La geopolítica del caos y
el fin de ciclo en las entrañas de
América Latina
13 de diciembre de 2015
13 de diciembre de 2015
Por Emiliano Teran
Mantovani (Rebelión)
“…si las medidas excepcionales son el fruto de los
períodos de crisis política y, en tanto tales, están comprendidas en el terreno
político y no en el terreno jurídico constitucional, ellas se encuentran en la
paradójica situación de ser medidas jurídicas que no pueden ser comprendidas en
el plano del derecho, y el estado de excepción se presenta como la forma legal
de aquello que no puede tener forma legal”.
Giorgio Agamben
El Gran Tablero Mundial se recalienta. El
conflicto social se está propagando por todo el entramado del sistema-mundo,
producto no sólo de las extraordinarias desigualdades socio-económicas y la
devastación de fuentes de vida y territorios, sino también por la terrible
vulneración que se ha provocado sobre los tejidos sociales en estos más de 30
años de neoliberalismo global. Como síntoma y consecuencia de estos procesos,
derechas y extremas derechas ganan cada vez más terreno en numerosas partes del
planeta.
En América Latina, las entusiastas ilusiones
emancipatorias que se propagaban durante el auge de los gobiernos progresistas
están siendo desplazadas por un horizonte de resistencias, ahora básicamente
desde la perspectiva de las organizaciones populares de base y movimientos
sociales. Se trata de un horizonte más incierto, pero necesariamente más
combativo.
Este panorama para
Latinoamérica no debe ser simplemente interpretado como una potencial “vuelta
al pasado”, como un regreso en la línea del tiempo a 1990. Importantes
transformaciones han ocurrido en la región, suficientes como para afirmar que
ya nada será igual por acá. Hay que mirar hacia adelante advirtiendo no sólo
tendencias histórico-estructurales sino también identificando los rasgos del
tiempo sui generis que vivimos.
La crisis civilizatoria parece prefigurar una geopolítica del caos, donde
también opera una estrategia de lo contingente, de lo inestable, que por ser
más versátil, flexible, abierta y descentralizada no deja de ser virulenta y
profundamente reaccionaria –por ejemplo, la llamada “Doctrina Obama” estuvo
marcada por estos rasgos [1] .
En este marco, es fundamental resaltar dos elementos:
a. algunos mecanismos tradicionales de
intermediación en lo económico (como los estados de bienestar y políticas de
asistencia social masiva) y en lo político (como los sistema de partidos e instituciones
electorales, marcos jurídicos de derechos civiles) parecen estar en proceso de
franco agotamiento histórico, sea porque su legitimidad social está muy
socavada, porque no pueden sostenerse en el tiempo o bien porque representan un
obstáculo ante la necesidad que tiene el capital de un ajuste radical. Por tanto, éste
apunta a procesos masivos e intensivos de apropiación directa de la riqueza y
el trabajo, sin intermediación ni negociación ni seducción, principalmente en
el Sur Global, pero avanzando también en el Norte. En este sentido, la guerra
deja de ser solo acontecimiento histórico y se va constituyendo como ejercicio
permanente de micro-política y como referente de los regímenes de poder y los
estados de derecho;
b. pero la apropiación directa
no supone necesariamente una actuación imperial a modo de aplanadora, sino
basada en estrategias diferenciadas que permitan sostener lo más posible los
procesos de acumulación, los mercados y la circulación de capital. A esto podríamos
llamarle una política del
cinismo: la combinación de retazos de asistencia social, regionalizaciones
del consumo, zonas de “paz” con estados de guerra territorial, estados de
excepción selectivos, configuración de democracias sitiadas, regímenes de poder
regional paraestatales, entre otros, que se van desarrollando dependiendo de
factores de coyuntura y las diversas reacciones socio-políticas que provocan.
Desde el análisis
geopolítico del discurso oficial progresista latinoamericano, se ha promovido
la total centralidad de la contradicción Imperio vs Nación-periferia
(básicamente EEUU vs los gobiernos progresistas), interrumpiendo un análisis de
multi-escalas y dejando engavetadas las propias contradicciones domésticas
Estado-Gobierno – territorios/población.
Al mismo tiempo, se ha
impulsado una prevalencia del imperio-acontecimiento (por ejemplo, para el caso de
Venezuela, una eventual intervención militar estadounidense) dejando de lado el imperio-proceso, el cual expresa los
múltiples mecanismos de penetración y transformación desde adentro de las tramas sociales, de las fuerzas
contrahegemónicas, de las facetas desafiantes de los regímenes políticos
nacionales, con el fin de ir mermándolos y mutándolos para facilitar la
acumulación de capital y la apropiación de recursos y trabajo. Esta forma de
intervención puede lograr el desmantelamiento y desactivación progresiva de un
proceso contrahegemónico de cambio, aunque en la superficie dicho régimen
político busque mantener una fachada popular-emancipatoria. En este sentido, es
vital resaltar la contradicción Imperio-territorios /población.
