Daniel Aspiazu
y
Martín Schorr
Del libro Hecho
en Argentina, Ed. Siglo Veintiuno Editores, Bs. As., 2010.
La
indagación de los rasgos sobresalientes del desenvolvimiento de la industria
manufacturera argentina en la posconvertibilidad
no puede prescindir del estudio de las características del proceso de
concentración y centralización de capital que constituyó uno de los elementos
distintivos del "modelo financiero y de ajuste estructural". Con respecto a la
evolución del peso relativo en el PBI industrial global de las cien empresas de
mayores dimensiones del sector, según consta en el cuadro 62, entre 2001 y 2007
el PBI fabril a precios corrientes creció a una tasa promedio anual del 24,2%,
por debajo del ritmo evidenciado por las ventas agregadas de la cúpula
empresaria fabril, que se expandieron al 27,2% anual acumulativo. Así, si se
considera el factor corrector del coeficiente valor agregado/valor bruto de
producción que surge como promedio de la Encuesta Nacional a Grandes Empresas
del INDEC, la relación proxy de la significación de la élite empresaria en el
conjunto del sector fue del 37,5% en el último año de vigencia de la
convertibilidad, se elevó al 56,3% en 2002, para luego fluctuar entre un máximo
del 45,1% (2005) y un mínimo del 41,7% (2006).
Para dotar de significación estas cifras, es importante reparar en el hecho de
que, más allá del
fenomenal incremento verificado en el grado de concentración industrial global
en plena crisis por el abandono del régimen convertible, en los años
posteriores, de notable reactivación fabril, este indicador tendió a
estabilizarse, pero en un estadio superior al que predominó en los años noventa.
Este fenómeno
pone en evidencia un nuevo elemento de continuidad entre
la posconvertibilidad y el "modelo financiero y de ajuste estructural", que se
suma a los señalados al analizar las características del perfil
productivo-exportador y el comportamiento de la distribución funcional del
ingreso.
Las evidencias disponibles indican que entre los factores que concurrieron a
generar esa mayor concentración económica en la industria se destacan, entre
otros, los siguientes:
a) importante y creciente inserción exportadora de la mayoría de los
oligopolios líderes de la actividad; b) Su integración a unidades económicas
complejas que cuentan con un amplio abanico de opciones en materia productiva,
tecnológica, comercial y financiera; c) las variadas posibilidades que tienen
estas grandes corporaciones para captar excedentes de manera diferencial a
partir del poder del mercado que detentan en diversos ámbitos manufactureros
críticos para el funcionamiento del conjunto de la economía nacional (como
aquellos vinculados con la elaboración de materiales intermedios de uso
difundido); d) los sesgos manifiestos en el nivel normativo-institucional en lo
Deferido al control sobre la relación entre grandes empresas y pymes; y e) la
considerable centralización de capitales desencadenada a partir de la profunda
crisis que marcó el fin del régimen de convertibilidad.
(…)
La situación de las pymes contrasta con los cuantiosos fondos públicos
destinados a la "promoción" de inversiones por parte de las firmas de mayores
dimensiones. Sobre el particular, cabe destacar que la
principal "política industrial" implementada en la posconvertibilidad fue la
vinculada con el fomento a determinadas inversiones sectoriales, que se vio
plasmada en la Ley 25.924 de Promoción de Inversiones en Bienes de Capital y
Obras de Infraestructura, sancionada a mediados de agosto de 2004 y vigente
entre octubre de ese año y fines de septiembre de de 2007. En abril de 2008, a
través de la Ley 26.360, se prorrogó la vigencia de este esquema de incentivos,
con modificaciones mínimas hasta el 30 de septiembre de 2010.
Una caracterización muy simplificada de los
rasgos centrales de este régimen remite, por ejemplo, al tipo de beneficios
fiscales ofrecidos ( amortización acelerada en el pago del impuesto a las
ganancias y/o devolución anticipada del IVA correspondiente a los bienes
de capital invertidos), la fijación de montos de cupos fiscales anuales
(1000 millones de pesos para (proyectos de inversión en actividades
industriales y 200 millones de pesos para aquellos desarrollados por pymes),
la recurrencia al procedimiento , de concurso público para su asignación, la
inexistencia de prioridades sectoriales o territoriales, etc.
