A 15 años de la
rebelión argentina
Radiografía de una
insurrección
21 de diciembre de 2016
21 de diciembre de 2016
Por Martín Azcurra (Rebelión)
El 20 de diciembre de 2001 tuvo lugar, en Argentina, una jornada
de lucha que superó los planes conspirativos del aparato político
institucional, materializado en el PJ, y abrió una nueva etapa política y
económica que todavía sigue latente.
1. Carlos “Petete” Almirón (24) era uno de
esos pibes que sienten culpa por dormir con frazada en invierno y comer dos
veces al día. Tal vez por eso estaba tan flaco. El 19 se despidió de su mamá,
Marta, que le dice que se cuide como tantas otras veces en los últimos años de
su militancia social. El 20 por la tarde, en Bernardo de Irigoyen y Av. de
Mayo, un policía de la Fuerza 2 del Cuerpo de Operaciones Federales, al mando
del subcomisario Weber, descargó su arma no reglamentaria en el pecho de
Petete. Fue el mismo grupo que asesinó a Gastón Riva (30) y Diego Lamagna (26),
muertos ese día. Tiempo después, durante el gobierno de Kirchner, Weber fue
ascendido a comisario. El cuerpo de Petete, aún con vida, fue arrastrado por la
gente hasta Hipólito Yrigoyen, donde pasaban las ambulancias, que lo
trasladaron hasta el Hospital Argerich. A eso de las 19, en medio de los
festejos, un compañero de Petete que no podía festejar, se comunicó con la
madre para decirle que su hijo estaba muy herido. Petete siguió luchando, pasó
la primera operación pero no 2. Los hormigueros empezaron a explotar el 12 de diciembre. El pueblo que atravesaba una de las peores crisis económicas, decidió no quedarse en su casa mirando el plato vacío, como le habían querido enseñar con años de terrorismo de Estado, sino salir a las calles en malón aunque sea para asaltar el monopolio comercial de los hipermercados. De todas formas, allí donde los desocupados estaban mejor organizados, fue donde se registró la menor cantidad de saqueos a comercios. En ese clima social, nació la revuelta popular que cambió la historia de este país. Duró 24 horas, del 19 al 20, y concluyó con la renuncia del gobierno aliancista. Según testimonios y cálculos estimativos, se podría decir que el 19 al atardecer, tras el anuncio desafortunado de Estado de Sitio por parte del presidente Fernando De la Rúa , unas 200 mil personas se movilizaron como torrente desde los barrios para congregarse en torno a
Era medianoche y De la Rúa no sabía todavía cómo apaciguar el fuego del pueblo que parecía seguir creciendo. Entregó la cabeza del ministro de Economía, Domingo Cavallo, pero la gente seguía allí. Frunció el ceño, revisó el manual del gran represor, una costumbre radical desde
3. La historia quiso que ese día fuera un jueves. Las Madres de Plaza de Mayo debían concurrir a su ronda habitual a las 15, pero tomaron una decisión que iba a cambiar el rumbo de los acontecimientos: ocuparon la plaza desde temprano, a eso de las 9, conscientes de que ese día no iba a ser tan “habitual”. La policía, acuartelada en el Banco Nación, esperaba la orden para reprimir. ¿Qué habrán pensado esa mañana, mientras se ajustaban el pañuelo por el cuello frente al espejo? ¿Habrán respirado hondo y se habrán mirado profundamente a los ojos? Días atrás, se había realizado una Marcha de la Resistencia memorable, repleta de luchas, con pibes encapuchados que escucharon la arenga emocionante de Hebe de Bonafini. La mañana del 20, ellas se habían comunicado con grupos militantes para organizar el aguante. La Plaza, con las palmeras todavía echando humo de la noche anterior, debía ser del pueblo. Desde muy temprano, oficinistas y amas de casa protestaban frente al vallado que cercaba
“Me acuerdo que Lito Malatesta, que era un colaborador directo de Hebe de Bonafini, nos llama diciendo que Hebe decía que había que ganar la plaza temprano… Llegamos y las Madres ya estaban allí junto a los compañeros de San Telmo y de
Hasta el
Las Madres debieron soportar los gases vencidos, el agua y los caballos. Silvia, fotógrafa de la Agencia de Noticias Red-Acción, cuenta: “Mientras todos iban hacia la 9 de Julio, quedó una Madre parada, rodeada de gases. Es la famosa foto que después recorrió el mundo, ella sola tomándose
La televisión transmitió esas imágenes y miles de personas se autoconvocaron para recuperar los espacios públicos, símbolos históricos del poder político. Durante todo el día, entre las 11 y las 19, unas 150 mil personas enfrentaron a la policía, atosigándola permanentemente y reduciéndola, en un radio circular de 500 cuadras del microcentro, entre
4. Los movimientos de trabajadores desocupados no movilizaron en su conjunto, pero sus grupos de militancia más activos, provenientes del Conurbano y de zonas pobres de la Capital, participaron enérgicamente, con mayores conocimientos y disposición para la lucha urbana, armando barricadas infranqueables con baños químicos y teléfonos públicos, usando gomeras con munición de plomo, incendiando vehículos policiales con bombas molotov, cruzando cables en las calles para tirar a los caballos, entre otras cosas. No se registraron armas de fuego por parte del pueblo.