Este análisis integrado
macro-micro-político, de múltiples escalas espaciales, esta fenomenología del imperialismo,
es útil al menos por dos razones:
Primero, factores como el caos
global y los altos niveles de incertidumbre, riesgo y volatilidad sistémica, en
los cuales muchas de las macro-instituciones tradicionales son cada vez menos
funcionales y se requiere de la acción directa; la lógica de penetración total
del neoliberalismo a escala planetaria; la potencial desregulación o mutación
de los Estados latinoamericanos ante esta nueva etapa; la vulnerabilidad de
pueblos y comunidades ante esta situación; la disputa geopolítica por los
recursos naturales; entre otros, resaltan la especial importancia del foco
sobre la dinámica en los territorios. Una estrategia de apropiación directa
supone analizar más de cerca lo que ocurre en los mismos, y en los tejidos
sociales, donde se están
desarrollando vitales disputa por la vida a escala global.
Segundo, dicho análisis podría
contribuir a hacer visibles los diferentes actores involucrados en las
intervenciones que el capital transnacional impulsa, y que son canalizadas en
escalas globales, regionales, nacionales y locales. Permite destacar las
operaciones de interfaz geográfico mediante las cuales opera el capital para
finalmente llegar al tejido de la vida socio-ecológica. De esta forma, por
ejemplo, es posible resaltar
la relación orgánica, aunque no necesariamente explícita, que tiene el
extractivismo con estas formas de operación imperial.
En las disputas geopolíticas y nacionales en
estos nuevos tiempos para Latinoamérica, no sólo se ha abierto el escenario
para la aparición de gobiernos favorables a uno u otro bloque global de poder,
sino también la configuración de nuevas y complejas “gubernamentalidades”
(Foucault) en los territorios y los tejidos de la vida. Controlar y
administrar el caos, así como aprovechar y canalizar los cambios esenciales que
se han producido en estos tejidos socio-territoriales, parece ser un objetivo
central en estas disputas por el mando político. Conviene evaluar pues, el
terreno espinoso donde se están desarrollando las luchas actuales y las que
vendrán.
El terreno espinoso de las luchas por venir:
reconfiguraciones en las entrañas de América Latina
El ciclo progresista latinoamericano que
parece concluir, y que ha tenido impactos directos e indirectos en toda la
región, puede ser también leído como una nueva ola modernizadora para la
región, impulsada no sólo por el boom de los commodities que iniciara en la
década pasada, sino también por ampliaciones y nuevos dispositivos en la
distribución social de los excedentes captados en este proceso.
Plantear que América Latina ya no será igual
supone reconocer que esta ola modernizadora ha generado importantes
transformaciones en los entramados sociales; en los territorios urbanos,
campesinos e indígenas; en sus estructuras políticas –lo que incluye a las
formas de ejercicio del poder y las luchas populares–; en las expectativas y
patrones culturales; y en los metabolismos sociales; lo cual tiene y tendrá
notables efectos para toda la vida en la región.
Si bien varían en diversos
grados y no operan de manera absoluta, en los diferentes países
latinoamericanos es posible verificar algunas tendencias compartidas tales
como:
·
Crecimiento de los procesos de urbanización, modernización
territorial y de la población dentro de las ciudades, con tendencias
persistentes al incremento para los próximos años [2] . Caotización y vulnerabilidad de
las ciudades –recuérdese por ejemplo, la crisis hídrica en São Paulo desde 2014
o las inundaciones en Buenos Aires en 2013. Expectativas de "modos de vida
imperial" (U. Brand) en cada vez más gente, lo que se está uniendo
contradictoriamente con la actual situación de caída de los precios de las
commodities.
·
Avances de la frontera extractiva en toda la región. Relanzamiento
y expansión a gran escala en sectores del extractivismo que no han sido los
tradicionales para cada país, como el caso de la minería en Venezuela o
Ecuador, o el petróleo en Brasil. Avance de los extractivismos de alto riesgo por medio del impulso de la
explotación de hidrocarburos no convencionales, tales como la perforación y
fracking en el yacimiento de Vaca Muerta, Argentina; o los crudos pesados y
extrapesados en Colombia y Venezuela [3] .