En cuanto a los dos tipos de incentivos
fiscales, sólo en caso de presentar proyectos de inversión destinados
exclusivamente a la exportación de manufacturas, las empresas patrocinantes
contaron con la posibilidad de acceder a ambos beneficios impositivos. Se trata,
en síntesis, de la promoción de la formación de capital en la industria, con
incentivos superiores para las que estuvieran orientadas a incrementar las
exportaciones. Cabe destacar que se trataba de un contexto
signado por la convergencia de un tipo de cambio "competitivo", un acelerado y
sostenido crecimiento de la demanda externa y de los precios de los principales
rubros exportables, y muy bajos costos salariales en términos internacionales.
Esto es, anterior a la crisis mundial actual. En otros términos,
un régimen promocional tendiente a favorecer a las grandes industrias
exportadoras que contaban con incentivos "de mercado" más que suficientes para
encarar nuevos emprendimientos y/o ampliaciones en sus respectivas capacidades
de producción y exportación. En efecto, las evidencias disponibles permiten
inferir que, por lo menos en los casos que involucraron los mayores montos de
inversión, se trataría de una promoción superflua o redundante dado que, con
seguridad, las inversiones se hubieran realizado igualmente por las razones
antes apuntadas.
Al amparo del esquema establecido por la Ley
25.924, el monto total de inversión industrial promocionada -al cabo de los seis
llamados a concurso que se concretaron- ascendió a casi 10.000 millones de
pesos, con un "costo fiscal" ligeramente inferior a los 1800 millones de pesos (
el 17,9% de la formación de capital), una proyección de creación de poco menos
de 7800 nuevos puestos de trabajo (lo que supone una inversión de poco más de
1,2 millones de pesos por ocupado, con un "sacrificio fiscal" de casi 226.000
pesos por puesto de trabajo, y un incremento neto de las exportaciones
previsto en casi 4500 millones de dólares. Se trata, en suma, de un total de 125
proyectos de inversión patrocinados por 93 empresas locales de gran envergadura.
La información con que se cuenta indica que, por lo engorroso de las
solicitudes, las pymes prácticamente no realizaron presentaciones en el marco
de este régimen promocional.
La
evaluación de los resultados requiere varias dimensiones de análisis. Lo primero que se destaca es, sin duda, la
elevada concentración de la inversión promocionada y la concesión de
beneficios superfinos. De los datos que ofrece el cuadro 64 puede concluirse
que apenas quince proyectos concentraron más de las tres cuartas partes de
la inversión, poco más del 82% de los beneficios fiscales concedidos y el
83,2% de las exportaciones increméntales derivadas de la concreción de los
respectivos emprendimientos. Para ese subconjunto de proyectos,
mayoritariamente intensivos en capital, cada nuevo puesto de trabajo
generado supuso una inversión superior a los 2,9 millones de pesos y un
"costo fiscal" de casi 700 mil pesos. En contraposición, el resto de los
proyectos aprobados -los pocos que fueron patrocinados por pymes, pero
también los realizados por algunas grandes compañías como Celulosa
Argentina, Aceros Zapla, Alpargatas Textil, Ferrum y General Motors de
Argentina- dio cuenta de más de las dos terceras partes de los nuevos
empleos, internalizando apenas el 17,1% del total del "sacrificio fiscal".
Una primera aproximación general a los
principales proyectos promocionados permite inferir que se trató, en general,
del desarrollo de emprendimientos que ya contaban con suficientes incentivos "de
mercado" (interno y/o externo) para justificar la decisión empresaria de
invertir, con o sin beneficios fiscales. Más aún, en algunos casos ya habían
formulado e incluso iniciado la ejecución de los respectivos proyectos de
inversión.
