Extrema
derecha y crisis climática: el riesgo del nacionalismo verde
1 de septiembre de 2019
Movidas
por la creciente preocupación social por los efectos del cambio climático,
algunas formaciones de extrema derecha viran de su tradicional discurso
negacionista hacia posiciones más estratégicas en defensa del medio ambiente.
Por Layla Martínez para El
Salto
Las
elecciones parlamentarias de 2018 en Hungría confirmaban el apoyo al gobierno ultraderechista de Viktor
Orbán, que lograba la mayoría absoluta por tercera vez. Su partido, la Unión Cívica Húngara
(Fidesz), conseguía 133 de los 199 escaños en juego, mejorando los resultados
de las elecciones anteriores. Sin embargo, la sorpresa electoral no la daba la
formación de Orbán.
Al otro
lado del arco parlamentario, el Partido Socialista Húngaro se hundía hasta los
20 escaños y perdía el segundo puesto. El liderazgo de la oposición quedaba en
manos del Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik), un partido aún más
escorado a la derecha que la
Unión Cívica y que lograba 26 escaños. La correlación de
fuerzas parlamentarias no dejaba mucho lugar a dudas: a un lado tenías a la
ultraderecha y al otro, bueno, más ultraderecha aún. Podemos calificarlos de
fascistas sin miedo a equivocarnos: el Movimiento tiene incluso sus propios
cuerpos paramilitares, los Magyar Garda.
Las contundentes victorias
electorales y el dominio parlamentario colocan a la extrema derecha húngara en
una posición de liderazgo entre los partidos de esta corriente de otros países
europeos, junto con el Ley y Justicia polaco. Todos quieren parecerse a ellos.
Todos escuchan sus declaraciones, analizan sus discursos, aprenden de sus
medidas.
En este
contexto, las declaraciones de la Unión Cívica sobre la necesidad de aplicar
políticas que frenen la crisis climática son
especialmente relevantes. En el Parlamento Europeo, el partido de Orbán es uno
de los que más han defendido la necesidad de estas medidas dentro de la extrema
derecha, aunque en Hungría se ha mostrado bastante más moderado. El Movimiento
por una Hungría Mejor no se queda atrás: el partido se autodefine como
“ecologistas de extrema derecha” y en su página de Facebook promueve
un “nacionalismo verde” y una “administración de la naturaleza bajo valores cristian os”.
La
mayoría de los parlamentarios de extrema derecha votan regularmente en contra
de las medidas de política climática y energética, según un estudio sobre 21
formaciones políticas europeas de ultraderecha.
Otro de
los partidos que parecen estar modificando su discurso sobre la crisis
climática es el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen. En su programa para
las elecciones europeas de este año, escrito en forma de manifiesto, anunciaban
la creación de una plataforma dedicada al cambio climático. El portavoz del
partido, Jordan Bardella, decía en una entrevista en abril que “las fronteras
son el mejor aliado del cambio climático” y que “con ellas salvaremos el
planeta”. La propia Le
Pen argumentaba que la preocupación por el clima es
“inherentemente nacionalista” y que los que son “nómadas”, refiriéndose a los
migrantes y los refugiados, “no se preocupan del medio ambiente, porque no
tienen patria”.
Guillermo
Fernández, experto en la extrema derecha francesa, apunta que la incorporación
de la defensa del ecologismo como una parte del proyecto nacionalista está
siendo una de las líneas que están siguiendo algunas corrientes de la derecha
radical europea para renovar el proyecto de patriotismo identitario. “Este ha
sido en buena medida el programa del Frente Nacional, ahora Reagrupamiento
Nacional, francés entre 2011 y 2017. Su ideólogo, Florian Philippot, sigue
defendiendo este tipo de ideas y se le puede ver fácilmente criticando el uso
de pesticidas o hablando del maltrato animal y de la necesidad de incrementar
las ayudas públicas al sector primario francés para que acometa este tipo de
reformas. Y todo con una mantra general: de ese modo se favorecerá la salud de
todos los franceses y la supervivencia del modo de vida francés”.
No
obstante, esta posición no es compartida por toda la extrema derecha francesa:
“la posición de Marion Maréchal Le Pen, nieta de Jean-Marie Le Pen y favorita
para liderar el Reagrupamiento Nacional en el futuro, es que el ecologismo es
un enemigo cultural al que combatir porque, en primer lugar, exagera en sus
diagnósticos, y, en segundo lugar, es un caballo de Troya del liberalismo
globalista”.
En los
últimos meses hemos asistido a varios ejemplos de partidos de ultraderecha que
han hecho campaña en contra de las políticas para frenar la crisis climática.
