Se va a caer
28 de diciembre de 2018
ENTREVISTA | En momentos en que la
escena política está pasando de las manos de los varones a las mujeres, la antropóloga Rita Segato
plantea la urgencia de nombrar retóricas emergentes que identifiquen una nueva
politicidad surgida de las luchas feministas. El desafío de los feminismos,
señala, es construir una sociedad nueva, des-generada y despatriarcalizada, que
cambie el rumbo de la historia.
Por Verónica Gago
¿Qué es hacer política en medio del colapso patriarcal? Con esta
pregunta y en conversación como modo del pensamiento, como propicia Rita
Segato, las palabras se disparan buscando un vocabulario para lo que la marea
feminista no para de hacer emerger. Su mamá, cuenta, se asustaba de lo que
llamaba su “lengua viperina”: de encantamiento y de maldad. De poder construir
y destruir realidades con la palabra. “Estamos viendo emerger una realidad bajo
nuestros ojos y tenemos que darle nombre, generarle retóricas, porque es una
política que se distingue de la ficción institucional de lo que se llama
convencionalmente política”. Esa politicidad emergente está transtocándolo
todo. ¿Cómo cambia la política con la entrada en escena de una politicidad de
las luchas feministas en las calles, en las casas y en las camas?
¿De qué tipo de política hablamos?
Una vez que algo que es parte de nuestra experiencia vivida es
nombrado, pasa a obtener un status de existencia como parte de la realidad. Es por eso
que todos los autoritarismos intentan siempre ejercer un control muy grande
sobre las palabras. En este momento, la escena política está pasando de las
manos de los hombres a las de las mujeres y necesitamos escudriñar y nombrar
todo lo nuevo que hay en este tránsito de la historia. La política
está frente a una nueva era, y lo que va a reencaminar la sociedad hacia otro
horizonte histórico, con más bienestar para más gente, no va a ser el camino
que siempre hemos seguido, que es tomar el Estado para desde allí reencaminar
la historia, porque ese camino hasta ahora nos ha venido fallando. Se intentó
atraer la adhesión de la gente a los progresismos por medio de dar más acceso
al consumo, pero eso fracasó estrepitosamente en Brasil y en Argentina… y en
otros países, como Bolivia, parece no estar causando el efecto esperado.
Creo que esto tiene que ver también con el papel de las economías ilegales, con su expansiónvinculada a dinámicas de consumo justamente, y con lo que significan los Estados enAmérica latina. Son elementos de balance central para la última década, ¿no?
En un continente donde los Estados nacionales son el resultado de
la historia de las sociedades, con sus conflictos, sus guerras y alianzas, como
es en Europa, la
relación Estado-Sociedad es muy diferente a la de nuestros
países. Los verdaderos héroes de nuestras independencias murieron asesinados,
exilados o en el más absoluto abandono y ostracismo, y las élites criollas, de
identidad ambigua e insegura, junto a sus amanuenses, fundaron repúblicas de
doble llave operativa para recibir la transferencia de los bienes coloniales de
ultramar a la administración en territorio. Construyeron así un aparato estatal
como recipiente para la transferencia de los bienes coloniales –la tierra, los
minerales y la mano de obra– de la sede ultramarina a la sede regional. Solo se
trató de un cambio de manos, de un cambio en la gerencia nada más…. Es por eso
que la gestión criolla nunca dejó de mantener una relación de exterioridad con
relación a lo administrado, por eso podemos decir que nunca dejaron de tener
una relación colonial con lo administrado. Los estados arquitectados de esa
manera procedieron entonces a inventar sus naciones y trazar las sospechosas y
artificiales líneas de puntos que conocemos.
En ese sentido se originan como Estados contra la sociedad.
Exacto. Es por eso nuestras sociedades, los pueblos que la forman,
nunca se sienten parte del Estado, ni aunque voten. Más bien solo le temen al
Estado. Y estados formados así, con su fragilidad constitutiva, fundacional,
presentan una vulnerabilidad extrema a la inflación de la esfera para-estatal
de control de la vida. En
nuestros países, el estado de excepción y la dualidad del estado también
inherentes a la gestión de la vida de los países europeos, es decir, las llaves
alternativas de control de la sociedad en situaciones de excepción, se
hipertrofian con una facilidad extraordinaria. Nuestras repúblicas presentan
una vulnerabilidad constitutiva a esa hipertrofia y a la instalación de una
esfera para-legal, para-militar, para-económica y para-política de control de
la vida de sectores cada vez más amplios de la población.