·
Crecimiento en los metabolismos sociales (flujos de materiales,
energía y agua), que aunque en términos relativos (tasas de crecimiento, flujos
per cápita, etc.) podrían disminuir en relación a décadas pasadas, muestran
notables tendencias al alza en términos absolutos [4] . Esto ocurre no sólo en las
ciudades, donde una porción de las poblaciones han sido incorporadas al consumo
de más energía, materiales y agua, sino también a raíz de la expansión del
extractivismo en los territorios de la región.
·
Sistemas sociales más complejos. Incorporación masiva de sectores
de las clases pobres a las clases medias [5] .
Estratificaciones sociales más heterogéneas e híbridas –por ejemplo, barrios
populares en los cuáles conviven diferentes "clases" sociales. Nuevas
subjetividades en los jóvenes que perfilan una actitud ante la política y
juegan un importante rol en el desarrollo de este fin de ciclo.
·
En algunos países se produjo el surgimiento de nuevas burguesías,
en el seno de los procesos de acumulación de capital impulsados directa o
indirectamente por las políticas de los gobiernos, como en el caso de los
progresismos radicales de Venezuela y Bolivia –“Boliburguesía” y “Burguesía
Aymara”, respectivamente.
·
Financiarización de las clases populares y robustecimiento
cualitativo de las economías informales. A pesar de que en varios países de la
región creció el empleo formal en la última década –como en Argentina, Brasil y
Chile–, debido a las características de los modelos primarizados de la región,
el sector informal sigue siendo muy significativo –un promedio de 50% del
total, siendo que en países como Paraguay, Colombia, México, Guatemala o Perú,
se supera notablemente esta cifra [6] .
El proceso de financiarización social le ha dado mayor organicidad a la
economía informal y fortaleza en términos cualitativos, en la medida en la que
vigorizó sus redes, potenciadas por el alto consumo. Podríamos decir que se
socializó el sector terciario de la economía, potenciando una mayor
autonomización del sector informal. A raíz del fin del boom de las commodities
y una eventual agudización de la crisis económica en la región, es probable que
se produzca una re-explosión de la economía informal. ¿Qué pasa cuando
informalidad pasa a ser un determinante de toda la economía y de los tejidos
sociales?
·
En diversos grados, dependiendo de los territorios y países, las
estructuras socio-económicas y culturales de los pueblos indígenas y campesinos
han sido impactadas. Nuevas ruralidades y nuevas configuraciones en el mundo
indígena se han venido desarrollando, con consecuencias respecto a la
preservación de sus territorios, sus modos de vida, sus resistencias y sus
patrones culturales.
·
Surgimiento de nuevas derechas, que asumen nuevas narrativas,
proyectos más híbridos y flexibles, con nuevos rostros, las cuales buscan
capitalizar los numerosos cambios sociales, culturales y políticos de la región. La crisis de
los progresismos ha re-abierto el camino a un potencial desprestigio de los
ideales revolucionarios y socialistas en amplios sectores de la población, con
mayor fuerza en Venezuela.
·
Grupos de delincuencia social, urbanos y rurales, que han mutado a
formas mucho más sofisticada de acción, con mayor capacidad de fuego y
tecnológica, y con mayor conciencia de su poderío político, principalmente en
los territorios que logran controlar.
·
Afianzamiento de lo que hemos llamado un "neoliberalismo
mutante" [7] ,
el cual se ha configurado como un modo heterodoxo, híbrido, estratégico y
flexible de acumulación de capital que muta, se reacomoda permanentemente, y en
el cual pueden coexistir, por ejemplo, mercantilización sin privatización o
financiarización con intervención estatal, sin que esto implique el abandono de
un eventual giro a la ortodoxia o el horizonte de despojo masivo que lo
constituye.
·
Penetración múltiple de las economías latinoamericanas por
diversos actores geopolíticos, donde han tenido creciente presencia China y en
menor medida los otros países de los BRICS. Destacan los nexos del gigante
asiático con Venezuela, Ecuador, Brasil, Perú y Argentina [8] . Relativo desplazamiento de la
hegemonía de los EEUU. Brasil ha incrementado su influencia geopolítica,
resaltando su papel en Suramérica. En general, el fin de ciclo está también
marcado por una especie de guerra fría que se desarrolla a nivel mundial.
·
Vivimos en un mundo aún más convulso que cuando empezó este
período de perfil progresista.