Esta ambivalencia es compartida
por una buena parte de la ultraderecha europea. En un estudio realizado por Stella Schaler y Alexander
Carius que analiza la postura relativa a la crisis climática y
las políticas medioambientales de 21 partidos de extrema derecha presentes en
el Parlamente Europeo, los autores encontraron una gran variedad de
posicionamientos, desde negacionistas del cambio climático a conservacionistas
del medio ambiente. Aunque los negacionistas son cada vez menos —Schaler y
Carius encontraron que siete de los 21 partidos sostenían esta postura—, la
mayoría de los parlamentarios de extrema derecha votan regularmente en contra
de las medidas de política climática y energética —dos de cada tres según el
estudio— y la mitad de todos los votos en contra de las resoluciones sobre clima
y energía provienen de la extrema derecha.
De
hecho, en los últimos meses hemos asistido a varios ejemplos de partidos de
ultraderecha que han hecho campaña en contra de las políticas para frenar la
crisis climática, con un resultado desigual. En Finlandia, las elecciones
generales de este año dieron, contra todo pronóstico, el liderazgo de la
oposición al Partido de los Finlandeses, cuya campaña se había basado en un
rechazo explícito de estas medidas bajo el argumento de que perjudican a la
clase trabajadora. Mientras los otros ocho partidos que concurrían a las
elecciones habían incluido en sus programas medidas contundentes contra el
cambio climático, la agrupación de ultraderecha decidió apostar por convertir
este tema en un polarizador del debate y asumir una postura contraria. Les
salió bien: sus afirmaciones de que el país había caído en la “histeria
climática” y que “ya había hecho suficiente en ese asunto” les dieron 39
escaños, solo uno por debajo del ganador, el Partido Socialdemócrata.
La extrema derecha”, dice Héctor
Tejero, “se va a enfrentar a un gran dilema los próximos años, ya que
tradicionalmente se ha asociado a posturas negacionistas climáticas.
En
Alemania, en cambio, esta estrategia no parece haber dado tan buenos
resultados. En las últimas elecciones europeas, en las que el cambio climático
aparecía como una de las principales preocupaciones de lo votantes, Alternativa para Alemania optó por reafirmase en
sus posturas negacionistas. Aunque el partido creció modestamente respecto a
los comicios anteriores, sus resultados se vivieron como una derrota, ya que
los Verdes les doblaron en apoyo electoral y se hicieron con el segundo puesto.
Algunas
corrientes del propio partido culparon de estos resultados a las posturas sobre
el cambio climático y exigieron una rectificación. En una carta abierta, el
líder de las juventudes del partido, David Eckert, instaba a la organización a
“abstenerse de declarar que la humanidad no influye en el clima”, advertía de
que eso podía alejar al partido de los más jóvenes y señalaba que los problemas
climáticos “mueven a más personas de las que creíamos”.
Riesgos
El
aumento de la preocupación de los ciudadanos por los efectos de la crisis
climática está obligando a los partidos a posicionarse respecto a ella,
incluyendo a las agrupaciones de extrema derecha que no habían tenido una
postura clara más allá del negacionismo que compartían de forma mayoritaria
hace unos años. Este posicionamiento se está convirtiendo en un factor cada vez
más decisivo para el voto, y es previsible que su peso aumente a medida que los
efectos de la crisis climática se dejen notar con más virulencia en nuestra
vida cotidiana. Por ello, aunque una parte de ellos sigue anclada en el
negacionismo, muchos otros han empezado a virar su discurso hacia posiciones
más estratégicas.
Emilio
Santiago y Héctor Tejero, autores de ¿Qué hacer en caso de incendio? (Capitán
Swing, 2019) ven dos posibles opciones: “la extrema derecha”, dice Tejero, “se
va a enfrentar a un gran dilema los próximos años, ya que tradicionalmente se
ha asociado a posturas negacionistas climáticas que cada vez son más insostenibles
por la pura experiencia personal de la gente. Ante esto tienes dos posibles opciones: la
tibieza, con posturas que reconocen el cambio climático pero disminuyen la
importancia de sus consecuencias y proponen medidas claramente insuficientes,
generalmente escudándose en las necesidades económicas, o tratar de utilizar la
crisis ecológica en beneficio de sus posicionamientos y políticas anti
migración, pero también anti élites”.
Para
Santiago, es probable que esas dos posibles líneas de posicionamiento estén
relacionados con las propias reservas de combustibles fósiles que tenga el
país: “En países donde haya combustibles fósiles va a ser muy tentador
aprovechar esa oportunidad de apurar las reservas de combustibles fósiles
externalizando el daño en el exterior y escudándose en el negacionismo del
cambio climático, aunque sea un negacionismo tibio. La otra posible línea es
aprovechar la crisis climática para consolidar un discurso excluyente, de
cierre nacionalista ante la percepción de escasez”.
Santiago:
“La extrema derecha va a construir política de mayorías apelando a todos los
temores y todas las angustias que genera esta situación, preparándonos
colectivamente para dar una respuesta homicida a la crisis climática”.
