Portugal,
el modelo “progre-socialista”
13 de septiembre
de 2019
Por Rolando Astarita
Portugal se ha convertido, por estos
tiempos, en el modelo recomendado por mucho del progresismo izquierdista, y por
el Frente de Todos. Así, Kicillof afirmó que “Portugal es una salida de salida
con crecimiento”; Cristina Kirchner llamó a renegociar con el FMI “a la
portuguesa”; y Alberto Fernández se reunió con Antonio Costa, el primer
ministro “para conocer de su propia boca cómo fue la experiencia portuguesa:
ser muy cuidadoso con las cuentas públicas y desarrollar el consumo”.
A fin de ubicar el tema, recordemos que en noviembre de 2015 el
socialista Antonio Costa fue nombrado primer ministro, en base a un acuerdo
parlamentario del Partido Socialista con el Bloque de Izquierda, el Partido
Comunista y los Verdes. El objetivo proclamado era “acabar con la austeridad
para reactivar la economía”. El gobierno del PS restauró entonces la semana
laboral de 35 horas para los empleados públicos y aumentó sus salarios; frenó
privatizaciones en el transporte y recuperó el control de la línea aérea
estatal; elevó el salario mínimo y las pensiones; aumentó la carga impositiva a
grandes fortunas e impulsó la ayuda a las pymes. Dado que la economía ha
crecido en los casi cuatro años que lleva el gobierno de Costa, el “modelo
portugués” muchos afirman que es la demostración palpable de que es posible una
salida de la crisis capitalista vía la redistribución progresista del ingreso,
y sin sufrimientos para las clases trabajadoras. Por eso la experiencia
portuguesa es citada como “modelo a imitar” por el kirchnerismo, stalinistas
varios y por los partidos socialistas y organizaciones izquierdistas, como son
el PSOE y Podemos, de España. El milagro progresista portugués, por otra parte,
ha sido muy conveniente para disimular la desastrosa gestión de Syriza, en
Grecia (hace unos años Syriza era el modelo a imitar, recomendado por los
Kicillof criollos, los Pablo Iglesias y similares heraldos del reformismo
burgués).
Dada la popularidad de que gozaba el modelo PS-portugués entre
el izquierdismo reformista, en julio de 2017 escribí una nota (aquí) en la que intenté
mostrar que, en Portugal, la recuperación económica ya estaba en marcha antes
de que asumiera Costa; y que las medidas adoptadas por su gobierno eran
concesiones muy parciales, que no revertían el retroceso de las fuerzas del
trabajo durante la crisis.
En esta entrada amplío el argumento y actualizo datos. La
nota se inscribe en el mismo sentido de diversos escritos (varios de ellos de
gente de izquierda) publicados en los últimos días, que también muestran que la
recuperación de la economía portuguesa tuvo como contrapartida
el empeoramiento de la situación de la clase trabajadora y los sectores
populares, con relación al período anterior a la crisis.
Crisis y recuperación débil…
En línea con lo planteado en 2017, señalo en primer lugar que la
recuperación de la economía había
comenzado antes de la
asunción del gobierno socialista. Y que es una recuperación débil, como puede
advertirse en el siguiente cuadro.
De hecho, entre 2015 y 2019 (este último estimado), el producto
creció un magro 1,73% anual promedio. Por otra parte, la relación
inversión /PBI -una variable clave a la hora de evaluar la dinámica de la
acumulación- se mantuvo por debajo del nivel anterior a la crisis: entre 2013 a 2018 promedió 15,5%,
contra 22% en 2008-9.
… sostenida en baja de salarios
Pero además, la recuperación se produjo luego de una caída de
salarios y del empeoramiento de las condiciones laborales y de vida de la
población en general. Ese ajuste se profundizó a partir del acuerdo, de mayo de
2011, entre el gobierno portugués y la Troika (FMI, Banco Central Europeo y
Comisión Europea): a cambio de un préstamo de 78.000 millones de euros,
Portugal aplicó un programa que incluía, entre otras medidas, el congelamiento
de salarios, la reducción de los salarios de los estatales, la reforma de leyes
laborales y diversas privatizaciones. Un ajuste que se impuso en el contexto de
una elevada desocupación, que alcanzaría su pico de 16,4%, en 2013.
