con la sociedad mercantil, el consumismo, la economía
liberal. ¿Cómo distingue el capitalismo de estos otros conceptos? ¿Por qué el
concepto de capitalismo es esclarecedor para analizar la crisis ecológica?
Daniel Tanuro: Matizaría mis
palabras precisando que el capitalismo es la causa principal de la destrucción
ecológica. Por una parte, no hay que olvidar que las sociedades precapitalistas
causaron serios problemas medioambientales, denunciados ya en la antigüedad por
autores griegos y romanos. Por otra parte, la URSS, China, y otros países que
han intentado una transición poscapitalista en el siglo XX, cometieron daños
considerables. Están simbolizados, por ejemplo, por el desecación del Mar de
Aral, la catástrofe de Chernobil, las emisiones récords de gas invernadero por
habitante en Alemania del Este y en Checoslovaquia, sin olvidar la absurda
campaña maoísta para el exterminio de los gorriones… La abolición del
capitalismo es una condición necesaria, pero no suficiente, para el establecer
una relación distinta al pillaje entre la humanidad y el resto de la
naturaleza.
Dicho esto, ¿qué es el capitalismo?
Una sociedad de producción generalizada de mercancías. Esta definición incluye
al mismo tiempo el salario como forma especial de explotación laboral, la
competencia para el beneficio entre propietarios privados de los medios de
producción y la determinación a posteriori de las necesidades humanas mediante
el criterio del mercado. El capitalismo es una sociedad mercantil; la sociedad
mercantil por excelencia. Al aparecer en el escenario de la historia, encontró
preparados una serie de mecanismos de dominación, especialmente el patriarcado
,que ha remodelado en función de sus objetivos. Por tanto, el capitalismo es un
sistema mercantil patriarcal en el que la mujer por así decirlo, es la
proletaria del hombre.
Por definición, en esta
sociedad las personas asalariadas producen más allá de sus necesidades porque
una parte de su tiempo de trabajo sirve para producir la plusvalía para el
capitalista. Esta plusvalía no solo sirve para para satisfacer las necesidades
del capitalista sino también y sobre todo, para engordar el capital. De hecho,
la competencia obliga permanentemente a cada capitalista a bajar sus costes
unitarios lo que le empuja a aumentar la productividad del trabajo reemplazando
a trabajadoras y trabajadores por máquinas; por tanto a producir más. Así que
el capitalismo es intrínsecamente, desarrollista. “Un capitalismo sin
crecimiento es una contradicción en sus términos”, como decía Schumpeter 1/ .
La contradicción es que
siendo el trabajo humano la única fuente de valor, esta carrera por sustituirlo
por las máquinas provoca la caída de las tasas de beneficio medio. Esta caída
de la tasa de beneficio está compensada por su volumen, puesto que la
utilización de las máquinas aumenta la cantidad de mercancías producidas. En
consecuencia, aumenta el impacto medioambiental. Claro que hay que tener en
cuenta el hecho de que la constante tendencia a bajar los costes también se
traduce en un aumento de la eficiencia de las máquinas de manera que la
producción tiende a utilizar mejor los recursos. Pero el aumento de la
eficiencia no es un función lineal del capital invertido sino una asíntota
horizontal. Por tanto, el aumento de la cantidad de mercancías acarrea al final
un aumento de la masa absoluta de materias primas y energía extraídas del medioambiente.
Además, al aumentar la mecanización, el capital fijo (las máquinas) invertido
se convierte en gigantesco, de forma que su rentabilidad se da a largo plazo.
Según la concentración y la centralización del capital, el imperativo de esta
rentabilidad prima cada vez más sobre las necesidades reales. Finalmente, la
relación entre necesidades humanas y producción se invierte: la segunda crea
las primeras. Marx había anticipado esta evolución, cuando dijo que el
capitalismo acaba por “producir por producir, lo que implica también, consumir
por consumir”.
En ese punto estamos hoy, de
manera que el capitalismo contemporáneo necesita un régimen en el que el Estado
se dedique constantemente a crearle nuevos mercados mediante privatizaciones o
mediante la creación de nuevos ámbitos de valoración y de acumulación (el
mercado del derecho a contaminar, por ejemplo). Es el régimen, adoptado a
comienzos de los años 80, que se denomina neoliberalismo para distinguirlo de
liberalismo clásico del laisser-faire.
