Los chalecos amarillos y la memoria
histórica profunda
29 de diciembre de 2018
Existe una conciencia histórica
profunda que hace que los trabajadores y los sectores populares reproduzcan
siempre los momentos del pasado en que se vieron a sí mismos en toda su fuerza
y capacidad potenciales al rebelarse contra el poder monárquico-burgués, como
el de Luis XVI. Esa seguridad histórica les da un fuerte espíritu de ofensiva
que convence y arrastra a otros sectores oprimidos y explotados de Francia y
del resto del mundo, donde la historia popular francesa tiene gran peso.
Por Guillermo Almeyra.
A la
memoria de Osvaldo Bayer, historiador anticapitalista
y hombre de una sola
pieza.
La lucha de clases, de la que la
rebelión de los chalecos amarillos franceses forma parte, es como un río
cársico que cuando parece hundirse en la arena reaparece en la superficie más
tarde y a distancia porque mientras existan las clases explotadoras y la
opresión será inevitable la resistencia de los explotados y su búsqueda de una
alternativa social.
Los trabajadores reconstituyen su
unidad en la lucha y en ella construyen su conciencia de clase sobre la base de
valores morales antiguos – como la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la
igualdad, el altruismo, la acción comunitaria, la democracia de iguales nacida-
que nacieron mucho antes de la construcción de Estados y de aristocracias, esa
división en estratos sociales separados y congelados que los pueblos bárbaros
imitaron queriendo parecerse a Egipto y Roma.
Toda gran ola social de fondo arrastra
inevitablemente desclasados y desechos sociales, delincuentes y fascistas pero,
al mismo tiempo, destruye las barreras a la alegría y la creatividad de los
pueblos y fomenta heroísmos, abnegación, desarrollo humano, origina canciones
y, porque confusamente busca cauces al desarrollo de una sociedad justa y
bella, tiene reiterados momentos lúdicos y no sólo expresiones de una antigua y
profunda ira.
Francia nos da un ejemplo. Con sus jacqueries (sublevaciones campesinas) y sus
intelectuales subversivos obligó en 1788 al rey a convocar los Estados
Generales que dieron origen a la revolución que terminó decapitándolo y creando
la República de Robespierre y Saint Just. Los Cuadernos de Reclamos que prepararon
esos Estados Generales fueron amasando un pensamiento común y las discusiones
en las asambleas de los Clubes infundieron seguridad y audacia a los quejosos y
afinaron sus propuestas y soluciones.
Enterrada la República por Napoleón I,
esas experiencias reaparecieron en 1830 en la huelga insurreccional de los
tejedores de seda de Lyon y, después de la derrota de éstos, en las barricadas
en los barrios obreros de París en 1848 que restauraron la República. Después ,
culminaron y se expandieron en la Comuna de París de 1871 y el Frente popular
en 1936 con su huelga general masiva o el 1968, con la mayor huelga general de
la historia de Francia y el libertarismo juvenil, mantuvieron en alto esas
antorchas.
Hoy los alcaldes en lucha contra el
poder central de tipo monárquico que les quita derechos y fondos reúnen
nuevamente Cuadernos de Reclamos para sostener la lucha de los Chalecos
Amarillos y de sindicatos, asambleas locales y piquetes surge la exigencia de
Estados Generales (de la Sanidad, de la Educación, del Transporte). Por su
parte, las acciones de los Chalecos Amarillos, que el 78 por ciento de los
franceses apoyan, son autoconvocadas, democráticas y autogestionarias y no
tienen ni jefes ni delegados omnipotentes mientras la canción de los guerrilleros
comunistas italianos Bella
Ciao se canta hasta en las
fiestas junto con la reciente On
lâche rien! (¡No nos
rendiremos!).
Existe una conciencia histórica
profunda que hace que los trabajadores y los sectores populares reproduzcan
siempre los momentos del pasado en que se vieron a sí mismos en toda su fuerza
y capacidad potenciales al rebelarse contra el poder monárquico-burgués, como
el de Luis XVI. Esa seguridad histórica les da un fuerte espíritu de ofensiva
que convence y arrastra a otros sectores oprimidos y explotados de Francia y
del resto del mundo, donde la historia popular francesa tiene gran peso.
“Los muertos agarran a los vivos”. La historia actúa hoy porque los
seres humanos toman conciencia apoyándose en las experiencias pasadas y
encontrando en ellas materia para reconstruir sus formas organizativas y su
visión del mundo y de sí mismos.
Los Chalecos Amarillos hicieron ceder
dos veces al gobierno y le desbarataron sus planes pues la reforma de las
jubilaciones que aquél pensaba hacer resulta ya políticamente imposible.
Hundieron así la arrogancia y la prepotencia de Macron, dividieron al partido
de éste (la República en Marcha) amenazando con barrerlo del escenario político
y sus acciones y reivindicaciones son hoy el centro de la vida política
francesa, en la cual
Macron y el capital financiero han perdido protagonismo y la
iniciativa política.
Sin embargo, los Chalecos Amarillos aún
deben crecer y definirse mejor para evitar desvíos o pérdidas de impulso
siempre posibles. Para imponer la alternativa anticapitalista que les anima
pero que por ahora sólo esbozan deben incorporar a los inmigrados antiguos y
recientes (físicamente poco presentes en manifestaciones y piquetes) y a los
trabajadores sindicalmente organizados, ayudándoles de paso a democratizar y
politizar sus sindicatos.
Lo que todavía es consciente a medias y
constituye su memoria histórica profunda debe incorporarse como conciencia de
clase para que una huelga general unida a la resistencia civil pueda abrir las
puertas a otra política.
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Fuente: https://www.anred.org/?p=108658
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