La UCCSN-AL
frente a la carta de un
grupo de premios Nobel
en apoyo a los cultivos transgénicos
24 de agosto de
2016
La Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la
Naturaleza de América Latina (UCCSN-AL) rechaza la carta firmada por varios
Premio Nobel, a favor de los cultivos transgénicos y del arroz transgénico
llamado “arroz dorado”.
Sobre los cultivos transgénicos
La UCCSN-AL reafirma los principios bajo los
cuales se conformó:
[la transgénesis] es una tecnología que ya no
forma parte del estado del arte de la ciencia actual, porque está basada en
supuestos falaces y anacrónicos que reducen y simplifican la lógica científica que
los defiende, al punto de no ser ya válida. Los transgénicos han quedado al
margen de la ciencia más rigurosa. Al mismo tiempo, es la razón por la cual los
transgénicos incluyen la necesidad de destruir las matrices complejas, como la
de los pueblos originarios. Un verdadero plan de exterminio de saberes,
culturas y pueblos. La tecnología transgénica es el instrumento de la decisión
geopolítica para la dominación colonial de estos tiempos (1).
Sobre el aumento de la productividad para
alimentar a una población creciente
Los cuatro cultivos transgénicos que se
comercializan de manera masiva están mayoritariamente destinados a la
producción de agrocombustibles y de piensos para las industrias avícola,
porcícola y cría de ganado vacuno, actividad que consume más del 65% del maíz y
la soya transgénica que se produce en los pocos países que los cultivan , una forma muy ineficiente -desde el punto de
vista energético- de producción agrícola. En torno a estos cultivos se han
consolidado un oligopolio de corporaciones transnacionales que controlan la
producción de semillas y granos, acopio, transporte y comercialización de
commodities transgénicos; así como la producción masiva de animales, que son
negocios cada vez más concentrados en menos manos. En este sentido, es claro
que este modelo no contribuye con el objetivo de alimentar al mundo, sino que
por el contrario compite y avasalla la producción de alimentos.
Por otro lado, el problema de falta de
alimentos no está relacionado con la baja producción, sino con la forma en cómo
está diseñado el sistema agroalimentario mundial, que ha minado los sistemas
tradicionales de producción de alimentos, y con ello, la soberanía alimentaria
y nutricional de los pueblos.
Los cultivos transgénicos no tienen mayores
rendimientos
Están en entredicho las promesas hechas por
los promotores de los transgénicos, de que estos cultivos tendrían mayores
rendimientos. Cada uno de los países del Cono Sur donde se cultiva soja
transgénica tiene rendimientos diferentes, siendo los más altos aquellos que se
registran en Brasil y Argentina, donde los centros de investigación agrícola
nacionales han dedicado muchos años al mejoramiento genético convencional de
este cultivo. Por otro lado, los rendimientos de la soja en Ecuador, país libre
de transgénicos, son más altos que en Bolivia y Paraguay (2). Otro ejemplo es
el de la canola o colza. En Canadá́, (donde se cultiva mayoritariamente semillas transgénica), los
rendimientos promedios entre 1986 y 2010 fueron de 1,459 kg/ha. El promedio en
Europa Occidental, donde se siembra sólo colza convencional, los rendimientos promedio
en el mismo período fueron de 3,188 kg/ha.
Estos datos indican que los rendimientos no
están en función de la transgénesis, ya que los agroecosistemas son complejos y
en sus dinámicas intervienen e interactúan múltiples factores.
Impactos en la salud
Los científicos que defienden la seguridad de
los transgénicos sostienen que se ha encontrado consistentemente que éstos son
tan o más seguros que los cultivos obtenidos con cualquier otro método de
mejoramiento; que no producen impactos ambientales y que incrementan la
biodiversidad global. Pese a ser repetidamente invocadas por los promotores de
los transgénicos, estas afirmaciones no cuentan con el respaldo de
investigaciones científicas serias, las cuales, por otra parte, nunca son
citadas. En contraste con ello, en los últimos años han aumentado las
evidencias científicas sustentadas en investigaciones realizadas por
científicos independientes sobre los problemas ambientales y en la salud humana
que entrañan tanto las prácticas de cultivo como el consumo de alimentos
transgénicos (3).
