Hacia
una teoría
de la racionalidad ecológica(1)
19 de mayo de 2019
Jorge Riechmann
https://twitter.com/jorgeriechmann
“Goebbels creyó que podía controlar la opinión
pública en Alemania por
medio
de un vasto sistema de comunicaciones, y nuestros expertos en
relaciones
públicas tal vez estén expuestos a delirios semejantes. Pero, de
hecho,
el aspirante a controlador tendría que tener siempre sus espías en la
calle
para que le dijeran qué es lo que la gente dice acerca de su propaganda.
Se
encuentra, pues, en una posición en la que tiene que responder a lo que
están
diciendo. Por consiguiente, no podemos tener un simple control lineal.
No
vivimos en un universo que permita un simple control lineal. La vida no es
así.”
Gregory
Bateson(2)
“Hasta una época reciente, todas las ciencias
recortaban arbitrariamente su
objeto
en el complejo tejido de los fenómenos. La ecología es la primera que
trata
del sistema global, con sus constituyentes físicos, botánicos, sociológicos,
microbianos,
cada uno de los cuales compete a una disciplina especializada. El
conocimiento
ecológico precisa una policompetencia en estos diferentes
ámbitos
y, sobre todo, una comprensión de las interacciones y de su naturaleza
sistémica.”
Edgar
Morin(3)
“Las predicciones sirven de muy poco en los
sistemas complejos.”
Francisco
J. Díaz Pineda(4)
“No se trata de abandonar la razón por alguna forma
de irracionalismo (…). Lo
que
tenemos que hacer es avanzar a una concepción ampliada de la razón que
ya no
es racionalista en el sentido clásico. Por ejemplo, ¿cómo se articulan las
lógicas
sociales? ¿Cuál es la racionalidad de las lógicas sociales? Yo creo que
lo que
es fundamental en el campo de una racionalidad social son lo que hemos
llamado
las relaciones de equivalencia y de diferencia, y que estas tienen una
base
retórica…”
Ernesto
Laclau(5)
“¿Se pudre/ la mano metida en la razón?/ Se sufre
aquí./ De los muertos se
levanta/
un párpado, un aguijón, una pregunta/ en su nueva batalla. Los vivos/
están
untados/ de espanto…”
Juan
Gelman(6)
Cuando un economista convencional habla de Racionalidad (habría que
escribirlo con mayúsculas) se refiere a la maximización de objetivos humanos
valiosos –valores–, desde el supuesto de que todos o casi todos esos objetivos
pueden medirse en dinero. De manera más general, la Racionalidad se refiere a
la maximización del Valor.
Surgen aquí dos problemas. Uno tiene que ver con la pluralidad de los
valores – con minúsculas–, que quizá no siempre sean conmensurables entre sí
(tal sería por ejemplo la prudente conclusión de Steven Lukes al final de su
libro Relativismo moral). Si es así, si la racionalidad intenta realizar
valores –en plural— quizá inconmensurables –al menos algunos de ellos–,
entonces tendremos que hablar de racionalidades, en plural.
La segunda dificultad tiene que ver con la maximización. Acaso
maximizar no sea siempre una buena estrategia (en el mundo real donde vivimos,
y donde las realidades más importantes para nosotros son sistemas complejos
adaptativos –luego volveremos sobre esta noción). Quizá, más que maximizar un
valor, debamos aspirar a realizarlo en grado suficiente. Ello nos conducirá a
la idea de racionalidad acotada.
Racionalidades –en plural— acotadas, más que una
Racionalidad en singular y con mayúscula… Fundamentar estas ideas requiere que
demos algunos pasos atrás(7).
¿Dónde estamos?
¿Dónde estamos? Pese a las ilusiones a las que somos tan proclives, no
estamos ya –en primer lugar– en un “mundo vacío”, sino –desde los últimos decenios
del siglo XX, y por vez primera en la historia de la humanidad– en un “mundo
lleno” (o saturado ecológicamente). Ahora vivimos –y seguiremos viviendo en el
futuro– bajo constricciones ecológicas globales.