Pablo, de
En colectivos, en tren o en camionetas, los movimientos del sur del conurbano se hicieron presentes ese día. Unos 250 militantes del MTR, encabezado por Roberto Martino, y otros movimientos del sur del conurbano llegaron en el Roca a Constitución, luego marcharon en Subte, a pesar de la custodia policial que encontraron en todo el trayecto. Apenas pusieron un pie en Plaza de Mayo empezó la segunda represión, que si bien contó con una primera resistencia, logró dispersar a los manifestantes, que se dividieron en grupos pequeños para seguir actuando. En uno de esos primeros grupos estaba Petete.
Alejandro, del MTD Cláypole, describe la acción de los grupos piqueteros: “Cuando llegamos al monumento de Roca, en Diagonal Sur, y vimos el despliegue policial, pensamos en descentrar el conflicto de la Plaza de Mayo y expandirlo hacia todos los lugares del micro y macro centro, destrozar principalmente los bancos y grandes empresas. Invitamos a algunos y nos encontramos con un grupo del MTD de Lanús, entre quienes estaban Darío Santillán y Pablo Solana, con quienes constituimos rápidamente una alianza y formamos un grupo de 30. Nos fuimos por Perú hacia hasta México, y en el camino encontramos una obra en construcción con unos baños químicos, que los hicimos arder en medio de
5. Si bien es cierto que la revuelta porteña tuvo un fuerte carácter espontáneo, durante el día se fueron complementando acciones planificadas de pequeños grupos con las masas que se movían entre estas iniciativas y las respuestas represivas. Como la idea común era recuperar la Plaza de Mayo, todos se movieron en ese sentido, formándose tres columnas principales que fueron las más nutridas, desde la 9 de Julio, por Diagonal Sur, Avenida de Mayo y Diagonal Norte, hacia una o dos cuadras de la plaza que estaba custodiada por el grueso de
El Congreso Nacional también fue un foco fuerte de enfrentamientos, lo que permitió ampliar el radio de acción de la protesta hacia zonas más despejadas y dispersar a las fuerzas policiales que tuvieron que dividirse en varios grupos para actuar. Guillermo cuenta: “Había demasiados focos de conflicto y demasiada gente en cada uno. La policía no podía avanzar porque el frente se les abría mucho y no tenían efectivos suficientes. Pegaban, disparaban. Sin mucho plan, agarraban algún grupito y lo molían a palos, resistían en la línea de la Av. 9 de Julio, en el bajo, y de golpe aparecía algún grupo donde podía concentrar más número y derrotar a los manifestantes.”