Sobre la superficie accidentada, movible, irregular y volátil de esta geografía política de los muy diversos entramados sociales latinoamericanos se van conformando cadenas de regímenes de poder, diferenciados pero profundamente conectados con las disputas geopolíticas, los Estados de la región y los procesos de acumulación de capital a escala global. Conviene examinar las tendencias que configuran, desde arriba, un marco de excepcionalidad y militarización de todos los ámbitos de la vida; y desde abajo, una cooptación del antagonismo, especialmente de sus facetas autoritario-delincuenciales.
Sobre la superficie accidentada, movible, irregular y volátil de esta geografía política de los muy diversos entramados sociales latinoamericanos se van conformando cadenas de regímenes de poder, diferenciados pero profundamente conectados con las disputas geopolíticas, los Estados de la región y los procesos de acumulación de capital a escala global. Conviene examinar las tendencias que configuran, desde arriba, un marco de excepcionalidad y militarización de todos los ámbitos de la vida; y desde abajo, una cooptación del antagonismo, especialmente de sus facetas autoritario-delincuenciales.
Gestionando el caos desde arriba: regímenes
de excepción y militarización de la vida
Los tiempos por venir en
América Latina parecen apuntar a tiempos conflictivos, de revueltas e intensas
disputas territoriales por los recursos. Los Estados latinoamericanos no solo
se van adaptando a las dinámicas de la crisis económica global a través de la
creciente ejecución de reformas y ajustes macro-económicos (desde la Reforma Energética
en México a las Zonas Económicas Especiales en Venezuela), sino también se ven
compelidos a desarrollar o ampliar formas de cooperación con la lógica de
guerra global imperante.
En este marco, y con miras en la
administración y gestión de los escenarios de crisis y caos sistémico, se
perfila una creciente política de militarización de todos los ámbitos de la
vida y la expansión de estados de excepción diferenciados. Situaciones o contextos
de contingencia vinculados a una “amenaza excepcional”, van siendo
canalizados a través de estos mecanismos de control, sea por crisis económica
(como el Estado de Excepción y Emergencia Económica decretado a nivel nacional
en Venezuela desde mayo de 2016, para combatir la “guerra económica” y otros
factores [9] );
lucha contra el terrorismo y el narcotráfico (como el declarado por el gobierno
peruano en septiembre 2016 en tres distritos de Huancavelica, Ayacucho y Cuzco [10] ); fenómenos naturales (como la
explosión del volcán Cotopaxi en agosto 2015, que implicó declaración de estado
de excepción a nivel nacional y movilización de todas las fuerzas armadas en el
Ecuador [11] );
grandes eventos (como el estado de excepción declarado por el gobierno brasilero
para los Juegos Olímpicos de agosto de 2016 [12] ); y evidentemente revueltas
populares y manifestaciones sociales de diverso tipo.
Pero es fundamental destacar que el desarrollo
de este proceso no solo se da por decretos; la promulgación de leyes antiterroristas
y el endurecimiento de los códigos penales; el establecimiento de nuevas bases
militares estadounidenses en la región (especialmente en Perú, Paraguay y
Colombia); la modernización de las fuerzas militares, policiales y de
inteligencia; o incluso la búsqueda de consolidación del Consejo de Defensa
Suramericano de UNASUR; sino de cómo todos los aspectos y ámbitos de la vida
social van siendo atravesados progresivamente por la lógica militar/policial de
control, sitio, vigilancia y represión. De cómo el sistema de derechos y
garantías sociales va quedando cada vez más suspendido para que vaya
imponiéndose una régimen político de excepcionalidad permanente, que permite a
las fuerzas de seguridad oficial tomar el control de los recursos, instituciones
y territorios “vulnerados” por la “amenaza extraordinaria”.
Todo esto se va configurando
independientemente de si la alianza geopolítica de los diferentes Estados
latinoamericanos es con los Estados Unidos, con China, o con otros actores
nacionales y corporativos.
Sin embargo, como ya hemos señalado, estos
procesos evolucionan de maneras diferenciadas en los países y territorios
latinoamericanos, al tiempo que no se trata necesariamente de regímenes
aplanadora o de formas totalitarias homogeneizantes, sino que responden a
estrategias variables, flexibles y regionalizadas.
Por un lado, hay que tomar en cuenta las
estructuras políticas domésticas, la significación geopolítica de cada país y
regiones, la importancia de sus recursos y la intensidad de las resistencias
populares ante los diversos procesos de intervención del capital, para
comprender cómo se asignan y se recurre a las diferentes modalidades e
intensidades de operación sobre los territorios y población.
En México, la “Guerra contra el Narcotráfico”
(2006+) y la Ley de Seguridad Nacional (2011) generan un marco de brutal
excepcionalidad permanente y generalizada, con numerosas similitudes a la
región centroamericana, en especial en El Salvador, Guatemala y Honduras.
