De Rosa a Simone:
un
siglo de inacabadas luchas
19 de enero de 2019
Por Emilio Cafassi (Rebelión)
Exactamente un siglo atrás era asesinada Rosa Luxemburgo en Berlín
por la Socialdemocracia (SPD) que ayudó a construir, antes de alejarse de ella
frente a las genuflexiones imperial-chauvinistas de apoyo a la primera guerra
mundial. También cayó su compañero Karl Liebknech con quien fundó el periódico La bandera roja, además de laLiga Espartaquista (no es casual ni infrecuente que los
periódicos y revistas deriven en la formación de grupos políticos) embrión de
lo que luego sería el Partido
Comunista Alemán (KPD). Por
supuesto que en esos días también asesinaron a miles de manifestantes más
anónimos de la insurrección de enero del ´19 y masacraron laRepública de los
Consejos de Babiera. Con el aplastamiento de la revolución alemana de ese
año, comenzaba a sellarse la suerte de las dos sucesivas (’21 y ´23) y la
monstruosa tragedia política que se avecinaría en aquel país y toda Europa.
Probablemente hoy, 15 de enero, mientras garabateo estas líneas, Berlín quede
sin claveles rojos porque anualmente, en un raro reconocimiento -que descreo
tenga un ápice de necrofilia- decenas de miles de personas se dan cita ante su
tumba para depositar esa flor. Hasta su propia muerte parecería otra de sus
pioneras denuncias, ya que esas acciones criminales del primer presidente de la
República de Weimar, Friedrich Ebert, anunciaban la descomposición de la
socialdemocracia europea hasta nuestros días, aunque su primera línea de fuego
actual haya sustituido a los paramilitares por politiqueros profesionales de la
puerta giratoria.
Pero quisiera ensayar una semblanza algo diferente y permitirme una interconexión que intuyo más inexplorada. Creo que Rosa, tanto como Alejandra Kollontai, Clara Zetkin y otras revolucionarias que jamás hablaron de patriarcado ni de género alguno, contribuyeron a fundar las bases de un feminismo históricamente ligado a la condición proletaria. Por caso, aquel feminismo setentista, de Mary Alice Waters o Isabel Larguía si tomamos ejemplos tan distantes entre sí. Las concibo herederas de aquel movimiento de mujeres revolucionarias que tanto intentaron promover. Y en este propósito quisiera aprovechar provocativamente el azar de las efemérides para traer conjuntamente a la
El feminismo sufragista de principios de siglo, despreciado por
las revolucionarias, aunque mayoritariamente conquistado en la Europa de la
segunda posguerra, fue contextualizado como irrelevante para emancipación
alguna por Simone. Pero la convergencia que pretendo insinuar no está en la posición
distante sobre el importante movimiento sufragista aún vigente en el ´49, ni en
las búsquedas de libertad en las prácticas amatorias, sino en el combate al
mundo privado, sentimentalizado, significado socialmente como subalterno, de
retaguardia, privado de las características de productividad, poder
organizacional y potencialidad cognitiva reservado a los varones. Es decir a la
construcción histórica -explícita en Simone y tácita en Rosa- de la
vulnerabilidad y estupidización femenina por la coquetería y la sacralización
uterina. Desde sus trayectorias, nada genético le impedirá a la mujer tomar parte
de las luchas por su propia emancipación y la de la humanidad, que trasciende y
complejiza la de género.
Sin embargo, no es la que sostiene en la última década de su vida, ya pasados los acontecimientos del mayo francés, 25 años más tarde, cuando revisa su texto y al respecto afirma en una entrevista que fue a través de ese libro que comprendió “que la gran mayoría de las mujeres simplemente no tenía la posibilidad de elección que yo había tenido”. De forma tal que “sólo las que tienen una fe política, las que militan en un sindicato, confían en el futuro y pueden dar un sentido ético a las ingratas fatigas cotidiana. Así, la militancia aparece como una realización en sí misma y como una promesa de libertad para las que no tienen elección, que son la gran mayoría de las mujeres”. Pareciera escrito por Rosa, aunque la primera no tuvo el contacto con el existencialismo que Simone logró con el marxismo.
Obviamente sus destinos les depararon divergentes desenlaces. Mientras Rosa, luego de soportar la cárcel, persecuciones y tortura encontró la muerte cruenta en la plenitud de sus 47 años, Simone consiguió en vida el mayor de los reconocimientos que un texto puede alcanzar: la prohibición de la iglesia católica.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=251506
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