Y eso es perceptible, ¿verdad?
Sin duda. En México, inclusive, los sectores críticos prefieren
hablar de un narco-estado, fundiendo en una entidad única e indisoluble el
control criminal y estatal de la
vida. Yo prefiero conservar la diferencia, es decir, las dos
categorías, la de estado y para-estado y no adherir a la fusión de ambas.
¿Por qué?
Porque en la representación social dominante, en los esquemas
sociales de todxs nosotrxs, el Estado existe. Entonces, existe una
institucionalidad y una ley. Esa fe estatal mantiene en pie y hace posible la
interacción social en muchísimos espacios, aunque es constatable que el Estado
opera a dos aguas. Pero eso siempre fue así porque las elites lo armaron, lo
arquitectaron, para operarlo legal y para-legalmente, en un registro o en otro.
Entonces, prefiero hablar de Estado y de para-estado porque la diferenciación
entre ambas estructuras de control social se encuentra todavía vigente como
representación en las conciencias de las personas, en el recurso formal a la
Justicia de Estado y en la persistencia constatable de algún nivel de fe
institucional. De cualquier forma, a lo largo de mi camino estudiando el tema
de los feminicidios y observando la expansión y transformación de la escena
violenta en México y el Triángulo Norte de América Central (El Salvador,
Guatemala y Honduras) fui percibiendo la transformación de la relación entre
Estado, Para-Estado y Sociedad. En Ciudad Juárez, que fue mi primer trabajo en
la región, percibí cómo operadores del Estado, es decir, personas insertadas en
la gestión pública, funcionaban como prótesis del para-Estado. Lo describí
diciendo que había vasos comunicantes muy bien irrigados, adherencias, entre la
esfera para-estatal y la esfera estatal de control de la vida. Diversas
formas de enriquecimiento no lícito: parte del lucro de las maquilas y los
diversos tráficos –de substancias, personas y capitales no declarados en su
camino de atravesamiento hacia los bancos del Norte– producían una
para-economía a la sombra de la protección de gestores actuando en el campo
estatal, que necesitaba a su vez de una fuerza para-policial de protección de
esos bienes y de un mancomunamiento estrecho y pacto de silencio entre todos
los involucrados. Era claramente el crimen organizado extendiendo sus
tentáculos y atrapando actores del campo estatal.
Algunos años después, ya conceptualizas esto de otra manera…
Cuando estoy escribiendo mi texto sobre las nuevas formas de la
guerra y el cuerpo de las mujeres, comprendo que ha sucedido un cambio en esa
escena. ¡Fue literal!, sucedió al digitar uno de los subtítulos del ensayo. Al
escribir el subtítulo “La captura del Estado por el crimen organizado”
refiriéndome al carácter de proteico de algunos elementos del campo estatal que
operan teledirigidos por actores criminales, súbitamente me dí cuenta de que
ese subtítulo ya no describía la realidad, ya no nombraba lo que realmente
existía, y lo cambié. De forma que ahora esa sección del ensayo se llama “La
captura del crimen organizado por el Estado”. Es el Estado el que ya en ese
momento captura y burocratiza el crimen, las fuentes de ingresos que la
política de Estado necesita. Y vemos que hay un momento en que el bandido social,
anti-estatal, al estilo Pablo Escobar, deja de existir; aunque cruel, ese
bandido representaba un papel antagónico para las elites operadoras del Estado.
Hay un momento en que eso cambia y el Estado coloniza, burocratiza el crimen.
En 2006, mafias locales junto a sicariatos locales, corporaciones armadas que
prestan servicio, contaban con operadores del estado que los asistían de varias
formas – eso se muestra claramente en la cooperación de esos actores del campo
estatal por el encubrimiento y la manipulación de evidencias en los
feminicidios. Ahora, las elites operadoras del aparato estatal son las que
conducen la operación criminal. Ha habido un cambio.
