Grecia: transformaciones silenciosas,
bajo los radares oficiales
11 de noviembre de 2016
Entre
el 15M y el movimiento de Syntagma las relaciones no fueron indirectas, de
resonancia o de contagio, sino muy directas. Alguien en la Puerta del Sol
ocupada puso un cartel provocador que decía: “silencio, que vamos a despertar a
los griegos”. Y como respuesta, miles de griegos interpelados tomaron la plaza
de la Constitución y rodearon el Parlamento con un mensaje impreso en un cartel
con los colores de la bandera española: “Estamos despiertos. ¿Qué hora es? Es
hora de que se vayan”.
Según
Stavros Stavrides, la ocupación de la plaza no fue simplemente una forma
colectiva de protesta o reivindicación, sino también “una manera de reclamar
nuestras propias vidas y de proponer una manera distinta de componer la vida
social”. Es decir, una reinvención de la democracia, pero también del
espacio público y las relaciones sociales basada en prácticas de igualdad, autoayuda,
coimplicación y no delegación.
Stavros
Stavrides es activista y profesor de arquitectura en la Universidad
Politécnica Nacional de Atenas. Investiga el espacio
urbano y las prácticas de habitabilidad que acontecen en él, interesándose
especialmente en las luchas por el derecho a la ciudad en las que se ha
implicado activamente, como es el caso de Syntagma. Acaba de publicar “Hacia una ciudad de umbrales” en la editorial Akal.
Por Stavros Stavrides
Nombrar
el movimiento
Uno
de los problemas más importantes relacionados con el análisis de los llamados
“movimientos de las plazas” es que el término engloba experiencias, acciones y
formas de organización que emergieron en las sociedades con diferentes
características. Tanto para los activistas como para los investigadores
comprometidos, el problema de lo lejos que uno puede llegar haciendo
generalizaciones y diagnosticando tendencias globales es crucial. Sin embargo,
hay algo que parece apoyar el esfuerzo de mirar más allá de la aparente
heterogeneidad de estos acontecimientos: es el hecho de que en casi todos los
casos las plazas ocupadas hacían referencias unas de otras y se reconocían
características comunes.
Por
supuesto, no podemos olvidar que los medios
(tanto los oficiales como los llamados social media) interfirieron
directamente, subrayando características selectivamente y etiquetando los
comportamientos. Tenemos indicios muy claros de que en muchos casos las
acciones en unos países se convirtieron después en un recurso de inspiración
para ocupaciones y acciones similares en otros lugares. Sin embargo, las
descripciones hechas por los medios
oficiales distorsionaron también a menudo algunas características particulares
importantes. Por ejemplo, aunque a la ocupación de la plaza Syntagma en
Atenas los medios oficiales la
bautizaron desde el principio como “el movimiento de los indignados” (aganaktismenoi en griego), la mayoría
de las personas en la plaza eran reacias a llamarse de esta manera. En Grecia,
la palabra se utilizó sobre todo para describir las acciones de la
ultraderecha, disfrazada como simple expresión de la “furia moral” de los
ciudadanos conservadores. También sabemos que el término “Primavera árabe” fue
inventado por los medios que querían
establecer una comparación con los eventos que condujeron a la caída de los
regímenes del bloque del Este. Nombrar el movimiento de las plazas tiene, pues,
un efecto performativo.
Una
democracia encarnada y sentida
Lo
que parece conectar estos movimientos, literalmente y en términos de una
categorización de las acciones, es que fueron manifestaciones abiertas de una
creciente deslegitimación de los regímenes correspondientes. En la región árabe
esto significó una confrontación directa con los gobiernos autárquicos. En las
ciudades europeas, el choque directo con las injustas y devastadoras políticas
de austeridad. En el continente americano y Asia, un desafío directo a las
oligarquías económicas establecidas. En todos los casos, sin embargo, la
deslegitimación parece haber conducido a un reclamo de democracia. Sabemos, por
supuesto, que este término está en el centro de feroces debates y que se ha
convertido en una bandera ideológica del auto-proclamado “mundo libre”. Por
ello, las ambigüedades (o, directamente, las contradicciones) pueden resultar
(y de hecho así ha sido) del uso del término. Sin embargo, las plazas no sólo
declararon la importancia de la democracia, sino que experimentaron
explícitamente prácticas de democracia.
Este es uno de los legados más importantes y de larga duración de los
acontecimientos. La gente se sentía inspirada para inventar formas de
democracia que rescataban el significado original del término: “el poder del demos” (del pueblo, de la gente). Y en todos
los casos, los movimientos de las plazas escogieron experimentar la democracia
directa más que la representativa, vinculada en muchos países a los políticos
corruptos y a las oligarquías establecidas.