La división de los activistas en grupos de 20 o 30 por todo el microcentro, armando barricadas en las esquinas y atacando símbolos de la crisis, fue efectiva para el asedio permanente a la policía y para mostrar el carácter político de
El despliegue de
Fernando relata el momento máximo de la represión: “Cerca de la media tarde, estábamos ganando la Av. de Mayo pero la policía mandaba cada tanto un guanaco o autos civiles o patrulleros disparando a
Que las muertes no hayan amedrentado a los manifestantes fue una muestra clara de la conciencia de lucha. La acción de los grupos militantes, unidos por afinidad geográfica, afectiva o ideológica, fue clave en
¿Qué puede hacer un funcionario como De la Rúa en esos momentos, cuando se pone a prueba el material con que está hecho? Sudar, tomarse la cara con las manos, temblar, agitarse, volcar la taza de café frío sobre papeles importantes… El canciller Rodríguez Giavarini le entregó una hoja en blanco y le pidió que escribiera la renuncia con puño y letra, tratando de no mirarlo a los ojos. Eran las 19:30. La sombra de la tarde empezaba a enfriar el asfalto, todavía ardiente y ensangrentado.
5. La actitud de la izquierda institucional durante la jornada merece un punto aparte. Los partidos de izquierda y la CTA habían convocado a una movilización a las 14 frente al Congreso Nacional, con el fin de instalarse como interlocutor político del conflicto. Pero su rol pasivo le jugó en contra y hasta el día de hoy debe pagar el costo de sus actos. Los partidos trotskistas como el PO y el PTS, que meses atrás habían declarado una especie de situación pre-revolucionaria, y habían anticipado fuertes estallidos para fin de año, no parecían preparados para el combate. Acostumbrados a las marchas testimoniales, sólo atinaron a movilizarse pacíficamente, repudiando la violencia popular, y apartándose finalmente de los focos principales de lucha. Natalia recuerda: “En un momento empezamos a juntar piedras y vino uno de un partido trotskista, estábamos al final de su columna en un instante de descanso, y nos preguntó ‘¿para qué están juntando esas piedritas?’… Un boludo… Me acuerdo también que en una apedreada a un banco, uno de ellos nos gritó ‘no tiren piedras’ y otro que le respondió ‘¿qué, tenés una cuenta?’”. Guillermo cuenta que la izquierda tradicional estaba en otra sintonía: “La gente quería pelear, cosa que no es muy común. Cuando llegó la izquierda al obelisco muchos jóvenes les decían ‘al fin vinieron, dejen de hablar y peleen’”. Algunos militantes sueltos, en cambio, no se pudieron aguantar las ganas y se sumaron al torrente de violencia popular. Sólo
La CTA, por su parte, liderada por el estatal porteño Víctor De Genaro, que había convocado a un paro desde las 0 horas, realizó una maniobra de repliegue que también fue repudiada. Norberto Señor, de la conducción combativa de ATE Gran Buenos Aires Sur, recuerda: “Llegamos con una columna de 70 compañeros al Congreso y ya hubo enfrentamientos con la policía, pero mucho más amargo que esos hechos fue la conducta de las direcciones del sindicato que inmediatamente se enojaban con los compañeros que se tapaban el rostro y que mostraban más disposición a confrontar, los sacaban afuera de los cordones. Eso duró muy poco, porque terminaron encerrándose en el mismo local en el que habían convocado y se fueron caminando despacito y de a uno. Los dirigentes de ATE, se fueron sin ningún tipo de escaramuza, ni de movilización, ni de nada, fueron a desensillar hasta que aclare, tomando cerveza fresca en el local de ATE, mientras ya teníamos 3 o 4 muertos por lo menos”.
Eduardo Lucita, quien formaba parte de la Comisión de Economía de la CTA, cuenta: “El 20 fui a la convocatoria de la CTA, llegué temprano y allí me enteré por algunos dirigentes que la orden era dispersarse e ir cada uno a su sindicato mientras los dirigentes se reunían con algunos diputados para debatir ‘el problema institucional’. Discutimos fuerte y llegamos hasta el local donde funcionaba el movimiento de
Durante las noches siguientes, con cada presidente que asumía, la gente se autoconvocaba para decir presente, para que los gobernantes supieran que el pueblo no confiaba, que seguía despierto cada movimiento de la clase política. Pablo Llonto, periodista, lo ilustra como un río de gente hacia la Plaza de Mayo: “Por las noches, veíamos avanzar las asambleas por
6. La persistencia y la pasión con que las masas pelearon ese día fueron los factores que cambiaron la historia, que desbordaron los planes conspirativos del peronismo, que transformaron un ciclo de revueltas en una insubordinación popular, que le ganaron de mano al golpismo justicialista, hicieron que el sucesor, que por un momento se creía un salvador, se sintiera un acusado… de ahí en más, cualquier nuevo gobierno debía concederle muchas más cosas a este pueblo enardecido.