¿Qué es lo que cambia ahora con el feminismo? ¿Cómo interviene frente a esta complejaimbricación de violencias y economías?
El feminismo desarma la política matona. Lo que cambia con el
formato de la politicidad femenina es que forma parte de otra historia, es que
pone fin a la política matona. Por eso es tan insoportable cuando vemos a una
feminista haciendo política matona sin darse cuenta de que es la del otro lado
de la historia porque esa política matona cuenta para su producción y su
accionar con el recurso humano de la población masculina formateada por el
mandato de masculinidad. Si se desmonta el mandato de masculinidad se acaba la
política matona.
¿Cómo caracterizarías esa política?
El matonismo político es una característica muy fuerte de nuestro
país. Uno de los síntomas de ese matonismo que se articula con la política son
las barras bravas, mano de obra disponible para la política matona. Están en la
economía y en la política.
Y el peligro es que se están pareciendo demasiado a las
maras, son proto-maras y, si se expanden, podrán ofrecer un riesgo enorme para
la salud de la sociedad.
Son una presa fácil para convertirse en lo que es hoy el
cáncer del Triángulo Norte de América central. Una vez que se instala eso no se
desinstala más. Es lo complicado de El Salvador por ejemplo. La mara no es el
crimen organizado, sino que es reclutada por el crimen organizado. Las maras
son más próximas a las falanges pero sin un ideario otro que su propio poder de
control social y territorial. ¿Cómo se evita la reproducción de ese mal social?
Es algo que me saca el sueño. Es ahí que el desmonte del mandato de
masculinidad es fundamental en las escuelas, en los barrios y en las
organizaciones.
Me parece entonces que una relación clave es entre mandato de masculinidad y un modoespecífico de “mano de obra” que tiene que ver con cierta articulación entre economíaslegales, para-legales e ilegales.
Tal cual. Porque la mano de obra bélica para ese mal social del
que hablo es formateada por el mandato de masculinidad y su pedagogía de la crueldad. Por eso,
una política en clave femenina, primero, no puede ser matona y, segundo, va a
cambiar la historia porque va a impedir que se reproduzca ese modo de hacer
política. ¿Te parece interesante?
Me parece fundamental para pensar un momento donde el salario deja de ser la forma deestructuración de la autoridad masculina y esa autoridad busca afirmarse desde otraseconomías.
Total, porque el mandato patriarcal va a formatear unos niños que
se van a disponibilizar para este tipo de actividades que organizan la
reproducción de la vida con estas lógicas.
Esas lógicas evidencian al salario como institución precaria, intermitente y cada vez másvista como un “privilegio” para ciertos sectores sociales. Asegurar la reproducción de la vidapor fuera del marco salarial sería lo que fusiona mandato de masculinidad con nuevaseconomías.
Se necesitan otras formas de producción de riqueza y otros canales
por los que fluya el dinero. En ese sentido, hemos visto cómo se falló en el
intento institucional de sanear las fuerzas de seguridad. Hay que cruzar ambas
cosas y entender a qué venimos las mujeres con una nueva forma de hacer
política. La política matona no puede prescindir ni de barras bravas ni de
fuerzas de seguridad que actúan simultáneamente dentro del orden policial y
dentro del orden para-policial. Todo eso se cae si nosotras conseguimos dar un
nuevo rumbo a la forma de hacer política. Hilamos, tramamos, tejemos la
política dentro de la sociedad, construimos una sociedad nueva, des-generada,
despatriarcalizada. Ese es nuestro trabajo, y va a incidir directamente en el
formato de la política y en el rumbo de la historia.
¿Y cómo se cruza esto con las formas de violencia contra las mujeres?
