El chavismo como construcción
ideológica de nueva
generación
10 de septiembre
de 2019
Por Homar
Garcés
Tal cual se ha
considerado al leninismo como el marxismo de la época del imperialismo y de la
revolución proletaria, el chavismo podría presentarse como la postura
bolivariana del período histórico correspondiente a la lucha por obtener y
completar la absoluta descolonización de Venezuela, esta vez en un amplio
sentido cultural y económico, así como de emancipación política frente a la
hegemonía imperialista de Estados Unidos (ejercida sin mucha oposición a lo
largo de la geografía nuestraamericana) y de la construcción y práctica de una
nueva clase de democracia, la democracia participativa y protagónica. Estos
rasgos serían suficientes para anexarle al chavismo la categoría de ideología
(como algunos ya lo reconocen), a pesar de estar compuesto por diferentes
aportaciones revolucionarias extraídas de experiencias y teóricos de otras
épocas y latitudes; lo cual -visto con objetividad- no hace mella en su singularidad.
Para los
puristas (especialmente quienes siguen el ideario bolivariano), el chavismo
sería una aberración al unir los ideales encarnados por Simón Bolívar con
aquellos representados por Marx, Engels y Lenin, aduciendo que entre los mismos
existiría una incompatibilidad insuperable. Igual ocurre con las referencias al
Evangelio, al ubicar a Jesús de Nazaret como el precursor del socialismo
revolucionario, lo que le produce urticaria a la jerarquía eclesiástica,
habituada a condenar -junto con las clases dominantes- cualquier tentativa por
hacer posibles sus postulados fundamentales, explotando, al mismo tiempo, el
anticlericalismo de muchos marxistas. Otro tanto sucede entre aquellos que
profesan el marxismo leninismo, el trotskismo y el anarquismo, al cuestionar el
militarismo presente en un gran porcentaje de cargos de gobierno, compartidos
con ex militantes de los principales partidos políticos tradicionales (AD y
COPEI), así como el reformismo, traducido en la falta de medidas realmente anticapitalistas
y el fortalecimiento del viejo Estado burgués liberal.
No obstante, en medio de todo, el chavismo representa para los
sectores populares una opción válida, la cual -entre otras cosas positivas- les
permitió visibilizarse e intervenir de manera decisiva en los asuntos del
Estado, asumiendo una posición protagónica que siempre les fue negada por los
regímenes anteriores, a pesar de los discursos rimbombantes que, en toda fecha
patria, ensalzaran su soberanía. Pero no es esta la única circunstancia que le
dio base popular al chavismo. Chávez entendió la importancia de saldar la
enorme deuda social acumulada durante más de cuarenta años con el pueblo
venezolano, lo que comenzó a hacer mediante la implementación de las diferentes
Misiones.
Si bien es
cierto que los cambios cuantitativos producidos a partir de estas Misiones se
palpan en un mejoramiento sustancial de las condiciones materiales de vida de
la gran mayoría excluida (cuestión negada reiteradamente por los grupos de la
oposición), sería necio admitir que algo similar se logró también en materia
económica, implantando el socialismo revolucionario en las instituciones y
empresas pertenecientes al Estado como en aquellas que se expropiaron y crearon
bajo la figura de propiedad social y comunal. Es decir, en un plano
político-ideológico pudo avanzarse en la idea de construir lo que Hugo Chávez
denominó el socialismo del siglo 21, pero poco (o nada) se concretó bajo tal
orientación en el orden económico; convirtiéndose esto último en el talón de
Aquiles del chavismo, sobre todo en lo que respecta a la socialización,
diversificación e intensificación de la actividad productiva nacional.
Como explicación de esta realidad contradictoria, en «Razones de
una revolución», Mario Sanoja e Iraida Vargas Arenas concluyen que «la
casualidad de nuestro atraso y de nuestra crisis social es de carácter
estructural e histórico: sus raíces se afincan en la condición colonial que nos
fue impuesta en el siglo XVI y en la condición semicolonial y dependiente en la
cual vivimos desde 1810». Por tanto, le toca al chavismo (entendido desde
abajo) librar una crucial
batalla de índole cultural e ideológica para extirpar esta rémora histórica, la cual -ahondando en sus
repercusiones a través del tiempo- se mantiene viva en el comportamiento dual,
despótico y servil, de dirigentes, funcionarios y gobernantes. Circunstancia
que conspira permanentemente contra la posibilidad real de alcanzar una
democracia participativa y protagónica, al modo de la consagrada en la Constitución
de 1999, obligando al pueblo a trazarse metas que la superen definitivamente,
incluyendo la estigmatización excluyente y racista de que ha sido víctima por
parte de los sectores dominantes y de sus ideólogos orgánicos.
En este
punto, la descolonialidad del pensamiento es una tarea impostergable del
chavismo, sin excluir la visión emancipatoria del socialismo, si se detecta en
él elementos que definen al eurocentrismo; una cuestión que pocos se atreven a
abordar con la seriedad y la objetividad que merece, contentándose con sólo
hacer alardes de un conocimiento escolástico y una retórica vacua, sin asidero
alguno con la realidad a transformar.
Aún con sus muchas debilidades a cuestas, no se puede desmeritar
del todo al chavismo.
Tiene a su favor la virtud de haber motivado y movilizado a un amplio segmento
de la población tras un proyecto de redención social y de soberanía nacional
que no pudieron articular los grupos de la izquierda tradicional,
independientemente de su constancia, sacrificios y heroísmo, plasmados,
básicamente, en la época de la lucha guerrillera. Gran parte de sus postulados
recogen las aspiraciones y experiencias heterogéneas de movimientos sociales y
políticos de una diversidad de países, lo que atrae la atención a nivel
mundial, suponiendo que estos orientan la transición a una sociedad de tipo
socialista y, por ende, anticapitalista. Sin menoscabo de lo hecho y pregonado
por veinte años consecutivos, es factible que el chavismo (entendido y erigido
desde abajo) pueda percibirse y admitirse como una construcción ideológica de
nueva generación. O, por lo menos, servir de inspiración y de base para que
surja y se consolide un amplio movimiento popular pluralista que, quizá, lo
trascienda. En lo que ha sido y tendría que ser inclusión social, aprovechando los
cuantiosos dividendos generados por la renta petrolera.
mandingarebelde@gmail.com
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