Más allá
del sí y del no
20 de febrero de 2016
Por Raúl Prada Alcoreza
(…)En consecuencia,
una cosa es abordar laproblemática
histórico-política y
otra es abordar el problema, que preocupa a parte de la clase políticaexcluida del poder por
los que lo ocupan ahora, a nombre de los “movimientos sociales”; movimientos
sociales que han desaparecido deescena, sustituidos por organizaciones,
que hacen de apéndice del partido oficial y del gobierno. El referéndum por el
artículo 168 de la Constitución, la pelea de las posiciones encontradas, el sí
y el no, respecto al referéndum, se
circunscribe en el marco del problema que preocupa a la clase política. Pueden tener sus
argumentos, su justificación, incluso, si se quiere, sus razones, ante lo que
llaman prorroguismo, autoritarismo, inconstitucionalidad; empero, se trata de
un problema menor, en comparación con la problemática histórico-política. Se podría considerar que se trata de
un primer paso, para abordar con más holgura el problema primordial; sin embargo, la
inclinación, la compulsión
política, el carácter “ideológico” de las interpretaciones, su mezquina elocuencia teórica, nos
muestra, mas bien, que sustituyen lacomprensión y la atención de la problemática histórica-política por un problema menor, el delajuste adecuado de la institucionalidad formal del Estado
de derecho.
Como hemos dicho, en la crítica desplegada, el
gobierno populista, ha
usurpado la movilización prolongada[3],
se ha subido a la cresta de la ola; una
vez elegido, se ha encargado de limitar, a como dé lugar, los alcances del proceso constituyente, después de la Asamblea Constituyente ;
para seguir con la manipulación y desmantelamiento de la Constitución. Por
lo tanto, se ha comportado como contra-proceso. Así también, la “oposición”, por más
heterogénea que sea, sigue una ruta parecida o complementaria; al no reconocer
la complejidad y el alcance de la problemática histórico-política,
también se comporta como contra-proceso;
sólo que lo hace desde la “oposición”, no desde el “oficialismo”.
“Oficialismo” y
“oposición” están más próximos de lo que creen, pues comparten el prejuicio del Estado-nación; también la
“ideología” de la institucionalidad de la democracia representativa y delegada. Están muy lejos del horizonte abierto por la Constitución; el sistema de gobierno de la democracia participativa,
pluralista, comunitaria, directa y representativa. Ambos, “oficialismo” y
“oposición”, son y hacen al contra-proceso,
inverso al proceso abierto por las multitudes y las movilizaciones sociales. Su pelea, sus
contradicciones, sus rivalidades, se reducen a la pelea por la forma del
mismo Estado-nación; ya en crisis múltiple, desde hace más de medio siglo, si
es que no es crisis congénita a la misma república.
Se puede decir, que se trata de una pelea de quien conduce el contra-proceso.
En las condiciones
políticas y sociales, también organizativas, así como “ideológicas”, que se han
conformado durante la década, el gobierno populista ha desmantelado la fuerza de las organizaciones sociales, ha
desarticulado las corporaciones sociales, ha separado a las organizaciones
sociales de lo que pueden, para reducirlas a lo que deben hacer, respecto a las lealtades con el gobierno. En estas condiciones,
la potencia social, manifestada en la movilización prolongada, ha sido
diseminada, en beneficio del gobierno
populista, que se legitima, ya
no por la convocatoria a la movilización, sino
por las extendidas relaciones
clientelares. Estas condiciones desmoralizantes y profundamente
debilitantes han llevado a lo que llamamos el conformismo generalizado,
que también es la complicidad generalizada.
En estas condiciones
de imposibilidad, sabemos, no se puede identificar al interlocutor
de nuestro discurso crítico, de nuestra convocatoria a la movilización general para continuar la lucha emancipativa,
libertaria, descolonizadora. Este interlocutor ha desaparecido, salvo contadas
excepciones, que no hacen una fuerza política social, con capacidad de incidencia. No podemos hacernos
ilusiones, como acostumbra a hacer la “izquierda tradicional”, hablamos de la
pretendida radical, de que la razón, la justicia,
el valor del proyecto político, bastan para convencer y lograr nuevas
movilizaciones, que conduzcan a la revolución.
Esto es fundamentalismo intelectual y
vanguardista; otra manera de renunciar a la lucha consistente,
materialmente y políticamente potente, pues se sustituye la realidad por los deseos, la complejidad de la realidad por el esquematismo dualista de revolucionarios y
contrarrevolucionarios; otra manera de expresar el dualismo religioso de fieles e infieles. No caemos en esta
ilusión. Pero, sabemos que nuestra responsabilidad es llevar la crítica a los horizontes que la propia crítica abre; crítica de las relaciones
polimorfas de poder.
Aunque parte de los discursos edulcorantes pretendan ser “revolucionarios”;
siendo, mas bien, conservadores,
al caer en este ilusionismo;
en el mejor de los casos, romántico; en el peor de los casos, impostor.
La responsabilidad es hablar a los y las que
quedan de la movilización prolongada y de sus irradiaciones, aunque sean
pocos. De hablar a los y las futuras combatientes, pues las luchas no han
acabado; ni los gobiernos progresistas, ni mucho menos, son el otro fin de la historia. Nuestra
responsabilidad es la crítica de la
“ideología”, en todas su formas y matices, así como crítica de las formaciones discursivas; crítica de los fetichismos; fetichismo de la mercancía, del poder,
de las instituciones, patriarcales, coloniales. Crítica de la economía política generalizada[4].--- NOTAS(…)
Fuente: http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2016022002
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