“La unidad que posee más valor es la unidad
interior de los y las de abajo”.
19 de octubre de 2018
Por Miguel Mazzeo
Presentamos una entrega del dossier “Alternativas populares en
debate” donde luchadores sociales e intelectuales críticos comparten su mirada,
el análisis y su pronóstico para el ciclo de luchas necesario para una
transformación profunda de la sociedad. Compartimos las opiniones de Miguel
Mazzeo *
1) ¿Ve una posibilidad de
eventual “vuelta” de gobiernos progresistas en Latinoamérica? ¿Qué implicancias
o viabilidad tienen estos “modelos” hoy? ¿Se agotó el denominado ciclo
progresista?
Consideramos muy probables los intentos de reedición de las experiencias
progresistas, en Argentina y en la región. El asunto a dilucidar es si podrán ser lo
que fueron, si se podrá replicar el “pacto progresista”. También son posibles
los experimentos noveles que asuman ese horizonte. Habría que ver, por ejemplo,
que rumbos toma el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en México.
Frente a la ofensiva de la derecha, las experiencias progresistas
pretéritas no hacen más que incrementar su “cotización”. Sus limitaciones pasan
a segundo plano y el contraste realza sus realizaciones, sus avances. La
derecha impiadosa, desquiciada, ha bajado el piso en todos los órdenes,
incluyendo el de las anomalías. Frente a la valorización financiera, se exaltan
los modelos “productivos” neo-desarrollistas. Frente a un Estado colonizado por
CEOs y el Fondo Monetario Internacional (FMI), se reivindica al Estado burgués
convencional, “capitalista colectivo” y reproductor de la preeminencia de la
clase dominante pero a través de mediaciones y transacciones. Frente al
derroche de la renta, recuperan algún prestigio las viejas vías que intentaron
transformar la renta en acumulación (aunque no lo lograron).
A pesar de esta “ventaja”, consideramos que, en el actual contexto
histórico regional y mundial, los proyectos políticos que asumen el horizonte
de la conciliación de clases antagónicas tienen alas de plomo. No existen
condiciones materiales y geopolíticas para conformar alianzas pluriclasistas
(por lo menos no de una heterogeneidad tan extrema) capaces de garantizar
nuevas gestiones progresistas del nuevo ciclo.
¿Existen condiciones para la implementación de una política capaz
de dar cuenta, al mismo tiempo, de los intereses de las fracciones del capital
local y trasnacional más poderosas y de algunos intereses básicos de las clases
subalternas? ¿Es posible un nuevo ciclo que combine la valorización del capital
(el aumento de la riqueza y de los ricos) con la redistribución del ingreso (la
disminución de la pobreza y la “inclusión” de la clase trabajadora y las clases
populares en general al mercado? ¿Podrá reeditarse el pacto progresista en las
actuales condiciones, sin auge de commodities, sin superavit comercial, sin
nuevas fuentes de renta extraordinaria, sin que medie un ciclo expansivo de la
economía capitalista y un periodo relativamente largo de valorización
exportadora?
Los nuevos escenarios parecen adversos para las vías que promueven
las concesiones “a dos puntas” características del primer ciclo
progresista: la “internacionalización, centralización y concentración del
capital con redistribución” o los “beneficios extraordinarios para el capital
monopólico con inclusión social”.
Todo indica, además, que, en el tiempo que se avecina, tendrá
menos sustento la idea de un Estado que, en los marcos del sistema, asuma la
función de reemplazo de la burguesía industrial e impulse el desarrollo
económico y social. También se hará más difícil la articulación de las
retóricas nacional-populares con los proyectos que no asuman abiertamente el
compromiso de recortar el poder económico, social, político y cultural del
capital.
2) ¿Qué caracterización
hace del avance de gobiernos de derechas en los países de Nuestramérica? ¿Se
puede hablar de una crisis de esos proyectos en la región y/o del macrismo en
la Argentina?
Debemos reconocer aquellos costados de las experiencias
progresistas que generaron condiciones para el avance de la derecha. Es un
ejercicio –crítico o autocrítico según corresponda– indispensable para subir la apuesta. La fórmula
del pacto progresista: “distribución sin politización de masas” (o politización
vertical y acotada), fue absolutamente funcional a la derecha. Luego , el
pacto progresista no promovió espacios de participación popular directa, de
auto-gobierno popular; por el contrario, se fortalecieron los pilares del viejo
Estado y los aspectos ficcionales y emotivos de la democracia. Se
limitaron las posiciones de los espacios populares alternativos. Los ejes del
progresismo fueron el realismo y el acompañamiento al sentido común de las
clases subalternas y oprimidas en el marco del capitalismo democrático. Se
apostó a una recomposición desde arriba del vínculo entre el Estado y las
clases populares.
