enred_sinfronteras@riseup.net
La derecha sudamericana estimula la
destrucción del medioambiente
1 de septiembre de 2019
Unos se
hacen cómplices de la acelerada destrucción del planeta, otros simulan ser
santos ecologistas. Francia destruye su Guyana mientras critica a Bolsonaro y
otros delincuentes políticos sudamericanos. Macron no vale más que Trump.
Juntos terminaron por destruir la economía argentina, apoyando a Macri con el
concurso del FMI y el Banco Mundial.
La
derecha sudamericana estimula la destrucción del medioambiente
El mejor ejemplo está dado por los gobiernos de
Brasil y Chile, íconos del neoliberalismo salvaje en la región
Escribe
Arturo Alejandro Muñoz
Resulta
imposible negarlo. El neoliberalismo no puede prosperar sin destrozar, arrasar
y aniquilar el medioambiente, así como le cuesta mucho funcionar sin
narcotráfico. Es parte de su naturaleza, ello forma cuerpo en su esencia como
sistema. Tal vez sea el corazón del mismo, o el alma.
Las
tiendas políticas derechistas de Sudamérica aman el destrozo del medioambiente;
según ellas, lo hacen “en beneficio de la producción y el desarrollo”, la libre
competencia, el mercado, y todas esas cuestiones que se enmarcan dentro de la
Economía, para lo cual esgrimen argumentaciones tan extrañas como una mermelada
de lluvia. En este caso, de palabras rimbombantes cuyos significados entienden
sólo los economistas, aunque tampoco saben para qué sirven puesto que ni
siquiera pueden asegurar que aplicándolas resolverán el problema de la pobreza
y la desigualdad.
Lo
dicho, a la derecha sudamericana le encanta hacer pebre el planeta, el
medioambiente.
Hasta
el día anterior del ascenso de Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, la
mitad de las especies de árboles de la Amazonia se encontraba en peligro de
extinción. A ese ritmo de deforestación, antes de 20 años, el 57% de aquella
gigantesca zona estaría en alerta roja amenazada por la muerte de la mitad de
las especies existentes.
Bolsonaro
y la derecha brasileña quieren apurar el tranco y ayudar a la Amazonia a morir
con rapidez. El gobierno del ex capitán de ejército autorizó con bastante
‘orgullo patrio’ la invasión de empresas y aventureros a la zona, para que
desforesten y exploten todo lo que sea posible de explotar.
El llamado “pulmón verde” del mundo sufre hoy la
tala masiva de muchos de sus árboles. Organizaciones preocupadas del cuidado y
conservación del medioambiente aseguran que cincuenta y dos millones de árboles
son talados cada hora en la
Amazonia. Sí, leyó bien, 52 millones de árboles en cada hora.
Una brutal estupidez que comienza a convertirse en crimen contra la Humanidad.
No se detiene allí esta desgracia: muchas de las
tribus amazónicas –como los Awá y los Guajajara– han comenzado a organizarse
portando armas convencionales (escopetas, rifles y pistolas), y otras que no lo
son (arcos, flechas y machetes), dispuestos a defender los terrenos que han
ocupado por siglos, pero que entusiasman a empresas depredadoras, madereros
furtivos y bandoleros varios que pujan por meter máquinas, derribar árboles y
horadar la tierra en busca de minerales.
El
mundo sufre mirando la agonía del gran pulmón verde y su propia decadencia. La
derecha brasileña –y la del subcontinente– aplauden porque a esa masacre y
brutalidad la consideran “desarrollo”.
La
tragedia que viven algunas tribus amazónicas, en pleno siglo XXI, es un asunto
casi olvidado (mas, no desconocido) por las grandes organizaciones
supranacionales, menos por Greenpeace, que en su página web es.greenpeace.org,
informa lo siguiente:
“Brasil
es el país que alberga la mayor parte de la selva amazónica, pero la
deforestación y la degradación forestal es un problema crónico. La expansión de
la frontera agrícola para el cultivo de soja y la creación de pastos para la ganadería
es la principal responsable de este problema. También, la explotación forestal
industrial, en gran parte ilegal, abre el camino a la destrucción posterior
mediante el uso del fuego. Otra gran amenaza son los grandes proyectos
hidroeléctricos que amenazan toda los valiosos ríos de la cuenca amazónica,
como el complejo de presas proyectadas en la cuenca del río Tapajos, hogar de la tribu Mundurukú”.
