La viuda de
los mártires de Chicago
27 de abril de 2019
Recordada por su gran oratoria, la mexicana Lucy González
será recordada por ser viuda de Albert Parsons, uno de los cinco mártires de
Chicago, pero tuvo por sí misma un gran protagonismo en la organización de las
obreras, principalmente en las fábricas de textiles. Aún en 1920 la policía de
Chicago la consideraba «más peligrosa que mil insurrectos».
Por El viejo topo (España).
Nació esclava en 1853, en un poblado de
Texas, territorio que cinco años antes había pertenecido a México. Fue hija de
una negra mexicana y un indio de Alabama. Quedó huérfana a los tres años.
Apenas pudo trabajar, ya que la enviaron a los campos de algodón.
Se casó a los 19 años con Albert
Parsons, joven veterano de la Guerra de Secesión (1860- 1864). Casi eran una
pareja ilegal: las «mezclas» raciales estaban prácticamente prohibidas en los
estados sureños. La vida social no era fácil, y menos siendo de los pocos
activistas por los derechos de los negros en tierras de racistas. Las amenazas
constantes que recibían les obligaron a partir hacia Chicago, en 1873.
Aun no habían desempacado los
pocos bártulos que poseían y ya participaban de la vida política. Para poder
comer, Lucy se dedicó a elaborar ropa femenina en casa, y él trabajó en una
imprenta. Ella empezó a escribir, de forma gratuita, en el periódico The
Socialist. Luego ayudaron a fundar The
Alarm, vocero de la Asociación Internacional
de Trabajadores. Ella escribía sobre el desempleo, el racismo o la función de
las mujeres en la política.
Lucy tuvo un gran protagonismo en la
organización de las obreras, principalmente en las fábricas de textiles. Eran
las más explotadas. Ni sus dos embarazos fueron impedimento: casi salió de
reuniones en las factorías, a los partos. Con el apoyo de Albert se dedicó a
colaborar en la creación de la Unión de Mujeres Trabajadoras de Chicago,
organización que fue reconocida en 1882 por la Orden de los Nobles Caballeros
del Trabajo, una especie de federación. Un gran triunfo: hasta ese momento no
se aceptaba la militancia femenina.
Siempre contaba con Albert. Y Albert
con ella. De él no sólo tenía el apoyo político, sino que compartían la
atención a los hijos y al hogar.
Fue en ese momento cuando la lucha por
la jornada de 8 horas se convirtió en la principal reivindicación nacional.
Hasta entonces todos los trabajadores, incluidas niñas y mujeres, debían
trabajar 15 o 18 horas para ganar apenas con qué comer. El presidente
estadounidense Andrew Johnson había promulgado una Ley que establecía la
jornada de ocho horas, pero en casi ningún estado se quiso aplicar. Los
trabajadores llamaron a una huelga para el primero de mayo de 1886. La reacción
de la prensa fue virulenta. El 29 de abril el Indianapolis Journalhablaba de «las
fogosas arengas de truhanes y demagogos que viven de los impuestos de hombres
honestos».
Como en otras ocasiones, Lucy y Albert
marcharon junto a sus hijos. Los Parsons habían estado tensos y expectantes
porque el Chicago Mail, en su editorial, había
tratado a Albert y a otro compañero de lucha de «rufianes peligrosos en
libertad». Y exigía en sus páginas: «Señálenlos hoy. Manténganlos a la vista. Indíquenlos
como personalmente responsables de cualquier dificultad que ocurra».
En Chicago, donde las condiciones de los
trabajadores eran peor que en otras ciudades, las huelgas y las movilizaciones
continuaron. Para el día 4 se convocó a un acto en el Haymarket Square. Albert
fue uno de los oradores.
El acto terminó en total orden. Habían
participado unas 20 mil personas. Empezó a llover y los manifestantes se fueron
marchando. Los Parsons decidieron tomar chocolate en el Salón Zept’s cuando
quedaban unos 200 manifestantes. Fue entonces cuando un grueso contingente de
policías cargó contra todos ellos. Una bomba de fabricación casera explotó
matando a un oficial, y los uniformados abrieron fuego. Nunca se informó sobre
la cantidad exacta de muertos. Se declaró el estado de sitio y el toque de
queda. En los días siguientes se detuvo a cientos de obreros. Algunos fueron torturados.
