Comunicación para la
paz:
un desafío aún pendiente
5
de agosto de 2017
Por Tomás García Laviana (Rebelión)
En Colombia, a través de los años e intensos procesos, han surgido
un sinnúmero de personajes que han configurado formas y caminos de aprehensión
y representación del mundo, desde acciones de lectura de la realidad de forma
crítica, propiciando y promoviendo espacios comunicativos alternativos.
Esos recorridos se han transitado teniendo en cuenta las
necesidades de la sociedad y las coyunturas de un país dominado por la
maquinaria comunicativa y el periodismo voraz que permea, cosifica y
desestabiliza a los individuos, ofertando des-información, distractores,
construcciones sociales de la realidad que no permiten tomar postura desde
dinámicas de consciencia.
En ese sentido se reconoce y reivindica a todos los que se han
comprometido con la tarea de informar y comunicar desde la realidad, desde la
verdadera razón del periodismo: ¡la verdad!
Teniendo en cuenta esto, el próximo 13 de
agosto se realizará la conmemoración de la siembra del abogado, filósofo,
humorista, activista, periodista y ante todo mediador de paz Jaime Garzón
Forero, quien fue asesinado por los enemigos de la paz, la justicia y la verdad. Un hombre que
instauró una propuesta comunicativa desde el humor inteligente y que supo ser
un crítico de los medios hegemónicos
aun desde sus propias pantallas. En ese entendido se puede decir que su legado
tiene algo imprescindible: la “reflexión”, pues se convierte en el ambiente
propicio para que, como pueblo, reflexionemos sobre el papel que juegan los medios de comunicación y los emporios de la
información, en la conformación de redes de la sociedad y, por ende, de la
forma de relacionarse, sea esta pacífica o altamente conflictiva.
Así mismo, en un mundo que está totalmente codificado, el lenguaje como
aspecto esencial de la comunicación, puede prestarse para manipular y polarizar
la sociedad, afectando la cultura en tanto la mercantiliza y banaliza, igual
que la democracia y los bienes comunes que la deben configurar.
Colombia no es ajena a esta dinámica y en su medio de
descomposición, se construye, funciona y actúa a través de ese lenguaje con
fines políticos. Todo ello se da en un escenario social caracterizado por la
alta concentración del poder y la riqueza, así como por la fragmentación e
insolidaridad, motivo por el cual los medios
de comunicación son factores esenciales e incidentes en la solución de
conflictos, en su prolongación y no resolución, pudiendo y debiendo actuar en
otro sentido, pues es desde allí que se reconfiguran los mismos, donde se
propende por la construcción de estrategias, propuestas y acciones que permitan
avanzar o retroceder en la consecución de un verdadero desarrollo humano, lo
más anhelado en el país; sin embargo, la realidad colombiana nos muestra unas
empresas de comunicación al servicio de la guerra y del expolio, que generan y
promueven conflictos nacionales e incluso internacionales.
A su vez, la manera cómo se maneja el lenguaje de la comunicación
para la construcción de estos discursos de violencia, debe ser confrontado por
esa amplia mayoría que está a favor de la paz y la verdad, a través de medios que respondan a las necesidades propias de
los pueblos de Colombia, y en la coyuntura actual, de medios
que sirvan a la verdad, a la construcción de memoria, de educación y de una
solución pacífica a los conflictos, que no promuevan la “pacificación”
como acallamiento de las diferentes voces. El ejercicio consciente y
responsable del periodismo debe subordinarse al bien común, estar al servicio
de las mayorías sustituyendo la perversidad y la mezquindad del sistema
económico individualista; cuya tarea sea la identidad, el humanismo social y la
resignificación de las culturas que habitan Colombia.
Entender la comunicación como un bien común
La comunicación
para la paz debe ser
entendida como un ejercicio de poder popular, que propicia la formación y
construcción colectiva de saberes, propendiendo por la posibilidad y
responsabilidad de ser sujetos políticos participantes de la consolidación de
una paz con trasformaciones, es decir que sea una comunicación que garantice
búsqueda permanente de soluciones a los grandes problemas que afectan al país y
que sólo se legitima en la medida que los colombianos y colombianas vean los
beneficios de una información desintoxicada del lenguaje de la guerra.