“Los
fines están inscritos en los medios ”:
ese parece haber sido uno de los principios que ha guiado la organización de
las plazas, aunque no se haya formulado explícitamente. Y este principio ha
influenciado poderosamente el legado de estos movimientos y las iniciativas
inspiradas por ese legado. Aunque los debates ideológicos sobre el verdadero
significado de la democracia fueron abundantes durante ese periodo, las
prácticas de democracia moldearon las ideas-clave y las experiencias que
florecieron en las plazas ocupadas.
Estas
prácticas de democracia, lejos de ser el resultado de simples acciones
espontáneas, produjeron y ensayaron nuevas formas de organización y
colaboración. La ocupación de la plaza Syntagma , por ejemplo, generó experiencias
de democracia-como-colaboración durante los ataques violentos de la policía y
las discusiones diarias sobre la distribución de las tareas para el
mantenimiento de las plazas. Los cuerpos experimentaron la democracia como
cooperación sin una coordinación “exterior” (liderazgo, etc.) formando grupos,
comités, etc. Las experiencias de colaboración produjeron formas de
organización eficientes y ejemplares. Sentir que tú participabas en una
coordinación variopinta de acciones inspiradas por los mismos principios de
respeto por las diferencias (y orientadas hacia un deseo compartido de
justicia, democracia e igualdad), hacía de cada uno un individuo responsable y
creativo. Es extraordinario, por ejemplo, cómo se coordinaron las personas
entre sí para limpiar un día la plaza de los restos de gases lacrimógenos
venenosos dejados por la policía: se formó una larga cadena mediante la cual se
traía agua de la fuente central que había en los alrededores mismos de la plaza
(1). La democracia en acción significa la democracia de acción. Una democracia
encarnada y “sentida”.
Las
experiencias del movimiento de las plazas contribuyeron a la invención (o la
re-invención) de formas de democracia participativa que se salen de los modelos
dominantes de organización social basados en la idea de que el Estado es el
único actor capaz de establecer y garantizar la cohesión social en sociedades
“complejas”. Lejos de ser un límite intrínseco de las capacidades de
organización del movimiento, la democracia directa se convirtió en un arma
poderosa para animar luchas que no estaban basadas exclusivamente en demandas
negociables, sino en los esfuerzos colectivos para ir más allá de las formas
existentes de “hacer política”.
Espacio
público y espacio común
Estar
en las plazas, organizar en ellas un asentamiento temporal basado en compartir
colectivamente los medios , los
recursos disponibles y la solidaridad, fue una oportunidad para explorar y
redefinir los límites del espacio público. Los espacios públicos de las áreas
metropolitanas centrales se convirtieron en lugares donde ensayar nuevas
prácticas de lo común. Si el espacio público es un tipo de espacio en manos de
ciertas autoridades que regulan su uso bajo las reglas definidas por ellas, el
espacio común es un tipo de espacio compartido que emerge de acciones de
colaboración que establecen desde sí mismas las normas del buen uso (2). En los
espacios comunes, las personas son invitadas a co-producir los sentidos, los
recursos materiales y el alcance de los espacios compartidos. Y, a la vez, el
espacio común es un medio necesario para desarrollar y expandir las mismas
prácticas de lo común.
Las
plazas ocupadas re-inventaron el espacio común desafiando los límites, los
mecanismos de control y los simbolismos ceremoniales incrustados en el espacio
público. Esto no sólo fue resultado de esa práctica bien conocida de acampar
frente a los edificios gubernamentales para plantear demandas colectivas. Las
ciudades-campamento se convirtieron en la expresión de un deseo colectivo de
explorar nuevas formas de vivir en común. Este es el impacto más duradero de la experiencia.
Desarrollando formas y patrones de colaboración capaces de
sostener un tipo de espacio compartido, abierto a los recién llegados y que
fomenta la expresión de diferentes valores de vida (con la condición de que
acepten compartir), las plazas ocupadas mostraron que la solidaridad puede
producir nuevos hábitos y normas para vivir juntos.