No es que nos matan porque necesitan matarnos. Nos matan porque la
producción de masculinidad necesita de un espectáculo de crueldad que relate su
existencia y su presencia como fuerza a cargo del control social. Y esto está
en la sociedad y no en el Estado. Por eso es necesario cambiarlo en la sociedad. No se
cambia desde el Estado. En este momento la lucha política es en la sociedad y
pasa por nuestra acción. Ha caído en nuestras manos por el rotundo fracaso de
todos los intentos cuando estuvo en otras manos. Por eso siempre digo: “ningún
patriarcón hará la revolución”. ¿Por qué? Porque lo han intentado varias veces…
sin jamás llegar a destino. Con el patriarcado en pie, no se reorienta la
historia en dirección a una sociedad menos opresiva y más benigna.
¿Qué tipo de estructura tiene lo nuevo?
Hablemos de la emergencia de la ex hijas de genocidas. Me
impresiona como emerge ese colectivo, de forma espontánea, con el intento de
impunidad del 2x1. Eso sobreviene cuando al Estado se lo ve fallar. El Estado
había apoyado mecanismos de justicia y luego amenaza con retirarse del papel de
sustentar la ley. Es
entonces que diversas conciencias dispersas, no mancomunadas, que no hicieron
arreglo alguno entre sí, irrumpen con un mismo gesto: sacarse el nombre del
padre. Es el afloramiento de una estructura. Esto es relevante para lo que
estamos diciendo porque las marchas de mujeres a partir del Ni Una Menos surgen
también de esa misma forma: como el afloramiento de una estructura cuando el
Estado colapsa como fuente de justicia y legalidad ante los feminicidios. Esos
afloramientos son la consecuencia de un vacío de legalidad, son un grito de las
mujeres que emana de lo más profundo de la sociedad como una queja contra el
matonismo de nuestra vida social y política. Es por eso que las movilizaciones
actuales de las mujeres indican el tránsito y la inminencia de un cambio de
era. No hay que economizar palabras para decir hasta qué punto estamos ante la
posibilidad un cambio de era. Y es precisamente la alarma que ha sonado en los
gabinetes que trabajan para la manutención del poder de los dueños de la vida y
su recurso al fundamentalismo monoteísta lo que nos indica la centralidad de lo
que estamos tocando con nuestras luchas contra el orden político del
patriarcado y su mandato de masculinidad. El feminismo toca el centro de
gravedad de la reproducción de la desigualdad.
Un discurso en una clave similar, vinculando varios de estos
elementos, fue el que dijo MartaMontero, la mamá de Lucía Pérez, tanto en la asamblea en la que llamamos al paro del 5Dcomo en Plaza de Mayo luego.
Es un matonismo que está en la sociedad y en la estructura de la
política sustentando la existencia de patrones de la vida. Entonces , el
Estado no puede auxiliarnos porque está absolutamente afectado, tomado,
secuestrado por el matonismo. Lo que vemos hoy es un entramado de dueños con su
séquito feudal. La dueñidad consiste en una re-feudalización de la política que
atraviesa los partidos, las comisarías, los tribunales, los sindicatos y las
barras bravas del futbol. Ahora, las mujeres estamos diciendo que no hay buena
política construida con fondos recaudados a base del sufrimiento de la gente y
en particular del sufrimiento de las mujeres.
Me parece importante remarcar que este análisis, como venís insistiendo, no es moral, y queexpresa una trama política y económica.
El tema es que las dos piernas de la política partidaria
convencional, a la que llamé política matona, tan típica de la Argentina, tan
establecida por aquí, son las barras bravas y la policía: las dos actúan en la
recaudación para las cajas electorales y también en la "seguridad",
es decir, en el control de la
sociedad. Así se estructura el matonismo que sustenta la
política convencional. Dicho en otras palabras, en términos más técnicos, las
dos actúan en la para-economía y en la para-seguridad, propias de mi definición
de esfera para-estatal de control de la vida, que tan fácilmente se inflaciona
en las repúblicas latinoamericanas. Ese es precisamente el estilo de política
que deja de existir cuando entra en escena la política en clave femenina o, lo
que llamo también, la politicidad de las mujeres. Me gusta definirla como una
política de las cocinas. Estamos en realidad buscándole las palabras a este
tiempo nuevo, y no debemos temerle a esa búsqueda y sus inevitables titubeos.