El proyecto de la derecha, el horizonte de la totalización del
mercado, dirigido por el macrismo (y el FMI), se muestra inviable. La crisis
económica que se expresa en recesión, inflación, devaluación, endeudamiento
externo (con riesgo de default), tarifazo, desempleo (la tasa mas alta en 12
años), deterioro de los salarios, etc., intenta ser conjurada con políticas que
no hacen más que profundizarla. Además, se nota cada vez más el vacío de poder
político y axiológico, lo que augura una opción por las respuestas represivas,
por las iniciativas autoritarias con persecución a los opositores y
proscripciones.
Sin ninguna destreza hegemónica, a la derecha representada en la colación Cambiemos
sólo le queda intentar construirla a partir de disvalores, a partir de las
violencias estructurales arraigadas en ciertos sectores de la sociedad, a
partir de lo siniestro. Las vías de avance de la derecha exigen grados de
disciplinamiento social (y de ruptura de solidaridades sociales básicas) muy
altos. Así lo demuestran los países de la región donde el proyecto de la
derecha parece más consolidado y luce más sólido. Luego, esas vías reclaman
otros aparatos y otras mediaciones, que sin dudas existen en la Argentina, pero
pertenecen a un universo político diferente al macrismo.
3) ¿Qué actores sociales y
diferentes proyectos políticos aparecen como alternativas al macrismo?
En cuanto a los proyectos políticos, aparecen en primer lugar
quienes reconocen abiertamente la condición de “ajustadores heterodoxos”:
sectores de la derecha peronista (Peronismo Federal, menemismo y duhaldismo
residual, y especies similares) y otros vinculados a Sergio Massa que asumen lo
“nacional” como el “centro” político y que, más allá de algunos matices,
comparten los aspectos centrales del programa de la derecha. Se trata de
una propuesta conservadora y reaccionaria. El recambio “peronista” previsto por
el establishment. Se trata de un panmacrismo que ahora no tiene otra
alternativa que diferenciarse del oficialismo. Sea quien sea su candidato o
candidata, contará con el soporte de los medios de desinformación, el poder
judicial, y otros factores de poder.
Luego el kirchnerismo, con sus nuevos aliados (kirchneristas
tardíos), más un sector flexible del Partido Justicialista que promueven el
retorno a una especie de proyecto nacional popular “productivo” y democrático
en el marco de una alianza social y política muy amplia y heterogénea pero que
está en condiciones de incluir a franjas extensas de la clase trabajadora y el
pueblo, en especial a los sectores más perjudicados por el ajuste,
prácticamente su vértice: las distintas categorías de asalariados del sector
formal y los sectores de la economía popular. Es el proyecto de la reedición
del pacto progresista.
Finalmente, existen diversos sectores de la izquierda
anticapitalista que han señalado las limitaciones del pacto progresista, su
función reproductora del sistema más allá de los avances que promovió en
diversas áreas. Se trata de sectores que están jugando un rol importante en la
resistencia a las políticas de ajuste y a los proyectos reaccionarios del
gobierno, pero que no logran conformar un proyecto propio con capacidad de
masificarse y ser reconocido como opción de poder. En su interior existe un
corte (con un espacio difuso en el medio) entre aquellas organizaciones que
asumen una configuración alternativa y radical (socialista) de lo
nacional-popular y que están atentas y dispuestas al acompañamiento de las
experiencias concretas de las clase trabajadora y el pueblo, a sus mecanismos
de resistencia y rebeldía; y otras organizaciones que rechazan esa
configuración y que desestiman las experiencias populares junto a los mecanismos
de resistencia y rebeldía que se desarrollan por fuera de sus marcos
organizativos e ideológicos puristas y estrechos. Asimismo, forma parte de la
izquierda anticapitalista un conjunto extenso de colectivos sociales/populares
que desestiman las escalas macro-políticas y priorizan entornos comunitarios
limitados.
Un interrogante crucial es sí la heterogeneidad del espacio que
promueve la reedición del pacto progresista permitirá el desarrollo de bloques
consistentes desde el punto de vista ideológico y orgánico, bloques que hagan
posible el desarrollo de políticas populares en el actual contexto. En caso de
que no lo permita, en el caso de que sea imposible para una nueva gestión con
ímpetus progresistas la reproducción de sus anteriores funciones estabilizadoras
del sistema, no quedan muchas alternativas: o el intento de reedición del pacto
progresista da lugar a versiones raquíticas, situadas a la derecha de la
primera versión, o se abrirán las posibilidades de una radicalización del
proceso que implicará una politización de las luchas sociales, una
socialización de las luchas políticas y la asunción de horizontes
anticapitalistas. En cualquier caso se romperá el pacto progresista y la
alianza pluriclasista.
