El TIPNIS y la tozuda
obsesión contra
la naturaleza y los derechos indígenas
2
de agosto de 2017
Por Arturo D. Villanueva Imaña (Rebelión)
Parece como si existiese una misteriosa fuerza que muy a pesar de
los signos en contrario, se empeñara tercamente en impulsar su (propia)
destrucción.
Desde el mes de agosto del año 2011 cuando se
inicia la VIII Marcha
de pueblos indígenas en contra de la construcción de una carretera por el
corazón del territorio indígena y parque nacional, el caso del TIPNIS se ha
convertido en un hito referencial de profundas implicaciones en diversos
ámbitos.
Refutando lo que se espera para un gobierno autodefinido como
“revolucionario”, los acontecimientos sucedidos delatan un momento de quiebre
para su imagen e identidad política. Marcan el uso de la fuerza y la violencia
represiva como respuesta a las legítimas y justas demandas indígenas en defensa
de sus derechos conculcados; la clara defección y traición a sus propios
postulados relacionados con el Estado plurinacional, la protección a los
derechos de la naturaleza y de los pueblos indígenas; así como su indisimulada voluntad
por imponer un modelo extractivista y desarrollista, cuya mayor expresión
autoritaria se ha patentizado en la frase presidencial del “quieran o no
quieran” que pronunció como anuncio y amenaza.
Es decir, que a la luz de los enormes costos
políticos que contrajo, pero sobre todo por la gravedad de las medidas que el
gobierno decidió adoptar para imponer la carretera; el TIPNIS marca mucho más
que el terco empeño por hacer prevalecer intereses de inversión internacional
comprometida o, como se ha dicho, hacer realidad un antiguo anhelo de
vinculación carretera (aun a costa de partir por la mitad un área protegida).
De lo que se trata a fin de cuentas, es más
bien imponer (así sea a la fuerza), un modelo económico desarrollista y
extractivista, nada menos que partiendo el corazón (literal y simbólicamente),
en el centro del país y de los propios pueblos indígenas del Estado Plurinacional.
Y como si eso no fuese suficiente, el TIPNIS y las comunidades indígenas no sólo
se verían amenazados por todas las consecuencias y efectos negativos (para la
naturaleza, la biodiversidad, la cultura, e inclusive la acumulación de
desperdicios y la enorme contaminación) que contrae la construcción y apertura
de carreteras, sino por la expansión de la producción de coca. Debe mencionarse que
(no pudiendo entenderse como un hecho casual), la superficie “legal” de cultivo
ha sido recientemente ampliada en la nueva ley de la coca (impugnada como
anticonstitucional), y cuyos principales productores “excedentarios” y
principales proponentes de una ley que busca anular la ley 180 de protección
del TIPNIS, son nada menos que colindantes con el territorio indígena y parque
nacional.
Los nuevos factores de atropellamiento e
imposición
Desde el 2011 han pasado prácticamente 6 años,
y a pesar de haberse promulgado la ley 180 de protección del TIPNIS, donde se
prohíbe expresamente la construcción de la carretera, se establece la
intangibilidad y la prohibición de asentamientos humanos ilegales y ocupaciones
de hecho ajenos a los titulares del territorio; sin embargo, no han cesado los
intentos por deshacer aquello que aprobaron y promulgaron con propia mano.
Reafirmando aquella terca e intimidante
expresión del presidente Evo Morales en sentido de que la carretera por medio
del TIPNIS se construiría “quieran o no quieran”, y que desde entonces se ha
convertido en una de las peores amenazas para la vida de las comunidades
indígenas que lo habitan, así como para la conservación de las culturas, la
naturaleza y la biodiversidad que encierra dicho territorio; en recientes días
el país se ha visto ingratamente sorprendido ante el nuevo intento por revivir
dicho proyecto que fue repudiado y rechazado por el pueblo boliviano en
reiteradas ocasiones.
Amparados y fortalecidos por nuevas y recientes declaraciones
presidenciales que reiteraron su voluntad de llevar adelante tan nefasto
proyecto, pero sobre todo por la aprobación de la nueva ley de la coca que
autoriza y permite ampliar más la extensión de la superficie destinada a dicho
cultivo en el Chapare (cosa que exacerbará la presión para que dichos cultivos
se realicen precisamente dentro del TIPNIS, en vista de la inocultable como
antigua pretensión de los colonizadores que se encuentran asentados en el mismo
lugar); es que en esta ocasión se ha puesto en marcha un nuevo intento para
efectivizar semejante despropósito.
El proyecto de ley que ha sido puesto en consideración de la Asamblea Legislativa ,
no sólo ha sido impulsada interesadamente por asambleístas del oficialismo y
colonos asentados en el Polígono 7 (cuyas comunidades expresamente decidieron
apartarse del territorio indígena y constituirse como entidades individuales
ajenas durante el proceso de saneamiento de tierras), por lo que no tienen
ninguna legitimidad ni representatividad legal sobre el TIPNIS; sino que actúan
a espaldas del país, van en contra de los innumerables pronunciamientos de la
sociedad civil, e inclusive desconocen las resoluciones y determinaciones
expresas de sus autoridades originarias y sus organizaciones legítimamente
representativas. Las mismas rechazan completamente el tratamiento y aprobación
de ese proyecto de ley eufemísticamente denominado como ”protección y
desarrollo integral del TIPNIS” .
