¿Ciencia para la gente o
para
el lucro?
1 de abril de 2019
Por Silvia Ribeiro
La propuesta de una nueva ley de ciencia y tecnología presentada
por la senadora Ana
Lilia Rivera ha causado revuelo mediático
La cual, sin
embargo, está lejos de tocar el verdadero fondo de la controversia: durante
casi dos décadas el sistema público de ciencia y tecnología en México ha sido
modelado para convertirse en una fuente de jugosos subsidios para enormes
empresas trasnacionales y nacionales, que sólo ha abonado a sus ganancias
privadas sin dejar nada al país.
Los que más
airadamente opinan en este debate mediático son quienes han construido y
defienden ese statu quo,
un sistema de ciencia y tecnología drenado por el huachicoleo científico legalizado, con líneas de trabajo que
favorecen a las élites y que no responden a las necesidades de la mayoría de la
población.
No sólo se
han entregado enormes cantidades de dinero a grandes empresas sin casi ninguna
contraprestación. El sistema también cobijó el desarrollo de actividades
nocivas y contaminantes de esas compañías en varios rubros industriales.
Un ejemplo
de ese sistema perverso lo vemos con los subsidios del Programa de Estímulos a
la Innovación (PEI) del Conacyt y las acciones complementarias de la Comisión Intersecretarial
de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados (Cibiogem)
Como reporté
anteriormente, de 2009 a
2017 el PEI entregó a las mayores trasnacionales globales de transgénicos,
Monsanto, PHI México (propiedad de DuPont), Dow y Bayer, cerca de 50 millones
de pesos para sus investigaciones sobre maíz y agrotóxicos (https://tinyurl.com/y5653jn4).
Al mismo tiempo, la Cibiogem, con Sol Ortiz como secretaria ejecutiva, autorizó
a las mismas empresas decenas de experimentos de campo con maíz transgénico en
varios estados del país, así como cientos de miles de hectáreas de plantación
de algodón y soya transgénica, con graves impactos ambientales y sociales. Todo
ello contra las opiniones mayoritarias vertidas en consultas públicas y pese a
que en muchos casos hubo dictámenes negativos de otras instituciones oficiales
(Conabio, Conanp, Inecc). Paralelamente, el PEI entregó más de un millón de
pesos a Dow para evaluar sus primeros eventos biotecnológicos, costo que las
empresas deben asumir como parte de los requerimientos legales de bioseguridad.
En todo el mundo es problema que sean las propias empresas interesadas las que evalúan los cultivos transgénicos que
solicitan liberar. A este cuestionamiento reponden argumentando que así la
evaluación no se paga con fondos públicos. Salvo en México, donde se les
entrega dinero público para eso mismo mediante otro brazo del sector de ciencia
y tecnología.
La modificación
de las leyes y normativas en ciencia y tecnología en los tres sexenios pasados
ha estado mayoritariamente centrada en favorecer a las empresas, por lo que,
aunque muchas de esas acciones sean legales, de ninguna manera son legítimas.
Estos cambios se han acompañado además de la proliferación de nuevas
instituciones y oficinas sobre ciencia y tecnología adjuntas a la Presidencia y
estados, que duplicaron innecesariamente las tareas asignadas al Conacyt pero
han sido canales para lograr aún más influencia de proyectos e intereses
particulares. Por ello, la iniciativa de ley plantea terminar con algunas de
estas instancias.
Otro aspecto
clave ha sido el simulacro de consulta sobre estas modificaciones y políticas.
La participación plural y efectiva de toda la comunidad científica se sustituyó
por la integración al sistema de la asociación civil Foro Consultivo de
Científico y Tecnológico (FCCyT). Aunque esta organización nominalmente agrupa
a la dirección de importantes instituciones de investigación y educación
nacionales –no así a toda la comunidad de esas instituciones–, también integran
su directiva cuatro grandes asociaciones industriales: la Confederación de
Cámaras Industriales (Concamin), el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), la Confederación Patronal
de la República
Mexicana (Coparmex) y la Cámara Nacional de
la Industria de Transformación (Canacintra), en las cuales son miembros las
empresas beneficiadas por el sistema de apoyos y subsidios en ciencia y
tecnología.
Como resultado, el FCCyT ha sido el principal órgano de cabildeo de
los intereses empresariales y de investigación elitista en las políticas
públicas. La iniciativa de ley plantea abrir las consultas a más sectores
científicos y sociales que antes no podían expresarse.
En efecto,
el mecanismo actual no sólo sustituyó la participación real de gran parte de la
comunidad científica, sino también obvió que el resto de la población del país
tiene derecho a participar en la definición de políticas públicas sobre ciencia
y tecnología y su orientación, especialmente las comunidades que serán
potencialmente afectadas. Por todo ello es fundamental que sean éstos quienes
ahora conozcan y participen en la discusión de una nueva ley de ciencia y
tecnología que ciertamente tiene aspectos a debatir (http://comisiones.senado.gob.mx/ cienciaytecnologia/docs/ini/5.pdf). No
son los que crearon y se han beneficiado del sistema perverso los que
propondrán su cambio.
*
Investigadora del Grupo ETC
La Jornada
La Jornada
Texto completo en:
https://www.lahaine.org/bV6T
Fuente: https://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/iciencia-para-la-gente-o
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