Luchar, unir y
organizar a la clase trabajadora
16 de diciembre de 2016
Por Ignacio Abarca (Revista Nuestra América)
La
movilización del pueblo y los trabajadores este segundo semestre enseña una
tendencia claramente instalada: la
aspiración de transformar las bases fundantes de este modelo. Hay un sector
importante del pueblo trabajador cuyas demandas apuntan, no precisamente contra
el sistema capitalista (mundial) como tal, sino de forma más focalizada contra
el modelo chileno, este
régimen de democracia burguesa restringida, elitista y represiva y este patrón
de acumulación capitalista sumamente liberalizado, flexibilizado y rapaz.El detonante de esta lucha de resistencia es el simple hecho de que las condiciones inmediatas de existencia son insoportables para la clase trabajadora. En el fondo, un acumulado de experiencias de lucha reivindicativa en la fase post-dictadura ha conseguido madurar, poco a poco, la conciencia de clase de aquella franja movilizada del pueblo.
Dicha tendencia se revela, con grados desiguales de profundidad,
en el desarrollo del movimiento No + AFP; el paro de trabajadores y
trabajadoras del sector público; en alguna medida, el auge del movimiento Ni
Una Menos y la instalación de la demanda feminista; la huelga de los
trabajadores de Homecenter Sodimac que, a su vez, ha ayudado a visibilizar
otras huelgas como las de Pizarreño y SENAME; y la derrota del Partido
Comunista en las elecciones a dirección del Colegio de Profesores a manos de
Mario Aguilar (Partido Humanista) y la “Disidencia ”. El vector común en todas estas
coyunturas es una relación de
hostilidad y rechazo consciente al modelo, es decir, a las lógicas mediante
las cuales la burguesía y el bloque en el poder concentran toda la riqueza,
explotan a destajo, destruyen el medio ambiente, discriminan y asesinan a las
mujeres, difunden una cultura de la degradación humana y además, para hacerlo
se valen de manera burda y grosera de la institucionalidad política, los
instrumentos de la “democracia” (la justicia, las leyes, las facultades del
gobierno) y los partidos del sistema dominante, todo lo cual está profundamente
deslegitimado.
Ahora bien,
¿cuáles y cómo son los Como un paréntesis pertinente, el fenómeno al que hacemos alusión se vio expresado en las pasadas elecciones municipales, en las cuales la tendencia mayoritaria fue en primer lugar a la abstención, y en segundo lugar al “voto conservador”. En síntesis, lo que hay a la base de estos resultados es: a) que existe una porción gigante (mayoritaria) del pueblo desafecta políticamente, que no asiste a votar pero tampoco se organiza ni se moviliza por nada; b) que la derecha tiene un “voto duro” mucho más regular que ningún otro sector; c) que la base votante concertacionistaes potencialmente disputable por fuerzas “ciudadanistas”, socialdemócratas o reformistas alternativas (lo que demuestra el caso de Sharp en Valparaíso), dado el nivel de deslegitimación del bloque (Nueva Mayoría o Concertación) y el descontento de su base social tradicional; y d) lo que más nos interesa destacar, que el movimiento de masas, cada vez más consciente, cada vez más contestatario, no se vuelca ampliamente a votar por las alternativas de izquierda, lo cual queda claramente demostrado, al menos, en esta elección municipal, la anterior presidencial y la anterior municipal. Lo que vemos en escena es un movimiento de masas que considera, más o menos, que no le sirve ser representado en este tipo de legalidad, por más promesas de “cambio por dentro”.
Sin embargo, y hay que decirlo con todas sus letras, es igualmente evidente que como movimiento de masas no hemos encontrado los caminos que nos conduzcan a ganar lo que queremos. De manera abundante, casi exclusivamente, solo conocemos de derrota tras derrota. El enemigo es recio, está fuertemente articulado y concentra todo el poder, la legalidad burguesa no nos deja espacio en la práctica y la lucha social directa, digna desde donde se le mire, suele terminar en duros reveses. ¿Por dónde entonces avanzar?
Con la humildad que corresponde, porque la respuesta solamente es correcta luego que los hechos así lo verifican, creemos que una alternativa posible es avanzar precisamente en la articulación orgánica del movimiento de masas, desde abajo, desde las bases. En esta fase donde persiste la atomización, la fragmentación, la dispersión y la desorientación de los sectores que luchan, la única respuesta razonable pareciera ser el avanzar en la unidad de todos los movimientos del pueblo trabajador. Pero, y esto es lo novedoso, esa unidad solo va a ser concreta en la medida que sea una unidad organizada, es decir, un esfuerzo organizativo por construir un instrumento de articulación del movimiento de manera horizontal, democrática, de hecho o alegal, solidaria, desde las bases y asentada en los territorios y las organizaciones naturales de la clase trabajadora.
En estricto rigor, mientras el movimiento de masas no esté
articulado orgánicamente a través de un instrumento de integración y unidad de
masas (social), no puede hablarse propiamente de un movimiento sino meramente como
concepto abstracto. La unidad de nuestra clase y la solidaridad efectiva de
clase estará regida y atravesada por la organización, y esa organización solo
será concreta cuando realicemos, más allá de los buenos deseos hacia mi par, un trabajo práctico mancomunado o
coordinado entre los distintos
sectores de la clase proletaria que, hasta ahora, se encuentran luchando por
separado. En otras palabras, la unidad del movimiento es el ejercicio concreto
del trabajo político en común.
Aunque el nombre es lo que menos importa, entendemos este instrumento necesario
como un Congreso de los
Pueblos o Congreso de los Trabajadores y los
Pueblos.
Ignacio Abarca, militante de Izquierda Guevarista de Chile
Ignacio Abarca, militante de Izquierda Guevarista de Chile
Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220392
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