Las irregularidades no se limitan únicamente a
ello. También se pretende legitimar y hacer prevalecer como legalmente válidos
y favorables los resultados distorsionados de la consulta, el procedimiento
seguido y el propio protocolo de consulta a los pueblos indígenas. Debe
destacarse que el proceso de consulta, su aplicación amañada y claramente
distorsionada, ya han sido denunciados en los informes de la Asamblea Permanente
de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB), así como de la Federación Internacional
de Derechos Humanos (FIDH), el año 2013. Es más, su total invalidez también han
sido corroborados como resultado del análisis de los propios informes oficiales
del gobierno, que se han plasmado en el Informe Final del proceso de consulta
efectuado por el Ministerio de Obras Públicas, Servicios y Vivienda (2012) y el
Informe de Observación y Acompañamiento de la consulta realizado por el
Servicio Intercultural de Fortalecimiento Democrático (SIFDE) del mismo año
2012.
La impugnación y rechazo de los resultados de
la consulta que pretenden ser mostrados como favorables, se explican porque el
proceso seguido claramente incumple los estándares internacionales y legales
mínimos de consulta. Es decir, que no ha sido libre, previa, informada, de buena fe y con
procedimientos propios de los pueblos indígenas. Ello se corrobora con el
protocolo amañado que fue utilizado y que con seguridad pretende convertirse en
un precedente que avale otros procesos de consulta a los pueblos indígenas en
el país.
Por otra parte, también es imposible dejar de impugnar y rechazar
el intento que, bajo el argumento de “protección y desarrollo del TIPNIS”,
pretende imponer una visión y un enfoque ajeno y totalmente contrapuesto a la
forma de vida y el tipo de relacionamiento que las comunidades indígenas del
TIPNIS tienen con la naturaleza y su entorno, porque claramente se pretende
asimilarla, supeditarla y hacerla funcional al modelo depredador de carácter
extractivista y desarrollista que impulsa el gobierno, y cuyo enfoque es
respaldado y busca ser generalizado en el TIPNIS por los productores de coca
del Chapare.
Tal es el despropósito, que el proyecto de ley tiene un
indisimulado carácter colonial, paternalista e impositivo. Por ejemplo y yendo
totalmente en contra de su misma exposición de motivos donde se cita al Art.
307 de la Constitución Política [i] / para fundamentar
la necesidad de la ley, no se les ocurre mejor idea que bajo el nombre de
“desarrollo integral y sustentable”, se busque imponer un modelo extractivista
(con “aprovechamiento y participación de privados” o “acuerdos y distribución
de ganancias”, por ejemplo), que es totalmente ajeno a los principios,
prácticas y cosmovisión de los pueblos indígenas. Para reforzar el indisimulado
intento colonial y de sometimiento, también se incluye una disposición
transitoria única en la que “se establece un plazo de 180 días para la
elaboración del plan de protección del TIPNIS, el plan integral de transporte
del TIPNIS y la agenda del desarrollo para el Vivir Bien de los pueblos
indígenas del TIPNIS de acuerdo a los resultados de la consulta. En tanto se
aprueben estos documentos, serán aplicables los instrumentos de planificación y
manejo del TIPNIS, siempre que no contradigan lo establecido en la presente ley
y los acuerdos resultado de la consulta”. Es decir, que no solo se desconoce y
anula los propios instrumentos de planificación y desarrollo que las
comunidades indígenas han elaborado y utilizan bajo su propia cosmovisión y
cultura, sino que buscan imponer 3 instrumentos ajenos a la propia normativa
vigente.
No es menos llamativo el contenido del Art. 11
del proyecto de ley referido a la “transferencia y conocimiento y tecnología”,
donde se señala textualmente: “el aprovechamiento de los recursos naturales
renovables deberá permitir la transmisión de conocimientos y transferencia de
tecnología de los privados a favor de los pueblos indígenas que habitan el
TIPNIS como requisito indispensable para la suscripción de acuerdos y
asociaciones”, en una muy clara actitud colonial de supremacía y dominación “de
los privados” (como si los pueblos indígenas no tuviesen ninguna otra capacidad
que no sea la de recibir y asimilar “conocimiento y tecnología” que viene de
fuera).
En fin, observando integralmente la
problemática, el TIPNIS constituye otro caso emblemático (junto al
Bala-Chepete, Tariquía, Rositas, Takovo Mora, Energía atómica, etc.), de la
obsesiva intención por llevar adelante un modelo extractivista y desarrollista,
frente al expreso rechazo y resistencia del conjunto de la sociedad civil, las
comunidades indígenas y los movimientos populares, que luchamos por construir
una relación armoniosa y no depredatoria con la naturaleza, los recursos
naturales y el entorno socioambiental en el que convivimos todos.
Ya no se trata de un caso aislado de defensa de
algún área protegida, un derecho humano, o contra algún proyecto extractivista
en particular; sino de la convicción y lucha por evitar la destrucción, la
explotación salvaje y los daños irreversibles que se producen contra la
naturaleza y las condiciones materiales que permiten la vida de todos. Es
decir, se encuentra en juego el futuro del país por la terca intención
gubernamental de imponer y hacer prevalecer su modelo, muy a pesar de los
evidentes y graves daños que el pueblo ha tenido que soportar y continúa
sufriendo.
Esta tozuda obsesión contra la naturaleza, los
derechos humanos y de los pueblos indígenas, está poniendo en juego la destrucción
misma de las bases materiales de la vida y la naturaleza en nuestro país. En
vista de la gravedad y consecuencias que ello implica, es hora de que el
gobierno se dé cuenta de la magnitud de las decisiones de este tipo y dé marcha
atrás.
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229800
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