Pase lo que pase resultará clave el rol de las organizaciones que
promueven políticas antiimperialistas, anticapitalistas y antipatriarcales,
dado que se puede abrir un espacio de confluencia entre los sectores que asumen
lo nacional-popular en clave radical y socialista y los que descubran que esa
clave es la única posible para el ejercicio efectivo de lo nacional-popular,
desestimando los roles subordinados en frentes políticos compartidos con
fracciones de las clases dominantes, rompiendo definitivamente con las formas
más perversas e infamantes de la reciprocidad política.
4) ¿Con qué ejes políticos y
con quienes debería articularse el movimiento popular para enfrentar a la
derecha y poner en pie una alternativa anticapitalista? ¿Podría mencionar
medidas y/o propuestas concretas?
En primer lugar habría que realizar un balance de las experiencias
progresistas. Si no se reconocen las limitaciones congénitas del pacto
progresista, peor aún, si esas limitaciones se erigen en horizonte político, se
corre el riesgo de asumir posiciones fatalistas y conformistas. Un primer eje
sería romper con los sueños estandarizados y las fantasías políticas enlatadas.
Más allá de las articulaciones defensivas más amplias, de la
acción unitaria contra las políticas de ajuste, entrega y represión, será
fundamental construir la unidad política popular en torno a un proyecto y unas
prácticas que impulsen cambios de fondo. Construirla en torno a la lucha, la
imaginación, la democracia de base y la autonomía popular. Si la unidad gira en
torno a la construcción colectiva de un proyecto antiimperialista,
anticapitalista y antipatriarcal, seguramente se podrá enfrentar a la derecha
en las mejores condiciones posibles y, sobre todo, se podrá construir una base
más sólida (un sentido, una visión histórica) para encarar el ciclo
subsiguiente.
La unidad que posee más valor es la unidad interior de los y las
de abajo. La unidad que coloca al conflicto en un piso más alto y no la que
busca conjurarlo. Ese es un momento disruptivo y estimulante de la unidad que
promueve las relaciones más genuinas y productivas. La unidad que se presenta
como superior al conflicto es un a unidad abstracta y está hecha a la imagen y
semejanza del poder.
En cuanto a las propuestas concretas, mencionamos sólo algunas en
un sentido muy general:
1) Salirse de la serie que hilvana falsas opciones: modelo
neoclásico o modelo keynesiano, modelo neoliberal o modelo neo-desarrollista,
capitalismo off-shore o capitalismo pos-neoliberal, gestión directa de los
asuntos de las clases dominantes o gestión mediada y negociada de los mismos.
2) Reconocer el carácter sistémico de la crisis del capital,
asumir que lidiamos con un sistema que incrementará sus rasgos depredadores.
3) Superar los condicionamientos estructurales y frenar el círculo
vicioso reproductor de la dependencia. El Estado deberá asumir un rol clave
en el desarrollo y el control de áreas estratégicas: servicios básicos,
infraestructura, comercio exterior e interior, etc., al tiempo que deberá
impulsar la consolidación de una amplia red de economía popular y espacios
reproductores de la vida, restauradores de los bienes comunes y de una cultura
material no capitalista y ecosocialista. Aunque se minimice el predominio en la
industria de sectores concentrados a manos del capital extranjero, aunque se
pase por alto su marginalidad en las cadenas globales de valor, aunque invada
la amnesia respecto de los compromisos extractivistas de los modelos
neo-desarrollistas, las políticas económicas del pacto progresista estuvieron
muy lejos del antiimperialismo y el nacionalismo que, en algunos casos,
declamó. El peso adquirido en las últimas décadas por el gran capital
transnacional muestra que estos gobiernos también se apartaron del
“nacionalismo empresarial”, o que en todo caso, este resultó impotente frente a
las tendencias macro-económicas globales.
4) Realizar profundas reformas en los planos agrario, tributario,
financiero y comunicacional; reformas que modifiquen las relaciones de
propiedad y las viejas lógicas. Se trata de reformas que, seguramente, exigirán
algo muy parecido a una revolución.
5) Priorizar la distribución primaria del ingreso por sobre la
redistribución secundaria, el acceso masivo a los bienes sociales
(tierra, vivienda, alimentación, salud, educación) más que el acceso a
los bienes de consumo individual.
6) Avanzar en una revolución cultural, en la
educación-emancipación política del pueblo, con el fin de liberar a las
conciencias de la colonización que les impone la mercantilización, el
consumismo, el utilitarismo y la individuación egocéntrica. Recuperar las
energías cognitivas del pueblo y la “plusvalía política” succionadas por el
capital. Vale tener presente que el capitalismo es un molde epistémico, es
decir: también es una forma de pensar el mundo, de aprehender la realidad y de
concebir la acción.