En general, los
ecosocialistas denominan toda esta dinámica por con el término productivismo.
Este término incluye el consumismo (y los valores que lo acompañan) de forma
que, efectivamente, podemos decir que el capitalismo es a la vez una sociedad
de superproducción y una sociedad de hiperconsumismo. Pero inmediatamente hay
que añadir dos observaciones.
La primera es que el
hiperconsumismo, allí donde representa un fenómeno de masas, constituye cada
vez más una compensación miserable para una existencia alienada. La segunda es
que este consumismo exagerado cohabita con un bajo consumo; dicho con otras
palabras, con una masa de necesidades reales insatisfechas. En realidad, la
tendencia a la baja de la tasa de beneficios empuja a los capitalistas a
inventar constantemente estrategias de compensación, como el desarrollo del
trabajo precario (que afecta sobre todo a las mujeres), el recurso a mano de
obra mal pagada, cadenas internacionales de aprovisionamiento basadas en la
subcontratación y el pillaje de los recursos naturales (puesto que son
gratuitos). Por esto, la tendencia al hiperconsumismo /sobreproducción va a la
par con una creciente tendencia a la destrucción del medio ambiente, con una
desigualdad social creciente y con un malestar general. El resultado de esta
dinámica infernal es la catástrofe que amenaza en transformarse en cataclismo
en caso de un cambio climático radical.
¿Se puede afirmar con
certeza que el capitalismo nunca será verde como lo hacen los jóvenes
huelguistas parisinos el manifiesto publicado en Reporterre?
DT: Sí, se puede ser
completamente categórico a este respecto. Evidentemente, hay capitales verdes
puesto que hay mercados verdes y posibilidades de revalorizar capital. Pero la
cuestión no es esa. En realidad, si la expresión capitalismo verde tiene un
sentido es el de suponer posible que el sistema rompa con el crecimiento para
auto-limitar su desarrollo y utilizar los recursos naturales con prudencia.
Esto no ocurrirá, porque el capitalismo funciona sobre la única base de la
carrera hacia el beneficio, lo que se expresa en la elección del PIB como
indicador. Sin embargo, este indicador es completamente inadecuado para
anticipar los límites cuantitativos del desarrollo y más inadecuado aún para
percibir las perturbaciones cualitativas inducidas por el funcionamiento de los
ecosistemas.
Es decisivo comprender que
el capital no es una cosa sino una relación social de explotación del trabajo
que implica también la subordinación de las mujeres y la necesidad de
explotación de otros recursos naturales. La lógica productivista del sistema
conlleva a que tienda, como decía Marx, “a agotar las dos únicas fuerzas de
cualquier riqueza -la Tierra y el trabajador” (teniendo en cuenta la denominación
patriarcal, hay que añadir la “trabajadora” asalariada o no). Mientras haya
recursos que robar y fuerza de trabajo para explotar, el capital, como un
gigante autómata, seguirá con su actividad destructiva. Esta solo puede
detenerse si la humanidad recupera el control de la producción de su existencia
social. Para esto, el autómata debe ser desmantelado. Como ya he dicho, no es
una condición suficiente, pero es una condición necesaria.
Puesto que, en su opinión,
el capitalismo “no sabrá resolver nada”, ¿cómo se imagina que se pueda
encontrar un margen de acción fuera del capitalismo? ¿Se puede esperar algo de
los Estados, de los organismos internacionales?
DT: El capital implica una
moneda y la moneda un Estado. El capital ha encontrado a la una y el otro como
productos de desarrollo social anterior y ha invertido en ellos adaptándolos a
su lógica de acumulación (lo mismo que ha invertido en el patriarcado). Así que
no hay nada que esperar de los Estados, ni de los organismos internacionales
que son emanaciones de esos Estados. El régimen neoliberal en el que el Estado
crea constantemente las condiciones para una mercantilización creciente hace
totalmente evidente esta cuestión. Por ejemplo, debería ser evidente que no hay
nada que esperar de la
Unión Europea , ni en el plano social ni en el plano
medioambiental, porque ella misma se define como “una economía de mercado
abierta en la que la competencia es libre”. Esto no significa que no haya nada
que exigir a los Estados; esto significa que hay que construir relaciones de
fuerza. Por ejemplo, una relación de fuerzas para el desarrollo del sector
público, la socialización de la energía y la gratuidad de los servicios de base
bajo control democrático.
