La masacre de Trelew vista
desde este confuso presente
23 de agosto de 2016
23 de agosto de 2016
La fuga del penal de
Rawson y la Masacre de Trelew no sólo recuerdan un crimen de lesa humanidad
cometido contra un grupo de valientes revolucionarios y revolucionarias sino
que constituye una clave fundamental de análisis del Terrorismo estatal
contemporáneo argentino.
Por Carlos Aznarez, en Resumen Latinoamericano
Al igual que los bombardeos a
la población civil en junio de 1955, Trelew es otro punto de inflexión puesto
sobre la superficie por quienes ocupaban la cúpula del Estado para sentar
precedente de qué y cuánto estaban dispuestos a hacer quienes defendían (y aún
hoy lo hacen) la estructura del capitalismo en su versión argentina.
¿Pero qué enseñanzas y legado deja a los jóvenes de hoy lo
ocurrido el 22 de agosto de 1972 en ese confín de la Patagonia argentina?
Antes que nada demoler la idea impuesta por quienes se erigieron
en enemigos de la libertad y la justicia, sobre que cualquier intento de
enfrentamiento con el poder estaría condenado al fracaso. En ese período de la
historia argentina, miles de jóvenes, como los que cayeron acribillados a
balazos en la Base de la Marina Almirante Zar , estaban decididos a luchar
por cambiar el orden injusto que soportaban millones de argentinos. En esa toma
de decisión, no sólo desarrollaron al máximo su capacidad de entrega sino que
también sabían que el compromiso era hasta las últimas consecuencias. Lo que el
enemigo quiso mostrar como una sangrienta derrota, germinaba meses después en
nuevos avances en la conciencia de las masas, y el triunfo electoral de 1973 y
la multitudinaria movilización a las cárceles permitió de inmediato la libertad
de todos los presos y presas politicas.
Desde ese punto de vista, Trelew hoy, deja claro que frente a las
nuevas triquiñuelas y acciones ofensivas del Imperio, la única salida posible
es la
confrontación. Mostrarle los dientes y hacerle saber a
quienes siguen generando nuevas formas de conquista, que no nos entregaremos a
sus designios mansamente. Y que los aparentes retrocesos de la actualidad
abonarán nuevas resistencias a futuro. Esto vale recordarlo, justamente ahora
en que cuanto más violenta es la ofensiva para afianzar el capitalismo, más se
insiste desde ciertos sectores de la izquierda, en soluciones integracionistas,
falsos atajos, respuestas edulcoradas o tácticas posibilistas con quienes nos
han puesto la soga al cuello y no dudan en apretar el nudo.
Por otra parte, aquellos jóvenes de Trelew también marcaron un
camino en lo que hace a dejar de lado todo tipo de planteo individualista y
apostaron al accionar colectivo. Desarrollaron una auténtica hermandad
revolucionaria, donde el otro compañero o compañera era lo más importante a
cuidar y proteger en la lucha cotidiana, junto con los sectores más golpeados
de la sociedad. En
los barrios, en los establecimientos de trabajo, en los ámbitos estudiantiles,
se fueron gestando así bolsones de la nueva sociedad por la que se batallaba.
Signos de amor compartido, de esperanzas de cambio y sobre todo, de un abierto
altruismo en la reivindicación de los ideales. Con esa impronta y el deseo de
volver a reintegrarse a la lucha activa en la calle, los militantes de todas
las organizaciones revolucionarias que decidieron la fuga masiva de Rawson, y
también los que optaron generosamente en no participar de la misma, como el
inolvidable dirigente sindical Agustín Tosco, pusieron en marcha una gesta que
desnudó como nunca a la dictadura del general Alejandro Agustín Lanusse.
Cuarenta y tres años después, es evidente que el concepto de
militancia ha cambiado mucho, y aspectos de un marcado individualismo que
soportan los distintos estamentos de la sociedad argentina actual, también se
han introducido, como si se tratara de un virus, en el accionar de la izquierda. El
recurso de arriesgar lo menos posible para auto preservarse (en el trabajo, en
las Facultades y hasta en la militancia) son habituales y se asumen como si
fuera algo que existió siempre. De la misma manera, también pueden observarse
propuestas edulcoradas que actúan como apagafuegos de cualquier planteo de
resistencia y que harían empalidecer a aquellos recordados jóvenes revolucionarios
de Trelew.
Por último, los hechos de la fuga de Rawson remarcaron el concepto
de unidad en acción de las organizaciones revolucionarias, algo que hoy se
extraña como un bien preciado difícil de repetir a pesar de los años
transcurridos. Esa decisión de fugarse juntos a pesar de las diferencias entre
una organización y otra, no fue un hecho casual, sino parte una concepción de
trabajo y militancia que se venía desarrollando desde mucho tiempo antes. Se
tenía claro quien era el enemigo y frente a él valían todos las posibilidades
de ataque. De allí que tanto en la improvisada conferencia de prensa realizada
en el aeropuerto de Trelew por aquellos que luego serían asesinados a mansalva,
como en las declaraciones conjuntas hechas en La Habana por los cuadros de
dirección de las organizaciones armadas que alcanzaron a fugarse exitosamente,
se recalcara el tema de la unidad y la necesidad de mantener esa iniciativa.
Actualmente, la unidad está en boca de todos los militantes del
campo popular pero termina en la mayoría de los caso siendo sólo una expresión
de deseos. Es evidente que no se toma muy en serio la necesidad de forjarla, a
pesar de que revoluciones triunfantes como la de Cuba o la más reciente
de Venezuela bolivariana han hecho esfuerzos para acercar posiciones entre los
diferentes grupos que representan a la izquierda en todo su espectro.
El ejemplo de Trelew debería servir como acicate para que en este
presente tan especial se fueran dando pasos firmes que permitan unificar a los
que siguen creyendo que Revolución y Socialismo son dos conceptos indivisibles. Sería también una respuesta a quienes en todos estos años han
secuestrado consignas, se han vestido con la ropa de los caídos en combate para
volverlos a matar con propuestas claudicantes o maniobras de abierta
corruptela, o han institucionalizado el discurso de inclinarse por el mal menor,
evitando construir alternativas que desnuden la mascarada de un falso
progresismo. Los revolucionarios que entregaron su vida en Trelew no lo
hicieron para apuntalar al capitalismo, de allí que sería saludable -como ya se
ha tratado de hacer con Maximiliano Kosteki y Darío Santillán- que nadie
intente adueñarse de dicha épica para bastardearla con actitudes reformistas.
Como escribiera Francisco Paco Urondo, la sangre derramada en
Trelew no podrá ser negociada ni tampoco olvidados ni perdonados los gestores
de que ese aciago día 22 de agosto la Patria haya sido fusilada.
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12666
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article12666
No hay comentarios:
Publicar un comentario