Ayotzinapa o la importancia de no dejar solas
a las víctimas
12 de diciembre de 2015
La desaparición de los 43 estudiantes de
Ayotzinapa supuso, en el tema de la desaparición forzada y de la impunidad, un
golpe en la conciencia de México y del mundo entero. Estos hechos violentos
ocurrieron de manera coordinada, durante más de cinco horas, en doce escenarios
diferentes, en un radio de más de 80 kilómetros , con el conocimiento y presencia
en distintas escenas del crimen de fuerzas de policías estatales y federales,
así como de militares de inteligencia destacados en el 27 Batallón de Infantería.
Por Desinformémonos
“Un desaparecido, mientras no
aparezca vivo, sigue desaparecido. Con la muerte viene la resignación, pero con
esto no vives, no te deja vivir. Tenemos esa esperanza de encontrarlos. Si
nosotros nos rendimos, si decimos que a lo mejor ya están muertos, es como
matarlos nosotros mismos ”. [Mayra, tía de Christian, uno de los 43
estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa]
La
desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa supuso, en el tema de la
desaparición forzada y de la impunidad, un aldabonazo en la conciencia de
México y del mundo entero. La noche del 26-27 de septiembre de 2014 no solo
fueron desaparecidos por agentes de la Policía Municipal
de Iguala (Guerrero, México) los 43 estudiantes, sino que también fueron
ejecutadas seis personas y hubo más de 40 heridos, incluyendo heridos graves.
En total, 120 personas –estudiantes, maestros, personas que les auxiliaron y
miembros del equipo de fútbol de Los Avispones– sufrieron diferentes formas de
persecución y atentados contra sus vidas. Estos hechos violentos ocurrieron de
manera coordinada, durante más de cinco horas, en doce escenarios diferentes,
en un radio de más de 80
kilómetros , con el conocimiento y presencia en distintas
escenas del crimen de fuerzas de policías estatales y federales, así como de
militares de inteligencia destacados en el 27 Batallón de Infantería.
Dada la
magnitud de los hechos y su gravedad, la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) emitió las medidas cautelares 409/14, dentro de las
cuales se suscribió el acuerdo de asistencia técnica con el Estado mexicano y
los representantes de las víctimas, que creó el Grupo Interdisciplinario de
Expertos Independientes (GIEI). El GIEI lo integramos Ángela María Buitrago,
Francisco Cox Vial, Alejandro Valencia Villa, Carlos Martín Beristain y Claudia
Paz y Paz.
Tuvimos dos
períodos de trabajo de seis meses cada uno, con un mandato dirigido a coadyuvar
con la investigación, hacer recomendaciones sobre los planes de búsqueda de los
desaparecidos, sobre la atención integral a las víctimas y sobre el problema de
desapariciones forzadas en México. Presentamos dos informes, en septiembre de
2015 y en abril de 2016. Nuestras principales conclusiones mostraron una verdad
que contradecía lo que la Procuraduría General de la República (PGR) de México
había llamado la “verdad histórica”; es decir, su versión del caso.
Según la
“verdad histórica”, los hechos habrían sido responsabilidad de un cartel local
llamado “Guerreros Unidos”, con auxilio de Policía Municipal de Iguala, quienes
habrían actuado para repeler la incursión de un cartel rival llamado “Los
Rojos”. Los estudiantes habrían llegado a la ciudad infiltrados para boicotear
un acto político de la esposa del alcalde municipal, José Luis Abarca. De
acuerdo con esa versión oficial, los estudiantes, luego de ser detenidos por la Policía Municipal ,
habrían sido entregados a miembros de los Guerreros Unidos, asesinados e
incinerados en el basurero de Cocula, y sus restos lanzados en bolsas al río
San Juan.
Sin embargo,
de acuerdo con nuestras investigaciones, los jóvenes no estaban infiltrados ni
llevaban armas ni efectuaron ningún disparo. No fueron confundidos con un
cartel rival, puesto que las fuerzas de seguridad estatales, federales y
militares sabían claramente que se trataba de estudiantes, y les habían dado
seguimiento desde su salida de la escuela, y monitoreado sus movimientos a
través del sistema de comunicación C4. Tampoco iban a boicotear un acto
político, dado que a su ingreso en la ciudad el mismo había concluido hacía
tiempo.
Asimismo, en
la investigación se omitió la existencia de un quinto autobús, detenido a la
salida de Iguala y escoltado hacia las afueras de la ciudad por policías
federales, que había sido tomado también por otro grupo de estudiantes que
sobrevivieron y sufrieron persecución durante varias horas. Este bus es el
único que no fue agredido esa noche, y no existía en el expediente cuando
llegamos al país. La identificación posterior del bus y el chofer mostró
profundas incoherencias. Una hipótesis que no fue investigada por la PGR, a
pesar de nuestras reiteradas recomendaciones, es que este bus podría haber
transportado heroína o dinero, y que los estudiantes lo tomaron ignorando este
hecho. Según esta hipótesis, la acción coordinada entre las distintas policías
estaba encaminada a cercar la ciudad y sus alrededores, para evitar la salida de
los autobuses.