En el análisis de los cultivos transgénicos no
podemos dejar de considerar al paquete tecnológico al que vienen
indisolublemente asociados estos cultivos. La mayoría de cultivos transgénicos
son resistentes a herbicidas, y principalmente al cuestionado glifosato. En
América Latina- -la región con mayor crecimiento del área sembrada con cultivos
transgénicos-, los impactos que viven las comunidades asentadas en las zonas de
influencia de estos es indudable.
En la última década, estas poblaciones han
visto como su salud se ha deprimido, han aumentado notablemente los casos de
cáncer, malformaciones congénitas, daños genéticos, enfermedades autoinmunes y
otros daños a la salud asociados a los insumos y las prácticas que integran el
paquete tecnológico con el que se siembran las semillas transgénicas. Resulta
claro que para evaluar los impactos de esta tecnología es imposible analizar
aisladamente a la semilla transgénica, cuya principal modificación genética es,
por ejemplo, hacerla resistente a un herbicida. En el medio ambiente se ha
evidenciado que los cuerpos de agua están contaminados, han declinado las
poblaciones de especies polinizadoras, así como otras especies benéficas que
aseguran la salud de los suelos y la biodiversidad local.
Además, hay millones de hectáreas sembradas
con semillas transgénicas que contienen un gen que les permite sintetizar la toxina Bt , un
insecticida que se produce en la planta transgénica, incorporado para controlar
larvas de algunas lepidópteras que comen los cultivos. Sin embargo se ha
demostrado que esta toxina afecta indiscriminadamente a diversas especies de
insectos diezmando la biodiversidad y que podría producir daños en la salud
humana de quienes están en contacto con éstos (4).
Cada día hay mayores evidencias médicas,
científicas y agronómicas que demuestran los impactos, los riesgos e
incertidumbres de este modelo irracional de producción, tanto para la salud de
los trabajadores rurales, campesinos y campesinas, como para los habitantes de
estas zonas rurales y los consumidores de alimentos producidos con esta
tecnología.
Sobre el arroz dorado
El arroz dorado ha sido diseñado, junto con
otros cultivos llamados “biofortificados”, como un medicamento genérico para
niños desnutridos de “países pobres”. En el arroz dorado se usó una forma de
manipulación genética múltiple, que podría afectar varias funciones de la planta. Varios
autores han formulado críticas a esta tecnología (5) en el arroz dorado, que
además no se encuentra disponible debido a que quienes la promueven no han
logrado llegar a una formulación viable para distribuir. Aquí queremos abordar
otras inquietudes.
Los problemas nutricionales de la población no
están relacionados con la falta de un nutriente específico (en este caso la provitamina A ), sino
con las condiciones generales de pobreza y la pérdida de soberanía alimentaria,
lo que ha obligado a miles de comunidades campesinas a abandonar sus tierras o
subordinarse a los monocultivos impuestos por los agronegocios – cuya única
prioridad es satisfacer las necesidades voraces de incrementar las ganancias de
la agricultura agroindustrial y de la agroexportación- restando terreno a la
producción de alimentos sanos y nutritivos. Creer que los problemas de
desnutrición se van a superar con alimentos transgénicos biofortificados, es
ignorar esta realidad.
Para suplir la demanda de arroz dorado, se
tendrían que incorporar millones de hectáreas adicionales de tierras en zonas
tropicales y subtropicales al cultivo del “arroz dorado”, avanzando sobre
territorios que hoy están destinados a la producción de cultivos para la
soberanía alimentaria, que pasarían a sufrir los problemas típicos asociados a
la siembra de grandes monocultivos. Además, centenas de especies de plantas
contienen pro-vitamina A, que desde hace mucho tiempo son conocidas,
recolectadas y/o cultivadas por comunidades campesinas en todo el mundo. Cada
pueblo puede y debe soberanamente seleccionar que especies va a consumir, de
acuerdo a sus complejos conocimientos, preferencias y tradiciones, para cubrir
las necesidades nutricionales.
