¿Biodiversidad sintética?
14 de diciembre de 2016
"Desde nuevos riesgos al ambiente y la
salud, enormes desafíos de bioseguridad, hasta el tema de la nueva biopiratería
digital, pasando por la posibilidad de extinguir especies o construir armas
biológicas, nadie se pudo quedar al margen del debate."
Por Silvia
Ribeiro*
La biología sintética, una actualización de la ingeniería
genética que viabiliza nuevas construcciones transgénicas y otras alteraciones
en seres vivos, ha atravesado las discusiones en la conferencia global del
Convenio de Biodiversidad (CDB) de Naciones Unidas, reunido desde el 4 al 17 de
diciembre en Cancún, México.
Desde nuevos riesgos al ambiente y la salud,
enormes desafíos de bioseguridad, hasta el tema de la nueva biopiratería
digital, pasando por la posibilidad de extinguir especies o construir armas
biológicas, nadie se pudo quedar al margen del debate. Para sus promotores,
agresivos y muy bien financiados por la Fundación Gates o
trasnacionales, se trata de pequeños cambios, apenas una edición genética, casi
como cambiar una palabra en un texto, pero prometen resolver (¡otra vez!) desde
el hambre hasta el cambio climático y las enfermedades. Los más osados quieren
manipular especies silvestres y hacer ingeniería de ecosistemas, prometen
terminar la malaria y hasta revivir mamuts. Curioso que las propuestas de esta
nueva raza de conservacionistas sea extinguir especies, pero las que ellos
decidan que no es preciso conservar.
Apenas comenzada la conferencia, más de 170
organizaciones de todo el mundo, incluidas las mayores redes globales de
campesinos, como la Vía
Campesina , ambientalistas como Amigos de la Tierra y otras
sindicales, sociales y de consumidores demandaron al CDB detener la tecnología
de extinción de especies, refiriéndose a los impulsores genéticos. Se trata de
una nueva aplicación de ingeniería genética, que está dirigida a alterar
especies silvestres, desde insectos a plantas o animales, para forzar la permanencia
de un carácter transgénico a través de generaciones, lo cual podría llevar a la
extinción de una especie, dependiendo del carácter que se inserte (aquí). El llamado tuvo repercusión en varias
delegaciones, principalmente el grupo de países de África, que planteó la
necesidad de aplicar un estricto principio de precaución ante estos nuevos
riesgos. El tema sigue en consideración.
Según explicó la doctora Ricarda
Steinbrecher , de la Federación de Científicos de Alemania, mientras que los
transgénicos aplicados a cultivos están construidos para expresarse en semillas
que hay que plantar (aunque a través del polen se crucen con cultivos no
transgénicos, contaminándolos) con los impulsores genéticos, el objetivo es que
se diseminen agresivamente en el ambiente y que persistan a través de muchas
generaciones. Cuando la alteración es para que las especies solamente tengan
machos en su descendencia, el objetivo es eliminar una población completa. Y
aunque no funcione como afirman sus promotores, el desequilibrio genético
podría llevar a cambios imprevistos. Eliminar una especie –o una población de
ésta– tendrá una cascada de repercusiones en todo el ecosistema: todas las
especies son parte de un conjunto complejo de co-evolución y co-adaptación,
parte de las cadenas alimentarias y otros procesos. Incluso aquellas que
algunos consideran plagas (como ratones o malezas) o que son vectores de
enfermedades (como mosquitos), surgen y se desarrollan porque ese sistema crea
un nicho para ellas por alguna razón.
Los impulsores genéticos no toman en cuenta
ninguna de estas relaciones, solamente pretenden eliminar lo que sus promotores
definen como problema, sin tocar las causas, las condiciones ambientales
–muchas veces ambientes degradados por otras tecnologías, megaproyectos y alto
uso de agrotóxicos– ni las condiciones de salud y socio-económicas de las
personas afectadas, que en la mayoría de casos son los principales factores que
favorecen lo que se define luego de plaga o epidemia.
Pese a que quizá ni siquiera funcione, los
intereses comerciales y la guerra de patentes sobre estas tecnologías son
enormes y principalmente para sus aplicaciones en agricultura, pero tratando de
evitar el rechazo que tuvieron los transgénicos, sus promotores han tomado
otras vías para lograr su aceptación: las presentan como técnicas para
enfermedades o conservación.
Por otro lado, la industrialización de la
biología sintética plantea toda otra serie de temas. Colocar en Internet
los mapas genómicos de muchas especies vegetales, animales, microbianas,
permite que las empresas y quienes tengan acceso a las herramientas adecuadas,
puedan descargar la información genética y construir artificialmente principios
activos y otros genes, para su uso a nivel industrial. Pero también para otros
usos, inclusive usos hostiles, como fabricar ciertos virus y bacterias, que
pueden dañar cosechas, animales domésticos y hasta humanos. El tema es complejo
y la alineación de gobiernos es esperada: la mayoría de países de Norte, que
tienen las herramientas, las patentes y son sede de las trasnacionales, no
quieren ninguna nueva norma ni discusión, alegan que de esa forma se promueve
la ciencia porque todos pueden acceder a la información. Si
bien este principio sería bueno si se aplicara a todo, no proponen acompañar
este supuesto interés público de una prohibición al patentamiento,
privatización y lucro de resultados que ellos pueden obtener al usar la información. Al
contrario, se parece mucho a la biopiratería de siempre, pero digitalizada y
con un espectro de usos e impactos mucho mayores.
Por eso, entre los llamados Premios del
Capitán Garfio 2016, que se entregaron en el marco del CDB se incluyó a Canadá
y Honduras (representado por una profesora mexicana de biotecnología), que en
estas negociaciones han estado entre los más aguerridos defensores de la
industria de la biología sintética.
La autora es
Investigadora del Grupo ETC
Fuente:
http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Biodiversidad_sintetica
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