El GIEI hizo
del conocimiento de las autoridades mexicanas la existencia de una
investigación por la Fiscalía de Chicago (Estados Unidos), en contra de la
célula de Guerreros Unidos que opera en esta ciudad, por trasiego de heroína en
autobuses de pasajeros.
En el
operativo no solo participaron dos policías municipales de Iguala y Cocula,
sino que descubrimos la implicación de la Policía Municipal
de Huitzuco y de policías estatales y federales en diferentes escenarios.
Nuestro informe también señaló que dos agentes de inteligencia militar
estuvieron en los dos escenarios donde se llevaron a cabo las desapariciones. A
pesar de nuestra petición, no se nos permitió entrevistar a los militares del
27 Batallón, ni se ha investigado con la profundidad su rol esa noche.
El GIEI
también concluyó que no existían evidencias de que los estudiantes hubieran
sido asesinados e incinerados en el basurero de Cocula. Esta versión presentada
por la PGR se sostenía únicamente en declaraciones de presuntos integrantes de
Guerreros Unidos, personas que presentaban serios indicios de haber sido
torturadas. Sus testimonios se contradecían con evidencia científica producida
tanto por el perito del GIEI, el doctor José Torero, como por el estudio
realizado por el Equipo Argentino de Antropología Forense, que mostraron que un
incendio de esa magnitud no pudo realizarse en ese lugar, y que los 43 cuerpos
no fueron quemados allí.
Como parte
de nuestro mandato, hicimos del conocimiento de las autoridades serias
irregularidades en la
investigación. Pérdida de videos y pruebas, ocultamiento de
información, retraso y obstaculización a la práctica de muchas diligencias… y
constatamos que los informes médicos oficiales sobre el estado físico de 17
detenidos mostraban serias señales de tortura.
Finalmente,
realizamos hallazgos sobre una bolsa con restos óseos que, según la versión
oficial y la documentación del expediente, habría sido encontrada por buzos de
la Marina a las 9:54 horas del 29 de octubre en el río San Juan. Pero un día
antes, el 28 de octubre, el director de la Agencia de Investigación Criminal,
Tomás Zerón, estuvo presente en el lugar llevando a un detenido con fuertes
indicios de tortura, sacando la seguridad previamente, y los servicios
periciales alteraron la escena, inspeccionando y tomando muestras del cauce del
río sin ningún registro legal. Y exactamente en ese mismo espacio del río, con
apenas 40 centímetros
de profundidad, al día siguiente se habría encontrado dicha bolsa con restos
humanos, donde apareció el resto óseo de uno de los normalistas desaparecidos,
Alexander Mora.
A pesar de
todas esas revelaciones, el GIEI sufrió una obstaculización a su tarea en la
segunda parte de su mandato, y los antiguos gestores del caso siguieron
teniendo control de la investigación, a pesar de haberse creado una nueva
unidad. Mientras tanto, el GIEI se convirtió en el último eslabón de la
institucionalidad, ayudó a crear puentes de diálogo entre las víctimas y las
instituciones del Estado, y generó nuevas condiciones para la atención a los
heridos y el acompañamiento a los familiares, uniendo dos cosas que tantas
veces están separadas: la investigación y el trabajo con los familiares.
También mostró un ejemplo de cómo puede llevarse a cabo una asistencia eficaz y
una investigación imparcial basada en pruebas.
Después de
agotar el periodo del segundo mandato de seis meses, el Estado mexicano
consideró que debíamos terminar nuestro trabajo. Para los integrantes del GIEI,
los hechos ocurridos la noche del 26 y 27 de septiembre de 2014 pueden ser
plenamente esclarecidos, así como puede ser determinado el destino final de los
43 estudiantes desaparecidos, y solo depende de si se tiene la voluntad para
hacerlo.
Mientras el
paradero de los estudiantes no se determine y todos los responsables sean
llevados a la Justicia, el caso permanecerá como una herida abierta para los
familiares, para México y para el mundo entero. Es indispensable la plena
colaboración de las autoridades con el mecanismo de seguimiento establecido por
la CIDH. Las
familias deben tener respuestas claras tanto sobre los hechos, el destino de
sus hijos y sobre la posible obstrucción a la Justicia.
Los logros
de este trabajo han constituido un paso clave para la lucha contra la impunidad
y la impotencia aprendida que viene con ella. Cuando el GIEI presentó su último
informe, una multitud de gente gritó: ¡No se vayan! Ese grito muestra la
indignación y la
esperanza. Lo más importante es acompañarles, no dejarles
solos. Una verdad incómoda puede también ser transformadora, y es la única
alternativa a la oscuridad que propone la impunidad.
Texto
publicado en elfaro.net
Fuente: http://www.anred.org/spip.php?article13308
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