Dicho esto, distinguiría, de
entrada, la acción fuera del capitalismo de la acción de los márgenes, después
de lo cual, abordaría la cuestión de la acción en el corazón del sistema; dicho
de otra forma: la contestación de las trabajadoras y trabajadores que es la
piedra angular.
El capitalismo contemporáneo
ejerce una dominación casi completa sobre todo el planeta. Las posibilidades de
llevar a cabo un acción directamente “fuera de este sistema” tentacular son
extremadamente reducidas. Concretamente, esta posibilidad solo existe para los
pueblos indígenas que han podido mantener un modo de producción no capitalista.
Como lo muestra el ejemplo de Brasil, estos pueblos están sometidos a una
agresión constante del capital que quiere apropiarse de sus territorios y de
sus recursos y someterlos a su ley. Son poco numerosos, pero su resistencia es
de un importancia estratégica fundamental para la humanidad en su conjunto.
Esta importancia se debe especialmente al hecho de que estos pueblos tienen una
visión de la relación entre la humanidad y el resto de la naturaleza que es antagónica
a la visión capitalista de dominación e instrumentalización. Esta visión no es
un producto de importación, no se puede copiar y pegar, sino que constituye una
valiosa fuente de inspiración para la invención de una cultura de cuidados, que
es una condición añadida a cumplir (además de la eliminación del capitalismo)
para acabar con la destrucción.
Las posibilidades de acción
en los márgenes del capitalismo suscitan otra cuestión. En realidad, es
chocante que el estancamiento del sistema acarree por todas partes una
exclusión social masiva. Vista la destrucción de los dispositivos de protección
social, un número creciente de personas, especialmente entre la juventud,
intentan escapar de la miseria creando actividades que están en parte fuera del
mercado – escapan sobre todo a las empresas de los gigantes de la distribución–
y que tienen sentido porque están basadas en valores no capitalistas de
cooperación social y de gestión prudente del medioambiente. Creer que estas
alternativas permitirán salir del capitalismo suavemente, por una suerte de
contagio, es tan ilusorio hoy como ayer. Pero los protagonistas pueden
establecer lazos con otros capas sociales en resistencia (por ejemplo,
campesinos y campesinas o migrantes), lo que aumenta su capacidad de contribuir
a dejar entrever otras relaciones sociales y otras formas de gestión de los
territorios, por tanto, otro mundo es posible.
A fin de cuentas, la
cuestión clave es hacer converger en un sentido anticapitalista, las luchas y
las aspiraciones a una vida mejor y a una relación respetuosa con el resto de
la naturaleza para desestabilizar el corazón del sistema. En otras palabras, se
trata de articular lo social y lo medioambiental a través de la elaboración de
un programa de transición bajo la presión ecológica. Hoy, los componentes más
avanzados de esta estrategia de convergencia anticapitalista son las luchas de
los pueblos indígenas, las del campesinado y los sin tierra, el movimiento de
mujeres y las luchas de la juventud. Respetando su autonomía y su
independencia, estos componentes pueden ser vistos como puntos de apoyo para
arrastrar al movimiento obrero y llevarlo a romper con el productivismo
capitalista desarrollando su propio programa para la transición. En
particular, se trata de volver a poner en el orden del día la reducción radical
del tiempo de trabajo (sin pérdida de salario) como reivindicación anti
productivista y ecológica por excelencia.
En el marco de esta
estrategia de convergencia, quisiera destacar brevemente la importancia del movimiento
feminista. Es un dato: el papel de las mujeres es importante en todas las
luchas medioambientales; hoy, por ejemplo, las jóvenes están en la primera fila
de las manifestaciones de la juventud por el clima. No es por casualidad, no es
tampoco porque las mujeres serían, por esencia, más respetuosas con la
naturaleza que los hombres. Más bien, la razón es que el patriarcado asigna a
las mujeres las tareas de cuidados de los cuerpos y los hogares. (oïkos, en
griego), lo que las hace más sensibles a la necesidad de cuidar también los
ecosistemas.