7) Auspiciar las culturas materiales y los vínculos solidarios y
cooperativos que se erigen en disidencias prácticas frente a la economía
capitalista y sus lógicas productivas, favoreciendo las formas del protagonismo
social directo y de la autonomía popular.
8) Asumir los ítems de la agenda propuesta por el movimiento de
mujeres: aborto legal, seguro y gratuito; separación de la iglesia del Estado,
etc.; con el fin de conquistar derechos civiles plenos y para recortar los
espacios materiales y simbólicos del heteropatriarcado. Las reivindicaciones
del movimiento de mujeres poseen carácter político estratégico dado que nos
convocan a desprivatizar y desenajenar.
9) Deslastrarse de las elites políticas que se constituyen en
intermediarias de un sistema al considerarlo definitivo e incuestionable y para
quienes la política se reduce a un debate en torno al grado de agresividad de
un mismo patrón de acumulación. Esto es, debemos superar las lógicas verticales
y las direcciones componedoras de los y las comisionistas del poder que buscan
administrar la lucha de clases para perpetuar sus beneficios de casta, de los
gestores y las gestoras de lo dado. Para esto se requiere organizaciones y
políticas que estén a la altura del desafío del proyecto civilizatorio propio y
alternativo (que asuman la cuestión del poder). Sólo así las experiencias de
los y las de abajo será auténtica praxis popular y no mero activismo plebeyo.
Con la mediación de punteros, fiolos, narcos y especies similares será
imposible avanzar en un proyecto popular. No son, precisamente, instancias
creadoras de comunidad ni favorecen los procesos de “empoderamiento” de los y
las de abajo.
10) Promover cambios sustanciales en las relaciones de fuerza,
para que las posiciones conquistadas por la clase trabajadora y el pueblo
adquieran solidez y sirvan de tarima para otras conquistas, para que sean
impermeables a las lógicas clientelares y prebendales desde arriba y para que
no queden atadas a los buenos oficios de una gestión sensible y piadosa.
5) ¿Qué rol juega la
institucionalidad democrática actual en la construcción de alternativas
populares?
Cada vez son más claros los signos que presentan a la
institucionalidad vigente como una trinchera de la reacción. Por eso es
cada vez más absurdo profesar el institucionalismo abstracto. Ciertas
instituciones se tornan monolíticas, se van delineando como espacios donde se
reproduce el verticalismo, el clientelismo, y los formatos mercantiles, de este
modo, disminuye su porosidad en relación a los intereses populares. Se puede
identificar una contradicción cada vez mayor entre las instituciones y la
democracia, entre la democracia como forma de gobierno y la democracia como
Política. Las instituciones típicas de la democracia liberal son cada vez menos
democráticas. Los parlamentos, el poder judicial, los medios de comunicación,
las estructuras sindicales, etc., se han consolidado como trincheras de los
grupos de poder, de la derecha, que puede darse el lujo de ser profundamente
antidemocrática invocando los procedimientos de la democracia. Por
eso es fundamental plantearse una transformación radical de las instituciones
para hacer posible la lucha por la democracia y el desarrollo de una
institucionalidad paralela para hacer posible la democracia. Hablamos de
una democracia radical, sustantiva, que modifique la racionalidad del sistema
de dominación.
El desarrollo de una democracia participativa y protagónica, la
conformación de un movimiento popular que ejerza el autogobierno desde abajo,
será uno de los pilares de la resistencia popular y el punto de apoyo de otras
iniciativas vinculadas a la democratización de la economía, el control popular
de los medios de producción, la construcción de sistemas económicos comunales,
etc..
Para desplegar una auténtica política nacional-popular y
democrática es una condición necesaria ir más allá de las instituciones del
Estado liberal. Los “golpes blandos” o las injusticias perpetradas por el poder
judicial, las operaciones destituyentes de los grandes monopolios que se
escudan en la “prensa libre”, demuestran que esas instituciones se vuelven en
contra de cualquier proceso popular, aunque sea tibio y moderado.
*Miguel Mazzeo. Profesor de Historia y Doctor en Ciencias
Sociales. Docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad
de Lanús (UNLa). Escritor, autor de varios libros publicados en Argentina,
Venezuela, Chile y Perú. Participa en espacios de formación de movimientos
sociales y organizaciones populares de Argentina y Nuestra América. Colaborador
de los portales Contrahegemoníaweb, Resumen Latinoamericano ,
Rebelión y La Haine, entre otros.
Fuente: http://contrahegemoniaweb.com.ar/la-unidad-que-posee-mas-valor-es-la-unidad-interior-de-los-y-las-de-abajo/
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