Miles
de kilómetros al suroeste, otras acciones depredadoras se llevan a efecto
‘oficialmente’. Es en Chile donde el sistema neoliberal alcanza grados de
salvajismo en las materias que invocan estas líneas. El pequeño país andino (su
población alcanza solamente a dieciséis millones de habitantes) es considerado
‘laboratorio de prueba’ por las multinacionales y por el Fondo Monetario
Internacional (FMI), aprovechando que la sociedad civil chilena quedó
prácticamente “amaestrada” luego de diecisiete años de una cruel dictadura, y
que pese a estar nuevamente en ‘democracia’ continua semidormida e increíblemente
temerosa de las reacciones de sus propias fuerzas armadas, lo que permite a
unas venales y corruptas cofradías políticas y empresariales experimentar
aquello que proponen Washington, el Banco Mundial y el FMI.
Los
gobiernos chilenos, asociados en lo que la prensa independiente bautizó con el
nombre de “duopolio binominal”, siguieron (y siguen aún) al pie de la letra las
indicaciones y ‘consejos’ de las transnacionales y de EEUU, soslayando
dramáticamente las consecuencias medioambientales que se derivan de esas acciones, que son voluminosamente
rentables para las sociedades empresariales, pero dañinas y gravísimas para la
población en general, y para el futuro de esa república. El siguiente listado
de daños es incluso insuficiente para demostrar lo dicho.
Empresas
mineras, en el norte y centro del país, ocupan más del 50% de las aguas de ríos
y lagunas, contaminando el resto de ellas con el vaciamiento de materiales
tóxicos que aumentan la tragedia de pequeños agricultores sitos en los valles
cercanos, quienes ven reducidos los volúmenes de agua para el riego y, además,
envenenados sus sembradíos.
Empresas mineras como las existentes en el centro
norte, han dejado sin agua dulce a miles de personas, obligándolas a recurrir a
camiones aljibes provenientes de comunas aledañas para surtirse del vital
líquido. Todo ello con el consentimiento del gobierno de turno. Petorca es el
mejor ejemplo.
Entrega del mar y sus productos a siete familias, sin
duda un desquiciamiento político-económico que tendrá severas y graves réplicas
en los asuntos medioambientales a mediano y largo plazo, además del desastre
que ello significa para cientos de familias dedicadas a la pesca artesanal que
constituye su sustento.
Destrucción de glaciares por parte de empresas
transnacionales que explotan recursos mineros en la alta cordillera (cordillera
de los Andes), una de ellas, frente a Santiago, la capital del país.
Envenenamiento de ríos y lagos realizado por empresas
madereras en el sur del país, sacrificando el medioambiente donde habitan
pueblos, comunidades y ciudades. Deforestan extensos bosques de árboles nativos
reemplazándolos por maderas de rápida industrialización, como los pinos.
Instalación de tóxicas y contaminantes
termoeléctricas en zonas de muy fino equilibrio medioambiental, donde existe
una fauna que es exclusiva de aquellos lugares, y por lo tanto única en el
mundo, destrozando ecosistemas y poniendo en grave riesgo la salud de la
población.
Intoxicaciones masivas en ciudades como Quintero,
provocadas por industrias que son altamente contaminantes, pero el gobierno de
turno (el de Sebastián Piñera en este caso) opta por apoyar a esas empresas y
dejarles puertas abiertas para seguir ’produciendo’ (ergo, contaminando).
Vaciamiento de líquidos tóxicos a ríos y al mar,
efectuado por diversas empresas, tanto madereras, mineras y salmoneras, con el
silencio cómplice del Estado.
Lo dicho, al neoliberalismo y a la derecha chilena
les parece normal y necesario destruir el medioambiente para que algunas
corporaciones y empresas privadas puedan llenar sus faltriqueras a costa de la
salud de la población y el futuro del país.
En
este salvajismo no están exentas de culpa la ex Concertación y la ex Nueva Mayoría:
ambas se casaron con los objetivos del neoliberalismo transformándose en sus
mejores administradores, y en sólidos defensores de la expoliación de recursos
naturales y la concentración de la riqueza en pocas manos.
En
este y en otros casos es imposible discernir diferencias entre las coaliciones
de “centro-izquierda” y las coaliciones de “centro-derecha”. Unidas por el
“centro”, de cara a la destrucción de la Naturaleza y en materia económica y
medioambiental vienen a ser lo mismo.
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/09/01/la-derecha-sudamericana-estimula-la-destruccion-del-medioambiente/
No hay comentarios:
Publicar un comentario