La ampliación de la única planta productora de aluminio del país (Aluar), así
como los proyectos que le fueran aprobados a Terminal 6 Industrial, Molinos Río
de la Plata, Cargill o Louis Dreyfus (mayoritariamente procesamiento de soja,
cuando, en paralelo, se planteaba la necesidad de "desojizar" la producción
agraria), estuvieron destinados a atender una demanda externa creciente, en un
escenario de elevados precios internacionales, tipo de cambio local
"competitivo" y reducidos costos salariales; en otras palabras, se trató de
beneficios promocionales redundantes.
Por su parte, casos como los de algunas de las terminales automotrices (Peugeot Citroën y Daimler Chrysler), Siderar (seis proyectos), Acindar, YPF y
Petroquímica Comodoro Rivadavia resultan ilustrativos en la medida en que
constituyeron estrategias para reforzar los respectivos posicionamientos
oligopólicos frente a una demanda doméstica en ascenso y, a la vez, con distinta
gradación o intensidad, para incrementar sus exportaciones (en el caso de las
automotrices y en el de Petroquímica Comodoro Rivadavia hacia el mercado
chileno).
En todos los casos se trató de grandes firmas con un poder decisivo en una
fijación de los precios domésticos en un marco de acelerado y sostenido
crecimiento del mercado interno. Si bien en su mayoría son tomadoras de precios
en el contexto internacional, debe considerarse que hasta hace poco tiempo
las condiciones para las ventas al exterior resultaban excepcionales, en
especial, precisamente, para sus principales rubros de producción
(agroindustrias de escaso valor agregado y diversos commodities). Es decir,
se trataba de una situación favorable para encarar nuevos emprendimientos
exitosos —mayoritariamente, ampliaciones de escala-, de escasa o nula
incertidumbre en cuanto a la tasa de retorno de las inversiones, incluso
cuando no se recibieran incentivos fiscales.A la vez, las beneficiarías fueron casi en su totalidad compañías
exportadoras de importancia que, favorecidas por la vigencia de un contexto
muy propicio para el desenvolvimiento de sus actividades o, como en el
ejemplo automotor, para el desarrollo de estrategias transnacionales acordes
con el diseño del mercado subregional, se afianzaron como parte sustantiva
de la élite empresarial en materia de crecientes ventas al exterior. Es más,
a pesar de la franca y sostenida expansión de la demanda interna, casi
todas ellas (con la salvedad de Peugeot Citroen y Siderar) incrementaron
sustancialmente sus respectivos coeficientes de exportación, que llegaron en
varios casos (como Aluar, Molinos Río de la Plata, Cargill y Louis Dreyfus
en 2005) a ubicarse por encima del 50% de la respectiva facturación anual
(cuadro 65).
Así, puede
concluirse que la pronunciada concentración de los incentivos fiscales en un
núcleo sumamente acotado de proyectos se conjugó con el carácter superfluo -si
no espurio- de los beneficios otorgados en el plano impositivo. A la vez,
resultó plenamente funcional a la
concentración económica, así como a la persistente recurrencia, por parte de
las grandes empresas, a los nichos de privilegio ofrecidos por las políticas
públicas de "promoción " a la formación de capital. Ello involucró tanto a
algunos grandes grupos económicos nacionales como también a importantes
corporaciones transnacionales, que tanto en la producción agroindustrial como
en el sector automotor, la refinación de petróleo o la siderurgia pudieron
usufructuar los generosos beneficios fiscales concedidos por el Estado
argentino a inversiones que igualmente se hubieran concretado en el marco de la
estrategia a escala mundial de sus respectivas matrices.
Los datos del cuadro 66 son elocuentes: un
reducido número de proyectos (26) patrocinados por una aun más acotada cantidad
de firmas (8) que integran tan sólo cinco grupos empresarios locales (Madanes,
Techint, Urquía, Molinos Río de la Plata y Petroquímica Comodoro Rivadavia)
explican el 56,9% del total de la inversión promocionada y casi las tres cuartas
partes (74,3%) del consiguiente "costo fiscal". Entre ellos se destaca
nítidamente el grupo Madanes (Aluar y Fate), muy particularmente por la
incidencia de los proyectos aprobados al monopolio productor de aluminio (que
fueron los de mayor trascendencia por los montos de inversión comprometidos y,
más aún, por sus "costos fiscales"). Otro gran grupo económico al que el
gobierno le aprobó ocho proyectos es Techint (seis emprendimientos de Siderar y
dos de Sidérea). Consideraciones no muy disímiles podrían hacerse extensivas a
los restantes grandes conglomerados.