Y –en segundo lugar– no nos hallamos dentro de una infraestructura humana
(un “mundo-máquina”, una suerte de laboratorio/ fábrica gigantesco), donde todo
parece predecible y controlable, sino en una biosfera intrincadamente compleja,
con redes de causa-efecto a veces inescrutables, con sorpresas sistémicas,
efectos de umbral, irreversibilidades y sinergias múltiples.
Por último –en tercer lugar— habitamos siempre, simultáneamente, dentro
de la biosfera natural y en la tecnosfera creada por el ser humano (sería mejor
decir “las tecnosferas”). Como Barry Commoner ha señalado en más de una
ocasión, los humanos somos habitantes de dos mundos: en primer lugar habitamos
un mundo natural llamado biosfera, surgido durante los casi cinco mil millones
de años de historia de la Tierra y moldeado por los procesos geológicos,
químicos y biológicos. Pero simultáneamente también vivimos dentro de una
tecnosfera
creada por nosotros, un sistema de estructuras y
útiles inserto en la biosfera, y del que forman parte los asentamientos rurales
y urbanos, las fábricas, las redes de transporte y comunicación, las fuentes de
energía, los cultivos, etc. La tecnosfera, en suma, sería el lado material de
los sistemas socioeconómicos humanos.
A cada vez más gente, en estos años trágicos con que arranca el siglo
XXI, nos parece que nos pierden nuestras peligrosas ilusiones sobre la
tecnosfera humana: nuestros sueños de omnipotencia y de control total… Los
principios y conductas que (a veces) resultaban adecuados para el “mundo vacío”
y para la tecnosfera pequeña no lo son para el “mundo lleno” y la tecnosfera
sobredimensionada. Y no deberíamos olvidar nunca que la sostenibilidad es
fundamentalmente una cuestión de escala (con más precisión: del tamaño excesivo
de la tecnosfera
respecto de la biosfera). En nuestro “mundo lleno”,
el sobreconsumo de territorio, energía, materiales y agua nos está llevando al
colapso.(8)
¿Necesitamos una nueva racionalidad?
En 1997, un ensayista con visión sistémica del mundo como Ervin Laszlo
escribía: “En la mayor parte de casos, nuestra generación intenta utilizar las
prácticas y modalidades de pensamiento del siglo XX para intentar hacer frente
a las condiciones del siglo XXI que está llegando (…). Para vivir en el tercer
milenio no será suficiente un incremento de la racionalidad actual. Necesitaremos
nuevas modalidades de pensamiento y nuevas maneras de percibir e imaginarnos a
nosotros mismos, a los demás, a la naturaleza y al mundo que nos rodea”.
Pero ¿qué quiere decir esto de “nuevas modalidades de pensamiento”? ¿En
qué sentido podríamos necesitar “una nueva racionalidad”, acaso no del todo
coincidente con la que han estudiado filósofos, epistemólogos y teóricos de la
ciencia? (9)
Vaya por delante que no estoy sugiriendo que para los
ecólogos –o los ecologistas– no tenga vigencia el principio de tercero
excluido, u otros principios sólidamente establecidos por la lógica formal o la
investigación científica. No es que haya una “lógica” especial para ellos y
ellas, nada de eso.
La racionalidad, en sentido amplio, se refiere a las formas de acción, deliberación
y argumentación a partir de intereses y de valores (por parte de un sujeto
individual, institucional o colectivo). Así, para los seres vivos que tienen
intereses, casi todo se presenta con una valencia positiva o negativa: el mundo
está lleno de valores. (10)
Si esto es así, a partir de diferentes conjuntos de intereses y valores,
tendremos diferentes racionalidades. Un ejemplo extremo lo proporciona un
famoso paso del Tratado sobre la naturaleza humana de David Hume, según el cual
“puede resultar racional preferir la destrucción del universo a sufrir un
rasguño en la mano” (libro 2, parte 3, capítulo 3). Este tipo de racionalidad
es la que de alguna forma presupone y fomenta el mercado capitalista, y parece
encarnar en su tipo antropológico ideal, el Homo economicus (singular sujeto al
que regresaremos en un capítulo posterior de este libro). ¿Antes la
desaparición del género humano que renunciar a cambiar de coche cada dos años?