Después
de la ocupación de la
plaza Syntagma , el espacio común ha sido redescubierto por
muchas iniciativas de resistencia a los efectos devastadores de la crisis
socio-económica. Las clínicas de salud autogestionadas, las cocinas colectivas
donde se cocina para los más pobres, los centros sociales autogestionados y las
iniciativas culturales y educativas vecinales, se han extendido por todo
Atenas, por toda Grecia. Todas estas iniciativas han desarrollado su propia
forma de compartir el espacio, los recursos y los servicios que son producidos
por los mismos participantes activos. Así, el espacio común de Syntagma,
abierto a los recién llegados, autogestionado y siempre en expansión, se
metamorfoseó posteriormente en innumerables prácticas colectivas en y contra de
la crisis. A
través de estas iniciativas, las necesidades colectivas e individuales se
redefinen. Más aún, los mismos sujetos de la acción se transforman. Un médico
voluntario en una “clínica social” autogestionada es un ciudadano-doctor, un
participante activo en la formación de nuevas relaciones de colaboración y
solidaridad. Ocurre lo mismo con el profesorado voluntario de griego en una
escuela para refugiados y migrantes de un centro social. Y también con la
persona que cocina en una cocina colectiva del barrio.
Creatividad
popular y cotidiana
La
ocupación de la plaza
Syntagma generó ciertamente “una explosión de creatividad y
producción cultural”. Los banquetes colectivos ad hoc, la música y las canciones compartidas, así como
las actividades teatrales improvisadas y los happenings,
eran parte del día a día de la plaza ocupada. Un detalle interesante (que puede
que haya caracterizado también otras plazas ocupadas) es que los eventos
culturales contribuyeron, no sólo a la difusion de las demandas y aspiraciones
del movimiento, sino también a la protección del propio movimiento ante la
violencia policial.
Los equipos de
policías antidisturbios atacaron la plaza Syntagma en varias ocasiones y con
diferentes “excusas oficiales” (“obstrucción de la circulación”, “daños en el
mobiliario público”, “comportamiento criminal inminente”, etc.). En muchos
casos, las creaciones culturales y las actuaciones artísticas se convirtieron
en los medios para organizar la
resistencia frente a estos ataques, para mantener el ánimo alto e incluso, más
de una vez, para neutralizar la agresividad de la policía ridiculizando a los
atacantes, que se las tenían que ver con tambores y canciones en lugar de con
piedras o cócteles molotovs.
Más
allá de los (muy a menudo) paralizantes debates entre autodefensa contra la
brutalidad policial vs
“pacifismo”, existe otra opción: inmovilizar los mecanismos de violencia del
Estado mediante burlas y actos festivos colectivos que destruyen la retórica
oficial que presenta la agresividad del Estado como táctica necesaria para la
aplicación de la ley y la defensa de la “seguridad pública”. Estos actos
creativos están relacionados con una larga tradición de acciones de tipo charivari (3) que tan a menudo ha
expresado el espíritu de resistencia de “los de abajo”, evitando al mismo
tiempo confrontaciones desastrosas con oponentes mucho más fuertes.
Muchas
de las tácticas de lucha de los movimientos de las plazas se basaron en la
participación de la gente, en el entusiasmo generado por la coordinación
colectiva y en la creatividad desatada por los actos de desobediencia. Las
tácticas se debatían en la asamblea de Syntagma, igual que ocurría en otras
muchas ocupaciones de plazas. Pero siempre había lugar para la improvisación y
muchas veces las acciones innovadoras de difusión y resistencia se convirtieron
en catalizadoras de nuevas iniciativas colectivas. Es este espíritu de
creatividad popular, combinado con una creciente falta de confianza hacia las
“autoridades”, lo que ha estado circulando en el cuerpo de la sociedad como un
peculiar “virus regenerador” desde entonces.
Disidencia
y normalidad
Los
activistas militantes observan normalmente las sociedades en búsqueda de
acciones de insubordinación, de la irrupción de acontecimientos mayores que
permitan generar cambios. Tal vez, sin embargo, las rupturas en la historia
solo expresan cambios que se desarrollaron primero tácitamente, muchas veces bajo
el radar de los medios oficiales, en
acciones de ese día a día en el que aparentemente sólo se reproduce el
consentimiento y obediencia.
Si
la ocupación de la
plaza Syntagma fue una sorpresa, no fue porque surgiese de la
nada desbordando a la política establecida (también a la disidente), sino
porque aquellos que se consideran comprometidos en la lucha por la emancipación
prestaron la debida atención a los pequeños eventos de descontento, a los actos
moleculares de resistencia y a las aspiraciones por una sociedad más justa que
a menudo tachonan la vida diaria de las personas. Por esa razón, si queremos
seguir las potencias liberadas por el movimiento de las plazas, necesitamos
abandonar la errónea dicotomía entre disidencia y normalidad.