Cabe entonces preguntarnos: ¿quién se
beneficiaría si se impusiera esta nueva gran demanda de arroz dorado? Como otros
cultivos transgénicos, el arroz dorado estará también controlado por las
grandes empresas de agronegocios. El “esquema nutricional” basado en el arroz
dorado implicará la presencia empresarial en toda la cadena, desde la semilla
hasta su distribución final. Empezando por la semilla; dado que la tendencia
global es prohibir que los campesinos guarden sus semillas, aunque el arroz
dorado fuera distribuido sin cobrar patentes, esta sería controlada
corporativamente, que a cambio podría demandar protección de su propiedad
intelectual en todos los otros cultivos y variedades, como ya lo ha hecho en
países donde las regulaciones no se la garantizan. ¿Qué pasaría entonces con
los productores de arroz tradicional y con las miles de variedades de arroz
criollo y tradicional?
En cuanto a la comercialización, en muchos
países, los productores de arroz no tienen ninguna influencia en la fijación de
precios. El precio es fijado por los grupos de poder local que controlan la
transformación y distribución de este alimento; y a nivel internacional, el
precio se establece en las bolsas de Bangkok y Chicago. Por consiguiente, el
arroz dorado no generará soberanía alimentaria sino que, por el contrario
incrementará la dependencia.
Se alentará el comercio internacional de arroz
dorado, que estará controlado por los mismos grupos económicos que controlan
otras commodities transgénicas.
Todo el dinero que se invertiría en la
promoción e implementación de cultivos de “arroz dorado” en el mundo, en la
importación de sus semillas o del mismo arroz, podría ser usado en la promoción
de cultivos diversificados destinados a promover y consolidar la soberanía
alimentaria y nutricional local y regional, así como en la recuperación y
adopción de hábitos alimentarios saludables.
¿Es el criterio de un Premio Nobel
irrefutable?
La ciencia que promueven estos premios Nobel
se ha desarrollado en un contexto en el que hegemoniza una tecnociencia
reduccionista, que se desarrolla sin el debido control social, cuyos impactos
contribuyen a crear problemas ambientales y de salud, con alcances muchas veces
catastróficos e irreversibles.
Aunque formalmente el premio Nobel tiene como
objetivo reconocer y recompensar a personas que han realizado investigaciones
sobresalientes, inventado técnicas o equipamiento revolucionario, o hayan hecho
contribuciones notables a la sociedad, en las áreas de la medicina y fisiología
(al igual que en otros campos), lo que ha apoyado finalmente es un tipo de
investigación científica que ha facilitado un mayor control por parte de las
empresas transnacionales de los procesos productivos, la privatización del
conocimiento y de la vida. En
el campo de las biotecnologías, a lo largo de los años este tipo de
reconocimiento premió a olas de innovaciones científicas que condujeron al
desarrollo de la ingeniería genética, en desmedro de tecnologías de aplicación
más amplia y no controladas por oligopolios transnacionales. Varios de ellos
son signatarios de la
carta. Sus actividades han sido claves para desarrollar la
industria biotecnológica bajo control de oligopolios corporativos e incluso
varios tienen aún en el presente intereses comerciales en el tema, sea por
empresas en las que participan o por la financiación de sus investigaciones.
Por ejemplo, uno de los promotores de esta carta, Phillip A. Sharp, es
cofundador de Biogen Inc. (ahora Biogen Idec) y de Alnylam Pharmaceuticals,
Inc. (una empresa farmacéutica que desarrolla fármacos basados en el ARNi), lo
cual muestra claramente este conflicto de intereses al presentar la carta con
intereses altruistas.