El 20 cerró un ciclo de luchas ascendente que comenzó con los saqueos de 1989, donde los choques fueron entre particulares, y tiene un salto importante en el Santiagazo de 1993, donde ya se apuntó al Estado y la clase política, y en 1997 en Cutral Có y Mosconi, donde el desocupado se organizó y luchó con fuerza, asumiendo una conciencia de clase, sobre todo cuando combinó su acción con las huelgas generales.
Fue el primer golpe de estado popular de la historia argentina. Más allá de las teorías sobre la conspiración pejotista (que existió), fue la acción de los sectores más dinámicos de la sociedad la que puso en jaque la decisión final de un jefe de Estado (es cierto) semi derrotado. Lo que es claro, es que el sabor a victoria generó una conciencia de ejercicio del poder que, si bien no fue canalizado hacia una salida popular, representó una lección en toda
La titubeante clase media argentina, trabajadores que habían ahorrado toda su vida, los tantos despedidos de una década infame que habían confiado en los bancos para guardar sus dobles indemnizaciones, los (cada vez más) pequeños comerciantes víctimas de la caída abrupta del consumo y la proliferación de shoppings, se sintió estafada por el propio Estado y le otorgó al reclamo popular el elemento pequeño burgués que le faltaba para ejercer un poder capaz de voltear un gobierno.
Las tres centrales sindicales (CGT-MTA-CTA) formaron un bloque contra el gobierno, realizando 8 huelgas generales, a las que se sumó
Una combinación de estas características, con la división evidente en el seno de la burguesía en torno al agotamiento del plan de convertibilidad, produjo una crisis de hegemonía que duró varios años, y que las organizaciones populares supieron aprovechar para crecer y consolidarse.
En 2002, las movimientos de desocupados obligaron al Estado a entregar 2 millones de subsidios al desempleo que los engordaron, les facilitaron la inserción social y les impusieron una lucha sistemática (a pesar de las contradicciones clientelistas que sufrieron muchas de ellas) que les permitió ubicarse en la ofensiva de una lucha nacional. Con el correr de los años, el kirchnerismo pudo hacerlos retroceder, no solo con la recuperación parcial del empleo, sino con una política de concesiones asistenciales a nivel general y la cooptación de grandes grupos con la dádiva de subsidios millonarios. De todas formas, y debido al avance de conciencia que significó el proceso de puebladas en su conjunto, nuevas formas de construcción y de lucha permitieron sobrevivir a la fragmentación y crecer territorialmente a los movimientos sociales que se mantuvieron autónomos del Estado y sobre todo a aquellos que se esforzaron por tener un crecimiento sin depender de los planes sociales. Por otra parte, el desplazamiento de la ayuda social que administraban los movimientos de vuelta hacia el Estado, les permitió concentrarse en tareas de tipo más políticas.
Desde ese punto de vista, el 20 de diciembre hizo que las luchas previas tengan un saldo positivo en la conciencia, un campanazo en la subjetividad, una ruptura en el miedo de los 80 y la apatía de la sociedad civil en los 90, un aprendizaje acelerado sobre las formas de ejercicio de poder de las acciones de masas, del pueblo haciendo historia, etc. Sin embargo, este complejo proceso de concientización, que el kirchnerismo supo aprovechar para una politización generalizada a su favor, no pudo cristalizarse, por sus propias limitaciones y contradicciones, en formas orgánicas que pudieran encarar un proyecto alternativo al de las clases dominantes. Aquellos que vieron en este proceso las condiciones de un doble poder sufren hoy la sensación de una derrota. El trotskismo argentino, que agitó hasta el cansancio la falsa consigna del “Argentinazo” y consideró los límites de la pueblada en términos de ausencia de una dirección revolucionaria, confundió claramente las tareas de la etapa y cayó en prácticas vanguardistas que profundizaron su sectarismo latente. En realidad, los límites de la pueblada tenían que ver justamente con el rechazo a la idea de política en términos generales, a las formas orgánicas (sobre todo institucionales, pero también populares) de poder. Límites que explican la incapacidad del pueblo trabajador organizado por conformar una alternativa a corto plazo a medida que la clase dominante fue recomponiendo su crisis de hegemonía. Lo cierto es que tampoco se podía forzar un proceso que sólo podía darse a partir de una relación amistosa entre lo social y lo político. El saldo positivo de las puebladas no podía ser otro que un proceso subterráneo a largo plazo, en los márgenes de la conciencia, para la conformación de un espíritu revolucionario en las generaciones que todavía hoy están resurgiendo de las derrotas político-militar de los 70 y político-económica de los 80 y 90. En los hechos, en estos diez años, el pueblo exorcizó la política, ejerciendo grandes dosis de deliberación y movilización permanente. Si concebimos a las rebeliones como procesos complejos y contradictorios, que siembran conciencia para procesos nuevos, la pueblada del 20 es una victoria de la esperanza.