Quizá sólo estemos extremando un poco un dilema real a comienzos del siglo XXI.
Pero ¿podemos quedarnos ahí? Basta un momento de reflexión para
percatarnos de que existe otra racionalidad social, compartida, cooperativa,
que surge por ejemplo de la interacción dialógica entre los seres humanos11… De
manera general, se diría que hay diversas racionalidades: ya este primer y muy
somero acercamiento al tema nos sugiere la conveniencia de una concepción
plural de la racionalidad.
Vale la pena recordar aquí el concepto de racionalidad
formal-instrumental de Max Weber (Zweckrationalität), por oposición a la
racionalidad según valores (Wertrationalität) (12). Según aquélla, la
burocracia es la encarnación suprema de la racionalidad de los fines y los
medios (13); la racionalidad de valores, en cambio, es la que se pone al servicio
de un fin moral escogido.
La axiología naturalizada y empírica de Javier Echeverría
La incursión de Javier Echeverría en la axiología, estos últimos años,
nos proporciona en mi opinión un buen campamento-base para las exploraciones
que queremos emprender. En lo que sigue me referiré básicamente a su libro
Ciencia del bien y del mal (y abreviaré CBM)14.
Ahí el filósofo vasco propone una “ciencia
naturalizada del bien y del mal”, opuesta al “moralismo” (no se sugiere ninguna
ética normativa), y “basada en una axiología pluralista, gradual,
evolucionista, [sistémica], situada y acotada” (CBM 17) (la cursiva es mía,
J.R.).
Los presupuestos científicos –ampliamente compartibles— de esta reflexión
son:
1, evolución darwiniana;
2, racionalidad naturalizada;
3, teoría general de sistemas (CBM 21).
Y en cuanto a los presupuestos ontológicos, Echeverría apunta hacia una
ontología fregeana y sistémica (CBM 23; cf. también p. 212 yss.). ¿Con qué
noción de valor trabaja el filósofo vasco? Concibe los valores como funciones
que aplican agentes (individuales, colectivos, institucionales…) a la hora de
discernir qué es lo bueno y lo malo para ellos (CBM 18).
Desde esta perspectiva, el valor se entiende como acción (y no como
concepto).
La acción axiológica es “la acción basada en valores
que realiza un ser vivo” (CBM 65). Al actuar los seres vivos valoran,
estiman15. Como es obvio, entonces existen valores naturales objetivos fuera
del mundo humano, y trabajamos con una concepción no antropocéntrica de valor.
“La vida, la supervivencia, el crecimiento y la reproducción no sólo son bienes
(o males) para nosotros, sino también para las especies que pueblan la
biosfera” (CBM 37). En el mundo animal hay –encarnados en cuerpos– valores
naturales16, que son anteriores a los valores morales, religiosos, estéticos…
“Cada acción voluntaria de un animal es un juicio de valor, incluida la acción
de invernar o dormir” (CBM 159).
Así, se propone una axiología naturalizada y empírica: “en la naturaleza
proliferan los valores” (CBM 45)17. “En el mundo animal, los valores básicos
tienen una expresión orgánica” (CBM 45): los órganos corporales permiten el
ejercicio de las capacidades propias de cada especie, y así la satisfacción de
valores básicos.
