Venezuela: contra el golpe
imperialista a pesar de la corrupción e impotencia del gobierno.
29 de enero de 2019
En Venezuela el
desastre económico es terrible y no se debe solamente al sabotaje
estadounidense. El gobierno de Maduro desarrolló inmensamente la corrupción de
la boliburguesía (la nueva burguesía en la que participan altos mandos
militares creada desde el Estado con privilegios y por el contrabando), acabó
con los gérmenes de poder popular, reprimió los trabajadores y hambreó a las
grandes mayorías destruyendo las bases de la economía venezolana con su ciega
política extractivista basada en la exportación de petróleo, oro y minerales.
Hay que derrotar primero al imperialismo para no regalarle la bandera de la
independencia nacional a la reacción local y, después de derrotado aquél,
organizar la eliminación del gobierno nacional opresor.
Por Guillermo Almeyra.
La posición frente a la proclamación
unilateral de Juan Guaidó como presidente de Venezuela divide a las izquierdas
y ha generado confusión y polémica. Intentaremos aclarar un poco las cosas.
En efecto, en
Venezuela el desastre económico es terrible y no se debe solamente al sabotaje
estadounidense. Cuba, a diferencia de Venezuela, es un país pobre en recursos y
sufre desde hace decenios un infame bloqueo pero no vive la dramática situación
de Venezuela que es mucha más rica pero donde hay hambre debido a la gigantesca
inflación y al mercado negro, que son terribles para los más pobres. En la isla
existe también un capitalismo de Estado burocrático dirigido por un partido
único que carece de democracia interna pero hay intentos burocráticos de
democratización. El gobierno de Maduro, en cambio, llevó a los extremos las
tendencias ya visibles durante el de Chávez y que éste intentó combatir con las
Misiones y las Comunas. El gobierno de Maduro desarrolló inmensamente la
corrupción de la boliburguesía (la nueva burguesía en la que participan altos
mandos militares creada desde el Estado con privilegios y por el contrabando),
acabó con los gérmenes de poder popular, reprimió los trabajadores y hambreó a
las grandes mayorías destruyendo las bases de la economía venezolana con su
ciega política extractivista basada en la exportación de petróleo, oro y
minerales.
La oposición
está compuesta por partidos que cuando gobernaron, como Acción Democrática,
realizaron matanzas masivas de trabajadores (Caracazo). Fueron golpistas contra
Chávez, masivamente electo en cada elección en la que participó y siguieron
siendo golpistas con Maduro. Boicotearon las elecciones para la Asamblea Nacional
y ésta fue totalmente chavista; después siguieron intentando derribar al
gobierno legítimo mediante manifestaciones violentas y hasta trataron de matar
a Maduro. Volvieron a boicotear las elecciones presidenciales en las que Maduro
fue reelegido frente al candidato de un solo partido opositor. Pese al desastre
económico y a la podredumbre del gobierno de Maduro que se sostiene con el
apoyo militar y el de la boliburguesía, esos partidos son minoritarios. El
“presidente” golpista Juan Guaidó representa sólo un partido de extrema derecha
y cuenta fundamentalmente con el respaldo de Estados Unidos. Su pronunciamiento
unilateral fue inmediatamente reconocido por “demócratas” de la calaña de
Trump, Bolsonaro, Netanyahu, Macri, Duque. Con su ayuda se apoderó ilegalmente
de los bienes venezolanos en el exterior y su “gobierno” es el pretexto para un
golpe de Estado que le dé el poder a la burguesía compradora y al imperialismo
si logra asociarse con un sector militar o a “justificación” de una invasión
para instaurar un gobierno títere y eliminar la influencia en Venezuela de las
potencias imperialistas rivales de EE.UU. (U.E. y, sobre todo, China y Rusia).
Si ese plan triunfase, América Latina sería “normalizada” y estaría totalmente
sometida a Estados Unidos pues los días de Cuba y de Bolivia estarían contados.
Ante esta
situación los nacionalistas burgueses y los formados en el pensamiento
stalinista, con su teoría de los campos en lucha, estrechan filas acríticamente
en torno a Nicolás Maduro en nombre de la defensa de la soberanía. Pero
ésta no reside en el Estado ni en el gobierno de turno sino en el pueblo.
Maduro no defiende la soberanía tal como la dictadura argentina no defendió la
soberanía en el caso de las Malvinas, donde sólo quiso hacer una maniobra
diversionista para seguir manteniendo el poder y los privilegios de la
oligarquía antinacional.
Otros, en
cambio, subestiman los efectos que podría tener la victoria del imperialismo y
sus agentes (que ya elaboran planes para legitimar inversiones estadounidenses
en el petróleo y desguazar a Pdvsa). Algunos de ellos, con un impresionismo
oscilante y a dos bandas, idealizaron en los 60-70 al gobierno revolucionario
del capitalismo de Estado cubano y pocos años más tarde, se fueron a la otra
banda apoyando a la dictadura argentina, que había anulado la soberanía popular
y ponía en riesgo la independencia del país con su aventura en las Malvinas.
Ahora centran, en cambio, sus críticas en Maduro en el mismo momento en que
éste defiende los intereses del sector burgués nacional en cual se apoya pero,
al rechazar las medidas agresivas del imperialismo, defiende también la
independencia nacional y coincide así en un frente de facto con la mayoría de
los trabajadores.
Ni el
desastre económico provocado por la incapacidad de Maduro y la avidez de la
boliburguesía, ni la represión a las huelgas por el Estado burgués venezolano
pueden justificar poner en un mismo plano al imperialismo y sus agentes
locales, por un lado, y al bonapartista Maduro y los trabajadores venezolanos
del otro. Guaidó no quiere realmente elecciones, que perdería entre otras cosas
porque emigró una buena parte de su electorado, que se recluta entre los menos
pobres o los más ricos, que son los únicos que pueden costear la emigración. En
estos momentos, además, no se pueden realizar elecciones de ningún tipo ni
referendos (¿quién los convocaría, por empezar?) y las negociaciones deben
partir del rechazo total de las medidas imperialistas estadounidenses y
británicas con los fondos venezolanos y al golpismo declarado y, además, deben
ser públicas y deben apoyarse en movilizaciones de masa.
Como
planteaba Trotsky en el caso hipotético de una guerra entre el Brasil fascista
del Estado Novo de Getúlio Vargas y una potencia imperialista “democrática”,
hay que derrotar primero al imperialismo para no regalarle la bandera de la
independencia nacional a la reacción local y, después de derrotado aquél, hay
que organizar la eliminación del gobierno nacional opresor. Maduro está a años
luz de ser un Allende y tampoco es un Vargas pero es el gobierno legítimo de un
país dependiente y Estados Unidos lo quiere derribar por la derecha –no por la
izquierda- para convertir a Venezuela en una colonia virtual, dependiente de
las transnacionales para su reconstrucción e incorporada en calidad de
proveedora de recursos a los planes yanquis de guerra mundial. El peligro
reside en que EE.UU y los golpistas logren un acuerdo con una parte de los
militares contra el pueblo venezolano y contra Maduro, para que Venezuela
vuelva al prechavismo. Contra
ese peligro Maduro no es una garantía porque sólo el pueblo movilizado podrá
impedir las negociaciones a oscuras de todos y las traiciones.
Por eso es
necesario golpear juntos incluso con Maduro y los militares nacionalistas para,
una vez derrotado el golpe, imponer un gobierno popular por sobre la
boliburguesía.
Marsella, 29/01/19
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Fuente: https://www.anred.org/?p=109612
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