En Suramérica, Colombia destaca como régimen
constituido en buena medida por la excepcionalidad y por ser un área
geopolítica de pivote (o bisagra), siendo que el escenario post-conflicto no
supone necesariamente que se interrumpa el proceso de militarización imperante
(con procesos actuales de intensa represión social y desaparición de
activistas) y el crecimiento de la asistencia militar por parte de los EEUU [13] .
A su vez, en los países de gobiernos
progresistas latinoamericanos se han producido intensas disputas
socio-políticas atravesadas por actores rivales nacionales e internacionales,
lo cual incrementa los niveles de conflictividad general, y por ende, los
procesos de militarización y escenarios de excepcionalidad, siendo Venezuela el
caso donde esto se desarrolla con más intensidad.
La Amazonía aparece como una zona clave en la
evolución de estos procesos de conflicto. Del mismo, modo destacan formas de
militarización urbana (ej. caso brasileño) y las complejas dinámicas
fronterizas en toda la región (ej. la Triple Frontera o la frontera
Colombo-venezolana ).
Por último, aunque países como Chile, Uruguay
o Costa Rica no se señalen como grandes áreas estratégicas, de riesgo o de
insubordinación, pueden señalarse procesos de este tipo en menor escala o sectorizados,
como ocurre con la creciente militarización y conflicto en la araucanía
chilena.
Finalmente, es esencial insistir en que el
costo político, económico y social, y las enormes dificultades que conllevan la
ejecución y mantenimiento de un régimen total de excepcionalidad permanente a
escala nacional, plantean la pertinencia para el status quo del impulso de
políticas sectorizadas y de contingencia.
El fin de ciclo no tiene que ser pensado única
y necesariamente como un tsunami arrasador. Una restauración conservadora en
América Latina o una radicalización de la acumulación por desposesión parece ir
ensamblándose progresivamente, mediante políticas que, aunque puedan llegar a
ser violentas y de ampliación del despojo social, se configuran de maneras
selectivas y diferenciadas.
Más allá de estos dispositivos desplegados
desde arriba, es necesario también examinar cómo estos también pueden
expandirse desde las propias tramas de la vida social, analizar cómo se van
configurando desde abajo.
Gestionar el caos desde
abajo: autoritarismos delincuenciales y el tejido social como campo de batalla
Pese al progresivo
ensamblaje de todos estos dispositivos de control, los marcos de la legalidad y
de los aparatos e instituciones formales están siendo cada vez más desbordados
por las dinámicas sociales, culturales, metabólicas y territoriales que se
desarrollan en las entrañas de la región, y que hemos descrito anteriormente.
El crecimiento de redes de narcotráfico, de
amplios entramados de economías informales y comercio de contrabando, muchos de
ellos de carácter transfronterizo, y la acelerada expansión de la minería
ilegal, principalmente en la región amazónica, están constituidos por grupos
socio-políticos que logran ejercer cada vez más poder sobre los territorios,
configurar economías locales con cada vez mayor arraigo popular, generar
crecientes daños ambientales, e impactar significativamente sobre los tejidos
sociales y los procesos de producción cultural y de subjetividad.
El control territorial de los cárteles
mexicanos en varias regiones del país; el avance político de las “maras” en
Centroamérica (recordemos el paro de transporte convocado por Mara Salvatrucha
y Barrio 18 en El Salvador, en julio de 2015 [14] ), las estructuras de poder de
grupos armados irregulares y bandas criminales urbanas y rurales en Colombia, y
la forma acelerada como han crecido estas en Venezuela; la expansión del
tráfico de commodities en la Amazonía y otras zonas del sub-continente
(especialmente en las nuevas fronteras de la extracción); son expresión de cómo
estos grupos pueden incluso crear sus propios regímenes políticos, sus propias formas de
excepcionalidad, los cuales podemos entenderlos como autoritarismos
delincuenciales regionalizados.
En estos circuitos y territorializaciones, no
hay área protegida, zonas de reserva, derechos humanos, regulaciones económicas
y jurídicas que cuenten, no sólo porque no se impone una institucionalidad
formal que los haga respetar, sino porque al mismo tiempo se van
institucionalizando desde abajo estos
otros formatos de lo “paralelo”-ilegal-informal.
Es común endilgar la ocurrencia de estos
fenómenos a una “ausencia de Estado”, y aunque en efecto esto puede revelar un
abandono o desplazamiento de la institucionalidad estatal, conviene también
analizar procesos de cooperación y articulación que se están produciendo entre
los ámbitos de lo formal/legal y lo informal/ilegal.
