El juego de
la correlación de fuerzas
24 de
diciembre de 2018
Raúl Prada Alcoreza
Tal parece que el
“gobierno progresista”, en plena crisis tanto de gubernamentalidad como
política, por su falta de convocatoria, incluso por su ausencia ideológica,
pues solo atina a repetir viejos argumentos des-contextuados, usados como si se
tratara de las mismas coyunturas donde alguna vez se pronunciaron, juega a la
correlación de fuerzas; es decir, intenta acumular, disponer y desplegar
fuerzas que sean cuantitativamente mayores a las fuerzas que se oponen, que
resisten, que interpelan, incluso, algunas han entrado en franca ofensiva al
régimen. Se trata de fuerzas que se mueven en distintos planos y se ejercen de
manera diferente, teniendo también connotaciones distintas. Por una parte, el
gobierno cuenta con la disponibilidad de fuerzas institucionales del Estado; se
suma a esta disponibilidad su convocatoria efectiva, que se circunscribe a la
región del Chapare, también se suman las redes clientelares, que sostienen una
relación prebendal con el gobierno. Entre éstas se encuentran los mal llamados
“movimientos sociales”, que no son tales pues no responden a la movilización social sino
al pedido y estímulo gubernamental. También las deterioradas organizaciones
sociales, sobre todo sindicales, cooptadas por el MAS. A estas fuerzas, que las
llamaremos oficialistas, se oponen otras fuerzas, no menos mezcladas, que
corresponden, desde las más visibles, a los partidos de “oposición”; de manera
distinta a la actitud y el perfil de los partidos de “oposición” aparecen las
plataformas ciudadanas, autodenominadas “plataformas del 21f ”, refiriéndose a la
victoria del 21 de febrero de 2016, cuando en el referéndum sobre la reforma
constitucional el pueblo dijo NO a la repostulación del presidente. Otras
fuerzas resisten, se oponen, critican e interpelan al “gobierno progresista”;
estas son las que se identifican con las naciones y pueblos indígenas de
tierras altas y de tierras bajas. Casi en el mismo sentido de las resistencias
sociales reaparecen los movimientos sociales anti-sistémicos; fuera de las
movilizaciones de las naciones y pueblos indígenas por sus territorios y sus
derechos, consagrados en la Constitución, reaparecen los movimientos sociales
regionales, como el de la defensa de la hoja de coca tradicional de los Yungas.
Así mismo, otro movimiento social regional o local es el de Achacachi, que se
enfrentó a la corrupción galopante del municipio, incluso interpelo al gobierno
por su complicidad y connivencia con la corrupción. Recientemente
han emergido iniciales actitudes proclives a la acción directa, al ejercicio de
la democracia directa, convocando a la sublevación contra un gobierno,
considerado despótico, tirano y de evidente dictadura.
Como se puede ver, las fuerzas que enfrentan al “gobierno
progresista” son disimiles, además que no pueden considerarse aditivas, como en
el caso de las fuerzas, también mezcladas y diferentes, que congrega el
oficialismo. Si hay algo que unifica a todas estas fuerzas es el estar en
contra de la repostulación de Evo Morales Ayma, la habilitación del presidente
y el vicepresidente y, recientemente, contra el golpe de Estado perpetrado por
el TSE, que habilita legalmente a estos candidatos mencionados. Sin embargo,
los objetivos que persiguen son claramente diferentes; así como las estrategias
que se emplean, además de las interpretaciones que hacen de la coyuntura. Para
los partidos de “oposición” se trata de disputar en las elecciones de 2019, a pesar de que sean
inconstitucionales; para las plataformas del 21f – hablamos de las
plataformas ciudadanas que no se han adherido a la formación de un frente de
“oposición” – se trata de evitar elecciones con candidatos inhabilitados por el
referéndum. Para los movimientos sociales anti-sistémicos resurgidos se trata
de retomar la lucha social de liberación, descolonizadora y autogestionaria,
truncada por la asunción al gobierno de la expresión política-ideológica
neopopulista. Para las movilizaciones de las naciones y pueblos indígenas se
trata de un enfrentamiento radical contra la nueva versión de la colonialidad y
el modelo extractivista depredador. Para el incipiente movimiento subversivo se
trata de la sublevación general y la búsqueda de consensos para conformar
autogobiernos.