Un aspecto interesante de esta axiología es la precedencia del mal: “Los
males están garantizados por la naturaleza y la necesidad, los bienes hay que
lograrlos con esfuerzo” (CBM 19). No deberían escapársenos las importantes
implicaciones ecológico-sociales de esta aseveración general. El confort es
crimen, le dijo una fuente desde su peña al poeta René Char: así como la
democracia cuesta tiempo, esfuerzo y recursos, la sostenibilidad cuesta tiempo,
esfuerzo y recursos. ¿Cómo conseguimos animar a la gente a emprender la senda
difícil?
…
(continùa) libro completo: http://rebelion.org/docs/256119.pdf
NOTAS:
1 Este ensayo se publicó en 2009 como
capítulo 2 del libro de Jorge Riechmann La habitación de Pascal. Ensayos para
fundamentar éticas de suficiencia y políticas de autocontención (editorial Los
Libros de la Catarata, Madrid). Se ofrece aquí una versión revisada y
actualizada.
2 Gregory Bateson, “Propósito consciente y
naturaleza” (conferencia pronunciada en 1968), recogida en Pasos hacia una ecología
de la mente, Planeta/ Carlos Lohlé, Buenos Aires 1991, p. 468.
3 En Edgar Morin y Nicolas Hulot, El año I de
la era ecológica, Paidos, Barcelona 2008, p. 33.
4 “Aceleración humana y transformación del
entorno”, conferencia en el curso de verano de la Universidad de Zaragoza
Desarrollo sostenible y cambio climático (dirigido
por Enrique Romero y Alberto Navajas), Jaca, 21 de julio de 2008.
5 Ernesto Laclau, “Lo que tenemos que hacer
es avanzar hacia una concepción ampliada de la razón”, entrevista en El nudo de
la
red 5, otoño de 2006; puede consultarse en http://salayoukali.blogspot.com.es/2014/04/adios-ernesto-laclau.html
6 Juan Gelman, Valer la pena, Visor, Madrid
2002, p. 40.
7 Otra aproximación –y muy valiosa por
cierto— al problema de la racionalidad ambiental es la que viene desarrollando
desde
hace años Enrique Leff. Véase Leff, “Sobre el
concepto de racionalidad ambiental”, en PNUMA/ ORLPAC: Formación
ambiental. Normativo de la Red de Formación Ambiental
para América Latina y el Caribe, vol. 4 num. 7, mayo-agosto de 2003.
Y del mismo autor: Ecología y capital. Racionalidad
ambiental, democracia participativa y desarrollo sustentable, Siglo XXI,
México 1994; Racionalidad ambiental. La reapropiación
social de la naturaleza, Siglo XXI, México 2004.
8 No podemos dejar de insistir en lo obvio,
por penoso y cansado que resulte. Hace más de treinta años que Nicholas
GeorgescuRoegen advertía: “Algunos críticos [del primer ‘informe al Club de
Roma’, Los límites del crecimiento (1972)] han disminuido
aún más la importancia de Los límites del
crecimiento, debido a que usa un potente instrumental analítico simplemente
para
enfatizar una tautología carente de interés: que es
imposible un crecimiento exponencial indefinido en un medio ambiente que es
finito. La crítica es correcta, pero sólo
superficialmente, pues nos encontramos en una época en que lo obvio debe ser
enfatizado
porque ha sido ignorado durante largo tiempo.” Cito según
el estupendo libro de Óscar Carpintero, La bioeconomía de Nicholas
Georgescu-Roegen, Montesinos, Barcelona 2006, p. 185.
9 Véase por ejemplo Jesús Mosterín,
Racionalidad y acción humana, Alianza, Madrid 1978; o Mario Bunge, Racionalidad
y
realismo, Alianza, Madrid 1985.
10 Una primera elucidación de la noción de
valor en Jorge Riechmann, “En torno a la noción de valor”, anexo 3 de Jorge
Riechmann, Todos los animales somos hermanos, Los
Libros de la Catarata, Madrid 2005, p. 335-354.
