Apuntes subversivos
para un tiempo difícil
31 de enero de 2019
Por Javier Echeverría Zabalza (Rebelión)
Se palpa en el
ambiente un pesimismo profundo en el sector social más consciente y
transformador. Estamos padeciendo un progresivo recorte de derechos, a la vez
que una desigualdad y precariedad cada vez mayor; percibimos graves amenazas
económicas y sociales, así como un peligroso acercamiento a los límites del
planeta y a su sostenibilidad. Constatamos que la movilización de la derecha
social es alta, mientras que la izquierda política está dividida y la social,
desmovilizada. Sentimos que estamos viviendo un momento crítico, si el análisis
lo ponemos en perspectiva histórica. ¿Qué hacer? Sólo pretendo plantear unas
pocas reflexiones con cierto ánimo provocador.
1.- Los grandes poderes, a la ofensiva.
Es muy claro que la
hegemonía la tienen los grandes poderes económicos, políticos, mediáticos y
culturales desde hace ya varias décadas. Han logrado que, en el fondo, la gran
mayoría de la gente aceptemos el sistema capitalista como el único posible,
porque sabemos que todas sus alternativas han fracasado. Si eso es cierto, lo
tienen fácil para mantener su hegemonía: lo que hay que hacer, dicen, es
perfeccionar el sistema capitalista. ¿Cómo? Globalizando la economía mediante
más competencia hacia abajo en salarios, impuestos, derechos… para así bajar
los precios; fomentando el incremento de los beneficios y la acumulación de
riqueza para que así se cree empleo, se fomente el I+D+i y se pueda seguir la
rueda de solución de los problemas actuales mediante los avances
científico-técnicos... Este discurso es hoy hegemónico en todo el mundo.
¿Qué hacemos nosotras mientras
tanto? Tratar de parchear el sistema en sus puntos más sangrantes, sin
desenmascarar al capitalismo ni introducir dinámicas transformadoras serias. Y,
sin despreciar en absoluto los pequeños logros conseguidos, eso supone asentar
cada vez más su hegemonía y nuestra sumisión. Ponen en el centro a los
consumidores, y los confrontan con los productores porque, según ellos, estos
son los culpables de que el poder adquisitivo no sea mayor. Y también enfrentan
a los consumidores con los límites del planeta mediante su negación o con
supuestas soluciones científico-técnicas. Todo esto supone un reforzamiento del
individualismo y la debilitación de la acción colectiva: su principio
filosófico es que cada cual es y debe ser responsable de sí mismo; en todo
caso, a lo único a lo que se puede llegar es a la caridad, y sólo en los casos
más extremos. Así que, con este panorama, cada vez se hace más difícil cambiar
la correlación de fuerzas: como cada cual estamos centrados en lo nuestro, les
basta con inducir el miedo a no poder subsistir o a empeorar nuestra situación
y con confrontar sectores sociales para hacerles responsables de los problemas
que tenemos. Cuentan para ello con medios económicos, políticos,
institucionales y mediáticos muy poderosos.
2.- Necesitamos pasar a la ofensiva.
Es preciso que la
gente más consciente ponga cuanto antes las bases para pasar a la ofensiva,
porque esta es una condición sine que non para cambiar la actual correlación de
fuerzas. Entre otras cosas, esto requiere: a) Reconocer que el capitalismo ha
servido para que la humanidad hiciera importantes avances económicos y
sociales, pero explicar a la vez con firmeza que: desde hace ya un tiempo este
sistema se ha convertido en un gravísimo peligro para las personas, la vida y
el planeta en su conjunto, ya que no es sostenible ni económica, ni ecológica,
ni social, ni cultural, ni geoestratégicamente; no puede tolerar el derrumbe
del patriarcado y la igualdad de mujeres y hombres; es incompatible con una
cultura de fomento de valores y principios como igualdad, fraternidad, igualdad
real (no sólo de mercado) y cooperación, imprescindibles hoy para lograr la
sostenibilidad. b) Es imperioso y urgente cambiar el entramado
legal-normativo-institucional de los estados, de la UE y mundial por otro que
ponga en el centro la vida en general y la humana en particular. c) Necesitamos
hacer una reflexión profunda sobre los valores y dinámicas de confrontación
entre y dentro de las fuerzas y personas que decimos pertenecer al campo de lo
que habitualmente se conoce como izquierdas, con el fin de evitar la
autodestrucción y favorecer la cooperación en la acción conjunta. Se trata de
un problema que lo venimos arrastrando desde la Revolución Francesa
y necesitamos cambiar radical y urgentemente esa cultura. Éste es uno de los
problemas fundamentales a superar, porque es condición de posibilidad de todo
lo demás. Sobre todo, cuando tenemos la necesidad de abarcar progresivamente el
mundo entero. Aunque el acento y la justificación de nuestras diferencias los
solemos situar habitualmente en los programas, nuestro mayor problema es la
escasa voluntad que tenemos de cooperar lealmente y actuar conjuntamente
respetando escrupulosamente los principios democráticos -también el de respetar
lo que decida la mayoría si no hay consenso-. d) En lugar de gastar gran
cantidad de energía en disquisiciones teóricas y disputas puristas sobre el
tipo de sociedad al que queremos llegar, creo que lo que deberíamos hacer es
centrarnos en el proceso de conseguir mejoras de todo tipo, de acuerdo a las
necesidades y prioridades de cada situación; eso sí, apuntando a una sociedad
cada vez más justa y sostenible en todos los aspectos. En este sentido, tenemos
ya referencias de propuestas de programas o manifiestos que podrían servir para
armar consensos muy amplios para todo el mundo; un ejemplo es el manifiesto que
propone Naomi Klein en Decir NO no basta.
3.- Dificultad, voluntad, trabajo
conjunto y esperanza. Muy difícil, casi abrumador. Pero absolutamente
necesario. Además, tenemos muy poco tiempo. Sin embargo, por el lado anverso
nos encontramos con la ventaja de que no tenemos otra alternativa: en el punto
al que hemos llegado, o paramos esta dinámica capitalista de crecimiento,
acumulación, desigualdad y especulación-rapiña o el desastre económico,
ecológico y social está asegurado. Y para llevar a cabo esta ingente tarea no
tenemos otro camino que la cooperación entre diferentes. Podríamos, si
quisiéramos. Y las necesarias esperanza e ilusión se tienen que basar en esa
voluntad, no en la negación u olvido de la gravedad de la situación actual.
Espero que para ponernos las pilas no tengamos que llegar a que se materialicen
amenazas que ya son muy reales: episodios de colapsos con la posibilidad de un
enorme sufrimiento para gran cantidad de gente, para nuestros ecosistemas y
para el planeta en general. Así que, dejémonos de egos, sectas, purismos y
venganzas, y pongámonos el buzo del trabajo cooperativo, leal y democrático.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251954
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