G20: Una cumbre de contradicciones
29 de noviembre de 2018
Por Francisco J. Cantamutto / Foto: Telesur
Este fin de semana se reúne en Buenos Aires la
cumbre de líderes del G20, inmersa en una serie de contradicciones
internacionales y una compleja situación nacional.
Las contradicciones internacionales
El G20 es uno de los organismos que
componen la gobernanza global de las últimas décadas. Surgió a partir de
sucesivas crisis que obligaron a las potencias del mundo a coordinarse entre sí
para tomar definiciones de lo que sería la política y la economía a nivel
global. En este sentido, se trata de un foro paralelo a otros surgidos de los
tratados de Bretton Woods, entre los cuales resaltan el FMI y el Banco Mundial
que integran el G20, pero también de espacios con mayores niveles de democracia
como es Naciones Unidas.
El original G8, que reúne a las 8
grandes potencias, surge a finales de los años ’90 y se expande a partir de la
crisis del 2008 incluyendo a países denominados “emergentes”, que podrían
llamarse potencias en ascenso o economías de mediana escala, entre las cuales
se incluye a la
Argentina. Este foro se dedica a coordinar políticas entre
grandes potencias que explican el 85% del PBI global pero que sin embargo
excluyen a más del 70% de los países en la toma de decisiones. Una clara
muestra de que quienes controlan el Capital, controlan el mundo.
Respecto de las sucesivas crisis que se
tienen que enfrentar, la crisis del 2008 puso sobre el tapete la necesidad de
repensar el dinamismo de la economía global por fuera de los ejes de las
potencias. De hecho, la mayor parte de la inversión y el crecimiento estuvo
traccionado desde ese entonces por estas potencias llamadas emergentes o
reunidas por los analistas financieros en el grupo denominado BRICS.
Sin embargo, a pesar de propuestas que se llevaron adelante, no
sin cierta tibieza en torno a la regulación financiera, no se pudo avanzar en
nuevos consensos. Tras una década del estallido de esa crisis, la mayoría de
esas tensiones siguen presentes y se pueden observar en múltiples niveles. Si
bien en los últimos años la economía de Estados Unidos está repuntando, merced
de las políticas de Donald Trump, lo cierto es que el conjunto de la economía
global crece a tasas bastantes más bajas de lo que lo venía haciendo.
Por otra parte, el comercio ya no logra
superar las tasas de crecimiento del PBI, lo cual expresa una cierta cerrazón
que se traduce en peleas o guerras comerciales, como la que se está viviendo
entre Estados Unidos y China y Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Este punto ha llevado a demandas conjuntas de China y la UE a Estados Unidos
por el caso del acero, presentadas ante la Organización Mundial
del Comercio (OMC).
La guerra se expande a otros niveles.
Además de este conflicto, la tensión se expande a los flujos de capitales. En
ese sentido, la inversión extranjera no alcanza los niveles que tenía antes de
la crisis del 2008 y se centra sobretodo en fusiones y adquisiciones. Esto es
una clara expresión de centralización del Capital que demuestra la falta de
capacidad creativa para encontrar nuevas soluciones.
En relación a los flujos de deuda, han crecido, demostrando
que la salida que encontraron a la crisis es profundizar el
endeudamiento. Por supuesto que esto tiene patas cortas y se está expresando en
las propias tensiones que se visualizan en este momento. Como la hegemonía de
Estados Unidos ha sido puesta en duda, y la UE está siempre al borde de la
desintegración luego del Brexit y el ascenso de las fuerzas nacionales de
derecha, no tienen la capacidad de tomar la iniciativa.
La economía global se encuentra parcialmente paralizada y, sin
embargo, no hay ninguna posibilidad evidente de recambio de potencia hegemónica
en el corto plazo. La estrategia del largo desarrollo de China trata de evitar
el conflicto directo y esto es lo que hace que no haya un pasaje de este tipo.
Períodos equivalentes en la historia
donde se ralentizó el crecimiento de la economía y las zonas económicas se
cerraron sobre sí mismas, han sido propiciadores de una enorme conflictividad,
llegando incluso a conflictos bélicos. En ese sentido, hasta el día de hoy no
está claro qué se puede llegar a acordar entre las grandes potencias del mundo
en la cumbre del G20. Incluso está en duda la participación de varios países.
Las contradicciones internas
El gobierno de Macri organiza la cumbre
del G20 sin una agenda propia. Del mismo modo que el año pasado pudo coordinar
la onceava reunión ministerial de la OMC, se ha ofrecido como sede para la
conferencia 2018 porque, recordemos, ya se han desarrollado decenas de
reuniones paralelas ligadas al G20, que finalizan con la cumbre de líderes de
este fin de semana.
Se trata de mostrarse en la vidriera como
alguien capaz de organizar eventos internacionales y capaz de negociar con las
potencias, ofreciendo su espacio para que otros hagan negocios. En ese sentido
va la lógica de apertura irrestricta a los distintos flujos de capital y
mercancías del gobierno de Cambiemos.
Esta oferta lo que hace es profundizar
el sesgo regresivo de las reformas y el ajuste que el macrismo está
desarrollando en el país. La cumbre no trae ninguna novedad ni ningún elemento
positivo para la economía nacional, sino que lo que hace es tratar de
convalidar ante los ojos externos el ajuste y las reformas tendientes a la
flexibilización del trabajo y la entrega de las grandes obras de
infraestructura, dos de los grandes ejes del G20 para discutir en Argentina.
El gobierno, para poder llevar adelante
estas reformas, ha intensificado el sesgo represivo de su gestión. En este
sentido, ha comprado una cantidad de armamento inusitada que quedará disponible
para represiones futuras para poder seguir manteniendo el ajuste, como se puede
ver en el Presupuesto 2019.
Frente a esta falta de argumentos
propios y la entrega del país como espacio de valorización para el Capital
trasnacional, es necesario resaltar la creación de propuestas alternativas por
parte del propio pueblo y los distintos grupos afectados. En ese sentido,
durante esta semana está sesionando la Contracumbre organizada por la
confluencia “Fuera G20 – FMI” que ha sido muy plural en su organización y
coordinación, ofreciendo alternativas propias para el desarrollo y la liberación
de los pueblos.
Por el sólo hecho de proponer
alternativas, aun expresándose por vías pacíficas, las más de 60 organizaciones
que la componen han sido espiadas y amedrentadas por el gobierno y los
servicios de inteligencia. A pesar de la persecución y el hostigamiento (moneda
corriente del macrismo), la voz de quienes se organizan en contra de esta
cumbre que propone el saqueo de los pueblos no podrá ser callada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario