Pueblos de América:
Con la paz no se juega
9 de enero de 2018
Por Javier Tolcachier (Rebelión)
Este 10 de diciembre, el actual presidente de la República Bolivariana
de Venezuela, Nicolás Maduro, asumirá de pleno derecho su segundo mandato.
Derecho y mandato otorgado por más de 6 millones de venezolanos en las últimas
elecciones, en la que venció por amplio margen al ex gobernador del Estado Lara
Henri Falcón, al pastor Jorge Bertucci y a Reinaldo Quijada.
En esa
elección votaron 9.389.000 personas, representando algo más del 46% del total
del padrón electoral. Una cifra relativamente baja para Venezuela, que suele
ostentar porcentajes de participación mucho más altos que la mayor parte de los
países de En 2018, los sectores de oposición radical decidieron no presentarse denunciando irregularidades en el proceso como adelantamiento de la fecha electoral, cortedad de tiempos de campaña, conformación parcial del Consejo Nacional Electoral, no participación de “misiones electorales independientes” (sin duda en referencia a la OEA, organismo financiado en un 60% por EEUU), la existencia de inhabilitaciones formales y de acceso igualitario a los medios de comunicación públicos y privados. Llamaron a la abstención y al boycott electoral.
De haber sido así, en realidad, nada hay en estas quejas que no suceda habitualmente en las democracias capitalistas, en las que la derecha y los partidos conservadores siempre llevan
Sin embargo, lo que la oposición venezolana nunca dijo – entre sus denuncias de “falta de democracia”- es que ella misma viene generando acciones golpistas desde el mismo 2 de Febrero de 1999, en
Que con el mismo fin se propusieron bloquear medidas estratégicas de gobierno a partir de su mayoría en
Lo que la oposición nunca denunció fueron los intentos golpistas de minúsculos grupos armados contra instalaciones del Estado o las intrigas de militares sediciosos, ni tampoco rechazó con la firmeza necesaria el magnicidio frustrado contra el primer mandatario legítimo de
Lo que la misma oposición calla, en conjunto con los países gobernados por la derecha y agrupados en el Grupo de Lima, es que la elección -como lo señaló horas después del evento la corresponsal de Pressenza Rosi Baró- se produjo en el contexto de “una hiperinflación inducida por el dólar paralelo, con un escandaloso remarque diario de precios que vuelve sal y agua el salario, un bloqueo económico que impide el arribo de alimentos y medicinas y genera desabastecimiento y hambre en los más vulnerables; Acaparamiento y contrabando de productos subsidiados con la intención de generar descontento y malestar cotidiano en la población; Contrabando de gasolina y dinero en efectivo hacia Colombia; Sabotaje descarado apoyado y aupado por el gobierno vecino. Y como si todo eso no fuera suficiente, con un paro de transporte el día de la votación“.
Lo que el cartel de medios privados mundiales nunca declaró, es su absoluta responsabilidad en la demonización de gobierno de Nicolás Maduro, con miles de notas insidiosas y concertadas en las que no se mencionaron las conquistas sociales, las mejoras en la salud, la educación o
Lo que la oposición no dice, ni dirá, es que más allá de las contradicciones evidentes y hasta lógicas que produce toda revolución, su accionar ha sido monitoreado y maniobrado por agencias extranjeras, por intereses injerencistas, que no tienen que ver con los intereses de la población venezolana, que comenzó a tomar conciencia de su propia fuerza y sus derechos inalienables gracias al empuje del chavismo.
La democracia venezolana ha atravesado en 20 años 23 procesos electorales, incluyendo revocatorias de mandato, elecciones de Asamblea Constituyente, municipales, regionales, legislativas y presidenciales. Con errores y aciertos ha demostrado ser fiel a la voluntad popular. Para erigirse en fiscal o juez de sus bondades o carencias, habría que contar con credenciales con las que el sistema democrático hoy, como puede verse, no cuenta.
Lo que sí nos compete y con urgencia, es alertar sobre el riesgo que corre la paz en nuestra región y la responsabilidad de cada uno de salvaguardarla.
Los peligros que corremos
Es innegable el avance de la derecha política, del macartismo y los discursos de intolerancia y odio. No se puede ocultar que, entre los principales críticos del gobierno de Venezuela se encuentran exponentes de la violencia descarnada como el militarismo al acecho en el gobierno electo de Brasil o el paramilitarismo latente en la real gobernanza de
Pero sobre todo ello, el sello que lleva esta ofensiva contra los gobiernos de izquierda de la región, es el interés estadounidense de desterrar a la competencia china de América Latina y el Caribe, de barrer con todo bloque de integración regional e internacional que se oponga a su irracional apetencia imperial, además de disponer a sus anchas de una enorme riqueza de recursos, que le permita recuperar terreno en la esfera económica y geopolítica.
El propósito de esta reacción no ha sido en absoluto respetuoso de procedimientos democráticos, salvo cuando éstos los beneficiaban. Por el contrario, la regla ha sido infringir la legalidad, manipulando mediáticamente la opinión pública, persiguiendo y marginando opositores, financiando actores afines, convalidando elecciones fraudulentas, promoviendo activamente cambios de gobierno e invadiendo naciones independientes, como ha quedado demostrado a lo largo de toda la historia regional y mundial.
Desde esa perspectiva se ha ido asfixiando al pueblo venezolano, creando un cerco diplomático, mediático, económico y militar, para debilitar el apoyo popular y de las fuerzas armadas al gobierno bolivariano.
Pese a que todo esto ha alcanzado proporciones muy serias, no ha logrado desestabilizar a un amplio núcleo revolucionario, que reclama transformaciones y autocrítica, pero sigue apostando por un camino que permita profundizar las conquistas alcanzadas y retomar la senda de un mayor empoderamiento popular y consiguiente descentralización del poder.
Sin embargo, la actual configuración de fuerzas políticas en la región, la desesperación opositora, la avidez estadounidense y cierto cansancio en parte de la población por las circunstancias económicas adversas, podrían derivar en el peor escenario: escaramuzas de bandera falsa o acción mercenaria en zonas fronterizas que encendieran la chispa de un incendio difícil de apagar.
Prevenir la guerra en América Latina y el Caribe
Cualquier conflicto armado en Venezuela devendría en guerra civil con incontables muertos, heridos, mutilados, la paralización económica y la destrucción extendida de infraestructura.
Cualquier escenario armado en Venezuela desplazaría a millones de personas, generando una correntada enorme de refugiados hacia otros países de
Una confrontación bélica en América Latina fortalecería en todos los países el nacionalismo y la intolerancia, produciría un aumento automático en los presupuestos y en el protagonismo militar, reduciendo aún más las posibilidades de desarrollo y de democracia. Los beneficiarios sería los mercaderes de la muerte, los fabricantes de armas y de ningún modo los pueblos.
La guerra oscurecería los conflictos sociales, dirigiendo la mirada a una confrontación ficticia entre hermanos, beneficiando así al poder establecido.
La explosión de un evento armado desataría una peligrosa polarización, con la sumatoria en bandos de fuerzas aliadas, lo cual desembocaría en un conflicto internacional cuya extensión es difícil de calcular. Cada estallido, en la situación actual de intemperancia y competencia en el tablero mundial, puede escalar y producir un dominó de dimensiones globales.
La derivación de un acontecimiento tan fatídico sería el inmediato recorte de toda libertad personal y el ejercicio brutal de
Cualquiera fuese el supuesto vencedor de tan mortífera contienda, el resultado sería un aumento del resentimiento, la desunión y la imposibilidad de construir bienestar social. Las guerras no traen ganadores ni democracia, sólo pobreza, hambre, dependencia y deseos de venganza.
¿Hace falta abundar más? Sí, pero en el
diálogo, en el esclarecimiento, en la concertación, en la resolución pacífica
de conflictos, en la convergencia de la diversidad, en propuestas que conlleven
creación y no destrucción. Es necesario abundar en la superación de la
injusticia, la desigualdad, la discriminación y toda forma de violencia. Hace
falta abundar desde todos los pueblos de América, latina, caribeña y también
desde los pueblos del Norte, en la irrestricta defensa de la Paz. A eso estamos
llamados. De eso somos responsables.
Javier Tolcachier es investigador del Centro de Estudios
Humanistas de Córdoba y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza.
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