De la bomba fueron acusadas 31
personas, de las cuales 8 quedaron incriminadas. El 21 de junio empezó el
juicio. Después de discutir la situación con Lucy, Albert apareció ante la
Corte exclamando: «Nuestras Honorabilidades, he venido para que se me procese
junto a todos mis inocentes compañeros». El juicio fue una burla a la justicia
y a las normas procesales. La prensa se lanzó en una campaña condenatoria. Fue
un juicio político porque no se podía comprobar nada. Fue un linchamiento. El
Jurado declaró culpables a los ocho acusados: De ellos, tres fueron condenados
a prisión y cinco a la
horca. Parsons estuvo entre los condenados a muerte.
En la sala hizo presencia el periodista
José Martí, futuro apóstol de la independencia de Cuba. El 21 de octubre, el
diario argentino La Naciónle publicó un artículo. En él
describía la actitud de Lucy cuando se dictaba sentencia: «Allí estaba la
mulata de Parsons, implacable e inteligente como él, que no pestañea en los
mayores aprietos, que habla con feroz energía en las juntas públicas, que no se
desmaya como las demás, que no mueve un músculo del rostro cuando oye la
sentencia fiera […] Ella aprieta el rostro contra su puño cerrado. No mira; no
responde; se le nota en el puño un temblor creciente…».
Lucy, acompañada de sus hijos, empezó a
recorrer el país durante casi un año. Explicaba el caso. Hablaba de noche y
viajaba de día. Escribió centenares de cartas a sindicatos y distintas
autoridades, tanto de Estados Unidos como de todo el mundo. La solidaridad que nació
fue inmensa. Pero aún así, el 11 de noviembre de 1887 se cumplió la sentencia. Años
más tarde, Lucy recordaría la mañana en que llevó a sus hijos hasta donde
tenían a los condenados. Ella pidió que dejaran a los niños dar a su padre el
último adiós, pero la respuesta fue retenerlos. «Nos quedamos encerrados en la
estación de policía, mientras que el infernal delito se consumaba», escribía.
Poco antes de que lo ahorcaran, Albert
le escribió a Lucy: «Tú eres una mujer del pueblo y al pueblo te lego…». El 1
de Mayo, como Día Internacional de los Trabajadores y Trabajadoras, fue
acordado en el Congreso Obrero Socialista, celebrado en París en 1889. Era el
homenaje a los cinco mártires de Chicago. Al año siguiente se conmemoró por
primera vez. Lucy participó en la manifestación realizada en Chicago. Ya era
conocida como «la Viuda
Mexicana de los mártires de Chicago». Y los patrones ya
aplicaban la jornada de 8 horas. El sacrificio no había sido en vano.
Tras el ahorcamiento de su esposo, Lucy
siguió recorriendo el país, organizando a las trabajadoras y escribiendo en
periódicos sindicales. En junio de 1905 estuvo presente en la constitución de la organización
Trabajadores Industriales del Mundo, en Chicago. Solo 12
mujeres participaron, y ella fue la única que se atrevió a tomar la palabra.
«Nosotras, las mujeres de este país, no tenemos derecho a ningún voto. La única
manera de estar representadas es tomar a un hombre para representarnos […] y yo
me sentiría rara al pedirle a un hombre que me represente […] Somos esclavas de
los esclavos…». Finalizó su discurso expresando: «¡No hay poder humano que
pueda detener a los hombres y mujeres que están decididos a ser libres!».
Siempre tuvo enfrentamientos con las
feministas. Poco las soportaba. Catalogaba al feminismo como algo típico de la
clase media. Sostenía que servía más para confrontar a mujeres contra hombres.
Repetía que la liberación de las mujeres llegaría con la emancipación de la
clase obrera de la explotación capitalista.
Con 80 años de edad, Lucy continuaba
dictando discursos en la
Plaza Bughouse de Chicago. Seguía asesorando, formando. En
febrero de 1941, a
sus 88 años, hizo la última aparición pública. Al año siguiente, el 7 de marzo,
ya ciega, la muerte la sorprendió al incendiarse su casa. Aun muerta la policía
la seguía considerando una amenaza: sus miles de documentos y libros fueron
confiscados.
Este texto (modificado para su
publicación un Primero de Mayo) forma parte del libro Latinas de falda y pantalón,
de Hernando Calvo Ospina. Un recopilatorio de 33 breves historias de
mujeres que cambiaron el curso de la historia.
Fuente: https://www.anred.org/?p=114136
No hay comentarios:
Publicar un comentario