La agricultura del
futuro será agroecológica
10 de febrero de 2016
10 de febrero de 2016
Por Miguel Altieri (INTA)
Como ciencia, la agroecología integra el conocimiento tradicional y
los avances de la ecología y de la agronomía y brinda herramientas para diseñar
sistemas que, basados en las interacciones de la biodiversidad, funcionan por
sí mismos y auspician su propia fertilidad, regulación de plagas, sanidad y productividad,
sin requerir paquetes tecnológicos. Los principios de la agroecología pueden
aplicarse a toda actividad, ya sea a pequeña o a gran escala.
Esta disciplina
trabaja con algunas premisas que toman diferentes formas tecnológicas de
acuerdo con las condiciones ambientales y socioculturales de cada lugar. Pero
para que estas formas sean relevantes, tiene que existir un proceso
participativo en que agricultores e investigadores generen conocimiento y
diseñen sus propios sistemas de producción. No existe el experto que le enseña
al agricultor qué hacer, es de igual a igual.
El modelo industrial
alcanzó sus límites, porque se sostiene en presupuestos que ya no son válidos.
Cuando se creó el modelo de la Revolución Verde –basado en insumos dependientes
del petróleo, se creyó que la energía fósil sería barata y abundante para siempre,
que el clima se mantendría estable y que el hombre controlaría la naturaleza
con químicos. Esto no fue así: el petróleo aumenta su valor, hay cambio
climático y los cultivos resisten al glifosato.
Habría que preguntarse cuáles serían los presupuestos para lograr
una nueva agricultura que enfrente los desafíos del futuro,
porque toda la ciencia que ha gobernado hasta ahora ya no ofrece respuestas. La agroecología provee las bases para esa nueva
agricultura: biodiversa, divorciada del petróleo, que utiliza energía solar y
exhibe resiliencia al cambio climático.
Además, necesitamos
una agricultura amigable con el ambiente y que
facilite el desarrollo de sistemas agroalimentarios locales, en detrimento de
los globales. Todos los días, Buenos Aires importa 6.000 toneladas de comida
que viaja cerca de mil kilómetros, provoca emisiones de gas y gasto de energía
y torna las urbes en sistemas frágiles, supeditados a fuentes de alimentos externas. Esto no es sostenible a
futuro.
La agroecología tiene
el potencial para crear un sistema que vaya a la raíz del hambre y asegure la
soberanía alimentaria. Aunque puede aplicarse a escala, esta disciplina
potencia la agricultura de los pequeños productores del mundo que ocupan el 20
% de la tierra, utilizan el 20 % del agua y el 20 % de la energía fósil y generan entre el 50 y 70 % de los alimentos que comemos.
En contraposición, la
agricultura industrial abarca el 80 % de la tierra, explota el 80 % del agua y
el 80 % de la energía fósil y sólo genera el 30 % de comida,
mientras el resto lo destina a biomasa –biocombustibles,
biofármacos, bioplásticos, forrajes–. Es una agricultura
muy ineficiente que provoca una huella ecológica enorme y está dominada por un
sistema de capital global.
En esa línea, la agroecología debería considerarse como política de
Estado, debido a que permite instaurar otro esquema que corte los circuitos
hegemónicos entre productores y consumidores y actúe como bypass hacia un
sistema alimentario local y justo.
Es importante que los consumidores entiendan que la
alimentación es un acto político y ecológico. Hoy, el 5 % de la humanidad se lo
pregunta y, para dar el salto, es necesario una masa crítica mucho mayor; la
educación popular y las políticas agrarias congruentes contribuyen al
escalonamiento de la agroecología.
Ecoportal.net
Fuente original: http://intainforma.inta.gov.ar/
No hay comentarios:
Publicar un comentario