Estos
movimientos trastocaron el proceso de normalización vehiculado por los
dispositivos de poder (4). Pero hicieron algo más que eso. Algo más difícil de
advertir. Mostraron que nuestras vidas pueden ser de otra manera, que la
colaboración puede generar relaciones humanas y alegría, que nosotros “somos
muchos” y los que quieren destrozar nuestras vidas son pocos. La
deslegitimación del poder, la desmitificación de la violencia del Estado y la
revelación de las injusticias, no construyeron una visión paralizante de que no
se puede hacer nada, de que la política apesta y que los poderosos son
invencibles. Las plazas produjeron alternativas tangibles y reales para la
política, para las tácticas de supervivencia cotidiana y para las formas de
organización social. Y estas alternativas aportarán a -y serán transformadas a
su vez por- las nuevas erupciones de resistencia creativa colectiva.
Syriza,
Syntagma: entre la plaza y el palacio
Algunos
argumentan que los movimientos de las plazas han catalizado de alguna manera
los cambios en el sistema político de los países correspondientes. Obviamente,
este no es el lugar para describir los cambios en el mundo árabe. Pero no
deberíamos olvidar que estos movimientos han derrocado a los gobiernos de Túnez
y Egipto, y han contribuido a la formación de la izquierda y a las iniciativas
del “Islam político”.
Los
más comentados entre los cambios en Europa han sido, por supuesto, los casos de
Podemos en España y Syriza en Grecia (algunos también ven una dinámica
relevante en la elección de Jeremy Corbyn como líder del Partido Laborista
británico). En primer lugar, hay una gran diferencia entre Podemos y Syriza.
Mientras que el primero fue creado después de las ocupaciones de las plazas por
personas que estaban directamente involucradas en ellas, el segundo pre-existía
al movimiento de la
plaza Syntagma. Syriza no participó oficialmente en este
movimiento. De hecho, no se permitió la participación de ningún partido de
ninguna manera. La primera reacción a la ocupación por parte de muchos miembros
y dirigentes de Syriza fue de escepticismo. Una de las objeciones más
expresadas tenía que ver con los eslóganes anti-parlamentarios de la plaza, los
cuales, especialmente en los primeros días, parecían inclinarse hacia visiones
contra-democráticas anarquistas (o incluso fascistas). Los días y las acciones
que siguieron convencieron a muchos miembros del partido de unirse a la
ocupación como individuos y contribuir activamente a la organización de las
iniciativas. Algunos intelectuales de Syriza también tomaron parte en las
discusiones abiertas organizadas en las plazas en temas sobre democracia, deuda
pública, educación, etc.
Lo
que conectó a Syriza con Syntagma fue, probablemente, el sentimiento cada vez
más fuerte de que con el declive y el desalojo de la plaza y la continua
violenta represión de las huelgas, sólo un cambio de gobierno podría defender a
la gente de las devastadoras políticas de austeridad. Es posible argumentar
incluso que Syriza se convirtió inesperadamente en un partido con opciones de gobierno,
no después de que el
movimiento se debilitase, sino precisamente porque
se debilitó. Pero me parece que las cosas no son tan simples. Pienso más bien
que el momentum de disidencia
de Syntagma propulsó al poder a un partido que no estaba conectado a las
políticas dominantes aunque era, claramente, parte del sistema político en
todos los aspectos. De ese modo, el crecimiento de Syriza expresó un verdadero
deseo colectivo de cambio. Pero hoy Syriza, como bien sabemos, está muy lejos
de sus promesas. El gobierno está siguiendo totalmente las políticas que el
partido solía condenar antes de llegar al poder. A menudo, los dirigentes del
gobierno presentan este hecho como una reconciliación necesaria con los
enemigos poderosos o como una serie de pequeñas victorias en una guerra
asimétrica. En ambos casos, la retórica oficial está reproduciendo las viejas
tácticas de dar nuevos nombres a viejas políticas y de disfrazar el
neoliberalismo brutal como una oportunidad de desarrollo y crecimiento
económico.
El
ascenso de Syriza al poder planteó de alguna manera la posibilidad de dar a la
sociedad los medios de defenderse a
sí misma y por sí misma. Y el espíritu de Syntagma estuvo ahí presente en los
primeros días de entusiasmo. Pero este momentum
se perdió y no sólo porque los buitres de la Troika intentaran desde el
principio machacar cualquier cambio político que pudiese crear condiciones que
desafiasen su dominio. Los dirigentes de Syriza, en especial aquellos que se
mueven alrededor del primer ministro Tsipras, eligieron claramente aceptar los
acuerdos neo-colonialistas y abandonar cualquier medida que pudiese aliviar a
los más vulnerables.
