Sin el Estado, contra
el Estado y
desde el Estado
10 de noviembre de 2018
Por Homar Garcés
Rebelión
Rebelión
En el primer escenario (sin el Estado), los
sectores populares logran su autonomía y autogestión; esta última generando una
fuerza productiva autosuficiente y enmarcada en el respeto y la preservación de
la naturaleza, que le permitirá satisfacer sus necesidades, pero sin que
prevalezcan los intereses y la lógica capitalistas. Algo que, sin duda, suena
ilusorio, mas no imposible de alcanzar. En el segundo(contra el Estado), los
ciudadanos confrontan la represión y las razones del Estado que coartan sus derechos
y reivindicaciones; especialmente cuando tales razones responden a los
intereses supuestamente superiores del capitalismo, local y global. Mientras en
el último de estos escenarios (desde el Estado), el Estado es objeto del
control popular, lo cual podrá concretarse mediante la conquista de los
espacios institucionales, nacionales o locales (haciendo uso, inclusive, de las
reglas de juego que han servido para legitimar la hegemonía de las élites
dominantes), instaurando, en consecuencia, unas nuevas relaciones sociales de
poder, alcanzadas a través del ejercicio de una democracia directa.
Puede ocurrir que los tres escenarios tengan lugar
simultáneamente, solo que con niveles de intensidad distintos y de maneras que
pocos logran determinar con claros detalles, lo que -al carecer de objetivos
precisos y concebidos a mediano o largo plazo- hace que en la mayoría de las
circunstancias suscitadas se vuelva al punto de partida, sin mucha
trascendencia, haciendo que los sectores populares se convenzan amargamente de
una fatalidad aparentemente insuperable que, a pesar de todo, se yergue siempre
sobre sus luchas.
No obstante, en medio de todo esto, hay que considerar que el
sistema económico imperante, en su variante de capitalismo neoliberal, se ha
apropiado abiertamente de espacios políticos importantes que dificultan la
influencia,el protagonismo y la participación de los sectores populares.
Al respecto, Roberto Regalado nos ilustra que
«el neoliberalismo es una doctrina concebida para imponer y legitimar la
desigualdad social extrema. En los años setenta, ochenta y noventa del siglo
XX, los ideólogos neoliberales decían públicamente lo que pensaban, entre otras
cosas, que la desigualdad social, llevada a sus extremos más atroces, era buena
y necesaria y, por tanto, debía ser fomentada por el Estado. Así repetían lo
que habían aprendido de su maestro: en el pequeño libro considerado como obra
fundacional del neoliberalismo, Camino de Servidumbre, impreso en 1944, el
padre de esa doctrina, Friedrich Hayek, afirmaba: «toda política directamente
dirigida a un ideal sustantivo de justicia distributiva tiene que conducir a la
destrucción del Estado de Derecho». Repárese en que Hayek planteaba que la
justa distribución de la riqueza conduce a la destrucción del Estado de
Derecho, es decir, que la justicia social es incompatible con la democracia
liberal burguesa o, dicho a la inversa, que la democracia liberal burguesa es
incompatible con la justicia social»
No está demás aseverar, por tanto, que el
patrón de producción y reproducción social presente en la mayoría de los países
existe y subsiste gracias al modelo de Estado moderno. Por ello mismo, el
Estado no puede ser un elemento ajeno al debate teórico y a las luchas
populares relacionadas con la construcción de un nuevo modelo civilizatorio que
erradique la tradicional división de clases y sea alternativo al impuesto por
la lógica del capitalismo. Algo en lo que, durante el largo transcurso de la
historia, se enfrascara una diversidad de luchadores y de teóricos revolucionarios
del socialismo/comunismo sin obtener resultados concretos que hicieran de ello
una realidad posible.
Como colofón, habría que decir que sólo a través de un continuo y
radical proceso de descolonización política y cultural podrá iniciarse y asegurarse,
a su vez, un proceso de descolonización económica y material de la ciudadanía;
lo que, a largo plazo, tendrá que plasmarse en la construcción colectiva de un
nuevo modelo civilizatorio. Esto, de uno u otro modo, afectará la concepción,
las estructuras y el funcionamiento del Estado tal como se conoce actualmente.
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