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“Sin las motos, no hubiera durado tanto el enfrentamiento”
Entrevista con
Según
-¿Cómo tomaron la decisión de ir a la plaza?
-El
-¿En qué consistieron las acciones de lucha de los motoqueros?
-Yo venía por Corrientes y ya desde Av. Pueyrredón se sentían los gases, me picaban los ojos. En la 9 de Julio y Rivadavia me encontré con tres compañeros y uno de ellos me dijo ¡vos manejá!, me encapuché con la remera, cargamos un casco con piedras y nos fuimos por Av. de Mayo hasta delante de todo; pusimos la moto de costado y le empezamos a tirar piedras a la policía, y ellos nos tiraban balas de goma. Entonces, lo que más hice yo ese día fue llenar el casco con piedras, ir hasta adelante, tirárselas a la policía y volver. A veces nos bajábamos de la moto, porque nos cansamos, y nos sumábamos a la gente que iba a pie. Fueron momentos de mucha tensión, donde salían heridos, a mi compañero le pegaron un balazo de goma muy fuerte en un brazo que lo lastimó mucho, vimos sacar gente con sangre sobre la Av. 9 de Julio, heridos de bala de plomo, fue un día muy furioso. Después nos sumamos a las columnas del Obelisco, que combatían contra un retén policial en Diagonal Norte, después nos fuimos por 9 de Julio hasta Bartolomé Mitre, donde participamos de un saqueo al Supermercado Norte, que prácticamente se vació. De ahí sacamos las provisiones: agua, limones para resistir los gases, galletitas para que coma
Los combates se registraron mayormente en Av. de Mayo, donde la policía retrocedía una cuadra, y nosotros íbamos y veníamos. El momento más largo fue cuando la policía hizo una barricada con camionetas sobre el semáforo que da sobre la plaza, para no retroceder más de ahí. Lo que pasa es que nosotros, en un momento, debíamos ser más de 500 motos, pero teníamos miles de personas a pie detrás de nosotros.
Ese día, la rebeldía de los motoqueros estuvo a flor de piel. Convivimos con la muerte todos los días, con la bronca de que el patrón le robe, entonces ese día descargó todo. El motoquero está muy acostumbrado al compañerismo, a
-¿Cumplían funciones que otros no podían cumplir?
-Sí, de repente se alejaban del centro, agarraban una verdulería y traían los limones para repartir, llevar agua, la resistencia contra algunos coches de la policía que venían muy fuerte, con elementos contundentes, recorrer el centro y saber por dónde venía la cana, porque a veces aparecía por los costados y te cerraba, había un grupo de 15 o 20 motos, los más militantes del sindicato, que recorrían mucho, entonces llevaban la información de donde venía la fuerte,
-¿Y le dio al pueblo una idea de protección?
-Y, lo que se daba es que iban las motos adelante y el pueblo atrás, entonces en cada columna donde se generaba un polo de resistencia había alrededor de 300 motos adelante y el pueblo que se iba sumando atrás tuyo. Le daba un valor importante a
-¿Los caballos de la policía cómo reaccionaban ante las motos?
