El momento histórico y
el abandono
de la representatividad
4
de agosto de 2017
Por Homar Garcés (Rebelión)
En su obra «Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias»,
Zygmunt Bauman deja reflejada las vicisitudes, muchas veces angustiantes y
llenas de incertidumbre que colman la realidad del mundo contemporáneo, con
particular interés en lo que concierne a las necesidades y las preocupaciones
económicas de la mayoría de las personas. Según sus observaciones, “las causas
de la exclusión pueden ser distintas, pero, para quienes la padecen, los
resultados vienen a ser los mismos. Enfrentados a la amedrentadora tarea de
procurarse los medios de
subsistencia biológica, al tiempo que despojados de la confianza en sí mismos y
de la autoestima, necesarias para mantener su supervivencia social, no tienen
motivo alguno para contemplar y saborear las sutiles distinciones entre
sufrimiento intencionado y miseria por defecto. Bien cabe disculparlos por
sentirse rechazados, por su cólera y su indignación, por respirar venganza y
por su afán de revancha; aun habiendo aprendido la inutilidad de la resistencia
y habiéndose rendido ante el veredicto de su propia inferioridad, apenas
podrían hallar un modo de transmutar todos esos sentimientos en acción
efectiva".
Muchos quizás secunden el pesimismo que se extraería de tal aseveración; sin embargo, hay que precisar (sobre todo, frente a algunos escépticos), que semejante realidad comienza a hacerse patética y habitual en una gran parte del planeta, con cierta unanimidad en la resistencia mostrada por los diversos pueblos que lo habitan ante lo que consideran, no sin razón, el despojo y la violación de sus derechos fundamentales -en su doble condición de seres humanos y ciudadanos- a manos de aquellos que controlan el engranaje capitalista global. En dirección contraria, casi todos los gobiernos se muestran dispuestos a promocionar e implementar toda ley e iniciativa que sea requerida para abrir las economías de sus naciones al capital transnacional, sin que existan regulaciones de por medio, a fin de atraer a inversionistas extranjeros y garantizarles que ninguna cosa amenazará sus aspiraciones de obtener grandes ganancias.
En el caso concreto de Venezuela, enfrentando semejante eventualidad, cada revolucionario y chavista debiera interrogarse a sí mismo respecto a cuál es su papel y en qué medida está contribuyendo efectivamente con hacer realidad el Proyecto dela Revolución Bolivariana ;
no únicamente en el aspecto político sino también en lo que se relaciona a lo
cultural, lo social y lo económico. Entre otras, preguntarse: ¿Por qué asciende
o es promovido a cargos de dirección o de confianza? ¿Por que posee una mayor
capacidad, un mayor compromiso o una mayor formación que otros con iguales oportunidades?
Si la respuesta es positiva, entonces ¿por qué sus acciones no reflejan algo de
esto, es decir, por qué éstas no trascienden lo habitualmente hecho y aceptado,
convirtiéndose cada una en una cotidianidad revolucionaria permanente? A todo
ello hay que agregarle la ética como ingrediente básico ineludible, entendiendo
que ella marcará y evidenciará una diferencia abismal en relación con el
comportamiento observado entre aquellos que gobiernan y dirigen a los sectores
populares, apegados como están a la usanza tradicional y jerárquica, sin
atreverse a modificar de raíz las relaciones de poder que caracterizan desde
hace siglos al sistema burgués representativo.
El momento histórico actual exige que se abandonen los esquemas políticos representativos del puntofijismo y, en su lugar, propiciar y acompañar las diversas iniciativas autogestionarias que pueda adelantar el poder popular, ejerciendo su autonomía en un ciento por ciento.
Muchos quizás secunden el pesimismo que se extraería de tal aseveración; sin embargo, hay que precisar (sobre todo, frente a algunos escépticos), que semejante realidad comienza a hacerse patética y habitual en una gran parte del planeta, con cierta unanimidad en la resistencia mostrada por los diversos pueblos que lo habitan ante lo que consideran, no sin razón, el despojo y la violación de sus derechos fundamentales -en su doble condición de seres humanos y ciudadanos- a manos de aquellos que controlan el engranaje capitalista global. En dirección contraria, casi todos los gobiernos se muestran dispuestos a promocionar e implementar toda ley e iniciativa que sea requerida para abrir las economías de sus naciones al capital transnacional, sin que existan regulaciones de por medio, a fin de atraer a inversionistas extranjeros y garantizarles que ninguna cosa amenazará sus aspiraciones de obtener grandes ganancias.
En el caso concreto de Venezuela, enfrentando semejante eventualidad, cada revolucionario y chavista debiera interrogarse a sí mismo respecto a cuál es su papel y en qué medida está contribuyendo efectivamente con hacer realidad el Proyecto de
El momento histórico actual exige que se abandonen los esquemas políticos representativos del puntofijismo y, en su lugar, propiciar y acompañar las diversas iniciativas autogestionarias que pueda adelantar el poder popular, ejerciendo su autonomía en un ciento por ciento.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229863
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