A primera vista puede parecer que el conglomerado de fuerzas
oficialista suma más que el conglomerado de fuerzas que enfrentan al “gobierno
progresista”; sin embargo, ninguno de los conglomerados puede ser definido como
cohesionado; está lejos de llegar a ser un bloque. En el conglomerado
oficialista no llegan articular plenamente las fuerzas institucionales con las
fuerzas clientelares, tampoco con las fuerzas sindicales. Se trata de un
amarre, mas bien, provisorio, dependiendo del alcance de la asociación
prebendal. Si se mira mejor, cuantitativamente, el conglomerado de fuerzas que
enfrentan al gobierno es mayor; sin embargo, tienen una mayor desventaja en
cuanto a aproximaciones cohesivas que el conglomerado oficialista. Por eso se
puede decir que el desenlace en la coyuntura, álgida y de crisis acuciante, es
incierto.
Empero, se puede conjeturar no desenlaces, tampoco
escenarios, sino congruencias de cualquier desenlace o escenario que pueda
efectuarse y realizarse. Si el “gobierno progresista” logra imponer su golpe de
Estado jurídico-político, consiguiendo que las elecciones inconstitucionales se
realicen, la congruencia de la composición política que devenga será
inconsistente; como lo que ocurre en Venezuela. Donde el régimen populista del
“socialismo del siglo XXI” en crisis impuso elecciones inconstitucionales y, a
través de las mismas, a la Asamblea Constituyente trucha, ganándolas
mayoritariamente. A pesar de esta maniobra el Gobierno de Nicolas Maduro no
logra legitimarse, a pesar de haberse legalizado mediante la victoria forzada
de la
Asamblea Constituyente. La crisis política perdura, irradia y
se desplaza demoledoramente, afectando globalmente a la forma de
gubernamentalidad clientelar. Ingenuamente los partidos de “oposición” creen
que pueden ganar las elecciones, considerando que la mayoría del pueblo está en
contra de la reelección del presidente. Lo que olvidan es que las distintas
fuerzas del conglomerado “anti-oficialista” están en contra de distinta manera,
desde diferentes perspectivas y con disímiles objetivos. Además, una parte de
las fuerzas no están de acuerdo con ir a avalar las elecciones. En este caso,
que el gobierno imponga las elecciones inconstitucionales, todo indica a que va
a ganar las elecciones de una u otra manera. Entonces, por así decirlo, estamos
ante una minoría oficialista que puede convertir su conglomerado de fuerzas en
una victoria electoral; y estamos ante una mayoría opuesta al régimen que no
puede convertir su conglomerado de fuerzas en una victoria electoral.
Sin embargo, como lo que viene no es lo preformado por la
fatalidad, sino el desenlace de la correlación de fuerzas, lo que suceda
depende de la composición de la correlación de fuerzas; por eso mismo depende
de la constelación de voluntades singulares. Si hay convergencias en esta
constelación de voluntades singulares, entonces la construcción de la decisión
política esta en camino, es más, la construcción de la acción colectiva está en
elaboración y emergiendo. Como se puede ver, los posibles desenlaces dependen
de la conformación de estas convergencias, de estas elaboraciones y estas
construcciones de las voluntades singulares, las decisiones y las acciones.