En suma,
la
promoción industrial desplegada en los últimos años propició la consolidación
oligopólica de determinados grandes agentes locales y, en ese marco, la
profundización del proceso de concentración económica y centralización del
capital en el país, que se vio potenciado por los señalados sesgos del accionar
estatal en el campo de las políticas hacia las pymes.
Basta un simple repaso del posicionamiento de
mercado de las firmas favorecidas por el esquema promocional analizado. Cargill,
Urquía (Aceitera General Deheza), Molinos Río de la Plata y Louis Dreyfus,
constituyen el núcleo de cuatro de las cinco principales agroindustrias del país
(la restante, Bunge Argentina, es co-controlante, junto con Aceitera General
Deheza, de uno de los mayores proyectos de inversión aprobados, el de Terminal
6 Industrial). Por su parte, las empresas del grupo Techint junto con Acindar
conforman el duopolio que caracteriza a la producción siderúrgica del país. Las
firmas controladas por el grupo Madanes son, en un caso, monopólica en el
mercado interno (Aluar), y en el otro (Fate) la principal firma del oligopólico
mercado de los neumáticos. Dadas las peculiaridades del mercado cementero (muy
alto costo de transporte con relación al peso y el valor unitario del
producto), en una menor escala emerge prácticamente monopólico en lo territorial
el caso de Petroquímica Comodoro Rivadavia. En el ámbito del oligopólico mercado
automotriz están presentes tres de las cinco principales corporaciones del país
(Peugeot Citroën, Daimler Chrysler y Volkswagen).
Por último, YPF no sólo es la
principal empresa local sino que, a la vez, ejerce posiciones dominantes en
todos los segmentos de mercado en los que opera.
Ahora bien, más allá de la redundancia de beneficios y del consiguiente aporte
fiscal a la concentración de la economía, el perfil productivo de los proyectos
aprobados
evidencia otro rasgo distintivo: la profundización de los sesgos de la
estructura productiva manufacturera heredado de larga hegemonía de políticas
neoliberales.
A este respecto,
cabe recuperar algunos elementos ilustrativos que no parecen tender a revertirse
con la política promocional analizada: simplificación del aparato productivo,
desintegración y desarticulación del tejido manufacturero, explotación de
ventajas comparativas asociadas a la constelación doméstica de recursos
naturales, profundización en cierta especialización en commodities industriales
de uso difundido, escaso dinamismo en materia de eslabonamientos intra-industriales
y, más aún, de generación de empleo y mayores retribuciones salariales,
desatención de la producción de bienes de capital y la generación y apropiación
de ventajas dinámicas en actividades portadoras del progreso técnico.
Como era de esperar dados los aspectos distintivos del régimen de fomento
analizado y la peculiar dinámica manufacturera reciente, el perfil sectorial de
la inversión agregada en la industria no hizo más que profundizar los rasgos que
habían venido definiendo el patrón de reactivación fabril en la
posconvertibilidad. Así, de acuerdo con las evidencias aportadas por el cuadro
67, apenas nueve ramas de actividad, explicaron más del 90% de la inversión
fabril.
En este
marco, es notable la preeminencia de las actividades agroindustriales, las
productoras de commodities (siderurgia, aluminio, refinerías, químicos y
celulosa y papel), así como de la industria automotriz y la cementera, que
derivan en el fortalecimiento de un patrón de industrialización limitado en
términos de sus potencialidades, e insuficiente en cuanto a impactos
propagadores sobre el tejido sectorial y económico-social.