-Los caballos con las motos no se metían. Las motos estuvieron bien usadas. Hubo compañeros que se fueron por San Telmo y le prendieron fuego a la moto de un policía desprevenido. Cerca de ahí, otro patrullero que había quedado sin conductor lo agarraba el grupo de 20 motos que había quedado dando vueltas y de repente pum lo cagaban a piedrazas y se escapaban, y así todo el tiempo acciones que iban dando fuerza. Capaz vos estabas en una esquina resistiendo solo y de repente caían 20 o 30 motos y se mandaban una de comboy, y le iba dando fuerza a todo el conjunto, la policía nunca se esperó lo que podía pasar con las motos.
-¿El sindicato se sintió más unido después de esto?
-El gremio se sintió más unido, el sindicato se fortaleció, creció la solidaridad, y el orgullo de decir que aguantamos la parada, no nos fuimos, yo paraba laboralmente en Av. de Mayo y 9 de Julio, y la defendimos, no nos corrieron, pagamos con la muerte de un compañero, pero nos quedó la dignidad de haber estado ese día.
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"El infierno son los otros"
Entrevista con el periodista Hernán López Echagüe
-¿Hasta qué punto la pueblada de diciembre de 2001 fue una jugada del PJ o fue obra del mismo pueblo?
-Te confieso que nunca lo tuve muy claro. En todo caso, me inclino por una conjunción de factores. La crisis política y económica era insoportable. Todas las grietas y fisuras del sistema, y de esta democracia imprecisa, habían brotado. Por otra parte, la actitud de Ruckauf, Duhalde y algunos intendentes justicialistas del conurbano, fue obscena. Un par de meses ante de la caída de De la Rúa , Duhalde anunciaba en Estados Unidos que al final del año se iba a hacer cargo del gobierno; Ruckauf se la pasaba anunciando el caos. Hugo Moyano no hacía más que amenazar con una revuelta. El intendente de Moreno, Mariano West, incitó los saqueos en su región. La lista es larga.
El PJ en general tuvo una conducta por lo menos desdeñosa, le importaba un bledo la democracia, las instituciones.
Tampoco podemos olvidarnos de Alfonsín. En su departamento de
Por supuesto, las organizaciones sociales autónomas que comenzaron a salir espontáneamente de su territorio y llegaron a la plaza, tuvieron también un papel importante. Las mismas organizaciones que semanas después el gobierno de Duhalde empezó a reprimir y perseguir con brutalidad, con la complacencia de los benditos ahorristas.
En esos días, en fin, hubo una miscelánea de propósitos, de reclamaciones, de intereses, que, al menos a mí, me cuesta mucho definir.
-¿Por qué a De la Rúa ? ¿Qué clase de político representa?
-De la Rúa fue otro de los factores. Un tipo insípido, conservador, pusilánime. El protagonista de la historieta Las puertitas del señor López. Salvo sus amigos, familiares y unos cuantos trasnochados que lo votaron porque creían ver en él a un hombre inteligente, con viveza y resolución, el resto de los votos, la mayor parte de los votos que obtuvo, estuvieron fundados en el hastío, en el cansancio, en la decisión de sacarse de encima a ese neomenemismo que representaban Duhalde-Palito Ortega. Es decir, no fueron votos a favor de algo, de una propuesta de cambio, menos aún fruto del carisma de De la Rúa , sino contra algo, votos de rechazo. Y eso le quita legitimidad a cualquier gobierno.
De la Rúa era un señor con campera de gamuza que no tenía capacidad ni para administrar la vida en un edificio. Y ganó las elecciones. Eso habla más de la ingenuidad de las personas que lo votaron, que de la ausencia de solidez de él.
-¿Por qué siguieron presentes algunas figuras nefastas a pesar del rechazo popular?
-Es que, como dije antes, fue un rechazo por razones disímiles y encontradas. Ahorristas, empresarios, dirigentes políticos, organizaciones sociales, sindicatos, movimientos de trabajadores desocupados, todos coincidieron en la urgencia de acabar con ese gobierno amorfo. No sólo se quedaron todos, sino que además buena parte de esos dirigentes y empresarios formó parte de los distintos gabinetes de Duhalde. Un crimen perfecto. Y los sectores sociales que de modo genuino habían salido a la calle y exigían que se fueran todos, se convirtieron en la presa exclusiva. Porque también tenemos que recordar que durante el 2002 las protestas callejeras continuaron, y la respuesta fueron balas y gases. A partir del asesinato de Kosteki y Santillán, esas protestas declinaron, por razones obvias, hasta quedar en el recuerdo. Salir a la calle a exigir un puesto de trabajo y un poco de comida, se convirtió en un acto temerario. Nadie se toma a la ligera la posibilidad de recibir un escopetazo en la espalda.
