Los diputados-taxi
6 de febrero de 2016
6 de febrero de 2016
Por Guillermo Almeyra (Rebelión)
Como habíamos previsto, la primera minoría en la Cámara Baja (compuesta
por 118 bancas, es decir, 98 diputados kirchneristas más sus aliados) se está
disolviendo como nieve al sol. Esta semana 14 diputados de la misma formaron un
bloque justicialista separado del Frente para la Victoria
kirchnerista y, junto con cuatro gobernadores y decenas de alcaldes del FpV y
unos 6 diputados justicialistas disidentes, venden al menudeo su voto y su apoyo
político a Mauricio Macri a cambio de fondos nacionales. Estos diputados-taxi,
que bajan la banderita que ostentan en cuanto les ofrecen un pago, expresan la
existencia en el peronismo, desde sus orígenes, de una tendencia conservadora,
neoliberal, clericalfascista que también integró Macri en su formación con
Carlos Menem, el Salinas de Gortari del Plata.
Por eso los 18 diputados taxistas del
Justicialismo no tendrán problemas en sumar sus votos a los 85 macristas y en
relegar así al FpV al papel de segunda minoría (85 más 18, o sea 103, contra
100). Seguramente, además, el bloque actual del kirchnerismo seguirá
disgregándose y el FpV corre el riesgo de perder posteriormente la mayoría
absoluta de que dispone en la
otra Cámara , la de Senadores.
La unidad organizativa del aparato estatal peronista
(presidencia, gobernadores, senadores y diputados, alcaldes) dependió siempre
exclusivamente de las prebendas y los apoyos económicos arbitrarios que
otorgaba el Primer (o Primera) Clientelista del país a los barones-mendigos
que, a su vez viven del clientelismo y de lo que les dejan sus feudos.
El peronismo ni con Perón ni mucho menos
después de él con la forma del kirchnerismo tuvo doctrina o un corpus de ideas
comunes. Se construyó, en los dos primeros gobiernos de Perón (1946-52 y
1952-55), mediante la alianza entre un sector de militares nacionalistas de
derecha y conservadores y dirigentes sindicales socialistas, sindicalistas
revolucionarios y anarquistas que le dieron a un coronel hasta entonces
desconocido (Perón) un puente hacia el movimiento obrero que le permitía
contrarrestar la presión de los sectores dominantes y de la expresión de éstos
en las fuerzas armadas. Esta alianza militar-sindical tenía como objetivo
construir una Argentina capitalista libre de dependencias y, desde el Estado,
formar una burguesía nacional independiente de la oligarquía y del
imperialismo.
Perón utilizaba un movimiento obrero que tenía
ideología y dirección capitalista pero lo temía, se opuso siempre a las huelgas
y, cuando tuvo que optar entre armar a los obreros y llamar a los soldados a la
insubordinación o escapar del país, prefirió la fuga a poner en peligro el
sistema y, como resultado de esa opción de clase, la Argentina padeció
larguísimas dictaduras militares antiobreras y asesinas. Para controlar desde
el exilio una resistencia obrera que se radicalizaba y él no dirigía, recurrió
a un partido –el Justicialista- burocrático, derechista y corrupto, que los
trabajadores peronistas jamás reconocieron y en varias ocasiones ni siquiera
apoyaron con su voto. La inmensa mayoría de los millonarios dirigentes
sindicales justicialistas, tal como como los líderes de ese partido, sirvieron
en efecto a todos los patrones y están dispuestos a seguir haciéndolo.
Perón y sus sucesores se basaron siempre en la convicción de que
la política es responsabilidad de los vértices estatales y desde allí desciende
como gracia de quienes deciden, los cuales, como Luis IV, proclaman “el Estado
soy yo” al igual que los neoliberales. Es esa la razón por la cual existen
vasos comunicantes entre la derecha peronista (como Macri, el alcalde de Buenos
Aires, Horacio Rodríguez L., los diputados- taxi y los gobernadores
kirchneristas del Opus Dei) y la explicación también de la fuga hacia el
macrismo de los ex primeros ministros de Cristina Fernández de Kirchner Alberto
Fernández y Sergio Massa o del reclutamiento de su vicepresidente Amado Boudou
en la derecha que apoyó a la dictadura.
La derecha que responde a las grandes transnacionales y la otra
derecha “nacional y popular” que quiere también defender las ganancias
capitalistas pero se apoya más bien en el mercado interno y en la media
industria nacional comparten los mismos valores y aborrecen la lucha de clases
cuando quienes se movilizan son los trabajadores mientras apoyan la ofensiva
clasista mundial del capitalismo contra éstos. Por lo tanto, nada podrá impedir
que el kirchnerismo siga dando tránsfugas al macrismo. Sobre todo cuando el
aparato kirchnerista no se ha hecho la menor crítica por la preparación
perfecta del desastre que sufrió, no emite ningún balance ni explicación, la ex
presidente- tan locuaz siempre- ahora calla y no encuentra otra forma de
resistir que reforzar el Partido Justicialista es decir, un retroceso histórico
del “progresismo” hacia la derecha burocrática, corrupta e impotente.
Eso difunde desmoralización y deja a los
trabajadores kirchneristas y a los sectores pobres de las clases medias
huérfanos de dirección y de objetivos políticos. También plantea a la izquierda
construir un plan de lucha que no sea solamente defensivo y que refuerce la
autoorganización y la confianza en sí mismos de las víctimas de la feroz
ofensiva de los grandes capitalistas y de su gobierno macrista y conduzca al
derribamiento de éste. O sea, un plan político-sindical que desarrolle la
solidaridad y la creatividad obrera y que pase por encima de la burocracia
sindical, que es un instrumento del Estado capitalista.
Las consignas en el orden del día son unión en
la lucha, autoorganización, democracia sindical, pluralismo político pero sin
acallar las diferencias ni dejar de lado la responsabilidad del kirchnerismo en
el triunfo de Macri y en esta ofensiva del capital. Si en el curso de las
próximas luchas los dirigentes kirchneristas resucitasen, según sea lo que
propongan se podrá golpear juntos al macrismo pero a condición de marchar
separados.
Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=208649
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