11 Recordemos por ejemplo la idea de
racionalidad de Jürgen Habermas en su magna obra Teoría de la acción
comunicativa: una
acción o un enunciado son racionales si pueden, en
principio, justificarse a partir de un debate abierto donde cada individuo
participe en igualdad de condiciones.
12 En la base está el análisis de la acción
social de Weber, donde distingue cuatro grandes tipos:
1. Acción racional-instrumental
(zweckrational, acción orientada por fines; se juzga según criterios de
eficacia).
2. Acción orientada por valores (wertrational,
despreocupada por los fines).
3. Acción tradicional (acciones guiadas por normas
sociales, hábitos, costumbres…).
4. Acción emocional (guiada por emociones y pasiones
como la envidia, el amor, la ambición…).
13 “Actúa racionalmente con arreglo a fines
quien oriente su acción por el fin, medios y consecuencias implicadas en ella;
y para lo
cual sopese racionalmente los medios con los fines,
los fines con las consecuencias implicadas y los diferentes fines posibles
entre
sí.” Max Weber, Economía y sociedad, FCE, Madrid 1993
[edición original en 1922], p. 20 y 21
14 Javier Echeverría, Ciencia del bien y del
mal, Herder, Barcelona 2007.
15 De manera coherente con esta perspectiva,
Echeverría sostiene que “la ciencia del bien y del mal ha de centrarse en el
estudio
de los modos de vivir, más que en los modos de ser.
Estos modos no sólo dependen de las capacidades de cada ser vivo, sino
también del entorno o circunstancia en la que vive.
Entendemos los modos de vivir como sistemas de relaciones, en el sentido de
Frege, sea con uno mismo, con los demás seres vivos o
con el entorno, que no sólo es natural sino también social, al menos en el
caso de los seres humanos. Ese conjunto de relaciones
y acciones que caracterizan la vida está guiado por valores, es decir por
sistemas de funciones axiológicas que son aplicadas
por los sujetos y agentes en las diversas circunstancias que les toca vivir.”
(CBM 206)
16 En uno de los experimentos conceptuales de
CBM, SEAMOS LOBOS, se lee: “Un lobo sin cognición desarrollada no es nada.
Al acechar [acción axiológica básica para el lobo],
ejercemos buena parte de nuestras capacidades mentales (…). Tenemos la
capacidad de sopesar bienes y males, oportunidades y
riesgos. La cultivamos y la
transmitimos. A todos esos procesos los
denominamos racionalidad lobuna” (CBM 82).
17 Señalaremos, de pasada, que desde esta
perspectiva no se verá con simpatía una insistencia excesiva en la falacia
naturalista:
“De los hechos y cambios evolutivos se derivan valores, aunque no sea por vía
lógico-deductiva, sino como emergencia de nuevos sistemas de valores
[encarnados en cuerpos], derivados de cambios genéticos, orgánicos y
ambientales. Si el espacio de capacidades de una especie cambia, también se
transforman los diversos valores básicos que encarna dicha especie” (CBM 94).
“No es que de los hechos se puedan deducir
lógicamente valores, entendiendo por deducción la inferencia de un enunciado a
otro.
Lo que ocurre es que muchos hechos biológicos
expresan valores (…). La biosfera está impregnada de valores, que hay que
analizar y extraer investigando e interpretando los
comportamientos animales” (CBM 100).
enlace a libro completo ( 33 páginas) en
versión PDF: http://rebelion.org/docs/256119.pdf
otros enlaces relacionados:
https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Riechmann
http://amediavoz.com/riechmann.htm
https://nabarralde.eus/es/elementos-para-una-teoria-de-la-racionalidad-ecologica/
(video) https://vimeo.com/114114642
(video) https://canal.uned.es/video/5a6f2d71b1111fd3788b4570
https://wiki.ead.pucv.cl/Lectura:_Hacia_una_racionalidad_ecol%C3%B3gica
https://www.eldiario.es/autores/jorge_riechmann/
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/05/19/hacia-una-teoria-de-la-racionalidad-ecologica/
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