En este sentido es fundamental la concertación y un plan
estratégico donde confluyan periodistas independientes, alternativos,
populares, que junto a los sectores que se encuentran organizados, pugnen por
un proyecto de nación, entendida ésta como la posibilidad de tejer redes
sociales desde la colectividad y cada uno de sus actores, donde se trabaje por
un cambio real y estructural para Colombia, sin segregaciones, entendiendo y
realizando el ejercicio del periodismo ético como una parte del gran proyecto
de las diferentes agremiaciones que se dignifican desde ese posicionamiento
resistente.
Es así que en Colombia más de tres millones de
personas no tienen acceso a la internet o no cuentan con medios
de comunicación regionales (FLIP, 2016); a la vez la concentración de medios es abrumadora: sólo tres grupos empresariales
concentran el 57% de la audiencia en los distintos soportes comunicativos:
radio, internet y prensa. (MONITOREO DE MEDIOS, RSF 2016), por lo cual la fuente
de información casi exclusiva y por ende excluyente con la que cuenta la sociedad
es la que ofrecen los medios
tradicionales al servicio de las elites, a través de los grandes medios que controlan económica y politicamente, los
cuales resultan estando a favor de poderes económicos y políticos que por su
naturaleza opresora merecen ser afrontados.
De esta forma es importante exponer a la par y como condición de
posibilidad de ese genocidio político en curso, que en los últimos cuarenta
años han sido asesinados más de 150 periodistas, que tienen un común
denominador: “Las víctimas adelantaban investigaciones que evidenciaban
corrupción en el poder público y militar” (CNMH,2015). Sin contar que en lo
transcurrido del 2017 más de 200 periodistas han sido víctimas de violaciones a
sus derechos bajo la forma de amenazas, acoso judicial, detención ilegal,
estigmatización, hurto de material periodístico, entre otras acciones que ponen
en riesgo la labor periodística (FLIP,2017).
Paz también es democratizar los medios de comunicación
En efecto, el buen vivir no debe ser monopolio
de quienes llevan las riendas del poder político y económico del Estado y la
consolidación de un país con prosperidad e igualdad debe propender por el
rescate y construcción de la memoria histórica, considerándose ésta como un
valor y un beneficio colectivo que fomenten las estructuras de una organización
social digna.
Para esto es necesario la recuperación de espacios que garanticen
la asociación, en sentido colectivo de los medios
para las comunidades, que permitan sus propias formas de desarrollar la comunicación a
través de una legislación efectiva y de garantías que responda a la
democratización y los recursos necesarios para la comunicación, así como la
igualdad de oportunidades para asegurar a las comunidades el acceso al espectro
electromagnético, permitiendo de esta manera desarrollar una comunicación
proactiva que beneficie a las comunidades, y cree verdaderas condiciones de
seguridad en el ejercicio del periodismo, así como el respeto a la libertad de
prensa.
En ese caso es necesario y urgente reglamentar
un nuevo marco legal para la comunicación dentro de la sociedad colombiana que,
quizá, sea referente del presente de nuestro país.
En conclusión, es imperativo realizar un
ejercicio constante y consciente de reivindicación en memoria del legado de
Jaime Garzón y de muchos otros periodistas que han abonado con su sangre y su
vida el ejercicio del periodismo ético, responsable e independiente; es momento
de que en conjunto, un periodismo organizado, aporte las condiciones necesarias
para que el ejercicio ético de la profesión desarrolle una pedagogía de paz que
aporte a la formación de los comunicadores en campos y ciudades, en los
diferentes contextos y rincones del país, brindando información, material que
les permita obtener insumos fundamentales en la toma de decisiones ecuánimes,
honestas, transparentes y coherentes con la labor comunicativa, que apunten al
buen vivir y posibiliten transitar a una nueva cultura política de
emancipación, bienes comunes y cuidado de nuestro habitar en el planeta. Los
retos entonces son definitivos e históricos.
Tomás García Laviana. Productor de imagen,
realizador audiovisual, comunicador popular, integrante de la Delegación para
los Diálogos de paz del ELN.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=229944
No hay comentarios:
Publicar un comentario