Esta perspectiva teórico-política está en construcción, y necesariamente tendrá
que ser una construcción colectiva. Pero el punto de vista y la plataforma
desde la cual imaginamos y hablamos es la historia de las mujeres, la historia
de su forma de hacer política, que por un tiempo ha quedado rasurada,
innominada, expulsada del reino de lo político cuando el tránsito a la
colonial-modernidad intenta desbaratar los mundos comunales. La comunalidad, o
vincularidad de tipo comunal, y la politicidad femenina van de la mano y son un
camino histórico diferente al de la politicidad masculina, la burocracia y el
Estado. Esas dos historias caminan entrelazadas, naturalmente, pero tienen
genealogías diferentes. Es importante hacer notar aquí que en nuestro
continente los mundos comunales son de raíz no-blanca, indígena y también
amefricana, para usar el preciso término acuñado por Lelia González en Brasil.
Hoy el movimiento feminista, en sus múltiples expresiones, empuja un flujo dedesestabilización que no deja estructura sin conmover: desde las organizaciones partidariasa las familias; de los sindicatos a las agrupaciones indígenas; pasando por generacionesdiversas. Muchas organizaciones intentan “contener” esto pero justamente persiste comodesborde.
Dentro de las organizaciones políticas hay poderes que quieren
preservar esa política matona. Y esas organizaciones son las que acceden al
Estado y controlan la
nación. Y es constatable que en las entrañas de esas
organizaciones – partidos, sindicatos…. - por tanto se practica dentro de ellas
algo que se puede identificar como un autoritarismo sobre las mujeres que se
transforma en un autoritarismo de estado sobre las mujeres. Por eso las
denuncias no se pueden resolver sólo dentro de las organizaciones ni llevando
la cuestión al reclamo hacia el Estado. En general percibimos el autoritarismo
de Estado sólo en relación a las ideologías políticas y a las clases sociales.
Pero no estamos percibiendo que hay un autoritarismo de Estado con relación a
las mujeres. Esto se ve en cómo se frena la lucha del aborto. Cuando los
senadores dicen que no a las mujeres que están en la calle, no le dicen que no
al aborto pues, como sabemos, ninguna ley frena las prácticas de aborto, ya que
el aborto nunca dejó de practicarse todo el tiempo y cada vez más. Lo que están
diciendo es “acá quien escribe la ley somos nosotros”, o sea, la actitud de los
senadores que votaron contra el pedido del movimiento organizado de las mujeres
es parte de una política matona que enuncia y exhibe ante la sociedad su
propiedad sobre la lapicera que escribe las leyes: es un enunciado de poder. Yo
digo que la prohibición del aborto es una forma de autoritarismo de Estado como
la dictadura.
¿Qué es esa otra política que estamos haciendo? Para avanzar en rasgos…
Es una política que desafía a los sujetos formateados por el
mandato de masculinidad, que responden a una política organizada por el valor
de la obediencia corporativa. Insisto con que hay mujeres que son matonas, que
hacen política de esa forma. Pero una politicidad en clave femenina es –no por
esencia sino por experiencia histórica acumulada-, en primer lugar, una política
del arraigo espacial y comunitario; no es utópica sino tópica; es pragmática y
orientada por las contingencias y no principista en su moralidad; próxima y no
burocrática; investida en el proceso más que en el producto; y sobre todo
solucionadora de problemas y preservadora de la vida en el cotidiano.
¡Hay todo un programa para trabajar en los distintos espacios, con iniciativas diversas! (risas)Este tipo de transversalidad sin embargo quiere ser devaluada cuando se la quiere traducir en términos únicos de pertenencias partidarias.
Para mí hay un innegociable: los pañuelos son verdes. Nuestros
antagonistas en términos de proyecto histórico han percibido antes que nosotras
mismas que el tema del patriarcado es el cimiento. Ellos, con su reacción
fundamentalista feroz y desvariada, nos están mostrando que lo nuestro no es un
problema de minoría, no es un problema de un grupo particular de la sociedad
que seríamos las mujeres, sino que es un tema que, si bien llevado, puede
finalmente, transformar la historia y derrocar el autoritarismo y los esquemas
donde su poder se instala. Ellos nos lo están diciendo. Y es algo que nosotras
como movimiento social no habíamos percibido a fondo: que nuestro movimiento
puede modificar el rumbo de la historia.