El ajuste fue de la mano de lla caída del salario real. Según la
OIT (véase “Decent work in Portugal 2008-18. From crisis to recovery”, ILO.
2018, aquí), el salario real
experimentó, entre 2008 y 2018, la siguiente evolución.
Puede observarse que
los salarios reales recuperan, entre 2014 y 2017, muy poco del terreno perdido
con la crisis, y que esa recuperación comenzó después de que la economía tocara
fondo, en 2012-3. Téngase en cuenta, además, que los salarios portugueses están
por debajo de la media europea
El siguiente cuadro muestra la variación
de la composición salarial por hora trabajada, en % (fuente OCDE). Lo
importante aquí es ver cómo la recuperación ya estaba en marcha cuando la
compensación horaria todavía estaba en el piso, en 2014.
Pero además, con la
crisis se profundizó la caída de la participación de los salarios en el ingreso
nacional. En particular, porque a partir de 2010 los salarios se
desengancharon de los aumentos de la productividad. El
resultado: mientras que en los 1990 la participación era de aproximadamente el
60%, en 2015 fue de solo el 52%.
Reformas laborales favorables al capital…
En la nota de 2017 señalamos que con la reforma laboral,
introducida por el gobierno conservador, “disminuyeron las indemnizaciones por
despido y se facilitó el despido por inadaptación,
o extinción del puesto de
trabajo; se redujo a la mitad la cantidad pagada por horas
extraordinarias; y se recortó el subsidio de desempleo, que solo podía ser
cobrado durante dos años y dos meses, contra tres años y un mes antes de la reforma. También
se quitaron los tres días de vacaciones que algunas empresas daban a los
empleados que no faltaban durante el año; se suprimieron cuatro días festivos;
y se creó una bolsa de 150 horas extra a disposición de la empresa, que decide
qué días se trabaja. Esta reforma se impuso, a pesar de la resistencia de los
trabajadores y la huelga general convocada por la Confederación General
de Trabajadores Portugueses, el 24 de marzo de 2012” .
… que no fueron revertidas
Como adelantamos más arriba, el gobierno del PS adoptó medidas
que significaron mejoras para los trabajadores. Su contrapartida, sin embargo,
es que dieron
margen al gobierno para no cuestionar, en ningún sentido fundamental la
precarización de las condiciones laborales y la pérdida de posiciones frente al
capital, experimentada durante la crisis. Dicho en otros términos: una vez 100 el capital adelantó
100 pasos, es posible retroceder 10 o 20 para asegurar los otros 80 de avances
y proclamar, además, que “estamos gobernando en beneficio de los trabajadores”.
Una mecánica bastante común cuando se sale de una crisis de la profundidad de
la experimentada por Portugal.
Por eso, no debería extrañar que el gobierno PS no haya derogado la
reforma laboral impuesta por la Troika y el PSD. Recortó el tiempo
de los contratos laborales a dos años y los contratos experimentales a 180
días, el gobierno del PS pero no corrigió el cálculo de compensación de los
despidos, que fue
clave en la reforma de la
Troika. Por eso la reforma impulsada por el PS tuvo el visto
bueno de las patronales y de la derecha; y el voto en contra del PC, Verdes y
BI. En forma parecida, el PS votó en el Parlamento, junto a la derecha, contra
la propuesta del PC, BI y Verdes de restaurar la paga extraordinaria por días festivos.
El resultado fue que, por diversas vías, se consolidó el trabajo
precario. Según el informe de la OIT citado, “el nivel de empleo temporario en
2017 era exactamente el mismo que en 2008. El nivel de empleo temporario
involuntario también permanecía estable”. El trabajo bajo contratos temporarios
comprendía al 37% del trabajo total en 2000; alcanzó un pico de 66% en 2015, y
en 2017 apenas había bajado a 63%.
Uno de los sectores en que más aumentó este tipo de empleo fue
el turismo que, significativamente, fue motor de la recuperación. Señala
un crítico: “El empleo en estos sectores es precario, está mal pago y hay una
alta rotación de trabajadores. Entre 2013 y 2017 se firmaron 3,8 millones de
nuevos contratos laborales, de los cuales 2,6 millones terminaron en el mismo
período. Solo un tercio, aproximadamente, de esos nuevos contratos son
permanentes, mientras que los dos tercios restantes son atípicos (trabajo por
agencia) o de tiempo limitado. Incluso con el salario mínimo más elevado, estos
trabajos proveen salarios bien por debajo del promedio nacional. De acuerdo al
Observatorio das Crises e das Alternativas, el salario promedio mensual en los
nuevos contratos permanentes disminuyó de 961 euros a mediados de 2014 a 837 euros a finales
de 2017”
(N. Teles, “The Portuguese Illusion”, aquí).