En consecuencia, desarrollar
la lucha feminista es una palanca para difundir esta cultura del cuidado y
generalizarla a las relaciones humanas y no humanas. Al subvertir la dominación
masculina, tiene también el potencial de subvertir la relación social de
explotación que está en las antípodas del cuidado. Además, la lucha para la
emancipación de las mujeres es un elemento clave de la estrategia para arrancar
a las personas asalariadas de la alineación capitalista.
Por ahora, el movimiento
climático no ha logrado nada y los chalecos amarillos solo han obtenido algunas
migajas después de haber colocado al país a sangre y fuego. ¿Qué medios de
acción habría que emplear para volver la situación a nuestro favor?
DT: No comparto tu opinión.
No creo que el acuerdo de París habría recogido como objetivo mantener el
calentamiento por debajo del 1,5°C
en relación al periodo pre-industrial si no hubiera existidon el movimiento por
el clima (tomado en su sentido más amplio, incluyendo la difusa presión de las
opiniones públicas sobre algunos gobiernos, como los de los pequeños Estados
insulares). Cierto, el Acuerdo de París solo es una declaración de intenciones,
no se traduce en ningún plan de acción y la responsabilidad del uso de los
combustibles fósiles ni siquiera se menciona en el texto… Pero esta declaración
de intenciones en sí misma representa un paso adelante. Además los
climato-negacionistas no se han confundido [en criticarlo, como Trump].
Ahora se trata de exigir que
este paso adelante vaya acompañado de medidas concretas y hacer que estas
medidas concretas estén a la altura del desafío climático por una parte y, por
otra, que sean socialmente justas (incluyendo la justicia climática Norte-Sur
que es una apuesta decisiva). Sin embargo, es en el sentido de esta doble
exigencia en el que el movimiento por el clima tiende a desarrollarse delante
de nuestro ojos. Es un proceso lleno de confusiones, de tanteos y ambigüedades.
Vista la urgencia, se puede deplorar su lentitud, pero las líneas están
moviéndose porque la catástrofe climática agrava vertiginosamente la crisis de
legitimidad del capital y de sus representantes políticos.
De un lado, está Trump,
Bolsonaro y quienes sueñan con reunirse con ellos sin atreverse a decirlo en
voz alta. Veremos si consiguen hacer frente a la movilización que no puede sino
ir en aumento. De otro, hay adeptos al capitalismo verde que solo reaccionan
con medidas insuficientes… Pero estas medidas no engañan a nadie y más bien,
animan a seguir adelante, tanto en el plano de las movilizaciones como en el
plano de las reivindicaciones.
Creo que esta situación se
va a mantener y a desarrollarse; y que desarrollándose, puede favorecer la
evolución de políticas sorprendentes. Le Green New Deal propuesto a Estados
Unidos por Alexandria Ocasio-Cortez 2/ para resolver la crisis social
abandonando los combustibles fósiles en diez años es un ejemplo de esas
posibles evoluciones. Este Green New Deal no es anticapitalista: esquiva la
necesidad de disminuir la producción material, no dando ninguna garantía
respecto a la disminución de las emisiones de gas de efecto invernadero
necesarias para mantenerse debajo del 1,5°C ; deja de lado la apuesta clave de
justicia climática Norte-Sur y no excluye la vuelta a las tecnologías llamadas
de emisiones negativas (como la
Bio Energía con captura de carbono -BECCS)… Sin embargo, la
GND podría marcar una inflexión, en particular, porque invita al movimiento
sindical a pensar en una vasta reconversión industrial garantizando las
conquistas obreras, lo que podría favorecer una dinámica social interesante.
Hay otros indicadores que
semejante evolución es posible. Citaré tres. La condena judicial del gobierno
holandés por una política climática insuficiente 3/ , la proposición de ley del
clima redactada por universitarios 4/ y depositada en el parlamento belga por
una unión sagrada de los partidos (fracófonos) y el “pacto finanzas-clima” de
Larrouturou-Jouze 5/ . Tampoco este plan tiene nada estrictamente
anticapitalista, pero su realización marcaría un giro y es significativo que
sus autores lo justifiquen diciendo que permitiría evitar no solo el caos
climático sino también el caos financiero y … la desintegración de la Unión Europea. Volvemos
a encontrar aquí la cuestión de la legitimidad.