En definitiva, se puede concluir señalando que
el período comprendido entre el fin del régimen de caja de conversión y el
año 2.007 estuvo signado por una importante expansión fabril acompañada por
una no menos intensa aceleración de la concentración económica, lo cual
refleja el carácter heterogéneo de la dinámica sectorial verificada. A pesar
de que la etapa fue expansiva y viabilizó cierto grado de
reindustrialización del país -aunque acotada en lo temporal y muy ligada a
la utilización de capacidades productivas preexistentes -, se trata de una
nueva línea de continuidad con el "modelo financiero y de ajuste
estructural". El señalado cuadro de heterogeneidad en el
desempeño empresarial se articuló con el sesgo regresivo que caracterizó la
relación capital-trabajo. De esta forma quedó de manifiesto que
los principales estamentos de clase ganadores en la posconvertibilidad
fueron aquellos grandes capitales insertos en
los sectores fabriles privilegiados por las acciones y las omisiones
estatales en diversos frentes (como, a título ilustrativo, el "dólar alto" y
la "promoción industrial" entre las primeras, y diversos 'vacíos"
regulatorios e institucionales entre las segundas) y estrechamente
vinculados con el mercado mundial,
fundamentalmente debido a su posicionamiento oligopólico en los rubros
productivos "bendecidos" por la dotación de factores.
Fuente:
http://www.aldorso.com.ar/23-OCT-10_Nacionales.html
Una caracterización muy simplificada de los
rasgos centrales de este régimen remite, por ejemplo, al tipo de beneficios
fiscales ofrecidos ( amortización acelerada en el pago del impuesto a las
ganancias y/o devolución anticipada del IVA correspondiente a los bienes
de capital invertidos), la fijación de montos de cupos fiscales anuales
(1000 millones de pesos para (proyectos de inversión en actividades
industriales y 200 millones de pesos para aquellos desarrollados por pymes),
la recurrencia al procedimiento , de concurso público para su asignación, la
inexistencia de prioridades sectoriales o territoriales, etc.
La
evaluación de los resultados requiere varias dimensiones de análisis. Lo primero que se destaca es, sin duda, la
elevada concentración de la inversión promocionada y la concesión de
beneficios superfinos. De los datos que ofrece el cuadro 64 puede concluirse
que apenas quince proyectos concentraron más de las tres cuartas partes de
la inversión, poco más del 82% de los beneficios fiscales concedidos y el
83,2% de las exportaciones increméntales derivadas de la concreción de los
respectivos emprendimientos. Para ese subconjunto de proyectos,
mayoritariamente intensivos en capital, cada nuevo puesto de trabajo
generado supuso una inversión superior a los 2,9 millones de pesos y un
"costo fiscal" de casi 700 mil pesos. En contraposición, el resto de los
proyectos aprobados -los pocos que fueron patrocinados por pymes, pero
también los realizados por algunas grandes compañías como Celulosa
Argentina, Aceros Zapla, Alpargatas Textil, Ferrum y General Motors de
Argentina- dio cuenta de más de las dos terceras partes de los nuevos
empleos, internalizando apenas el 17,1% del total del "sacrificio fiscal".
La ampliación de la única planta productora de aluminio del país (Aluar), así como los proyectos que le fueran aprobados a Terminal 6 Industrial, Molinos Río de la Plata, Cargill o Louis Dreyfus (mayoritariamente procesamiento de soja, cuando, en paralelo, se planteaba la necesidad de "desojizar" la producción agraria), estuvieron destinados a atender una demanda externa creciente, en un escenario de elevados precios internacionales, tipo de cambio local "competitivo" y reducidos costos salariales; en otras palabras, se trató de beneficios promocionales redundantes.
Por su parte, casos como los de algunas de las terminales automotrices (Peugeot Citroën y Daimler Chrysler), Siderar (seis proyectos), Acindar, YPF y Petroquímica Comodoro Rivadavia resultan ilustrativos en la medida en que constituyeron estrategias para reforzar los respectivos posicionamientos oligopólicos frente a una demanda doméstica en ascenso y, a la vez, con distinta gradación o intensidad, para incrementar sus exportaciones (en el caso de las automotrices y en el de Petroquímica Comodoro Rivadavia hacia el mercado chileno).