El capital y el Estado pueden configurar una
poderosa biopolítica que opera en un doble ámbito de
acción: no sólo en la militarización de la vida y su lógica de control de
espectro amplio, impulsada desde arriba, sino también buscando cooptar las
pulsiones contrahegemónicas, desde abajo. Esto básicamente implica intentar
canalizar el malestar popular, el desbordamiento social, las pulsiones de
sublevación y de poder, poniendo especial atención en las poderosas estructuras
delincuenciales, para favorecer formas de control territorial y apropiación
local del trabajo, los recursos, los cuerpos y el territorio, al tiempo que se pueda
dividir, fragmentar y vulnerar aún más el tejido social que podría conformar la
alternativa contrahegemónica. De esta forma, el tejido social se convierte en
campo de batalla.
La consigna mexicana a raíz de la tragedia de
Ayotzinapa (2014) de “No fue el narco, fue el Estado”, que expresa un régimen
de co-gobierno o entrecruzamiento de aparatos represivos formales y grupos
delincuenciales; las variadas expresiones cooperativas entre sectores militares
y los grupos que impulsan la expansión de la minería ilegal en la región
amazónica; o bien el importante rol que van adquiriendo las instituciones
policiales en el propio auge de la delincuencia urbana; por mencionar algunos
ejemplos, revelan un patrón de poder que tiene un carácter multi-escalar,
corporativo y reticular, en el cual las fronteras entre lo formal/legal y lo
informal/ilegal se van haciendo cada vez más borrosas. Esto nos trae de nuevo a
la recurrente pregunta sobre qué es el Estado, pensándolo ahora desde América
Latina en el siglo XXI.
Tomando en cuenta el auge de
los poderes territoriales delincuenciales y las ramificaciones y
desbordamientos de los Estados más allá de los márgenes de lo formal/legal, nos
preguntamos también si sólo se trata de una tendencia coyuntural o bien estamos
ante la configuración histórica de nuevas formas de estatalidad en la región. En el marco de
la geopolítica latinoamericana, ¿estamos ante una tendencia regional
estructurada y determinada por las intensas disputas inter-capitalistas
mundiales? ¿Son los ejemplos africanos y asiáticos (como el Boko Haram o el
ISIS), referentes de un patrón de apropiación radical en los territorios del
Sur Global?
En la biopolítica de la
disputa mundial, la batalla trascendental se está produciendo sobre los tejidos
sociales y los territorios/ecosistemas. Es fundamental tomar en cuenta estas
tendencias en los análisis de los tiempos por venir para la región. Se trata de una
cuestión vital.
Lo común en el caos:
pensarnos desde el conflicto, disputar el antagonismo, tejer comunidad
El caos sistémico es también la revelación de
un sistema extraordinariamente agrietado, por donde siempre podrán colarse las
pulsiones de la revuelta y la transformación para la emancipación. El
agotamiento del “ciclo progresista” muy probablemente va a suponer la apertura
de nuevos ciclos de luchas populares en América Latina, las cuales a su vez
podrían promover el surgimiento y expansión de nuevas modalidades, narrativas y
formatos de operación en las mismas. Pero un desenlace de la
actual encrucijada regional, lo más favorable posible para un proyecto
popular-ecológico-emancipatorio, pasa por reconocer los códigos de operación de
estos agresivos regímenes de poder multi-escalares.
Decir que los propios
tejidos socio-territoriales son un campo de intensa batalla, como nunca antes en la
historia del capitalismo, supone reconocer que la fuerza
destructiva del capital penetra en las redes de la vida –su fuerza ecocida– y
en la propia constitución de lo popular-comunitario. ¿Cómo se desarrolla y se
desarrollará el antagonismo de lo popular, el antagonismo de los pobres y de
los excluidos, en tiempos de caos sistémico? ¿Qué formas toma o puede tomar?
Intervenir violentamente en la propia
producción constitutiva de lo popular-comunitario busca transformar su potencia
en máquinas fragmentadas de guerra, en campo fértil para la distopía; canalizar
el descontento social hacia formas orgánicas de fascismo; formatear la
comunidad para el combate a lo que está fuera de ella –las maras
centroamericanas pueden ser interpretadas como comunidades/máquinas de guerra–;
y así volver inviable la masividad de una revuelta emancipatoria.