El balance del movimiento de
los chalecos amarillos es otro asunto, pero el punto común es justamente, me
parece, la pérdida de legitimidad del poder y del sistema. No entraré en la
discusión sobre las contradicciones y las ambigüedades de los chalecos
amarillos. Me parece que lo esencial es destacar que este movimiento dura desde
hace tres meses y que cuenta desde hace mucho tiempo con un apoyo muy amplio de
la mayoría de la opinión pública…. A pesar de la estigmatización mediática, de
una represión feroz, de las migajas dadas por Macron y de la puesta en escena
del gran debate nacional, incluso hoy, el apoyo sigue siendo muy amplio. Es el
síntoma de un descontento profundo y potencialmente explosivo.
¿A qué conclusión podemos
llegar? Que antes que nada hay que reforzar, hacer converger y proteger de la
represión las movilizaciones de masas cuyo potencial transformador reaparece.
Hay que hacerlo con firmeza, sin dudar ante de las acciones de desobediencia
civil, pero sin caer en la trampa de la violencia minoritaria; manteniendo
siempre la preocupación de unir la mayoría social. El combate que tenemos
delante es un combate de largo aliento. El objetivo debe ser crear una
situación tal que la actitud actual de los gobiernos se convierta en insostenible.
Por su naturaleza, como amenaza global y terrorífica, la apuesta climática se
presta a este enfoque. Hay que tomar ejemplo de la lucha antinuclear en
Alemania: se ganó por la construcción a largo plazo de un movimiento de masas
decidido que, sin interrupción, durante años, hizo salir la calle a millones de
personas.
Ya sé que la comparación
tiene sus límites: salir de los combustibles fósiles en menos de treinta años
es más complicado que salir de la energía nuclear (sobre todo, que,
especialmente en Francia, hace falta, ¡salir al mismo tiempo de la nuclear!)
Esto significa que el camino será más difícil. Y estará jalonado de falsas
soluciones que propondrá el capitalismo verde en búsqueda de legitimidad y que
habrá que desenmascararlas para empezar de nuevo e ir más lejos. Esto significa
competir a una velocidad aterradora con la destrucción actual, apoyándonos en
cada avance de esta destrucción para reforzar la lucha. No hay otro
camino posible y no hay atajos.
¿Cómo ve los recientes
movimientos de las marchas a favor del clima y las huelgas estudiantiles? ¿Qué
siente por los chalecos amarillos? ¿Cree que la conexión de estos dos
movimientos por ahora separados es crucial?
DT: Estos movimientos
expresan bien la angustia frente a la aceleración del cambio climático. Esta
angustia está más que justificada cuando sabemos que los planes de los
gobiernos se plantear ir más allá del 1,5°C con la esperanza puesta en un
enfriamiento posterior gracias a la tecnología…, y que durante esa superación
temporal, existe el riesgo de que ocurra una catástrofe irreversible. Por
ejemplo, en la Antártida, que podría hacer subir el nivel de los océanos de
tres a seis metros. De forma especial, la juventud muestra que es mucho más
consciente y está más preocupada de lo que parece. Hay que rendir homenaje a
Greta Thumberg que encarna esta conciencia en su máximo grado.
Así pues, sí, la conexión
del movimiento del clima y el de los chalecos amarillos es crucial. Además, es
posible porque los adversarios de una alternativa a la destrucción
medioambiental no son los chalecos amarillos. Los adversarios son quienes, como
Macron, hacen regalos fiscales a los ricos en nombre de la competitividad y
ponen impuestos a los pobres en nombre de la ecología. Esta
política hipócrita es el mejor medio de echar a una parte de la población en
brazos de los climato-negacionistas y de la extrema derecha anti-impuestos.
Estoy muy de acuerdo con los
comentaristas que han escrito que, en realidad, los chalecos amarillos ponen el
foco en la necesidad y la posibilidad de otra ecología, a la vez social y
medioambiental. Además, el desarrollo concretos del movimiento han mostrado que
los chalecos amarillos no son patanes pro-coche como algunos les gusta
describirlos. Añadiría que el desarrollo de la lucha por el clima de la
juventud en Francia y la conexión entre este movimiento y el de los chalecos
amarillos ayudaría mucho a clarificar las apuestas de uno y otro. De hecho, hay
que prestar mucha atención a esto: la discordancia de las movilizaciones sociales
hace el juego a quienes quieren poner en marcha soluciones autoritarias sean
nacional-populistas (el RN) o liberal-bonapartistas (Macron).