En los espesores de la coyuntura boliviana la configuración
de la correlación de fuerzas está en juego, las formas de las fuerzas, sus
perfiles y tendencias, han salido, por así decirlo a la palestra, pero no han
definido todavía sus alcances. Están como en gestación. Los partidos de
“oposición” han ingresado al juego electoral en condiciones adversas para
éstos; el partido gubernamental ha ingresado en campaña electoral en
condiciones de favorables, definidas por el golpe de estado jurídico-político,
perpetrado por el TSE; las plataformas ciudadanas, podríamos llamarlas
“auténticas”, continúan con su arremetida contra el golpe de Estado y
defendiendo el referéndum del 21 de febrero; las organizaciones indígenas
orgánicas han efectuado la denuncia internacional del atropello a sus derechos,
consagrados en la Constitución y en la declaración de Naciones Unidas sobre
pueblos indígenas; las incipientes, todavía, fuerzas subversivas han intentando
convocar a la sublevación con una marcha. En este panorama los medios de
comunicación juegan un papel tibio, nada comprometido; solo atinan a difundir
información, tomando en cuenta las versiones de un lado y de otro. Las
instituciones religiosas, sobre todo la iglesia católica, se hallan en medio de
la tormenta política; se pronuncian sobre temas polémicos como el del aborto,
además de pedir el respeto a los resultados del referéndum. A pesar de que el
gobierno cuenta con la disponibilidad de fuerzas del Estado, no logra controlar
la situación de crisis política; la conjunción de fuerzas adversas al gobierno
no forma un bloque, lo que incide en la dispersión de sus incidencias, que
tienen distintos objetivos. En resumidas cuentas, nadie tiene el suficiente peso
como para definir una resultante en el juego de la correlación de fuerzas. Aunque el
gobierno logre imponerse en lo de la realización de elecciones truchas, ese
desenlace no deja de ser incierto, no tanto por si gana o no las elecciones –
que para el oficialismo se tiene descontado que va a ganar, pues lo tiene
preparado todo -, sino por la insostenibilidad a mediano plazo de elecciones
fraudulentas, en un contexto donde la correlación de fuerzas no está definida.
¿De qué depende que esto ocurra?
Para que el gobierno logre sostener las elecciones
fraudulentas requiere sostener una constante espiral de violencia, para esto
requiere de lograr concentrar obedientemente los dispositivos de emergencia del
Estado, el ejército y la policía; pero, además, requiere legitimar estas
acciones con la movilización de sus propias fuerzas sociales, las
organizaciones cooptadas. Tener el control casi total de los medios de
comunicación, mucho más que antes. Todo esto de alguna manera aposentado en un
funcionamiento económico en equilibrio o en crecimiento. Aunque aparentemente
se puede decir que esto parece ocurrir, salvo la situación económica, que se
encuentra en franca crisis, efectivamente este no es el caso, pues el desgaste
es notorio en el conjunto de aparatos gubernamentales. Para que los partidos de
“oposición” logren sus objetivos tendrían que ganar las elecciones, algo que no
parece probable, a pesar de las campañas publicistas que se disfrazan de
encuestas.
Para que la defensa ciudadana de la
democracia logre hacer respetar la voluntad popular, expresada en el
referéndum, requiere de una coalición de fuerzas mayor; por ejemplo, contar con
la alianza de los movimientos sociales anti-sistémicos, que renacen. Para que
los movimientos sociales anti-sistémicos logren retomar el curso de las
transformaciones estructurales e institucionales se requiere de su expansión e
irradiación a todo el pueblo; pero, para esto hace falta consensos y sobre todo
autocríticas. Para que el incipiente movimiento subversivo logre romper el círculo
vicioso del poder se requiere que el pueblo comprenda que para cumplir con su
responsabilidad histórica y ecológica se requiere clausurar las genealogías del
poder y construir otros mundos posibles.
Fuente: https://www.bolpress.com/2018/12/24/el-juego-de-la-correlacion-de-fuerzas/
Fuente: https://www.bolpress.com/2018/12/24/el-juego-de-la-correlacion-de-fuerzas/
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