Esto se lee en la ferocidad de la triple contraofensiva que se orquesta: a la vez militar,financiera y religiosa. Quiero decir: tiene la proporción que nos hace leer a contraluz nuestrafuerza.
Exacto. Ellos, por su reacción de alerta máxima, nos están
diciendo la fuerza que tiene nuestro movimiento para hacer colapsar todos los
tipos de asimetría de nuestra sociedad, todas las formas de predación. Es
importante percibir que la fuerza de la palabra es enorme y que nosotras
estamos hablando en otro plano y tenemos que hacer un gran esfuerzo por dotar
nuestro camino de una retórica nueva. Un gran esfuerzo por nombrar. Por
supuesto la vida tiene diversos estratos. La ficción institucional que es la
política convencional es uno. Pero lo que está surgiendo ahora es otra cosa. Yo
creo que es una política que podríamos decir que se saca de encima el nombre
del padre. Es un tipo de emancipación psíquica con consecuencias incalculables.
Esto se ve en la manera de las mujeres de estar en la calle y en la manera en
que hoy las niñas hablan, lo que leen, cómo perciben y cómo argumentan.
Escucharlas es un deslumbre. Todo esto nos muestra el afloramiento de una
profunda insatisfacción con una política que se queda en la ficción
institucional y apela al mandato de masculinidad organizado en barras bravas y
en la para-policialidad.
Es en ese modo de hacer política que está desplegando el movimiento feminista en su multiplicidad donde también se producen otros mecanismos y espacios de
organización.
Meparece un punto importante que no se infantilice al feminismo como espacio de lo “social”cuando a eso se le da una carga peyorativa, pre-política.
Pensemos dónde deliberan las mujeres y las disidencias. Lo hacen
en esa cocina de la política que es la política de las mujeres. No tengo ningún
problema en hablar de cocina. Ahí se delibera a la vista de tods, por ahí pasa
la gente todo el tiempo: llega gente, se va otra, es un lugar de reunión
y actividad de puertas abiertas. Lo impactante de hoy es que estamos frente a
una marea no regida burocrática ni detonada por un voluntarismo. Es lo
que es y está sucediendo.
En ese sentido lo importante de hoy es que se anuda de manera inédita masividad yradicalidad.
En ese mismo sentido digo que es un afloramiento, una emergencia.
Hay que remarcar que esto se da aquí, en el Sur, donde nuestras propias
tecnologías de sociabilidad están vigentes y tienen muchísima fuerza. Por eso
es fundamental que nuestro feminismo no se deje devorar por las categorías del
norte ni los protocolos del Norte, que emanan de otra historia nacional.
Justamente una de las categorías más importante es la surgida de las lucha
de Centroamérica, protagonizadas por lideresas territoriales, que hablan de“cuerpo territorio”
Me parece una síntesis políticoconceptual que dice mucho de este momento de los feminismos, donde las resistencias a los mega emprendimientos
extractivistas es una clave política fundamental.
Las mujeres son las sujetas del arraigo. Está en las manos de las
mujeres lo que se ha preservado como diversidad genética, por su selección de
lo que se cultiva en las huertas pequeñas, por ejemplo. Son el nudo del tejido
comunitario. Por eso se las agrede de tal forma en las actuales guerras
informales. Cuando se mata a una gran lideresa como Berta Cáceres se comete un
femicidio, a pesar de que líderes hombres también mueren asesinados por
defender lo que ella defendía. Sin embargo, su muerte es otra, lo que se
desaparece es mucho más que una persona, un liderazgo particular: lo que se
mata en ella es una modalidad de la política, una forma propia de politicidad,
de gestión colectiva. Se femicidó en ella una politicidad en clave
femenina. En el feminicidio el matonismo se afirma como política. En el
cuerpo de las mujeres y de las sexualidades disidentes el ojo del patriarcado
lee lo más humano de lo humano: la capacidad de desobedecer, de disentir, de
desacatar. Esos cuerpos son en sí el peligro del desacato.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/164761-se-va-a-caer
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