Neoliberalismo y crítica marxista
26 de diciembre de 2012
Por Rolando
Astarita
(…)Consideramos que el
neoliberalismo expresa una política de todo el capital, no solo de una de sus
fracciones. Esto es, el apoyo que tuvieron, y tienen, las políticas
recomendadas por monetaristas, nuevos clásicos, nuevos keynesianos y similares
excede en mucho al capital financiero. Los ataques a los derechos sindicales;
los ajustes que implican caídas del salario; las legislaciones para
flexibilizar las relaciones laborales; la reducción o supresión de subvenciones
a los desempleados; el empobrecimiento de pensionistas y jubilados; las
ofensivas contra los inmigrantes, fueron medidas que apuntaron a restablecer la
rentabilidad del capital de conjunto. Por esta razón fueron apoyadas a nivel
global no solo por los bancos y financistas, sino también por las cámaras
empresarias de la industria, el comercio, el agro, la minería, el transporte,
más amplios sectores de las clases medias y de las patronales pequeñas y
medianas.
Por otra parte, las privatizaciones, las aperturas comerciales y
las libertades para el movimiento transnacional de los capitales tuvieron como
efecto someter de manera más abierta y plena a todas las economías a la ley de la ganancia. Y esta
orientación fue alentada por capitales industriales, comerciales, agrarios,
junto al capital financiero. Incluso las fracciones más débiles de los
capitales nacionales buscaron insertarse en esta mundialización del capital.
La reacción neoliberal, a su vez, fue acompañada por una movilización
reaccionaria en la política, la cultura y la ideología. En muchos
ámbitos se impuso la consigna “que gane el mejor y el más fuerte”, que por lo
general son los más ricos. Se rechazaron los movimientos críticos y las
culturas contestatarias; resurgieron movimientos racistas y xenófobos; y se
exaltaron valores conservadores burgueses. Todo ello contribuyó a que el
trabajo fuera subsumido de forma más completa al capital de conjunto, sin
distinciones. Por eso pensamos que el neoliberalismo expresa el programa de la
clase capitalista global frente a la crisis de rentabilidad que estalló en los
1970, y la posterior profundización de la mundialización del capital.”
Lo esencial: aumento de la tasa de explotación
En esta descripción el tema de si el gasto del Estado tuvo más o
menos intervención en la economía no tiene
mayor relevancia para la caracterización de las políticas que se aplicaron en
los países capitalistas en las últimas décadas. Lo esencial es que
el programa del capital pasó por aumentar la tasa de explotación del trabajo.
Lo cual explica también por qué el neoliberalismo tuvo la adhesión de
prácticamente todas las facciones del capital; naturalmente, el aumento de la
tasa de explotación del trabajo es la raíz de la hermandad del capital.
En este respecto, en la nota en la que analizo el libro de Piketty
(aquí) señalé que hay mucha
evidencia empírica del aumento de la participación de los beneficios en el
ingreso a nivel global; eso es, hubo una tendencia al aumento de la relación
beneficios / salarios, que nos da un proxy a la tasa de plusvalía. Escribí:
“Según Kristal (2010), y para 16 países industrializados, la relación W /Y aumenta en
promedio en la posguerra y hasta los 1970, pero baja desde el 73% en 1980 al
60% en 2005. Sostiene que en las dos últimas décadas los aumentos de
productividad superaron a los aumentos salariales.
Por otra parte, de acuerdo a Karabarbounis y Neiman (2013) la
participación de los salarios ha estado declinando a nivel global desde 1980:
tomando su participación en el valor bruto añadido de las corporaciones, habría
caído un 5% en los últimos 35 años, desde el 64% al 59%. De 59 países con al
menos 15 años de datos entre 1975 y 2012, 42 muestran tendencias decrecientes
en la participación del trabajo. La tendencia se verifica también en China,
India y México. Blanchard y Giavazzi (2003) también encuentran la caída de la
participación de los salarios en los países desarrollados en las últimas
décadas. Otra manera de ver el aumento de la participación de los beneficios en
el ingreso es a través de la distancia entre los ingresos de los CEO de las
grandes corporaciones (plusvalía) y los salarios promedio. En EEUU, en 2013, la
paga de los altos ejecutivos es 343 veces mayor que la de la media de los
empleados y 774 veces mayor que la de aquellos que menos cobran. En 1983 la
diferencia con la media era 46 veces (Executive Paywatch, de la AFL-CIO).