Paralelamente, disminuyeron los trabajadores comprendidos en
negociaciones colectivas. En 2008 había 1,9 millones, casi el 49% de todos los
asalariados. En 2013 se había desplomado a 241.000, el 7% del total. Desde
entonces hubo una recuperación, llegando a, 821.000 (20,8% del total) en 2017.
Todavía muy por debajo del nivel anterior a la crisis (OIT). Otro dato revelador
de la situación es que aumentó la duración semanal media del trabajo: pasó de
38,8 horas en 2010 a
39,5 horas en 2018 (“Portugal en números 2018” , Instituto Nacional de Estadística).
Trabajadores estatales
Con la aplicación del plan de 2011 bajaron las nóminas
salariales de los estatales, tanto porque hubo recortes en el empleo como de
salarios. Según el FMI, los recortes fueron entre 3% y 10% en 2011 para los
salarios que estaban por encima de los 1500 euros (citado en el informe OIT).
En 2012 se suspendieron los pagos extras de los meses 13 y 14 (lo que en
Argentina llamamos aguinaldo). En 2013 se tomaron medidas adicionales para
recortar el gasto público. El informe OIT 2013 señalaba que la introducción del
programa de ajuste coincidía con las mayores caídas del empleo y del producto
de que se tenía registro. En 2014 hubo bajas adicionales de entre el 2,5% y 12%
para los salarios que superaban los 600 euros. También se congeló la progresión
de las carreras en el Estado como un medio para contener la nómina salarial en
el sector público. Estos recortes luego se retiraron.De acuerdo a la OIT, en lo
más agudo de la crisis
Portugal había reducido el gasto público en actividades
económicas, educación y salud en alrededor de 7% del PBI. El déficit pasó de representar
3,8% del PBI a un pico de 11,2% en 2010, 7,2% en 2014 y 1,1% en 2018.
El compromiso del gobierno de Costa de contener el gasto fiscal
a costa de recortes a derechos de los trabajadores sigue firme hasta el
presente. Por eso se negó a apoyar un proyecto de ley, del PC, BI y Verdes, que
recuperaba de forma integral el tiempo de servicio de los maestros y
profesores. Congelado entre 2011 y 2017, ese tiempo es esencial para la
progresión en las carreras. El argumento del PS para rechazar el proyecto fue
que aumentaría el gasto anual en 800 millones de euros.
¿Recuperación vía aumentos de salarios y consumo?
Según el reformismo burgués, es posible salir de la crisis
capitalista elevando los salarios y redistribuyendo el ingreso en beneficio de
los trabajadores y sectores populares. Así, el consumo arrastraría a la inversión. Las
tesis “catastrofistas” del marxismo (el capitalismo sale de las crisis
empeorando las condiciones de vida de los trabajadores) no se aplica, y el caso
portugués lo habría demostrado.
Pero hemos visto que: a) los salarios reales tocaron piso en
2014, y seguían por debajo del nivel pre-crisis cuando la recuperación ya
estaba en marcha; b) la participación de los salarios en el ingreso era menor,
en 2015, que en la pre-crisis. La realidad entonces es que la recuperación
de la economía portuguesa no estuvo tirada por el consumo. supuestamente
promovido por el gobierno socialista. El gasto en consumo final de los hogares
en 2010 representaba el 63,9% del PBI; en 2018 la participación había bajado al
63% (“Portugal en números…”; INE). Lo cual es natural ya que hubo
desendeudamiento de los hogares. La recuperación tampoco estuvo liderada
por el gasto en consumo de la administración pública: pasó del 20,7% del PBI en
2010, al 17,3% en 2018 (ibid.).
