Entrevista con el
sociólogo venezolano Emiliano Teran Mantovani
"La alternativa sería la
guerra"
28 de febrero de 2019
Por Tobías Lambert
Die Woche
Die Woche
Entrevista con el sociólogo venezolano Emiliano Teran Mantovani
sobre los actores de la crisis y posibles salidas, por Tobias Lambert para Die
Woche:
TL: ¿Cuál es su evaluación de la situación resultante a raíz de la
autoproclamación de Juan Guaidó como Presidente interino el 23 de enero?
ETM: Para
comprender esto, uno debe recordar los eventos de los últimos meses. Desde las
últimas protestas importantes contra el gobierno de Maduro en 2017, la
situación económica se ha deteriorado tanto, que tenemos que hablar de un
colapso societal. El gobierno está ahora en gran parte desacreditado. A pesar
de que no había habido ninguna manifestación importante desde 2017, hay
permanentemente protestas más pequeñas de varios actores (docentes, enfermeras,
sindicatos, indígenas). La oposición ha estado fragmentada, y se ha debatido
entre sectores más moderados y extremistas. Estos últimos han sido muy
violentos desde el inicio de las protestas en 2014, impulsando además acciones
que han restringido la vida cotidiana (como los bloqueos de calles o
‘guarimbas’, la nota del editor). Ambos sectores siguen su propia agenda.
El partido Voluntad Popular de Guaidó representa la extrema
derecha y ha dejado de lado a los sectores moderados de la oposición. Guaidó
solo podía aparecer como un "nuevo líder" porque las otras figuras de
la oposición estaban ya muy desacreditadas o ‘quemadas’. Ahora esta ala radical
está trabajando con el gobierno de Trump para construir instituciones paralelas
y está ejerciendo una enorme presión sobre los militares para que se dividan.
Usted es uno de los co-iniciadores de una declaración
internacional sobre Venezuela, que hasta ahora han firmado unos 400
intelectuales de todo el mundo. En él, critica al gobierno de Maduro y a
Guaidó, y sugiere, entre otras cosas, un diálogo y un referéndum para la
sustitución de todos los poderes estatales. ¿Cómo debería ser esto en la
situación actual?
No tenemos otra opción, porque la alternativa sería la guerra. Y la mayoría de
la población no quiere una guerra, sino un proceso electoral justo. A nivel
nacional e internacional, hay actores que apoyan un acuerdo negociado, como el
Secretario General de las Naciones Unidas o los gobiernos de México y Uruguay.
Debe haber presión para una solución pacífica. De lo contrario, Venezuela
amenaza con hundirse en la barbarie.
¿Qué hace que la situación sea tan peligrosa?
La gente vive en un estado de precariedad como nunca antes en los
veinte años de la Revolución Bolivariana. Por lo tanto, la
situación es mucho más impredecible y volátil que, por ejemplo, en las
protestas de 2017. Esto es evidente no sólo en la hiperinflación, sino también
en el colapso de la industria petrolera y los servicios públicos, así como en
la migración de millones de venezolanos. En este contexto, el presidente de la Asamblea Nacional Juan
Guaidó se autoproclamó Presidente interino el 23 de enero de 2019, para
establecer un estado paralelo bajo la protección de los Estados Unidos. Es un
movimiento planeado con apoyo internacional. Esto nos coloca en el peligroso
escenario de una guerra civil con participación internacional, incluidos
Estados Unidos y Rusia. En ambos lados hay sectores listos para ir hasta el
final. Venezuela ya tiene numerosos enfrentamientos con grupos armados
irregulares en varios territorios del país. Si la velocidad con la que cada
oponente se avecina hacia el otro, no se reduce, puede generar en cualquier
momento a una colisión. Las perspectivas son muy inciertas.
Los gobiernos detrás de Guaidó argumentan que la Asamblea Nacional
es la única institución legitimada democráticamente en Venezuela. ¿Es eso así?
En realidad, la situación es más compleja. El conflicto se está
desarrollando en el campo de la política y la geopolítica, y no tanto en el
apego a la constitución ni a los marcos jurídicos, que se interpretan sólo a
conveniencia. El gobierno y la oposición insisten en su legitimidad, pero en la
lucha por el poder han destruido el estado de derecho, las instituciones y el
marco de coexistencia, al menos a partir de 2015. Ambas partes han creado
estructuras paralelas y han violado la constitución.
¿Podrá la oposición de derecha mantener la presión de la calle?
Las manifestaciones de calle pueden variar dependiendo de si la
gente vea o no resultados en la agenda prometida por Guaidó. Si el conflicto se
prolonga o si hay signos de un "pacto" con el gobierno, eso tendrá un
impacto en las manifestaciones. Pero a diferencia de las protestas anteriores,
los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad esta vez tuvieron lugar en los
barrios, donde al menos 40 personas murieron. No lo interpretaría como un apoyo
ciego para Guaidó. Sin embargo, muchos analistas subestiman que hay protestas
crecientes en los barrios más pobres. Si crecen, podría causar una reacción en
cadena.
Los Estados Unidos parecen haber decidido cambiar su gobierno a
toda costa. ¿Qué significaría eso para el futuro de Venezuela?
Si Trump logra colocar un nuevo gobierno venezolano, sería un
desastre. Le seguiría una intensa transformación neoliberal con reformas
dolorosas, el saqueo de los recursos naturales y la persecución de los
movimientos sociales y la izquierda, a quienes culparían de todo por la crisis
y la miseria. Todo
esto debe verse en el contexto del giro a la derecha que se está produciendo
actualmente en América Latina, y que fortalece el eje pro-yankee en América del
Sur. La resistencia y las luchas sociales en el país entrarían en una nueva
fase, muy difícil.
El crítico, el chavista de izquierda que queda en Venezuela,
apenas se puede escuchar en medio de la polarización. ¿Cómo eso podría cambiar?
No es fácil, porque en los gobiernos de Chávez y Maduro se ha
difundido una gran sospecha de cualquier posición que se haya desviado de la
línea ideológica del gobierno. Esto ha empeorado con los años. Aquellos que
piensan críticamente tienen sus dosis de represión y/o criminalización. Es
importante contrarrestar argumentos con argumentos y, por supuesto, trabajar
más con las báses.
Algunos izquierdistas internacionalistas no sólo se oponen al
intervencionismo estadounidense, sino que siguen apoyando al gobierno de
Maduro. En vista del peligro que representa un gobierno de derecha, ¿tiene
sentido apoyar a Maduro y trabajar internamente para el cambio?
Esa es una posición bastante cómoda. Creer que algo va a cambiar
con el gobierno de Maduro parece casi cínico. Venezuela está experimentando la
peor crisis en su historia republicana y es imposible decir que esto es así
sólo por razones externas. El gobierno ha creado un sistema económico en el que
miles de millones son malversados. Todo el mundo lo sabe, incluso el propio
gobierno lo ha reconocido. Han sido acusadas personas que anteriormente se
encontraban en el círculo de poder más estrecho, como el ex presidente de PDVSA
Rafael Ramírez y otros altos funcionarios petroleros, por malversar enormes
sumas de dinero. Todo el contrabando de la frontera ha sido alimentado por la
corrupción dentro del ejército, al igual que la minería ilegal de oro en el sur
del país.
La
economía venezolana está tradicionalmente muy centralizada en el Petro-Estado,
por lo que necesitarías la complicidad de partes importantes de esa estructura
estatal para librar una ‘guerra económica’. Si a eso le juntamos la
ineficiencia y las terribles políticas económicas, probablemente no habría un
país en el mundo en el que tal situación no requiriera la renuncia del
presidente.
