martes, 20 de diciembre de 2016

Analicemos qué entiende Antonio Antón como progresismo para España y comparemos al concretado por los Kirchner.

Nuevos retos y oportunidades para el cambio
8 de noviembre de 2016
Por Antonio Antón (Rebelión
El continuismo institucional y de las políticas públicas regresivas agrava los problemas reales de la mayoría ciudadana. Trae diversas consecuencias negativas para la gente y la democracia. Primera, un lavado de una élite política autoritaria e inmoral que representa lo más reaccionario de la derecha española y que controla importantes recursos públicos con los parabienes de la Troika. Segunda, el alejamiento del cambio institucional como palanca de unas políticas democráticas y de progreso, referencia para las fuerzas progresistas en el sur europeo en su camino por otra gestión de crisis, más justa, y una Unión europea más solidaria.
Tercera y la más directa para la ciudadanía, la persistencia de los graves problemas socioeconómicos para la mayoría, con un bloqueo de la situación de paro masivo y precariedad social y laboral, el incremento de la desigualdad y la ausencia de perspectivas de mejora futura de las condiciones vitales, los derechos sociales y los servicios públicos; todo lo contrario, la política económica y fiscal de austeridad, dictada por Bruselas y asumida por el nuevo Gobierno del PP, amenaza con otra fase de recortes sociales (empezando por otra vuelta de tuerca a las pensiones públicas), junto con las garantías del enriquecimiento de los ricos y el afianzamiento de su poder.

Es lógica la tendencia social de cierta frustración por el bloqueo del cambio institucional y democrático y la continuidad de las condiciones de subordinación y precariedad de la mayoría social, por el aplazamiento de una apuesta gubernamental inmediata para abordar los graves problemas socioeconómicos que afectan a la mayoría social, encauzar la problemática territorial y democratizar y regenerar la vida pública.
Es el momento para la reconstrucción del proyecto de cambio, para reflexionar sobre las causas y responsabilidades de este impasse. Por un lado, el giro liberal-continuista de la dirección socialista (y C’s), con su renuncia al cambio real y su prepotencia frente a Unidos Podemos y aliados, ha evitado el aislamiento y la derrota del PP y ha terminado por darle su legitimación y aval. Pero, por otro lado, es tiempo para desarrollar y asumir los nuevos retos trasformadores partiendo de los puntos fuertes: la consolidación de las fuerzas del cambio, de su espacio social, su representación política y su gestión institucional.

La triple alianza (PP, C´s, PSOE), con todo el poder establecido a su favor, tiene puntos frágiles. El bipartidismo anterior, con el clásico turnismo, está periclitado. Han tenido que juntarse para garantizar la ‘gobernabilidad’ y frenar el cambio. Ello supone el reconocimiento, de facto, de que no pueden controlar totalmente el proceso y está superado el sistema de simple alternancia. Tienen una relevante pérdida de legitimidad y permanece una amplia ciudadanía crítica. Su representación política, Unidos Podemos y convergencias, persiste y se consolida. Se inaugura otra fase de construcción de un nuevo equilibrio de fuerzas y una nueva oposición social y política para incrementar el apoyo electoral suficiente y garantizar el cambio institucional de progreso.
No obstante, había, hay y puede incrementarse una mayoría ciudadana por el cambio que choca con ese intento de consolidación regresivo y prepotente. La mayoría social está distanciada de la nueva mayoría institucional, del acuerdo tripartito (PP, C´s, PSOE) de la investidura de Rajoy y la gobernabilidad de su mandato. Hay un choque de legitimidades. Ciudadanos se había presentado a las elecciones con un programa de ‘cambio sensato’. El Partido Socialista proponía el ‘cambio seguro’. Ambos decían defender el cambio (limitado), y así lo creyó el 40% del electorado, ahora descontento.
En la anterior legislatura ya se descubrió que su acuerdo consistía en su consenso programático en los dos asuntos principales (continuismo socioeconómico y de la cuestión territorial). Se centraban en intentar un recambio de la élite gubernamental, una leve renovación institucional echando del Gobierno al PP y Rajoy. Era un plan irreal e inconsistente. Ello suponía impedir un cambio sustantivo, en torno a un Gobierno de progreso, compartido entre PSOE y Podemos y sus aliados, con un programa transformador razonable y realista, intermedio y negociado.
El giro progresista y el cambio institucional no han sido posibles. Existiendo una base electoral y representativa suficiente la opción de progreso ha sido bloqueada. Las responsabilidades no son similares o compartidas entre PSOE y Unidos-Podemos (y convergencias). Pues bien, tal como algunos decíamos entonces, ahora, por voz de un protagonista principal, Pedro Sánchez, se confirma que el PSOE nunca se planteó un gobierno alternativo de progreso ni una negociación seria y equilibrada con Podemos y aliados. Se lo impedían los poderes económicos y mediáticos, así como sus barones y dirigentes. Cae por tierra la explicación 'socialista' de la responsabilidad de los líderes de Podemos en la continuidad del Gobierno de Rajoy. El plan del poder establecido consistía en dos operaciones paralelas: desactivar la dinámica y las posibilidades de cambio real en España, a través del aislamiento de Podemos, Izquierda Unida y las distintas convergencias, y fraguar la incorporación de la dirección socialista a la ‘estabilidad institucional’ hegemonizada por la derecha, una nueva coalición presidida por la ‘responsabilidad’ y el consenso europeo.
Por tanto, la dirección socialista, los dos bandos en que ha cristalizado su reciente crisis interna, ha renunciado al cambio, no tiene un proyecto autónomo y ha quedado subordinada al regresivo y autoritario plan liberal-conservador dictado por el poder establecido y la derecha del PP. Ante la crisis del bipartidismo, comparten el intento de una recomposición de la clase política de un nuevo Régimen en el que el PSOE no encuentra un espacio claro.
Lo que se ha producido es un cierre de la expectativa popular de un cambio institucional inmediato. No obstante, el ciclo político que comienza presenta nuevas oportunidades y nuevos retos para el cambio. La estrategia y la gestión continuista tienen los días contados. El Régimen no se hunde ni se derrumba, pero tampoco es completamente sólido. Tiene unas grietas significativas que lo debilitan. Con la determinación de las fuerzas del cambio y una estrategia realista y ambiciosa, permiten promover su profunda transformación, bajo los valores de la justicia social y la democracia.
Antonio Antón. Profesor
de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
@antonioantonUAM

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218900

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