-¿Por qué este país no es capaz de juzgar a los responsables políticos de los asesinatos del 19 y 20 de diciembre? ¿Es una cuenta pendiente de la democracia?
-Es una sociedad que tiene el terrible hábito de tomar como lógicos o correspondientes a derecho los crímenes que comete el Estado, porque así nos lo enseñaron los
-¿Qué significa un asesinato político para nuestra sociedad, después de haber padecido el terrorismo de Estado?
-Significa exactamente eso: un crimen político, es decir, un crimen que la mayor parte de la gente supone que no le compete. Una suerte de ajuste de cuentas entre el Estado y una organización política. Nada que ver con su vida. Cosas que pasan. Creo que la esencia del por algo será, continúa intacta, quizá más cautelosa, más disfrazada por una cuestión de decoro. La política, que a mi juicio debería tomarse como un oficio y nunca como una profesión o un empleo, está teñida de actividad en la que caben los gajes del oficio, es decir, si hacés política algo te puede ocurrir. Entonces, bancátela.
A veces me parece que al haber encapuchado y secuestrado a 30 mil personas, la dictadura logró encapuchar y secuestrar la identidad y el libre albedrío de millones. Lleva mucho tiempo recuperarse a sí mismo, reencontrarse.
Además, no todos padecimos el terrorismo de Estado. Algunos, lo gozaron; a otros les sirvió para ganarse un sitio en la escala social y para hacer negocios. Las mayores fortunas, incluso la de varios dirigentes políticos, se construyeron durante esa época.
-¿Qué papel jugaron los símbolos en la pueblada? Me refiero a la plaza de mayo, a las madres, al helicóptero, a los bancos, al Mc Donalds, etc.
-Símbolos, nada más que símbolos, que como todos los símbolos tienden a ser equívocos y evanescentes. Lemas, banderas, emblemas. No se puede sacar nada en limpio de un conjunto de imágenes. Sirven para recordar, para traernos a la memoria determinados momentos de la historia, pero allí mueren si uno no se pone a hurgar en ese símbolo, a intentar descubrir todo lo que esa imagen inmóvil sugiere y aviva: el mundo circundante e invisible que le otorga alma y sentido a la escena. ¿Qué puede decirnos una imagen del Che en la bandera de un sindicato que tiene a un mafioso como líder? ¿Y en el hombro de un tipo que según los soles apoya a Menem o a Fidel? Símbolos, nada más que símbolos. ¿Qué nos quiere decir Alfredo Leuco, por ejemplo, cuando en un editorial trata de figurarse la trascendencia que tendría Walsh, hoy, escribiendo en Clarín? Los símbolos confunden, son utilizados para ocultar otras cosas. Engañan, los símbolos. Cosifican. Crean un entusiasmo falso. Se usan para lavar culpas. Para excusarse de ciertas responsabilidades. Los muertos de diciembre, y Kosteki y Santillán y el Pocho Lepratti, por ejemplo, no pueden ser símbolos, no podemos relegar esos hechos a la nebulosa del símbolo. Representan mucho más, representan una entrega, un modo de vida, de relación con el otro, de cierta generosidad, digamos.
-Al día de hoy pareciera que la crisis política del 2001 fue solo un sueño. ¿Por qué le cuesta tanto a la izquierda argentina presentar una alternativa?
-No fue un sueño. Fue una espantosa realidad que tuvo como culminación el asesinato de más de 30 personas, la llegada a la presidencia de la nación de un personaje como Duhalde, la transferencia de la deuda privada al Estado y otras delicias. Hace tiempo que la izquierda perdió el norte, si es que alguna vez lo tuvo. Los partidos de izquierda cometieron la estupidez de llevar hacia su interior los mismos vicios y las mismas taras que son el rasgo más distintivo de los partidos burgueses y conservadores. Peleas internas por candidaturas, discursos huecos, la declamación y el énfasis, y la retórica en lugar de palabra directa.