Además, el Gobierno hace mucho tiempo que giró hacia la derecha y
le dio la espalda al pueblo. Persigue a los trabajadores, reprime manifestantes
y construye estructuras represivas. Está asfixiando una salida electoral a esta
situación al aferrarse ciegamente al poder. La Asamblea Constituyente
(ANC) es una expresión de estos mecanismos autoritarios. Un pequeño grupo está tomando
secretamente todas las decisiones del país.
Pero la gente también ha tomado las calles en apoyo al gobierno en
estos días. ¿Es la base del gobierno todavía lo suficientemente grande como
para oponerse a un golpe de estado?
Me temo que no. El gobierno de Maduro está socialmente muy
deslegitimado y sólo puede confiar en el ejército. Aunque las bases sociales
que lo apoyan se hayan reducido, siguen siendo muy leales. Y también hay que
contar con el respaldo de algunos países como Rusia, China, Turquía o Irán.
Estos últimos, sin embargo, persiguen sus propios intereses. El chavismo de
base ha sufrido sensiblemente la corrupción, la ineficiencia, la arrogancia, el
autoritarismo y la falta de respeto del gobierno. Solo recuérdese que el
gobierno no reconoció a los candidatos alternativos chavistas individuales que
ganaron elecciones a nivel local (como ocurrió con Ángel Prado en Lara). En
cambio, los candidatos del partido gobernante fueron declarados vencedores. El
respaldo del gobierno ya no es tan fuerte. Pero hay otro chavismo, el de base,
que mantiene gran parte de los ideales originarios del proceso.
Muchos consideran que el proceso bolivariano ha fracasado por
completo. ¿Qué habría que salvar del proyecto chavista?
Sería necesario restablecer el proceso constituyente de los
primeros años, que se basó en una amplia participación y en el que las personas
estaban entusiasmadas con las posibilidades de transformación social. El poder
político fue entonces apropiado por la ocupación de la calle. Más tarde,
surgieron muchas propuestas, de las cuales considero importante la idea de Comuna [estructuras de base a nivel local,
nota del editor]. Hoy, sin embargo, es difícil mantener debates de este tipo.
Muchas personas asocian el tema únicamente con el gobierno central, aunque en
realidad de lo que estamos hablando es de autogobierno, desde abajo hacia
arriba, de las economías sociales sostenibles y endógenas. Sin embargo, nunca
ha sido posible resolver cómo estos mecanismos participativos podrían coexistir
con el modelo extractivista y la economía rentista. Nada hubiese sido más
revolucionario que alejarnos de la dependencia a este modelo y encaminarnos
hacia la producción social, la soberanía alimentaria y participación social
directa. Pero el
Petro-Estado socialista finalmente corporativizó la organización social y
desmovilizó a las bases del chavismo. La crisis que estamos experimentando hoy
es consecuencia de la dirección que comenzó a tomar el proceso bolivariano
desde 2004 y 2005, cuando la hegemonía del gobierno de Chávez alcanzó su punto
máximo.
Más allá de la crisis política, deben encontrarse, pronto,
soluciones para la crisis económica y social. ¿Qué necesita Venezuela en el
corto y mediano plazo?
Para reconstruir la economía, se necesita un marco político estable.
Además, la economía venezolana debe liberarse de su enfoque tan centrado en la
exportación de materias primas. Si bien es necesario hoy impulsar la producción
de petróleo, se debe dar prioridad a otros sectores históricamente
desatendidos, como la agricultura o el turismo. Sin embargo, es claro que el
próximo gobierno, cualquiera que sea, trabajará de la mano de las grandes
empresas transnacionales y buscará una “recuperación” de la economía a favor de
la acumulación de capital. Esto significa que las viejas luchas por los
derechos sociales, y también los ecológicos, deben reanudarse. Ante el
desastre, tendremos que ser creativos.
* Emiliano Teran
Mantovani es un sociólogo venezolano y se enfoca en la ecología política y la
crítica al extractivismo. Es miembro de los Grupos de Trabajo sobre Ecología
Política del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) y
Alternativas al desarrollo de la Fundación Rosa Luxemburg.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=253065