Hubo
un retorno importante del espíritu de insubordinación de Syntagma con el famoso
referéndum. Tsipras decidió organizar un referéndum como respuesta a la
propuesta de acuerdo de un nuevo memorándum de la Troika, una propuesta incluso
más severa que la
anterior. Al parecer, no estaba preparado para que el
referéndum terminase con un masivo 62% de “No” al memorándum a pesar de la
propaganda de la derecha, de las declaraciones de chantaje de los dirigentes de
la UE y el FMI, del cierre de los bancos y el mensaje de una inminente
bancarrota de Estado. La efervescencia colectiva de esos días fue similar a la
alegría desatada durante los días de ocupación de las plazas. La gente venció
colectivamente el miedo.
Políticas
prefigurativas
Desconfianza
hacia el Estado como protector del bienestar de la sociedad. Desconfianza
hacia las normas oficiales democráticas y el sistema de “democracia
representativa”. Desconfianza hacia los partidos políticos establecidos. Las
plazas no sólo han expresado todos estos sentimientos compartidos de
desconfianza, sino que han movilizado a las personas en la búsqueda de formas
de tomar la vida en las propias manos. En Grecia, estas iniciativas vivas
tratan de defender a los más vulnerables y desfavorecidos (incluyendo a los
migrantes y refugiados) y han evolucionado hacia una difusa pero expansiva red
de solidaridad. Muchas veces comienzan con el deseo de satisfacer una necesidad
colectiva urgente, pero contienen las semillas de nuevas relaciones entre las
personas implicadas.
Por
ejemplo, en los centros autogestionados para los refugiados cuyos derechos han
sido negados por la UE y el gobierno griego (hay que decir que las políticas
del gobierno griego difieren en algunos aspectos de las políticas directamente
racistas de la UE), se están llevando a cabo acciones muy importantes de
organización de la convivencia cotidiana: se anima a los refugiados a
participar en las asambleas donde se toman las decisiones sobre cómo
funcionarán esos centros (en la mayoría de los casos, se trata de edificios
abandonados re-ocupados), etc. En este proceso, se perfilan nuevas
subjetividades mediante la participación y reconocimiento mutuo de las
diferencias, se desarrollan nuevas formas de entender lo que significa tener
derechos y obligaciones, etc.
Se
ha dicho mucho sobre el carácter prefigurativo
de la política de las plazas. ¿Proporcionan estos acontecimientos la base para
producir nuevas formas de vida que prefiguran una sociedad más justa e
igualitaria? Quizás sí, si tenemos en mente que la gente estaba allí
descubriendo (o re-descubriendo) el poder y la belleza de la solidaridad (y no
no necesariamente porque estuviesen convencidos ideológicamente de la necesidad
del socialismo o como sea que llamemos a la emancipación humana). Las políticas
prefigurativas fueron en muchos casos el resultado de diversas acciones de
colaboración, así como de decisiones colectivas que tenían como objetivo la
coordinación de las luchas. Por esta razón, tal vez deberíamos aprender a ser
más cautelosos cuando distinguimos las acciones prefigurativas y las luchas
organizadas en torno a las cuestiones concretas. Los movimientos de las plazas
parecen haber levantado la barrera que separaba estas dos formas de acción
colectiva. Las iniciativas (conectadas directamente a las plazas ocupadas o no)
estaban y están explícitamente orientadas hacia la transformación de aspectos
cruciales de la sociedad hoy en día, en el momento presente, en la vida diaria.
Y afectan directamente a las vidas de los individuos involucrados en ellas.
Al
mismo tiempo, estas expresiones dan indicios y pistas para repensar la
política, se reinventan nuevas normas de igualdad y justicia en y mediante
prácticas comunes. ¿Se trata de una reinvención de la política? ¿Una
reinvención de la democracia? Tal vez, una reinvención del futuro cuando la
ortodoxia neoliberal intenta establecerse como el único camino posible para organizar
la sociedad. El
espíritu disidente de las plazas está destinado a resurgir de diferentes
maneras, durante este periodo de prolongada crisis socio-económica y cultural.
Como en los importantes experimentos políticos de autogestión en la región de
Rojava (Norte de Kurdistan, Siria) y en la región zapatista (México), los
esfuerzos para construir una sociedad diferente pueden florecer bajo las duras
condiciones de una guerra (latente o explícita). Es en y mediante la crisis,
tal vez, cuando los destellos de estas relaciones sociales diferentes pueden
emerger en, contra y más allá del horror capitalista.
Traducción de Irati
Tranche
Notas:
8 Nov 2016
http://revistaalexia.es/grecia-transformaciones-silenciosas-bajo-los-radares-oficiales/
Fuente
https://redlatinasinfronteras.wordpress.com /2016/11/11/grecia-transformaciones-silenciosas-bajo-los-radares-oficiales/
No hay comentarios:
Publicar un comentario