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Entrevista con Atilio Borón
“La pueblada asustó mucho a la clase dominante”
-¿Se puede decir que la pueblada produjo un cambio de modelo económico?
-No, el modelo económico, en lo esencial, se ha mantenido, a lo largo de los años. Cuando digo lo esencial qué te estoy diciendo, un modelo en donde se privilegia la extranjerización de
-¿Qué cambios políticos se produjeron a partir del 20 de diciembre?
-Hubo cambios importantes, pero no te olvides que el 20 de diciembre pone fin a un caso de aplicación rabiosa de neoliberalismo, que da lugar luego a la aplicación de un modelo neoliberal mucho más pulcro y mejor ordenado. No te olvides que quien se hace cargo de la reestructuración del modelo económico es el ministro (Roberto) Lavagna, que fue el ministro de los primeros dos años del gobierno de (Néstor) Kirchner, o sea que hay un elemento de continuidad indiscutible. Hubo algunos cambios importantes que hizo el gobierno, pero no cambiaron la estructura fundamental del modelo neoliberal. ¿Cuáles fueron? Primero y más importante, la quita de los bonos de la deuda externa. El segundo cambio importante es
-¿Se recompuso la hegemonía de la clase dominante, que estaba bastante rota en aquel momento?
-Se recompuso ciertamente, pero teniendo que hacer una serie de concesiones. Porque la pueblada del 19 y 20 de diciembre los asustó mucho, entonces estuvieron dispuestos a aceptar cosas que antes no aceptaban, pero de todas maneras hay un dato muy significativo, que más allá del debate que algunos sectores en algún momento pueden tener con el gobierno nacional, pensá el debate con los campestres en el 2008, no en la actualidad, lo que uno nota es que la clase dominante ha respaldado de manera muy fuerte la gestión del actual gobierno. Incluso las declaraciones de Franco Macri hace ya tiempo diciendo que éste es el mejor gobierno, la forma en que actúa Ignacio de Mendiguren en
-¿Qué diferenciás de los saqueos del 89 con respecto a esta pueblada?
-Ahora ha habido una situación de mejoría que es indiscutible. La Argentina ha tenido 8 años de crecimiento económico muy significativo, que no se puede atribuir solo al viento de cola del comercio internacional, que existe, pero que el gobierno supo aprovechar muy bien, es un mérito del gobierno. Que ha implementado políticas sociales de alcance universal muy significativas, no solamente la Asignación , sino también la extensión del régimen jubilatorio a amas de casa y a personas que, debido a la informalidad en la relación laboral de la Argentina , no tenían cobertura provisional. O sea que ha habido una serie de medidas concretas que favorecieron a los sectores más postergados de la sociedad argentina y eso explica la posición tan impresionante que tuvo la presidenta en las elecciones del 23 de octubre. Y en ese contexto, respondiendo a tu pregunta, lo que antes aparecía como única alternativa al saqueo, producto de la hiperinflación, hoy en día aparece como una alternativa absolutamente marginal, poco atractiva, y totalmente innecesaria.
-Este proceso de puebladas que tuvo el país en la década pasada, ¿se corresponde con procesos similares en otros países de Latinoamérica?
-Yo diría que lo de las puebladas tiene que ver con una serie de
cambios que se fueron produciendo en América Latina, sin ninguna duda, que tienen
que ver con la emergencia de un fenómeno como el chavismo en Venezuela, la
experiencia de Rafael Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia, la misma
supervivencia de la
Revolución Cubana , demostrando que si vos te apartás de las
políticas neoliberales no necesariamente te caés en el infierno, Y yo creo que
el 19 y 20 en ese sentido estuvo favorecido por todo eso que estaba ocurriendo
y que por ejemplo ya habían ocurrido los grandes incidentes en Seattle, en la Asamblea Conjunta
del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, había transcurrido la
primera edición del Foro Social en Porto Alegre. O sea, había un clima de
ascenso de la lucha de masas en América Latina que se reflejó en Argentina y el
carácter reaccionario del gobierno de De la Rúa , la torpeza con la cual se
implementaron esas políticas y el grado muy fuerte de insatisfacción popular,
provocó lo contrario.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220723
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