Rosa Luxemburg y el
humanismo socialista
17 de enero de 2019
Izquierda en Positivo recuerda que este 15 de
enero se cumplen cien años del asesinato a sangre fría de Rosa Luxemburg, Karl
Liebknecht y otros dirigentes del grupo Spartacus, o Liga Espartaquista, sector
escindido del Partido Socialdemócrata de Alemania a causa de la deriva
nacionalista de dicho partido, cuya claudicación ante las tendencias
chovinistas e imperialistas de la derecha alemana había contribuido en gran
medida a la carnicería de la Primera Guerra Mundial.
Rosa Luxemburg, partidaria de no desvincular la lucha por la
emancipación de la mujer de la lucha por la justicia social y la emancipación
de la clase obrera, se negó a encasillarse en el incipiente movimiento
feminista, pese a formar parte, junto con Clara Zetkin, de las primeras
luchadoras por esa causa. De la misma manera que, polaca de familia y
nacimiento, se opuso a las tendencias insolidarias propias del nacionalismo
polaco (en su época, gran parte de la actual Polonia formaba parte del Imperio Ruso).
En esa misma línea, discrepó abiertamente de la política dominante en el
partido de Lenin, favorable, aunque con muchos matices, al derecho de
autodeterminación. Un escrito suyo titulado “Sobre la guerra, la cuestión
nacional y la revolución” dice, por ejemplo: “En el momento actual el
nacionalismo lo absorbe todo. Desde todas partes naciones y nacioncitas se
presentan a reclamar derechos de constitución en Estado. Cadáveres
rejuvenecidos surgen de los sepulcros centenarios, infundidos de un nuevo
impulso primaveral, y pueblos ‘privados de historia’, que no habían constituido
hasta ahora organizaciones estatales autónomas, muestran una violenta
inclinación a la formación de Estados.”
Fundadora, junto a Karl Liebknecht, del Partido Comunista de
Alemania (31 de diciembre de 1918), su concepción del socialismo era
inseparable de la democracia, razón por la que criticó las tendencias
dictatoriales que ya apuntaban en diversos partidos hermanos. En consecuencia,
pese a ser firme defensora de la Revolución Rusa de Octubre de 1917, criticó sus
excesos, convencida de que ninguna medida impuesta desde arriba puede sustituir
a la voluntad popular en la lucha por la igualdad y la libertad.
En el torbellino de luchas sociales que sacudieron Alemania al
final de la Gran Guerra ,
su defensa de la creación de una república auténticamente democrática
hegemonizada por las clases trabajadoras chocó con la reacción de los sectores
conservadores de todo signo, donde convergieron la derecha militarista
representada por el general Wilhelm Groener y el ala más moderada del Partido
Socialdemócrata Alemán, dirigida por Friedrich Ebert (quien sería el primer
presidente de la
llamada República de Weimar). Para reprimir el movimiento
revolucionario se utilizó especialmente a los “Freikorps” (milicias derechistas
formadas por soldados y oficiales licenciados tras la guerra, que constituyeron
el embrión de las futuras SA y SS nazis). Finalmente, un comando de las
mencionadas milicias, con el visto bueno del ministro de Defensa, el también
socialdemócrata Gustav Noske, secuestró y torturó primero, y asesinó después, a
Liebknecht y Luxemburg, arrojando el cadáver de ella a un canal de Berlín, por
lo que tardaría cuatro meses en ser hallado.
Izquierda en Positivo quiere reivindicar aquí la memoria de esta
luchadora ejemplar por la justicia, la igualdad y la fraternidad entre los
trabajadores de ambos sexos por encima de fronteras y estrechos intereses
sectoriales.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251428
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