Usted defiende un proyecto
socialista. El término no es muy popular hoy. ¿Cómo se coloca entre la ecología
de la ZAD [Zonas a defender] y la ecología del colibrí? 6/
DT: Me posiciono claramente
del lado de la ecología del ZAD y en ese marco, llevo debates estratégicos e
ideológicos. De entrada, debates estratégicos, pues hay que destacar que la
victoria contra el proyecto del aeropuerto en Notre Dame des Landes (NDL) no se
hubiera producido sin la creación de un amplio movimiento de solidaridad
alrededor de los zadistas, del vecindario y de los agricultores locales. La
combinación de los dos elementos es la que hace del NDL una cuestión política
central, una cuestión de gobierno. Tenemos ahí, en mi opinión, un claro ejemplo
de la forma en que una acción de desobediencia civil muy radical y minoritaria
puede y se debe articular con una movilización amplia y atraer no solo
colibríessino también a partes del movimiento obrero. Especialmente, el hecho
poco conocido de que la CGT de Vinci [empresa que iba a realizar los trabajos
para la construcción del aeropuerto] giró a favor de la lucha contra el
aeropuerto, constituyó una enorme victoria de la que hay que aprender la
lección en Francia y a nivel internacional.
También debates ideológicos
pues la radicalidad combina necesariamente el contenido y las formas de acción.
Sin acción, el contenido resulta abstracto y las declaraciones deprimen. Sin
contenido, la acción se queda vacía. Radicalidad no significa violencia ni
agitación vana sino rigurosa capacidad de poner las causas al descubierto para
atacar mejor la cima. No
se trata ni de profetizar el derrocamiento inevitable ni de predecir el fin de la civilización. Entre
otros problemas, estas seudo-soluciones incluyen un supuesto: la destrucción
inevitable de la mayor parte de la humanidad que no es responsable del cambio
climático. La resignación oculta ante esta perspectiva es categóricamente
inaceptable a nivel ético. Hay que dar la espalda a estos discursos
apocalípticos o escatológicos y trazar, aunque solo sea con alfileres, un
camino concreto que permita parar la catástrofe con 8.00 millones de humanos en
la Tierra. Non
un@ di meno!
Este camino sólo se puede
marcar reemplazando la absurda producción de mercancías para obtener beneficio
por una producción que responda a las necesidades reales, determinadas en el
respeto a los límites terrestres y de forma democrática, lo que implica tanto
una descentralización máxima como una planificación internacional. Ahora bien,
una sociedad que produce para las necesidades reales, se llama socialismo. El
hecho de que este proyecto haya sido desacreditado por las desastrosas experiencias
del estalinismo y la socialdemocracia no justifica que se le designe con un
vocablo nuevo. Al contrario, el tener en cuenta la destrucción ecológica
justifica que se le añada el prefijo eco. Yo soy un
ecosocialistainternacionalista y autogestionario, solidario de todas las luchas
de las personas oprimidas por su liberación.
Notas:
1/ Joseph Schumpeter es un economista y
profesor de ciencias políticas austriaco naturalizado estadounidense conocido
por sus teorías sobre las fluctuaciones económicas, la destrucción creadora y
la innovación.
2/ Electa demócrata al Congreso, Ocasio-Cortez
se declara anti-lobby y socialista. A los 29 años, incarna la izquierda de la
izquierda en el juego político estadounidense con un cierto éxito.
3/ / http://www.journaldelenvironnement.net/article/les-pays-bas-condamnes-en-appel-a-rehausser-leur-ambition-climatique,94090
4/ https://www.rtbf.be/info/belgique/detail_des-universitaires-proposent-une-loi-climat-cle-sur-porte?id=10134699
5/ https://www.20minutes.fr/planete/2423183-20190116-pierre-larrouturou-faut-creer-banque-europeenne-climat
6/ https://lundi.am/La-ZAD-et-le-Colibri-deux-ecologies-irreconciliables
Texto original en francés
Traducción viento sur
https://vientosur.info/spip.php?article14679
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/03/18/el-capitalismo-jamas-sera-verde-entrevista-a-daniel-tanuro/
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