El
riesgo de que la extrema derecha utilice la crisis climática para extender un
discurso racista y xenófobo es especialmente preocupante si tenemos en cuenta
que la ONU cifró ya en 17,2 millones los desplazados como consecuencia del
cambio climático el año pasado y que es previsible que esta cifra aumente a
medida que se aceleren los efectos de la crisis ecológica. “Las migraciones
climáticas van a adquirir tales dimensiones que hay que reconocer que su
potencial para la desestabilización política es objetivo”, señala Santiago.“Una
política de apertura de fronteras, que es la que éticamente deberíamos
mantener, debe asumir que su tarea va a ser difícil por estas tensiones, por el
peligro de la extrema derecha y por el riesgo de que también desde la izquierda
surjan opciones, de las que ya estamos viendo conatos, que apuesten por
políticas excluyentes”.
Para Tejero, “quizás el mayor
miedo es que un contexto de crisis climática grave se utilicen argumentos que
puedan apelar a más cantidad de gente, incluida gente que se sienta y
tradicionalmente vota izquierda. Por ejemplo, los argumentos del ‘no cabemos
todos’ o la ‘ética del bote salvavidas’, en la que al no haber espacio, se está
legitimado éticamente dejar morir a la gente sin ayudarla o incluso evitar por
la fuerza que se suban al bote”.
Precisamente
esta metáfora del bote salvavidas es utilizada de forma frecuente en las
comunidades ecologistas de extrema derecha que se pueden encontrar en internet.
Aunque su número y capacidad de influencia es pequeña, han adquirido notoriedad
a partir de la matanza de Christianchurch, Nueva Zelanda, en marzo de este año,
cuyo autor se definía a sí mismo como “ecofascista” en el manifiesto que hizo
público antes del tiroteo. Las justificaciones de defensa de la naturaleza
también estaban entre las motivaciones aducidas por el autor de la masacre de
El Paso, en agosto, que acabó con la vida de 22 personas. Estos grupos
comparten una ideología que combina racismo, nacionalismo, supremacismo blanco,
tesis eugenésicas y una defensa de la naturaleza basada en el lebesraum,
el espacio vital.
Santiago
plantea que “a nivel institucional sería importante ser capaz de pensar en
políticas a medio plazo que sitúen correctamente quién es el enemigo real y qué
es lo que está en juego”
Peter
Standemaier y Janet Biehl investigaron el origen de esta ideología en su
libro Ecofascismo. Lecciones sobre la experiencia alemana (Virus,
2019): “Ha habido un vínculo histórico significativo entre algunas versiones
del ecologismo y algunas versiones de la política de la derecha durante más de
un siglo, tanto en Europa como en América del Norte y en otros lugares”, dice
Staudenmaier. “La mayor parte de mi investigación se centra en Alemania en la
primera mitad del siglo XX, pero la historia completa es mucho más amplia. En
los Estados Unidos, por ejemplo, varios conservacionistas tempranos apoyaron
firmemente la
eugenesia. Quizás el aspecto más importante de esta historia
es la conexión que los ecologistas de extrema derecha postulan entre la pureza
natural y la pureza racial. Los recientes asesinatos en masa en Christchurch y
El Paso son un ejemplo claro. Ambos autores invocaron explícitamente
preocupaciones ecológicas al justificar sus acciones”.
Posibilidades
Los
riesgos de un aumento del peso de los partidos de extrema derecha y de las
posiciones ideológicas ecofascistas en el contexto de la crisis climática
pueden frenarse desde varios frentes. Para Tejero, “esto pasa por plantear una
alternativa progresista capaz de articular mayorías populares, electorales pero
también sindicales y a nivel de movimientos en una transición ecológica
socialmente justa que convierta la lucha contra la crisis climática en una
palanca para reducir la desigualdad y democratizar la sociedad”.
Santiago
plantea que “a nivel institucional sería importante ser capaz de pensar en
políticas a medio plazo que sitúen correctamente quién es el enemigo real y qué
es lo que está en juego. Se va a necesitar una guerra de posiciones con
concesiones a corto plazo que hagan posibles victorias a largo. En el plano de
los movimientos sociales, solo si somos capaces de construir una idea de
felicidad más seductora pero a la vez con una carga ecológica menor, vamos a
poder combinar transición ecológica y democracia”.
Los
riesgos son grandes, pero las posibilidades también. “Estamos en un momento en
el que el gran debate ético y político nos pone ante dos opciones: compartir a
una escala sin precedentes o matar a una escala que tampoco tiene precedentes”,
continúa Santiago. “La extrema derecha va a construir política de mayorías
apelando a todos los temores y todas las angustias que genera esta situación,
preparándonos colectivamente para dar una respuesta homicida a la crisis
climática”. Tenemos en nuestra mano evitar que eso suceda.
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Fuente: https://www.anred.org/2019/09/01/extrema-derecha-y-crisis-climatica-el-riesgo-del-nacionalismo-verde/
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