Greta
y los pibes fumigados en la América profunda
(APe)
25 septiembre 2019
Por Silvana Melo y Claudia Rafael
Tuvo
que aparecer Greta, una piba sueca, rubia, de 16 años, para plantarse ante la
ONU y decir que el planeta se muere. Aunque ella no viva los ataques extremos
que la pacha y sus habitantes soportan por parte del capitalismo feroz en el
sur perdido del mundo. Con su liderazgo solitario, Greta no aspira a cambiar el
mundo. Apenas se planta y les dice a los poderosos que el planeta va al abismo.
Los poderosos la miran rubia y sueca y los medios argentinos hablan de ella
como jamás de los centenares de miles de niños estragados por el sistema que
los envenena, que les contamina lo que comen y lo que beben, que agota la
tierra, que desaparece los bosques y los cerros, que termina con el agua dulce.
Es que el cambio climático para ellos es algo mágico que cae del cielo. Y no un
fenómeno atroz causado por países concretos, empresas concretas, nombres y
apellidos y un sistema: el capitalismo.
Por eso Bruno Rodríguez, argentino,
de 19 años, que habló después de Greta en esa vidriera de colonizadores que es
la ONU, pasó más inadvertido. Porque el pibe de la Paternal dijo que venía
desde un país de América Latina, hija de cinco siglos de saqueo. Desde un país
bañado por agrotóxicos que no controla, talado y depredado, empobrecido y
victimizado. (Y después de hablar en la ONU dijo Bruno que Vaca Muerta es
inviable, pecado mortal en la Argentina donde nadie discute el extractivismo).
Los dos, Greta y Bruno, hablaron
ante las Naciones Unidas, allí donde se pavonean los Trump y los Bolsonaro;
donde el rey de España osó decirle a Hugo Chávez “¿por qué no te callas?”. Y
desde donde se jugó a la ayuda humanitaria con Haití, destrozada por un
terremoto en 2010, con alimentos que durmieron cómodamente en los hangares del
organismo sin repartirlo por largo tiempo entre los hambrientos y desarrapados.
Contagiándolos de cólera, a través de los excrementos de sus cascos azules en
el río del que los haitianos bebían las únicas aguas posibles.
Ellos tienen 16 y 19. Muchos
los escuchan. Les creen. Porque ella desde la Suecia fría y descontaminada sabe
hablar. Hay quienes dicen que hay un mundo de poder detrás de su figura
endeble. Quizás lo haya; tal vez, no. Pero los dos dicen y saben que el planeta
se muere.
Como se mueren los millones de pibes y pibas en
los arrabales de la vida.
Por hambre, por paco, por agrotóxicos, por gatillo fácil, por
ejércitos que les apuntan a la nuca o a la frente, por femicidios, por abortos
clandestinos, por embarazos precoces, por balas perdidas, por frío extremo o
por las telarañas más complejas de violencias.
¿Y si uno de esos pibes dijera
–como hizo Greta un año atrás- en un aula de Sastre o Monte Maíz no voy a la
escuela y planto bandera en mi protesta? ¿Qué gritaría ante los dueños de las
cosas y de las gentes para decirles ustedes son los culpables de mi hambre y de
la de mis hermanos y amigos? ¿Alguien les haría sitio en el podio de la ONU
para denunciar a la
multinacional Bayer que les envenena los días ante la figura
de Angela Merkel? ¿Les permitirían, acaso, mostrar sus pieles escaradas para
cuestionar a Chevrón por la contaminación del fracking en Neuquén? ¿Les
aceptarían sentarse ante Macrón y detallar cómo las grandes empresas francesas
se benefician con el monocultivo y con la importación de la carne de buey de
Brasil mientras repudian públicamente los incendios en el Amazonas? ¿Los
dejarían hablar ante los representantes suizos sobre el lavado de dinero y
corrupción y la contaminación sistemática de cada una de las empresas
pertenecientes a la
multinacional Glencore , de capitales de ese país, propietaria
de megamineras de Catamarca, San Juan y Jujuy?
¿Podría, un pibe de los tantos que
llevan las secuelas del 2-4D en su sangre y en su piel, pararse ante las y los
señores de la ONU para escupir su rabia contra Dow Agrosciences, Nidera y
Monsanto?
¿Aceptarían mansamente la
crucifixión al sistema capitalista por parte de sus víctimas en los escenarios
privilegiados del mundo? No a Bolsonaro, a Merkel, a Macron o a Trump sino a un
sistema que perdura en el tiempo. Que los trasciende.
¿Dejarían llegar, con
el último aliento, desde el último bosque o desde la última escuelita rural
corrida por los sojeros entrerrianos, al último gurí fumigado, para contarle al
primer mundo que usó lo que les sobró de las guerras mundiales para lloverle
sobre las cabecitas a la infancia del mundo que se cae del mapa? ¿O no es eso
el 2-4D que usaban como agente naranja o el clorpirifós, gas nervioso como el
gas sarín, todos herramientas de sus guerras químicas?
¿O no es una guerra contra
lo que queda del mundo? ¿Contra el agua buena, contra los pájaros, las abejas,
las flores silvestres, los cóndores, los niños, las mañanas de primavera?
Entonces sí. El día en que los
pibes del sur del mundo, los fumigados, los cesanteados de las escuelitas del
campo, los wichis echados de sus bosques, los mapuches derogados de sus
pedacitos de patagonia se junten y se caminen el millón de kilómetros hasta la
ONU cantará otro gallo. Y muchos se callarán.
https://www.pelotadetrapo.org.ar/greta-y-los-pibes-fumigados-en-la-am%C3%A9rica-profunda.html
Fuente: https://redlatinasinfronteras.wordpress.com/2019/09/26/greta-y-los-pibes-fumigados-en-la-america-profunda/
No hay comentarios:
Publicar un comentario