En todos los casos se trató de grandes firmas con un poder decisivo en una
fijación de los precios domésticos en un marco de acelerado y sostenido
crecimiento del mercado interno. Si bien en su mayoría son tomadoras de precios
en el contexto internacional, debe considerarse que hasta hace poco tiempo
las condiciones para las ventas al exterior resultaban excepcionales, en
especial, precisamente, para sus principales rubros de producción
(agroindustrias de escaso valor agregado y diversos commodities). Es decir,
se trataba de una situación favorable para encarar nuevos emprendimientos
exitosos —mayoritariamente, ampliaciones de escala-, de escasa o nula
incertidumbre en cuanto a la tasa de retorno de las inversiones, incluso
cuando no se recibieran incentivos fiscales.A la vez, las beneficiarías fueron casi en su totalidad compañías
exportadoras de importancia que, favorecidas por la vigencia de un contexto
muy propicio para el desenvolvimiento de sus actividades o, como en el
ejemplo automotor, para el desarrollo de estrategias transnacionales acordes
con el diseño del mercado subregional, se afianzaron como parte sustantiva
de la élite empresarial en materia de crecientes ventas al exterior. Es más,
a pesar de la franca y sostenida expansión de la demanda interna, casi
todas ellas (con la salvedad de Peugeot Citroen y Siderar) incrementaron
sustancialmente sus respectivos coeficientes de exportación, que llegaron en
varios casos (como Aluar, Molinos Río de la Plata, Cargill y Louis Dreyfus
en 2005) a ubicarse por encima del 50% de la respectiva facturación anual
(cuadro 65).
Ahora bien, más allá de la redundancia de beneficios y del consiguiente aporte fiscal a la concentración de la economía, el perfil productivo de los proyectos aprobados evidencia otro rasgo distintivo: la profundización de los sesgos de la estructura productiva manufacturera heredado de larga hegemonía de políticas neoliberales.
Como era de esperar dados los aspectos distintivos del régimen de fomento analizado y la peculiar dinámica manufacturera reciente, el perfil sectorial de la inversión agregada en la industria no hizo más que profundizar los rasgos que habían venido definiendo el patrón de reactivación fabril en la posconvertibilidad. Así, de acuerdo con las evidencias aportadas por el cuadro 67, apenas nueve ramas de actividad, explicaron más del 90% de la inversión fabril. En este marco, es notable la preeminencia de las actividades agroindustriales, las productoras de commodities (siderurgia, aluminio, refinerías, químicos y celulosa y papel), así como de la industria automotriz y la cementera, que derivan en el fortalecimiento de un patrón de industrialización limitado en términos de sus potencialidades, e insuficiente en cuanto a impactos propagadores sobre el tejido sectorial y económico-social.
En definitiva, se puede concluir señalando que
el período comprendido entre el fin del régimen de caja de conversión y el
año 2.007 estuvo signado por una importante expansión fabril acompañada por
una no menos intensa aceleración de la concentración económica, lo cual
refleja el carácter heterogéneo de la dinámica sectorial verificada. A pesar
de que la etapa fue expansiva y viabilizó cierto grado de
reindustrialización del país -aunque acotada en lo temporal y muy ligada a
la utilización de capacidades productivas preexistentes -, se trata de una
nueva línea de continuidad con el "modelo financiero y de ajuste
estructural". El señalado cuadro de heterogeneidad en el
desempeño empresarial se articuló con el sesgo regresivo que caracterizó la
relación capital-trabajo. De esta forma quedó de manifiesto que
los principales estamentos de clase ganadores en la posconvertibilidad
fueron aquellos grandes capitales insertos en
los sectores fabriles privilegiados por las acciones y las omisiones
estatales en diversos frentes (como, a título ilustrativo, el "dólar alto" y
la "promoción industrial" entre las primeras, y diversos 'vacíos"
regulatorios e institucionales entre las segundas) y estrechamente
vinculados con el mercado mundial,
fundamentalmente debido a su posicionamiento oligopólico en los rubros
productivos "bendecidos" por la dotación de factores.
Fuente: http://www.aldorso.com.ar/23-OCT-10_Nacionales.html
Fuente: http://www.aldorso.com.ar/23-OCT-10_Nacionales.html
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