También el “Informe mundial sobre salarios 2012-2013” de la OIT muestra la
esta dinámica. En 16 economías desarrolladas la proporción media del trabajo
disminuyó del 75% del ingreso nacional a mediados de los 1970 a 65% en los años
previos de la crisis de 2007. En Japón la participación del salario en el
ingreso pasó del 68,4% en 1970 al 79,93% en 1977, para bajar al 54,5% en 2010.
En EEUU pasó del 71,98% en 1970 al 63,27% en 2010; y en Alemania fue del 69,75%
en 1970 al 63,66% en 2010. A
su vez, en 16 economías en desarrollo y emergentes, disminuyó del 62% del PBI
en los primeros años de los 1990 al 58% justo antes de la crisis.
Por otra parte, la evolución de la plusvalía
relativa parece clara. Según la OIT, el índice de productividad del
trabajo (producto por trabajador) en las economías desarrolladas, con base 100
en 1999, se había elevado a 114,6 en 2011; en tanto que el índice de los
salarios, en el mismo período, había aumentado a 105,9. En EEUU la
productividad real por hora en el sector empresarial no agrícola aumentó 85%
desde 1980 a
2011, y la remuneración salarial lo hizo el 35%. En Alemania, en las dos
últimas décadas, la productividad se incrementó cerca del 25%, pero los
salarios reales permanecieron sin cambios. Esto está indicando que la tasa de
plusvalía aumenta, aun cuando aumenta la canasta de bienes salariales. Incluso
en China, a pesar de que los salarios se triplicaron en la última década, el
PBI aumentó a una tasa superior, de manera que W/Y disminuyó” (W: salario; Y:
ingreso).
Subrayamos entonces que la cuestión de si el Estado tuvo más o
menos participación en las economías capitalistas es secundaria a la hora de definir
en qué consiste el neoliberalismo. Más importante aún es que no
tuvo un papel neutral en la ofensiva contra el trabajo. Contra lo que piensa el
sentido común del izquierdismo progresista, el Estado no está por fuera de las
relaciones de clase; no se lo puede pensar haciendo abstracción de su carácter
de clase. De hecho, a lo largo de las últimas décadas el Estado contribuyó
(y sigue haciéndolo) al fortalecimiento de las posiciones del capital
frente al trabajo. Así, por ejemplo, las empresas que se mantienen bajo control
estatal se rigen cada vez más según la lógica de la rentabilidad: compiten con
empresas privadas, cotizan en bolsa, establecen relaciones con el mundo
financiero según las reglas del mercado, subcontratan trabajo y lo precarizan,
y remuneran a sus ejecutivos como cualquier otra empresa capitalista. De la
misma manera, cada vez más en reparticiones del Estado encontramos trabajo
precarizado y trabajadores con derechos laborales mínimos. Todo apunta a la
misma conclusión: el Estado no está por fuera de la unidad orgánica que
conforma el modo de producción capitalista.
Por eso, el punto de partida del análisis deben ser las relaciones
entre las clases sociales fundamentales de la sociedad moderna. Y por eso
también, y contra lo que imaginan los ideólogos del reformismo pequeño burgués, el aumento de la explotación del
trabajo es perfectamente compatible con la no reducción o el aumento de la
participación del gasto estatal en el producto. Más aún, la
participación del gasto social en el producto ha tendido a aumentar, en el
promedio de los países de la OCDE, entre 1980 y 2015. Las razones de por qué
sucedió así deberán investigarse, pero de nuevo esto no impidió el aumento de
la tasa de explotación (en Argentina esta cuestión tiene particular relevancia
a la hora de caracterizar a la política del gobierno de Macri). En otras
palabras, el aumento del gasto público no está en contradicción con la ofensiva
del capital desde mediados de los 1970.
Textos
citados
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