Por eso no hay forma de sostener que la recuperación económica
se produjo a partir de inyectar poder de compra en los asalariados y en el
pueblo trabajador. Contra lo que pretende el reformismo burgués, la superación
de las crisis capitalistas siempre ocurre
según la lógica del capital. Lógica que se impone a partir del
poder que da la propiedad privada de los medios de producción, se sintetiza en
la exigencia, objetiva, de restaurar las condiciones de rentabilidad de los
negocios. Esas condiciones incluyen, naturalmente, la estabilidad macro:
control del déficit fiscal y de cuenta corriente, y estabilidad de la moneda. Por lo cual no
es un factor despreciable el que Portugal se haya mantenido dentro del euro (al
pasar, ¿qué tiene que ver esta situación con lo que ocurre en Argentina?).
Eje en el turismo e inversión inmobiliaria
Los principales motores de la recuperación no estuvieron en el
consumo, sino en el turismo, la inversión extranjera y la inversión en
construcción y propiedad inmobiliaria. El turismo pasó de representar, en
cuatro años, del 13% al 17% PBI. Fue decisivo, además, para el equilibrio
externo: en tanto la balanza de bienes, entre 2016 y 2019, fue deficitaria
(6,7% del PBI, promedio anual), la balanza de bienes y servicios se mantuvo
positiva en torno al 1,3%, promedio anual (datos del FMI). La
participación de la inversión extranjera en la formación de capital bruto fijo,
por su parte, pasó de 8,6% en 2014
a 20% en 2017. También entró dinero destinado a
inversiones inmobiliarias. Recordemos que desde 2012 se otorga el derecho a
vivir en Portugal a todo aquel que adquiera una propiedad valuada en al menos
500.000 euros (también a los que inviertan capital). El Banco de Portugal
señala una sobrevaluación de las propiedades inmobiliarias, vinculada al auge
del turismo y a las inversiones de no residentes: entre el final de 2013 y la
primera mitad de 2018 los precios de las propiedades residenciales crecieron,
aproximadamente, un 29% (Financial Stability Report, diciembre 2018,
Banco de Portugal).
Naturalmente, la recuperación basada en turismo e inversión en
construcción inmobiliaria se refleja en los cambios en las participaciones de
los sectores en el valor agregado bruto: el sector servicios elevó su
participación desde el 66,4% en 1995, al 75,3%. La construcción, en el mismo
lapso, la incrementó del 4% al 6,5%. En cambio industria, energía, agua y
saneamiento vio disminuida su participación desde el 21,6% en 1995 al 18,5% en
2018 (“Portugal en números…”; INE). Es llamativo que este modelo sea
reivindicado por un progresismo que no solo se concibe a sí mismo como
“distribucionista”, sino también fuertemente “industrialista”.
Inflación crediticia y apalancamiento
El incremento de la actividad inmobiliaria -junto a la suba de
precios y un entorno de bajas tasas de interés- dio lugar al aumento del
crédito bancario, y al apalancamiento. Como resultado, al terminar la primera
mitad de 2018 los bancos portugueses estaban altamente expuestos a los activos
inmobiliarios, que representaban el 38,9% del total de activos. Esta exposición
era mayormente indirecta, en particular a través de propiedad inmobiliaria
usada como colateral en el mercado hipotecario, que representa el 28% del total
de los activos de los bancos portugueses.
Otro componente de la exposición es el crédito otorgado a
empresas de construcción y negocios inmobiliarios; representa el 5% de los
activos totales. Además, el volumen de non
performing loans (NPL) asociados a construcción e inmobiliario
es proporcionalmente mayor que en otros sectores: un 40% de los NPL del sector
corporativo no financiero corresponde a empresas de la construcción y actividad
inmobiliaria. Si bien el crecimiento de la demanda de propiedad inmobiliaria
ayudó a mejorar los balances de los bancos -al permitirles deshacerse de
propiedad recibida en pago que figuraba en sus balances-, dada la alta
exposición del sistema bancario al mercado inmobiliario residencial, un ajuste
súbito de precios podría representar significativos riesgos para el sector (Financial…).
Destaquemos por último que la recuperación de Portugal ha ido de
la mano de un alto nivel de endeudamiento. La deuda del Estado como porcentaje
del PBI pasó del 71,7% en 2008
a un máximo de 130,6% en 2014 y a mediados de 2018 se
ubicaba en 124,9% del PBI. La deuda externa, en la primera mitad de 2018,
representaba el 92,7% del PBI (Financial…).
En conclusión, es difícil entender qué hay de “milagro progre-izquierdista” en la
recuperación de la economía portuguesa.
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