Perón, Pinochet y
el Plan Cóndor
10 de julio de 2008
Alejandro Guerrero
La sentencia dictada por un juez chileno contra seis oficiales del
Ejército de ese país por el asesinato en Buenos Aires del general Carlos Prats
(30 de setiembre de 1974) "sacó a la luz un capítulo no contado de las
relaciones entre el ex dictador (Augusto Pinochet) y (Juan Domingo) Perón"
(Clarín, 2/7).
Según el juez Alejandro Solís, "una de las razones que habría
tenido Pinochet para ordenar el asesinato de Prats fue la indignación que le
provocó la estrecha relación que éste desarrolló con Perón luego de llegar a
Buenos Aires" (ídem anterior).
Como se recordará, Prats había sido jefe del Ejército de Chile
hasta 16 días antes del golpe del 11 de setiembre de 1973, que derrocó al
presidente Salvador Allende. Militar antigolpista, su destitución por Pinochet
fue la autocondena del gobierno que la Unidad Popular se
dictó a sí misma. Prats, al igual que Allende, consideraba a Pinochet un
"general democrático".
En sus Memorias, citadas en esa nota de la corresponsal de Clarín en Chile, Prats recordaría dos
encuentros que tuvo con Perón. El artículo periodístico indica, sin mencionar
fuentes, que Pinochet habría montado en cólera después de reunirse con Perón en
el aeropuerto militar de Morón porque, según esa versión, el cónclave habría
fracasado "porque me lo echó a perder Prats".
No es cierto. Aquella reunión de Perón con Pinochet no fracasó en
modo alguno, y ya se vería hasta qué punto resultó exitosa.
Génesis del Plan Cóndor
La visita del delegado de la Junta chilena fue correspondida casi
de inmediato por el viaje a Santiago del jefe de Inteligencia del Ejército
argentino, general Carlos Dalla Tea, futuro represor durante la dictadura
videliana. "Antes de partir, (Dalla Tea) mantuvo una prolongada
conversación con Perón, oportunidad en la que el Presidente le encomendó establecer
los más estrechos contactos con la cúpula militar que gobierna Chile"
(revista Mercado, 30/4/74). Y más aún: "Se
informó que la estada del general Dalla Tea tiene la finalidad de investigar
los antecedentes de ciudadanos chilenos que han viajado a la Argentina con
posterioridad al pronunciamiento militar del 11 de setiembre pasado" (Crónica, 3/5/74).
No era poca cosa. Después del golpe de Pinochet, más de 70
mil chilenos se habían refugiado en nuestro país. Se preparaba, por tanto, una
vasta operación represiva internacional, coordinada entre los miembros del
futuro Plan Cóndor, que ya empezaba a funcionar en vida de Perón.
La tragedia adquiría mayor magnitud porque en la Argentina, la
derecha había golpeado aún antes que en Chile, con el derrocamiento de Héctor
Cámpora en julio de 1973. Montoneros, aun a regañadientes, pondría sus
esfuerzos para acompañar a la fórmula surgida de ese golpe: Perón-Perón,
después del rápido fracaso de su propuesta en favor de un binomio Perón-Cámpora
primero, y Perón-Balbín después.
Los frutos iniciales de esa colaboración entre el gobierno
argentino y la dictadura chilena se conocieron en la primera semana de mayo de
1974. Tres refugiados chilenos (Joaquín Garrido López, Sergio Díaz Parada y
Alcíades Oyarzún Braña) fueron secuestrados en Buenos Aires, donde vivían, por
un grupo que mostró credenciales policiales. No volvió a saberse de ellos.
Por esos días, además, se supo que la Junta chilena había
instalado aquí una delegación de sus servicios de inteligencia, con el objetivo
de coordinar con la policía argentina el seguimiento y control de la colonia de
exiliados (véase La Nación, 4/5/74).
Coordinación represiva
En aquellos días de 1974, en vida de Perón, el golpista Hugo
Banzer denunció en La Paz una conspiración en su contra. Apenas 48 horas
después, la policía detuvo en Buenos Aires, donde se encontraban exiliados, al
secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana (COB), Juan Lechín
Oquendo, y a los dirigentes socialistas Marcelo Quiroga Santa Cruz y Jorge Gallardo.
Tampoco esas detenciones fueron improvisadas: "En enero pasado, el ministro del Interior de La Paz, coronel Walter Castro Avendaño, admitió que existía una coordinación informativa entre los organismos de seguridad de su país y de la Argentina" (Noticias, 4/5/74).
Tampoco esas detenciones fueron improvisadas: "En enero pasado, el ministro del Interior de La Paz, coronel Walter Castro Avendaño, admitió que existía una coordinación informativa entre los organismos de seguridad de su país y de la Argentina" (Noticias, 4/5/74).
Desde la clandestinidad, la COB emitió un comunicado en cual decía
que esas detenciones de dirigentes bolivianos constituían "un acto
inamistoso del gobierno argentino hacia la clase obrera boliviana". Se
referían, claro está, al gobierno de Perón.
Eso no era todo. Expatriados uruguayos denunciaron que, por
cuenta de los militares de su país, el inspector de policía Campos Hermida,
miembro de los servicios de inteligencia de Bordaberry, había instalado un
centro de operaciones porteño en la calle Moreno , frente al Departamento de Policía.
Aquellos exiliados, razonablemente, manifestaron su temor de que se produjeran
arrestos y/o secuestros de refugiados uruguayos en la Argentina debido a esa
coordinación represiva entre los gobiernos de ambos países.
Ya en diciembre de 1973, un grupo de tareas armado hasta los
dientes, que también mostró credenciales de la policía argentina, había
secuestrado en Buenos Aires al ex militar antigolpista brasileño Joaquim Pires
Cerveira. Cerveira estaba recién llegado de Chile, donde se había refugiado,
obligado ahora a huir de la persecución pinochetista. Otro militante brasileño,
Joao Batista Rita Pereda, fue secuestrado en una operación similar. Tampoco de
ellos volvió a saberse, a pesar de gestiones que sus familiares intentaron
hacer, infructuosamente, ante el propio Perón.
Días después, el comisionado en Brasil de Naciones Unidas recibió
un informe detallado de un testigo que había visto, al día siguiente del
secuestro en Buenos Aires, cómo los prisioneros eran introducidos en
dependencias de la policía política de su país, en Río de Janeiro. La ONU llegó
a probar en qué vuelo clandestino esas personas habían sido sacadas de la
Argentina.
Por supuesto, nada de eso podía hacerse sin la complicidad directa
del gobierno peronista.
El Plan Cóndor, aunque aún no se llamaba así, calentaba motores aceleradamente y el general Perón era pieza clave en ese armado tenebroso, aunque ahora un juez chileno intente hacer creer lo contrario.
Fuente: https://prensaobrera.com/politicas/10414-peron-pinochet-y-el-plan-condor
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