No basta pues, sólo
promover el antagonismo contrahegemónico, sino incluso disputarlo para intentar
encauzarlo a un proyecto colectivo y emancipatorio de lo
común-diverso-ecológico, en donde lo humano se funde con la realidad material
de su geografía inmediata, de su ecosistema, y la reproducción y afirmación de
la vida.
Esto implica privilegiar una política desde
los territorios y por ende, alcanzar una meta que hasta ahora no se ha
conseguido en el grueso de los proyectos y narrativas de la izquierda:
descentrar el rol del Estado en las transformaciones sociales. No se trata de ignorar
su presencia, operación y poder, ni tampoco, como han insistido algunos
autores, reivindicar un “horizonte localista”, sino impulsar una estrategia
multi-escalar en la cual la lucha territorial y la reproducción material de la
vida son centrales y punto de partida de toda la lucha emancipatoria.
Cuando pensamos en las estrategias y
narrativas en la escala global, la regional e incluso la nacional, ¿qué nos
queda por reivindicar en cuanto a las grandes narrativas políticas, esas que
pueden unir numerosas subjetividades y agrupaciones en torno a un proyecto
común? ¿El socialismo? ¿El desarrollo? ¿La democracia?
Ante el desbordamiento de los contratos
sociales y la configuración de la guerra como factor de organización social por
excelencia, ¿debemos defender hasta el máximo los principios y marcos mínimos
de los estados de derecho, de garantías mínimas sociales, los pilares del ideal
de la democracia? ¿Qué queda como proyecto para la convergencia de luchas, más
allá del parapeto de las estructuras institucionales de la modernidad? ¿Es
posible resignificar los pilares fundamentales de la llamada democracia? ¿Una
democracia radical y ecológica podría y debería ser un eje narrativo y
programático que articule diversas iniciativas populares de lucha? ¿Podemos
avanzar juntos sin un gran proyecto movilizador?
Tal vez una de las paradojas de los tiempos
que vivimos reside en la forzosa combinación de una esperanza a la cual no
podemos renunciar, con la franqueza y valentía de reconocer que el desborde del
conflicto, su masividad, su multiplicidad, nos habita cada vez más. ¿Es el
estallido social del Caracazo en 1989 en Venezuela sólo un acontecimiento
histórico o la expresión de la configuración de un nuevo escenario político
urbano, de la inviabilidad de las ciudades latinoamericanas, de la latencia de
su desbordamiento?
Las intensas luchas de resistencia indígenas y
campesinas en el Perú; las fogatas y las guardias comunitarias en Cherán,
México; las retenciones de militares por parte de pueblos indígenas en Colombia
y Venezuela; los cortes de ruta y asambleas populares en comunidades como
Famatina, Argentina; los bloqueos a excavadoras y múltiples métodos de acción
directa para la resistencia, realizados en numerosas localidades
latinoamericanas; ¿son conflictos convencionales o la respuesta ante un radical
avance belicista hacia las nuevas fronteras de las commodities? Creemos que
pensar las alternativas pasa también necesariamente por pensarnos desde el
conflicto.
Tal vez convenga reivindicar el “principio de
esperanza” no únicamente anclado en un horizonte ideal por conseguir, sino
también orientado a una disposición que rodea y queda contenida en el hacer, en
el devenir, sea cuando las aguas están calmas o bien cuando haya avisos de
tormenta. Mientras tanto, tejer y tejer comunidad, en cada ámbito y escala de
lucha, parece un objetivo vital en estos tiempos. Y no olvidar que el juego
sigue abierto.
Caracas, diciembre de 2016
*Emiliano Teran Mantovani, sociólogo
venezolano, master en economía ecológica por la Universidad Autónoma
de Barcelona e investigador.
Fuentes consultadas
- AFP. OIT: empleo informal en América Latina
alcanza el 50%. Diario Pyme. Sin fecha. Disponible en http://www.diariopyme.com/oit-empleo-informal-en-america-latina-alcanza-el-50/prontus_diariopyme/2016-06-21/144744.html
- Alba Ciudad. Conozca el Decreto de Estado de
Excepción y Emergencia Económica firmado por el Presidente Maduro este 13 de
mayo. 14 de mayo de 2016. Disponible en http://albaciudad.org/2016/05/decreto-estado-excepcion-estado-emergencia-mayo-2016/
- BBC Mundo. El paro que demuestra el poder de
las maras en El Salvador. 29 de julio de 2015. Disponible en http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/07/150729_america_latina_el_salvador_maras_pandillas_paro_transporte_aw
- CEPAL. Ciudades sostenibles con igualdad en
América Latina y el Caribe. HABITAT III, Conferencia de las Naciones Unidas
sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible Quito, 17 a 21 de octubre de 2016.