Esta no es la primera declaración emitida por
ganadores del premio Nobel defendiendo los transgénicos. Hace algunos años, una
declaración similar fue promovida por Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde
(Premio Nobel 1970), quien vio en la biotecnología agrícola una segunda
Revolución Verde, sin hacer ningún análisis crítico de los impactos causados
por la primera.
Anteriormente, el premio Nobel de Fisiología y
Medicina fue otorgado a Paul Hermann Müller, por el descubrimiento del DDT como
un veneno de contacto de alta eficiencia contra muchos artrópodos.
Irónicamente, los dramáticos efectos del DDT en el medio ambiente y en la salud
humana significaron el inicio del trabajo científico y ciudadano contra los
pesticidas, una lucha que todavía continuamos.
Ahora los firmantes de esta carta en defensa
de los transgénicos y el arroz dorado privilegian el paradigma de las
corporaciones de que la uniformidad genética es lo que conviene para elevar la producción. Esto
particularmente grave porque sabemos que la diversidad genética de las
variedades agrícolas es indispensable para enfrentar problemas como el hambre y
es la única alternativa frente al cambio climático.
Nos preguntamos por todo esto, si la opinión
de científicos laureados por el premio Nobel necesariamente es una opinión
irrefutable, neutral y objetiva. Estos antecedentes y la falta de rigurosidad y
argumentos fundados de esta carta muestran que no es así.
———
Como UCCSN-AL creemos que en el proceso de
toma de decisiones sobre la adopción de tecnologías, como las que hacen posible
los cultivos transgénicos, y otras que están surgiendo (por ej. nanotecnología,
biología sintética y geoingeniería), no sólo deben participar los llamados
“científicos de ciencias exactas”, sino que deben incorporar además la opinión
de otros campos del saber, así como la opinión de movimientos sociales,
organizaciones de la sociedad civil, y representantes legítimos de los
diferentes grupos sociales, pues el conocimiento científico y tecnológico es siempre
parte de un proceso social, atravesado por tensiones, conflictos e intereses.
Este nunca es neutral, absoluto ni definitivo, puesto que siempre es
susceptible a cambios y revisiones, por lo que está sujeto permanentemente al
debate.
Por eso manifestamos que el quehacer
científico debe desarrollarse de una manera éticamente responsable y con un
claro compromiso con la sociedad y la naturaleza, lo que nos lleva a rechazar
los conceptos vertidos en la carta y a denunciar el papel ecocida y genocida de
la agricultura industrial de cultivos transgénicos, destacando la necesidad de
defender, promover, y multiplicar los modos de producción de alimentos
culturalmente construidos por los pueblos de nuestra región, y por ello
insustituibles a la hora de garantizar la autonomía, la sustentabilidad
ambiental, la seguridad y la soberanía alimentaria.
Notas
2 - IICA. Indicadores
2012
3 - Tenemos por ejemplo
los estudios hechos por equipos de investigación de la Universidad Federal
de Santa Catarina y Fiocruz en Brasil; Genok en Noruega, las facultades de
Ciencias Médicas en Rosario y en la Universidad de La Plata, en Argentina; la
Universidad de Milán, en Italia; y la Universidad de Caen, en Francia, por
mencionar solo unos pocos.
4 - Ver por ejemplo
Vazquez et al. (2000). Brazilian Journal of Medical and
Biological Research 33: 147–155. Finamore, et al. (2008). “Intestinal and
Peripheral Immune Response to MON810 Maize Ingestion in Weaning and Old Mice,”
J. Agric. Food Chem. 56 (23): 11533–11539.
5 - Ver por ejemplo Stone y Glover (2016). Agric Hum Values. DOI
10.1007/s10460-016-9696-1
Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/La_UCCSN-AL _Frente_a_la_carta_de_un_grupo_de_premios_Nobel_en_apoyo_a_los_cultivos_transgenicos
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