Un llamado urgente en defensa del periodista palestino que está al
borde de la muerte
5 de febrero de 2016
Se
llama Muhammad al-Qiq, tiene 33 años y se está muriendo en la cárcel cumpliendo
una huelga de hambre. Es periodista y ejerce la profesión en Palestina, un
territorio ocupado y horadado por la violencia del invasor israelí desde 1948.
Una nación que ha sufrido todo tipo de atropellos década tras década, y que por
estos días asiste a una nueva vuelta de tuerca de la represión sionista contra
quienes se rebelan a su dominio.
Por
Carlos Aznárez para Resumen
Latinoamericano
En Gaza y en Cisjordania, miles
de jóvenes protestan de diversas formas, y muchos de ellos son asesinados
vilmente. Otros son detenidos. Todo ello frente al silencio de la mal llamada
“comunidad internacional” o la manipulación de los medios
corporativos, que no es lo mismo pero es igual.
Sin embargo, no todos callan.
Muhammad Al-Qiq, como haría cualquier reportero que se respete a sí mismo,
venía informando día a día para el canal “Al Majd”, sobre lo que veían sus ojos
y sentía su cuerpo, con sólo dar un recorrido por las calles de Ramalah o de
Jerusalén: niños golpeados y detenidos por arrojar piedras contra tanques,
mujeres jóvenes asesinadas a las que se les “planta” un cuchillo para
justificar el crimen, campos con cultivos de olivos arrasados, casas demolidas
por pura venganza, ciudades como Hebrón o campos de refugiadas como Jenín,
bloqueados militarmente y su población sufriendo todo tipo de humillaciones.
Precisamente, el informar con
objetividad sobre la barbarie israelí, es el “ delito” por el que fue detenido
y torturado Al-Qiq hace tres meses en su casa de Ramallah. Numerosas denuncias
de organismos de derechos humanos palestinos e internacionales advirtieron que
el periodista fue colocado en una posición conocida como la banana -con la
espalda sobre una silla y atado de pies y manos por debajo de la misma–,
permaneciendo en una posición forzada durante 15 horas en las que sufrió
violencia sexual por parte de los interrogadores. Luego de sufrir esas sevicias
lo enviaron a una de las tantas cárceles-tumbas que Israel posee para
martirizar aún más a un pueblo que no está dispuesto a bajar la cabeza ante su
prepotencia.
Pero hay algo más, Al-Qiq, como
tantos otros palestinos y palestinas sufre un tipo de detención que se denomina
“administrativa”, una figura que permite a las autoridades israelíes mantener
bajo custodia indefinidamente a miles de “ ospechosos” sin presentar cargos ni
iniciar un proceso judicial, como hacen habitualmente las dictaduras militares.
Frente a esta injusticia y convencido de que si no luchaba por su libertad su
suerte estaba prácticamente echada, este joven periodista decidió ponerse en
huelga de hambre el pasado 25 de noviembre, para denunciar al mundo su
situación. A partir de ese momento se intensificaron las medidas represivas y
de presión contra el detenido. En dos oportunidades, el 30 de diciembre y el 17
de enero, jueces sionistas prorrogaron su encarcelamiento y rechazaron la
apelación presentada por los abogados del Al-Qiq. Su situación de salud comenzó
a agrietarse, y en un momento las autoridades israelíes decidieron trasladarlo
al centro médico de la ciudad israelí de Afula, donde el colega detenido
ratificó su voluntad de continuar la huelga de hambre “hasta conseguir mi
libertad”. Si esto no sucediera “estoy dispuesto a morir”, expresó.
Muhammad Al-Qiq ya lleva 64
días peleando por su dignidad, negándose a recibir vitaminas ni tratamiento
médico. Quizás evocando el martirio por el que pasó hace décadas otro luchador
como él, pero irlandés, llamado Bobby Sands, ha planteado claramente que no
quiere que se lo alimente contra su voluntad. Pero estar preso en Israel significa
bordear la orilla del infierno en la tierra, y es por eso, que le fue impuesto
a Al-Qiq otra forma de tortura. Permaneció cuatro días atado de pies y manos a
una cama, consciente, mientras enfermeros militares le inyectaban líquidos a la fuerza. Ahora
directamente lo han amenazado con empezar alimentarlo aplicando esta
metodología, algo que él y sus defensores han repudiado enfáticamente.
Desde Argentina, la tierra que
vio nacer y caer en combate a otro periodista ejemplar como Rodolfo Walsh
(ejemplo entre otras cosas, de solidaridad con Palestina) va este mensaje de
urgencia para que en Latinoamérica y el mundo, allí donde haya personas que
crean que los derechos humanos son una propuesta de autodefensa frente a la
barbarie, nos movilicemos por la vida y la libertad de Muhammad Al-Qiq. Él, con
su actitud valiente pone sobre la superficie un escenario en el cual miles de
presos y presas palestinas, muchos de ellos niños niñas, se encuentran como
rehenes de las tropas de ocupación de su pueblo.
No, no es una nota más la que
estoy escribiendo, sino la expresión epistolar de un grito de impotencia frente
a lo que no debería ser irreversible: SALVEMOS LA VIDA DE MUHAMMAD
AL-QIQ y la de tantos hombres y mujeres palestinas que viven en estado de
excepción.
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