Disponible en http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40658/1/S1601057_es.pdf
- Constante, Soraya. Correa declara el estado
de excepción por la erupción de un volcán. El País. 17 de agosto de 2015.
Disponible enhttp://internacional.elpais.com/internacional/2015/08/15/actualidad/1439662969_985121.html
- EFE. Gobierno peruano declara estado de
excepción en tres distritos por terrorismo. 11 de septiembre de 2016.
Disponible enhttp://www.eluniversal.com.mx/articulo/mundo/2016/09/11/gobierno-peruano-declara-estado-de-excepcion-en-3-distritos-por-terrorismo
- Justo, Marcelo. ¿Cómo terminar con el
trabajo informal en América Latina? BBC Mundo. 29 de mayo de 2014. Disponible
enhttp://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/05/140527_economia_trabajo_informal_wbm
- Krieg,
Andreas. Externalizing the burden of war: the Obama Doctrine and US foreign policy in the Middle
East . International Affairs 92: 1 (2016) 97–113. Disponible en https://www.chathamhouse.org/sites/files/chathamhouse/publications/ia/INTA92_1_05_Krieg.pdf
- Roa Avendaño, Tatiana. Scandizzo, Hernán.
Qué entendemos por energía extrema. OPSur-Oilwatch Latinoamérica. septiembre
28, 2016. Disponible en http://www.opsur.org.ar/blog/2016/09/28/que-entendemos-por-energia-extrema/
- Telesur. Brasil declara estado de excepción
para Olímpicos Río 2016. 17 de junio de 2016. Disponible en http://www.telesurtv.net/news/Brasil-declara-estado-de-excepcion-para-Olimpicos-Rio-2016-20160617-0043.html
- Teran Mantovani, Emiliano. La crisis del
capitalismo rentístico y el neoliberalismo mutante (1983-2013). Documentos de
Trabajo Celarg, 2014, vol. 5, p. 1-27. Disponible en http://www.celarg.org.ve/Espanol/Imagenes/avances%20de%20investigacion/5.%20Documento%20N%C2%B05.%20Emiliano%20Teran%20(corregido).pdf
- Teran Mantovani, Emiliano. Los rasgos del
“Efecto China” y sus vínculos con el extractivismo en América Latina. Rebelión.
6 de febrero de 2014. Disponible en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180450 .
- The White
House. FACT SHEET: Peace Colombia
-- A New Era of Partnership between the United
States and Colombia . 4 de febrero de 2016.
Disponible en https://www.whitehouse.gov/the-press-office/2016/02/04/fact-sheet-peace-colombia-new-era-partnership-between-united-states-and
- UNEP. Recent
Trends in Material Flows and Resources Productivity in Latin
America . 2013. Disponible en http://www.unep.org/dewa/portals/67/pdf/RecentTrendsLA.pdf
- United
Nations. World Urbanization Prospects 2014. United Nations New York , 2014. Disponible en https://esa.un.org/unpd/wup/Publications/Files/WUP2014-Highlights.pdf
- United Nations. América Latina debe impulsar
un modelo de crecimiento urbano que genere riqueza, sugiere el PNUD. 15 octubre
2016. Disponible en http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/2016/10/america-latina-debe-impulsar-un-modelo-de-crecimiento-urbano-que-genere-riqueza-sugiere-el-pnud/
[1] Sobre esta discusión,
véase por ejemplo: Krieg, Andreas. Externalizing
the burden of war: the Obama Doctrine and US
foreign policy in the Middle East .
[2] Véase:
United Nations. World Urbanization Prospects 2014; y CEPAL. Ciudades sostenibles
con igualdad en América Latina y el Caribe.
[5] United Nations. América
Latina debe impulsar un modelo de crecimiento urbano que genere riqueza,
sugiere el PNUD.
[6] Justo, Marcelo. ¿Cómo
terminar con el trabajo informal en América Latina? AFP. OIT: empleo informal
en América Latina alcanza el 50%.
[7] Teran Mantovani,
Emiliano. La crisis del capitalismo rentístico y el neoliberalismo mutante
(1983-2013).
[8] Teran Mantovani,
Emiliano. Los rasgos del “Efecto China” y sus vínculos con el extractivismo en
América Latina.
[9] Alba Ciudad. Conozca el
Decreto de Estado de Excepción y Emergencia Económica firmado por el Presidente
Maduro este 13 de mayo.
[13] The
White House. FACT SHEET: Peace Colombia
-- A New Era of Partnership between the United
States and Colombia .
No hay comentarios:
Publicar un comentario